jueves, abril 25, 2024
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¿Cuánto Más Cargaremos con esta Dictadura?

En este septiembre se han conmemorado 40 años del Golpe de Estado encabezado por el dictador Augusto Pinochet, quien estuvo 17 años en el poder. Pinochet: traidor, mercenario del imperio norteamericano, asesino, traficante de armas y ladrón. Murió tranquilo, de viejo, acompañado por su familia, con las atenciones necesarias para su avanzada edad. Las Fuerzas Armadas le rindieron los honores propios de un ex comandante en jefe del Ejército. Nunca cumplió una condena real por los crímenes cometidos contra la sociedad chilena, ¿fue una de las condiciones pactadas para dejar el poder?

Chile cambió. Entre 1973, firmemente desde 1975 y hasta 1990, se llevó a cabo la reconstrucción institucional, jurídica, política, económica, cultural y social del país. Tuvieron que pulverizar el “antiguo” Estado, destruirlo, para construir, ahora desde el mercado y no desde la sociedad civil, un “nuevo” Estado, esta vez de cariz neoliberal.

En 1990, como lo prometía el eslogan de la franja política del NO para el plebiscito de 1988, “llegó la alegría”. Se ponía, a través de una salida negociada entre los militares, la derecha política y los partidos de la Concertación, fin a la Dictadura.

Se abría paso, por medio de elecciones, al proceso de transición a la democracia: “recibieron el poder del general Pinochet en el día y a la hora señalada. Ni un día antes, ni un día después. Y lo recibieron dentro de la Constitución que nosotros elaboramos […].

Ellos querían derribar al gobierno militar antes del año 89 […] pero no lo consiguieron. […] La democracia fue lo que nosotros construimos en la Constitución para que se verificara el día en que la Constitución determinaba que se verificaba y se verificó”[1], afirmaría el fallecido líder gremialista Jaime Guzmán.

Este periodo de transición, según el ex presidente socialista Ricardo Lagos, llegó a su fin el 13 de julio del 2005, con las reformas a la Constitución de 1980 –herencia de la Dictadura a la que alude Guzmán-, entre las cuales destacan: la rebaja del período presidencial de seis a cuatro años, el fin de los senadores designados y el término de la inamovilidad de los jefes de las Fuerzas Armadas.

Sin embargo, a pesar de esta y otras reformas, durante 23 años la clase política chilena ha sido incapaz de terminar con los enclaves autoritarios presentes en el país (Constitución Política, Código del Trabajo basado en el Plan Laboral de 1979, DL 600, Ley Antiterrorista, Sistema Político Binominal, etc.) y, por el contrario, se ha sostenido en ellos para gobernar, y los ha utilizado como plataformas para consolidar y profundizar el modelo de desarrollo heredado de Pinochet.

Los distintos estallidos y movilizaciones sociales, sucedidas de manera sostenida a partir del año 2006 y protagonizadas por estudiantes secundarios y universitarios, trabajadores y empleados fiscales, entre otros, dan cuenta del descontento de la sociedad civil frente a las consecuencias negativas del orden social neoliberal.

Los empresarios, el sistema político y la institucionalidad chilena en general han perdido toda credibilidad. Así las cosas, es prudente preguntarse, a 40 años del Golpe: ¿Cuánto más, como sociedad, soportaremos vivir en estas condiciones?, ¿Cuánto más cargaremos con esta dictadura?

(*) Sociólogo, Investigador Área Laboral ICAL

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