Es innegable que no solo en la desaparecida URSS y en los extintos países socialistas de Europa Oriental el ideal socialista sufrió un colapso en su prestigio, sino también en Cuba, aunque los efectos más fuertes y duraderos del también catalogado como “desmerengamiento” se dieron aquí en el terreno económico, mientras la identificación de la idea del socialismo como imagen de una sociedad mejor y más justa para Cuba se mantuvo y mantiene predominante en nuestros días.
Sin embargo, se produjo en estos años un debilitamiento de ese ideal y con ello una tendencia en la comunicación de contenido sociopolítico a no emplear el vocablo socialismo para acreditar la proyección social del país, mucho menos la frase “construcción del socialismo” expresiones esenciales inherentes a la formulación del ideal socialista, vergonzantemente silenciados por algunos; y en su lugar han surgido frases sustitutas como “proyecto social cubano”, “la sociedad que construimos” “proyecto de país”, etc., que de hecho son formulaciones válidas, pero obvian incluir en las expresiones el contenido socialista.
Esa tendencia todavía hoy se revela y puede ser no solo el resultado de las vicisitudes mundiales del socialismo, sino también –hay que reconocerlo- de las dudas sobre su viabilidad por el desgaste que ha producido la tenaz acción de la guerra económica contra Cuba, el mencionado colapso del socialismo en Europa Oriental y la URSS, nuestros errores e insuficiencias y el hecho de continuar siendo un sendero ignoto requerido de mucha experimentación.
Pero si bien es un camino no desandado por completo en ningún lugar del mundo, no significa que el propio camino no sea socialista.
Siempre he afirmado que el socialismo en Cuba es simultáneamente realidad, ideal y experimentación. Es realidad por las transformaciones profundas ocurridas en la sociedad cubana y por las prácticas sociopolíticas y culturales que se mantienen, ideal porque en su horizonte hay propósitos considerados alcanzables y aún no realizados, y experimentación porque al ser efectivamente un camino ignoto, la experimentación es necesaria e inevitable.
Por ello sigue siendo válida la expresión construcción del socialismo o construcción social de orientación socialista, frase a la cual suelo acudir en un intento de caracterizar de modo resumido el proceso que constituye el tipo de sociedad cubana actual.
Y lo es con todo derecho, porque predomina la propiedad social socialista sobre los medios fundamentales de producción de bienes y servicios y demás propiedades socializadas, por el papel de la planificación, por las normas socialistas de su gestión, por las pautas de distribución del producto social, por la cultura política predominante, por el poder político revolucionario, por las leyes vigentes, por las formas organizativas y por muchas otras razones.
Por otra parte, la descripción general de la sociedad cubana como una sociedad de orientación socialista, no solo incluye características socialistas fundamentales que son resultado de las transformaciones revolucionarias, así como su dirección, sino también su horizonte, su ideal y supera la discusión escolástica acerca de si Cuba es socialista o si no lo es. Lo es y no lo es a la vez.
De cualquier manera, disipada la polvareda de la implosión del campo socialista este-europeo, se comenzaron a ver con mucha claridad los efectos nocivos de la restauración capitalista en esa región del mundo y lo que ha significado la barbarie de los intentos de expansión hegemónica del imperialismo mundial en todos los órdenes.
El socialismo como ideal social es producto de la reacción ante las injusticias y en ese contexto es necesario. En el caso cubano funciona como modelo eficiente para el desarrollo en un mundo dominado por el capitalismo transnacional lo que lo convierte en una posibilidad y una decisión, una vía eficiente para el desarrollo y con ello para el aseguramiento de una respuesta positiva a las necesidades básicas de la sociedad en su conjunto y una vía para la realización de las aspiraciones individuales y sociales más generales.
Hoy, a las puertas del VII Congreso del PCC y en medio del mundo convulso y desafiante en que vivimos, es de particular interés incorporar al debate social el tema del ideal socialista.
Y es que el socialismo en Cuba, en tanto creación heroica, necesita hoy más que nunca levantar el ideal socialista, necesita enarbolarlo como finalidad estratégica, lo cual elementalmente requiere también el sustantivo y el adjetivo que mejor lo identifican: socialismo y socialista.
En otras palabras, tanto las acciones socialistas, como su teoría, ideología e ideal, forman parte de las fortalezas de la revolución socialista cubana.
Los ideales y el ideal del socialismo
Hay muchos modos de pensar qué es un ideal, realidad que se desprende lógicamente de la rica diversidad y complejidad de la vida social.
Cuando hablamos de ideal socialista, o ideal de socialismo, nos estaremos refiriendo al ideal social, al ideal sociopolítico y cultural, un ideal complejo y abarcador que se relaciona con la totalidad social, con los ideales que existen en la sociedad.
No pocas veces se ve el ideal social reducido al ideal político, de gobierno, y no se habla del ideal cultural, de ideal de bienestar, ni se desmenuzan los eslabones mediadores que enlazan la vida cotidiana con la política, el gobierno, los derechos.
El ideal social o ideal de sociedad es como todo proceso y realidad humana, un producto histórico concreto y en consecuencia cambiante.
En Cuba prerrevolucionaria existían diferentes ideales sociales, predominando en la sociedad el ideal democrático burgués. Éste, aunque fuertemente jaqueado por las contradicciones que reproducía y profundizaba el capitalismo dependiente (sin que ello alcanzara a constituirse en estado consciente en las mayorías acerca de sus causas profundas) y por el desprestigio que sufría a causa de los episodios dictatoriales como el existente en la década de 1950, era el que se reproducía en el mundo simbólico con mayor intensidad e influencia en la conciencia ciudadana.
El ideal socialista, asumido y defendido por un reducido grupo de convencidos, organizados o no políticamente, lograba solo una escasa influencia en la sociedad que estaba además confundida por la aviesa manipulación estereotipada de los conceptos de socialismo y comunismo.
Un ideal socialista cubano
Fueron las leyes revolucionarias de los primeros años generadas a partir de la destrucción del viejo Estado burgués dependiente, junto con las convicciones que reproducían los líderes de la revolución y muy especial el magisterio ideológico y político de Fidel, los que en su interacción lograron instalar en breves años el ideal socialista como concepto estratégico para la salvación de la nación cubana.
Un primer punto de partida al enfocar el tema del ideal socialista es definir si existe un único ideal socialista o tantos ideales socialistas como realidades sociohistóricas culturales existen en la humanidad.
El socialismo, en su calidad de sociedad nacida de las entrañas del capitalismo, donde quiera que emerja tendrá una serie de rasgos distintivos similares en la medida que se trate efectivamente de una superación del modo capitalista de producción y de vida. Pero el ideal socialista en tanto realidad social existirá en el mestizaje inevitable con las características sociohistóricas, culturales, presentes en cada sociedad humana.
El modo en que se visualiza, por ejemplo, el bienestar esperado en una sociedad socialista, el modo en que se valora la distribución del producto social, el modo en que se organiza la vida política, etc., como componentes del ideal socialista será obligadamente diferente en cada sociedad.
Esa misma relación realidad-ideal es la que explica que el ideal socialista sea un ideal obligadamente múltiple, que tiene una expresión en diferentes ámbitos de la realidad social, el ideal socialista no es una utopía, tampoco es una fe, sino la expresión consciente de un futuro posible.
Ideal, utopía y fe
Tanto los ideales, como las utopías y las distintas formas de la fe constituyen factores que influyen en las actitudes y acciones de los seres humanos y en ese aspecto tienen una similitud funcional, pero sus contenidos y significados difieren.
Utopía e ideal se parecen, pero no son lo mismo, si bien en el lenguaje propagandístico político el término utopía se emplea con reconocido éxito, eso no lo hace idéntico al ideal. Vale también recordar que el término utopía y el adjetivo que de este se deriva: utópico, utópica, son empleados para desautorizar determinados ideales tildados de irrealizables, aunque de hecho no lo sean, por lo que tales manejos solo procuran desvalorizarlos, precisamente por ser realizables. Es lo que ocurre con la desvalorización del ideal socialista cuando lo califican de “utopía”.
La utopía es expresión más de la imaginación que de la realidad, mientras que el ideal tiene un importante basamento en lo que es más cercanamente palpable y alcanzable con el esfuerzo individual y colectivo.
La utopía no necesita cambiar en períodos relativamente cortos de tiempo, el ideal está en constante transformación, es más flexible y práctico que la utopía. La utopía está más cerca de la fe, el ideal está más cerca de la razón.
La anterior distinción no resta fuerza al papel de la utopía en la sociedad, simplemente la distingue del ideal socialista.
El ideal socialista concita a la credibilidad consciente a partir de premisas reales, tangibles, en el sistema a cuya construcción colectiva se aspira por la sociedad.
En cuanto a la fe, esta denota la creencia en algo o alguien sin que medie una certeza consciente, sino solo la sensación de esa certeza. La palabra tiene un significado religioso, aunque se emplea hoy con otros significados: por ejemplo cuando un notario “da fe” de una firma, o en la frase “fe de erratas”, etc.
La fe no necesita la evidencia. Cuando una persona esta auto-imbuida de una determinada fe, obedece preceptos y mandamientos de la doctrina con la cual se identifica. Aunque la realidad en la que vive los cuestione, procura convencidamente encontrar la explicación que se avenga a la doctrina, a los preceptos, sobreseyendo las complejidades que cuestionen su fe.
El ideal socialista y la concepción del mundo
Por su amplitud, por los horizontes que abarcan los ideales sociales, estos se relacionan esencialmente con la concepción del mundo prevaleciente en las personas y grupos sociales, insertándose en esta última como parte coherente, afín, de la visión integral de unos y otros acerca de nuestra existencia en el planeta.
La persistencia espacial temporal de un ideal depende de los factores que lo condicionan, en cuyo conjunto el “ideal” aparece como la variable dependiente, que una vez surgida es esencial para pasar del conocimiento de la realidad social a jugar un papel mayor en la acción transformadora.
El fuerte debilitamiento del ideal socialista en las sociedades de los países ex-socialistas de Europa y en la desaparecida URSS puede explicarse principalmente por el debilitamiento y la in-funcionalidad de las condicionantes que lo sostenían, tanto las de orden material como las de orden espiritual y en especial por la desarticulación en lo ideológico, lo económico, lo político y lo organizativo entre ambos planos de la unidad material del mundo.
En el mundo de hoy en el que los medios de comunicación y las tecnologías asociadas han tenido un desarrollo cuantitativo exponencial y en muchos lugares se ha producido una deformación de la política que ha tendido cada vez más a ser función del mercado, los ideales pueden ser enarbolados desde intereses totalmente opuestos a lo que estos ideales argumentan y promueven, simplemente por su manipulación para obtener coyunturalmente apoyo popular.
Lo anterior es una razón más para no dejar el ideal socialista en fórmulas generales, vacías, sino rica y rigurosamente argumentadas.
Para promover el ideal socialista no basta con afirmar que se está por el socialismo, flaco favor le hace a la práctica esta simpleza.
El ideal socialista es un concepto complejo
En la realidad cubana actual se pueden identificar no solo diferentes formas de existencia del ideal socialista, sino también formas de ideal capitalista. No hablo aquí de proporciones, sino de aspectos cualitativos.
Un ideal social es, como lo es la ideología que lo identifica, un producto histórico cultural, una generalización que resulta de la experiencia histórica, que visualiza, representa, resume el tipo de sociedad, las bases de su organización, las finalidades de su construcción, las pautas, leyes y normativas legales de su funcionamiento.
La fidelidad al ideal socialista en Cuba no puede ser una postura dogmática ni una declaración formal para no aparentar dejación de los propósitos originarios de la revolución, sino un eje capaz de resumir y articular voluntades, al que no se puede renunciar sin debilitar la única posibilidad de sostener y desarrollar el país en libertad, independencia y soberanía.
Para comprender el ideal socialista en la sociedad cubana actual, es preciso definir el conjunto de condicionantes que lo hacen vigente, ya que en la integración que significa el ideal se expresarán los valores presentes en estas condicionantes.
El ideal socialista tiene invariantes, que pueden relacionarse con su estructura básica, con los principios compartidos, a partir de los cuales evoluciona y se desarrollar el ideal. Relacionar los principios con las invariantes en modo alguno significa que los principios no cambian, que no se desarrollan. Aquí el término de invariante no hay que entenderlo como algo que no cambia, todo cambia, sino que se relaciona con la estabilidad. Se refiere al conjunto de principios que en su evolución y desarrollo mantienen una integración estable capaz de conservar el equilibrio y evolucionar enriqueciéndose en medio de las informaciones que aparecen continuamente desde la exterioridad del sistema “ideal socialista”.
Pero todo el asidero de ese sistema: “ideal socialista”, se encuentra en la conciencia de la sociedad cubana, incluyendo la presencia del sujeto que trabaja por su actualización y enriquecimiento, anclaje social y desarrollo armónico en la sociedad.
El ideal socialista cubano –repito- es como la ideología: un producto histórico cultural, es realidad en la conciencia social cubana y en el modo en que se expresa conscientemente en el mundo simbólico, mientras que la eficacia de su conceptuación está en razón directa con el grado en que el concepto que sobre ella se construye sea capaz de recoger lo esencial de esa realidad de modo articulado y coherente, explique su génesis, actualidad y proyección futura con valor práctico para la aceptación, convencimiento y movilización popular.
La construcción del ideal socialista, en tanto acto racional, resultado de la actividad humana, puede en cualquiera de sus formas y expresiones, estar más o menos identificado con la realidad social, y su eficacia como agente para movilizar la acción social estará también en dependencia de la calidad de su elaboración, de su formulación.
Las funciones del ideal socialista cubano, lo que es extensivo a cualquier otro ideal social, constituyen el elemento más dinámico del ideal socialista, están en la interfase ideal – sociedad y expresan precisamente la necesidad del ideal, y serán funcionales realmente a las necesidades sociales si las expresan.
Es ese precisamente el ámbito en el que las ciencias sociales en su integración con el centro de gravedad del sujeto político pueden realizar su mayor aporte, al proveer la información y los análisis más cercanos a la realidad social, contenidos que aporten la necesaria terrenalidad a la construcción de la expresión del ideal en un momento histórico dado.
La complejidad del ideal socialista emana precisamente de su terrenalidad. Después de ser enunciado el término, su pensamiento concreto se abre en numerosos ámbitos del acontecer ciudadano, donde radican esas condicionantes.
El ideal socialista sería una formulación vacía si se reduce a contenidos generales. Su explicación y argumentación tiene que abarcar esos disímiles ámbitos de la realidad social. Es ahí donde está lo principal en el debate acerca del ideal socialista en Cuba.
Si algún aporte de utilidad mayor pueden hacer las ciencias sociales, es el de estudiar y conocer como funcionan los eslabones mediadores entre los diversos ámbitos de la vida social en el que resulta significativo el funcionamiento del ideal socialista, lo que contribuirá a conocerlo y a conceptuarlo, y proponer programas de acción que afinen su funcionamiento armónico.
Naturalmente, no es ni puede ser la pretensión de este texto que solo aspira a estimular el debate en torno al ideal socialista, intentar una explicación medianamente exhaustiva sobre estos ámbitos y el modo en que en ellos funciona o debería funcionar el ideal socialista, sino apenas esbozar un panorama del conjunto, pero sí es dable ejemplificar con una aproximación en uno de ellos, el ámbito económico.
Al dirigir la mirada hacia la complejidad del ideal socialista, encontramos aspectos fundamentales que son principios de su existencia y finalidad social: la igualdad social, la justicia social, la cooperación, la emulación, el ideal económico, el ideal político, el ideal jurídico, el ideal ético, el ideal estético, el ideal organizativo, el ideal ciudadano, el ideal familiar, etc.
El ideal socialista debe contener también el criterio acerca de la estructura socioclasista y las reglas para incidir en la modelación de la movilidad social, de manera que las normativas, gratificaciones, reconocimientos, remuneraciones, etc. sean adecuadamente comprendidas y asumidas por la sociedad como justas, lógicas y aceptables, lo que sentará las bases para evitar que las diferencias sociales se perciban como indebidas, como privilegios espurios y para que no condicionen la estructuración de una imagen como pertenecientes a una clase ajena al ideal de toda la sociedad a quienes por sus capacidades y desempeño participen en mayor proporción del producto social, y específicamente a aquellos que ocupen posiciones en las estructuras de dirección económica, administrativa o política.
De ello hay que hablar.
El ideal real y el ideal explicitado
El desarrollo del ideal socialista tiene lugar como resultado de las contradicciones, inequidades e injusticias del capitalismo y contra la inercia de la dominación y el poder hegemónico del modo capitalista de vida. Eso significa que el capitalismo seguirá funcionando y depredando a la humanidad y a la naturaleza mientras no exista un poder organizado que rompa su existencia inercial y perversa, de ahí que sin la acción política a favor de su superación, o lo que es igual a favor del socialismo, por más que resulte inicuo el accionar del capitalismo no podrá ser superado.
La influencia del capitalismo llega por múltiples vías, en el terreno económico, comercial, financiero, diplomático, militar, y muy especialmente a través de las guerras culturales y es preciso para su enfrentamiento renovar y fortalecer el ideal socialista desde bases realistas.
Para ello, es importante diferenciar entre el ideal que se ha consensuado y explicitado en un momento dado y el ideal real que está en permanente cambio y renovación, de donde se colige la importancia simbólica y práctica que tiene reverlo constantemente en sus disímiles aristas e integralmente.
El ideal socialista “vivo”, es decir, el que existe en sus disímiles formas y contextos complejos en la sociedad, vive en contraposición con todo el andamiaje práctico y simbólico de la influencia del capitalismo, del que está afuera y el que tenemos dentro, de ahí la importancia concreta e ineludible de su formulación y de la batalla de ideas por su divulgación, explicación, y continuo enriquecimiento.
Es precisamente en su formulación donde se pueden crear las premisas para alcanzar el máximo de eficiencia funcional del ideal socialista junto con el desarrollo cultural, en el proceso de retroalimentación desde el ideal formulado hacia la sociedad.
Esa formulación debe corresponderse en sus elementos básicos con lo que predomina realmente en la conciencia social. De ahí lo decisivo de aprenderlo para alcanzar una adecuada formulación del ideal que si bien nunca será igual a la realidad, no debe entrar en contradicción con lo que resulta socialmente entendible, asimilable y funcional, so pena de fracasar[1].
La explicación del ideal socialista desde la ciencia del ejemplo es un elemento fundamental para su extensión. En ella juegan un determinado papel los institutos ideológicos, la intelectualidad, los ideólogos, pero la expresión del ideal socialista en forma de planteo conceptual, tiene que evitar toda manipulación voluntarista o utópica para que empalme eficientemente en la conciencia ciudadana.
Si la formulación práctica del ideal no resulta efectiva para conmover y sumar conciencias será muy difícil cuando no imposible aspirar a convertirlo en una herramienta de promoción del sentimiento colectivista, del altruismo, la solidaridad y la justicia social.
De ahí que las aspiraciones generales del socialismo en una realidad sociocultural histórica concreta, expresadas en el ideal socialista, necesitan de su argumentación terrenal, de la explicación de las posibilidades concretas de su realización, de su identificación con los intereses de la gente, solo así el ideal se podrá afianzar y desarrollar.
El ideal socialista formulado “con los pies sobre la tierra” puede obtener los resultados prácticos que se requieren para demostrar la necesidad, posibilidad y viabilidad del modo socialista de producción y de vida y con ello una sólida identificación de la gente con ese ideal.
Un ciudadano puede tener conocimiento de un ideal, pero no identificarse con él, no compartirlo y, en consecuencia, carecer de influencia en su modo de pensar y actuar, salvo aquella influencia que sirve para reafirmar cualquier otro ideal o la ausencia de ideales. Por ello es dable hablar de “ideal asumido” o de “ideal compartido”, como calidad de la identificación con este de personas o grupos sociales.
El ideal compartido, asumido, incorporado, aparece como una síntesis modélica, pensada o imaginada de modo específico en cada coyuntura histórica, ejerciendo una influencia en la conducción de los caminos del pensamiento de las personas y en la orientación de sus acciones.
El ideal, como representación mental, es una abstracción que se forma bajo la influencia de una compleja serie de condicionamientos generados en la interrelación del sujeto con la realidad.
En tanto constructo subjetivo, el ideal en su conformación se va tejiendo desde los patrones, la información, la cultura de quienes lo sustentan, proceso en el cual los intereses juegan un papel transversal
El proceso de identificación de la persona con un ideal se ve influido y modelado desde edades tempranas, en el seno de la familia, la escuela, la comunidad, el grupo de amigos y en la sociedad en general, sobre todo a través de la acción de los medios de comunicación social, y de modo creciente en los medios que ofrecen las nuevas tecnologías de información y comunicación.
Los productos culturales (dibujos animados, novelas, anuncios, cortos, películas, el teatro, los show, los anuncios, y un largo etcétera) que ofrecen los medios en general, tradicionales y nuevos, reflejan de disímiles formas los ideales, bien alimentándolos, bien contrarrestándolos.
Así, por ejemplo, la publicidad comercial del capitalismo, reproduce un ideal de bienestar que deriva en el confort hedonista afín a los intereses mercantiles de ese sistema y a su práctica habitual de crear en la gente necesidades artificiales, provocando estados mentales de carencia de algo que no necesitan para así estimular el consumismo.
Lo ético y lo estético están presentes en la conformación y afianzamiento de los ideales. El ideal estético de los seres humanos constituye uno de los principales factores de modelación de cualquier ideal, al acercarse a la perfección. Si bien el ideal socialista debe rechazar de plano el consumismo, la aspiración a su promoción y asimilación no puede presentar un socialismo feo y aburrido, que desilusiona, sino ser capaz de reconocer en él lo alegre, bello y esperanzador de la superación socialista de la realidad capitalista.
Sobre el papel del ideal
Cuando los individuos y grupos sociales se identifican con un ideal, este se traduce en convicciones que pautan los comportamientos humanos y refuerzan las actitudes transformadoras que significan ese ideal compartido, su búsqueda, su realización.
Al ser el ideal una realidad histórica concreta, es también cambiante, no solo a escala del individuo, sino en su dimensión social.
El hecho de ser el ideal una realidad cambiante significa que puede atemperarse o sublimarse, en dependencia de factores coyunturales, pero en ningún caso en su formulación puede perder su condición de constructo ideológico, de modelo que impulsa la realización de objetivos individuales y sociales.
De ahí que, independientemente de la existencia o no de generalizaciones conceptuales resultantes de diferentes conceptuaciones, el ideal socialista en la sociedad cubana ha existido por más de medio siglo, tanto en la ideología y la política de la revolución socialista, como en la subjetividad, en el modo en que han idealizado el socialismo los individuos y ha ejercido su influencia en la sociedad.
En otras palabras, el ideal socialista de hoy tiene como antecedentes la experiencia socialista en la sociedad cubana, las generalizaciones conceptuales expresadas por las instituciones ideológicas y políticas, por el liderazgo de la revolución socialista, por la intelectualidad, por la actividad cultural, las formas en que ha sido asumido socialmente y desde ahí expresado, reproducido y enriquecido en los más disímiles procesos y formas de la comunicación social.
En la medida en que los objetivos se van realizando en la sociedad los ideales se consolidan en la conciencia de las mayorías convirtiéndose en patrimonio subjetivo, cultural que puede ser conceptualizado y devuelto al torrente socializador fortaleciéndose culturalmente.
Si la ideología es el instrumento que permite un abordaje útil en la interpretación de la realidad social, el ideal como elemento de la ideología constituye el marco referencial general de esa interpretación, al constituir la proyección de mayor alcance en las metas estratégicas que entraña la ideología como proyecto de socialidad.
Al surgir como resultado de la necesidad de liberación frente a las condiciones que impone el capitalismo en el mundo, el ideal socialista implica una posición analítica crítica ante la realidad capitalista.
La realización del papel del ideal socialista responde al mismo conjunto de funciones de la ideología socialista. Además de la función analítica crítica, consustancial a su naturaleza de ideal anticapitalista, pueden reconocerse otras funciones fundamentales, todas interactuando y separables solo en la abstracción: la función aglutinadora (de identificación y cohesionadora), la función orientadora, la función educativa, la función reguladora, la función de dirección, la función de movilización y organización, la función valorativa. Puede considerarse también como una función del ideal socialista la de promover un sentimiento de seguridad en el porvenir, confianza en el futuro, esperanza de un mundo mejor.
En su función educadora, por ejemplo, el ideal socialista pone sus miras en un ser humano saludable, en armonía con sus semejantes, con la naturaleza, culto, instruido, colectivista, solidario, humanista, ajeno al consumismo hedonista, con altas necesidades culturales, es decir, muy diferente al tipo de “pieza de recambio del sistema” en que lo convierte el capitalismo.
En el ejercicio de la actividad política el ideal socialista actúa cohesionando, movilizando las voluntades, organizando, orientando, regulando la conducta, promoviendo el empoderamiento de la sociedad, la participación en el análisis de la situación y en las decisiones, etc.
Cuba no puede renunciar a la promoción del ideal socialista
En un artículo publicado en Cubadebate el 5 de octubre de 2015 titulado “El socialismo es ahora” abordé el ideal socialista:
“No se oyen lo suficiente en nuestro mundo simbólico y político los conceptos de socialismo, construcción del socialismo, ética socialista y la discusión acerca de los desafíos que ello implica y el esclarecimiento de los caminos para superarlos, no tenemos una concreción del ideal socialista. Como todo ideal el propósito socialista está necesitado de la terrenalidad de la explicación que lo vincule a lo cotidiano en los diferentes ámbitos del acontecer social.
Esa acción ideológica y política que encarne en la ofensiva de ideas que se necesita es pobre hoy y debe ser objeto de la atención del VII Congreso del Partido.”[2]
Luego de 5 décadas de actividad política cultural de promoción del socialismo, en la imagen de sistema social existente en la gran mayoría del pueblo cubano persiste un conjunto de condicionantes que reafirman el ideal socialista entendido de las más disímiles formas dentro de un conjunto de conceptos, principios y códigos compartidos.
Trabajar en la actualización del ideal socialista, no renunciar a los términos que lo identifican y que forman parte de nuestras mejores tradiciones, no renunciar a la herencia del esfuerzo del pueblo por construir una sociedad socialista, justa, humanista, solidaria, constituye un arma para la defensa de la soberanía, la independencia, la identidad cultural y de un provenir de justicia social para todos.
(*) Licenciado en Ciencias Políticas y Doctor en Ciencias Filosóficas. Preside la Cátedra de Periodismo de Investigación y es vicepresidente de la cátedra de Comunicación y Sociedad del Instituto Internacional de Periodismo José Martí.
Fuente: Cubadebate
Notas
[1] Sirva de ejemplo para aclarar lo anterior el concepto y práctica del igualitarismo. Si hoy en el ideal socialista formulado y esgrimido en la actividad ideológica política se incluye el igualitarismo como componente universal, en particular la generalización de la distribución igualitaria de bienes y servicios, no sería asimilable por la mayor parte de la ciudadanía.
[2] Publicado en Cubadebate, Ver: http://www.cubadebate.cu/autor/dario-machado-rodriguez, (2 de febrero de 2016)