Culminó como debía terminar: crónica de una destitución anunciada, la de una presidenta que había sido votada por más de 54 millones de brasileños y brasileñas en la segunda vuelta de las elecciones de octubre del 2014.
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Los poderes fácticos: los grandes mega medios periodísticos y comunicacionales; del poder político de la oposición que al final se le unió el Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB); parte importante del poder financiero y económico de Brasil, ya lo habían previsto incluso previo a la elección presidencial de este país.
En otros artículos, llamábamos la atención de cómo fue esta última campaña electoral en contra de Dilma, Lula y el Partidos de los Trabajadores (PT), la virulencia política de los adversarios, la brusquedad de los argumentos y la denostación de un proceso político y social inédito que se había abierto desde el 2003 en adelante con los dos gobiernos de Lula y el anterior de Dilma.
Bajo el argumento de la corrupción de grandes firmas brasileñas, en especial, PETROBRAS, se intentó personificar en este gobierno de Dilma, a la propia presidenta, a Lula y a muchos dirigentes del PT, como los únicos responsables de los efectos causantes de estos procesos de corrupción.
Esta cuestión, la corrupción, en opinión de analistas y expertos no es un hecho que implique a sectores del PT única y exclusivamente, sino que abarca al conjunto del sistema político brasileño. Habría que analizar más en detalle, la gran cantidad de congresista, tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado que están querellados en estos procesos de lavado de dinero (Operación Lava Jato) o financiamiento irregular de sus campañas electorales por las grandes empresas de este país.
El caso más reciente y relevante, es precisamente la destitución de quién autorizara el proceso de enjuiciamiento político en contra de la presidenta Rousseff: el ex presidente de la Cámara de Diputado, Eduardo Cunha. También, en estos últimos días aparecen las denuncias de corrupción en contra del actual presidente interino, Michel Temer.
Lo concreto es que Michel Temer, miembro del PMDB ex partido aliado del PT desde el primer gobierno de Lula, asume la presidencia de Brasil, luego de dos procesos de enjuiciamiento político contra la presidente Rousseff. El primero se dio el domingo 17 de abril al ser votado por 367 votos de diputados a favor del impeachment y con solo 137 votos en contra.
En el senado, el 12 de mayo, la oposición se impone por 55 votos a favor y 22 en contra. Destituida Dilma, ella queda suspendida de sus labores presidenciales por un máximo de 180 días, en este intertanto, se crea una comisión especial del Senado, la cual investigará los cargos de este enjuiciamiento político a la presidenta.
En caso, de que fuese positiva esta destitución, el presidente interino pasará a ejercer esta función hasta las próximas elecciones presidenciales en octubre del 2018, poniendo, de este modo, fin a 13 años de gobiernos petistas cuya mayor impronta fue su agenda social que logró sacar a más 30 millones de brasileños de la pobreza y que la misma Rousseff lo ha señalado como el proyecto social de mayor respaldo en la historia democrática de Brasil.
El actual gobierno de Temer, ya ha anunciado una política de ajuste económico y de reducción de más de 4.000 empleos públicos, con esto y otras medidas que vendrán en el futuro muy cercano se pondrán en peligro las conquistas sociales de los últimos años, como los programas de alimentación, vivienda y educación que por medio de subsidios del Estado jugaron un rol fundamental en la reducción de la pobreza en uno de los países más desiguales del nuestro continente.
Que aprendizajes podemos extraer de la dramática situación en Brasil:
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1-. Observar muy atentamente la necesidad de reformas políticas profundas, en especial de los sistemas políticos y el sistema de partidos políticos. Los sistemas políticos de gobiernos, sobre todo aquellos basados en un hiper presidencialismo tienen costos políticos severos para el desarrollo de democracias más plenas y, eso lo está experimentando hoy Brasil, pero este no es un fenómeno extraño para otras realidades latinoamericanas, incluyendo Chile.
2-. Analizar detenidamente el tema de las coaliciones o alianzas políticas sustentadas más en el éxito electoral y no en un programa de transformaciones sociales y políticas que tenga como objetivo cambiar las reglas del juego de las políticas neoliberales en nuestros países.
En este sentido, lo del PMDB es un giro político copernicano puesto que se hace del gobierno, primero en la ruptura con el PT y luego en la búsqueda de una alianza de centro derecha–temporal quizás- para sacar al PT del gobierno.
3-. Es cierto, que el proceso de impeachment está contemplado en la Constitución del Brasil. Sin embargo, como ha sido usado, las graves insuficiencias del poder legislativo en el tratamiento de esta destitución, nos muestra que la decisión de sacar a la presidente Rousseff del gobierno ha tenido más bien el sabor de un golpe blando o golpe parlamentario.
A todas luces, esto es un mal ejemplo para los países de la región. Los grandes intereses económicos, financieros, mediáticos y políticos, ya no necesitan de llamar a los militares a poner orden en una economía “desvariada”, sino que acuden a estas argucias constitucionales para sacar a un gobierno inoportuno a sus intereses.
4-. La fuerza política de la izquierda democrática, la izquierda tradicional, las fuerzas políticas nacionales populares y el progresismo en la región, resienten fuertemente este giro a la derecha que venimos observando: en Argentina, en Venezuela, en el Perú, en Bolivia, antes en Paraguay y Colombia, hoy lo vemos en Brasil, quizás mañana en Chile. Se podría constatar, que las fuerzas políticas y sociales que han sustentado por más de una década a los gobiernos progresista, están en “retirada”.
5-. En este escenario descrito, qué es lo que debiera hacerse por parte de estas fuerzas políticas, gobiernos progresistas que no pudieron frenar la ofensiva neoliberal en nuestra región y que más bien intentaron salir al paso de la matriz neoliberal con programas asistenciales, políticas públicas muy focalizadas, pero sin relación las unas con las otras. Lo primero, organizar una retirada en orden; volver a retomar y estrechar la relación con los movimientos sociales, sindicales, culturales, étnicos; crear alianzas políticas y sociales de largo alcance sobre la base de un entendimiento programático y; finalmente respetar las particularidades de todos actores involucrados, pero estableciendo mecanismos de solución a las controversias internas.
6-. En el caso del PT, de lo que está pasando a la presidenta destituida y, al progresismo brasileño es interesante lo que señala Darío Pignotti “Se hace inevitable que ella y el Partido de los Trabajadores se reinventen para asumir su condición de opositores luego de trece años de actuar como oficialistas, período en que cierta burocratización y aburguesamiento afectaron la relación con los movimientos sociales y los sindicatos. Fueron esas organizaciones las que movilizaron miles de personas ayer en Río de Janeiro y el miércoles en Brasilia. Un dato: las marchas politizadas de la izquierda paulatinamente comienzan a reconquistar las calles dónde durante más de un año se impusieron multitudinarias manifestaciones de la derecha antipolítica en lo que abrevó el golpe”
7-. Los muchos años en la gestión de gobierno debilitan a las fuerzas políticas progresistas, de una u otra manera anquilosa el impulso de llevar a cabo reformas y políticas de mayor densidad para los cambios que la sociedad requiere. En este sentido, las insuficiencias del PT no haber transformado el viejo sistema político del Estado y especialmente el sistema de partidos políticos, por un lado, como así también haberse alejado de fuerzas políticas sociales representativas como por ejemplo con la poderosa central sindical del Brasil, la CUT, termino debilitando al gobierno y al proyecto transformador del PT.
Con todo, lo que ha venido pasando y seguirá pasando en este país-continente se abre una nueva página de aprendizaje para las fuerzas políticas y sociales del Brasil, como así también para todas las fuerzas políticas progresistas de la región y, Chile, está en la región.
(*) Sociólogo Director del Programa Internacional y de Relaciones Laborales de la Fundación Chile 21.
Fuente: Primera Piedra