jueves, noviembre 21, 2024
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El Auténtico «Renacido»: El Pirata Renegado que Recorrió 320 Kilómetros Mutilado por una Osa

La última película de Alejandro González Iñárritu (El renacido) narra la eterna historia de un hombre enfrentado a las fuerzas de la naturaleza pero, sobre todo, es un perfil acelerado del que fue considerado como el padre de todos los exploradores que se internaron en los territorios del Oeste norteamericano.

En tiempos previos a las grandes guerras indias, Hugh Glass, un aventurero de oscuro pasado, sobrevivió al acoso de los pieles rojas y al ataque de una osa grizzly cuando se encontraba ascendiendo el río Misuri. Y pese a los esfuerzos de Leonardo DiCaprio, que se enfunda en su maltrecha piel en la gran pantalla, la auténtica y desgarradora vida de Glass destierra al terreno de los cuentos infantiles su versión cinematográfica.

La auténtica biografía de Hugh Glass se mezcla con la leyenda sin que resulte fácil separar ambas vertientes. Glass era un fabuloso contador de historias y la suya, tal vez, fue la mejor de su repertorio. Nacido en las cercanías de Filadelfia (actualmente en el Estado de Pennsylvania), en 1783, el explorador estuvo vinculado en su juventud a las actividades marítimas.

George C. Yount, un hombre de dedicado al comercio de la piel que viajó con Glass por las Montañas Rocosas, escribió en sus memorias que Glass fue marinero entre los años 1817 y 1820 de un barco estadounidense que fue capturado por un famoso pirata francés, Jean Lafitte.

El capitán pirata ofreció al personaje que encarna DiCaprio unirse a su grupo o morir. De mala gana, Glass eligió la piratería sobre la muerte y desplegó su actividad en torno a la pequeña colonia de Campeachy, en la isla de Galveston, que posteriormente pertenecería al estado de Texas.

Un pirata que se hizo indio

Glass era un hombre temeroso de Dios y decidió poner pies en polvorosa a la mínima ocasión junto a otro compañero pirata. En su huida fueron también perseguidos por la tribu de los Lobos Pawnee en las llanuras centrales de EE.UU, que torturaron hasta la muerte, quemándolo en la hoguera, al compañero del famoso explorador.

El propio Glass se salvó de tan horrible muerte en el último momento al sacar de su ropa un paquete de color bermellón (el contenido no está muy claro), una tonalidad muy apreciada por los pawnee, para entregárselo como un símbolo de amistad al jefe de tribu. Como refleja la película, que incluso otorga a Hugh Glass la paternidad de un hijo pawnee, el explorador vivió varios años con la comunidad india; luchó junto a ellos contra otras tribus; y se casó con una de sus mujeres antes de dedicarse al comercio de pieles.

Tras su convivencia con los indios, Glass respondió a un anuncio que iba a cambiar su vida. El periódico «Missouri Gazette and Public Adviser» ofreció trabajo a un grupo de 100 hombres («los cien de Ashley») para servir varios años ascendiendo el río Misuri haciendo acopio de pieles.

Él aceptó el puesto y se reveló imprescindible en la expedición dirigida por el general William Ashley y el mayor Andrew Henry. Conocía bien el terreno y sabía aguantar los golpes, incluso los de un oso.

El escritor Michael Punke reconstruye en su obra «The Revenant: A Novel of Revenge» la mítica lucha de Andrew Henry, Glass y 11 supervivientes contra la tribu Arikara, que persiguió a los tramperos a través de la desembocadura del río Yellowstone.

En el mes de agosto de 1823, en las proximidades de la bifurcación de Río Grande, afluente del río Misuri, Hugh Glass se adelantó al grupo con tan mala suerte que fue sorprendido por una osa y sus dos cachorros. La osa se arrojó sobre Glass y le tiró al suelo antes de que pudiera disparar su rifle. Valiéndose apenas de un cuchillo, Glass luchó contra el oso en el suelo y lo alejó de sí antes de que acabara con su vida.

Herido de muerte y abandonado por todos

Los hombres del general Ashley remataron al oso y asistieron a Glass, cuyas heridas parecían mortales. Andrew Henry decidió que el grupo debía reanudar la marcha cuanto antes, si bien dejó a dos hombres junto al herido encargados de que le acompañaran hasta que falleciese, y que luego le enterrasen.

Uno de aquellos hombres era el joven Jim Bridger quien, años después, llegaría convertirse en otra leyenda del oeste, siendo el más emblemático narrador de cuentos fantasiosos («tall tales»).

El otro hombre se llamaba John Fitzgerald, aquí el villano de la historia, interpretado por Tom Hardy en la película. Desobedeciendo las órdenes de Andrew, Fitzgerald convenció a Bridger para abandonar al moribundo al divisar en las cercanías a una banda de indios hostiles. La pareja se llevó el rifle, el cuchillo y otros objetos de Glass antes de arrojarlo a la tumba que habían cavado a la carrera.

Cuando todo hacía presagiar que ese sería el final de Glass, el explorador, literalmente, renació de su tumba. Tras recobrar la conciencia, Glass se vio de repente solo en el bosque helado con una de sus piernas rotas, sus heridas infectadas y su cuero cabelludo casi arrancado por completo.

La ayuda más próxima se encontraba a 320 kilómetros de distancia, en el Fuerte Kiowa, donde se habían retirado sus compañeros tramperos, lo cual suponía una epopeya monstruosa para alguien cuyas heridas mostraban las costillas descubiertas. El explorador necesitó varios meses para recuperar la movilidad y llegar al fuerte, pero al final lo hizo.

A vengarse de los que le abandonaron agonizante

¿Cómo lo logró? De ser cierta la historia fue el afán de vengarse de los traidores que le habían abandonado lo que impulsó al aventurero en todo momento. Sin olvidar su facilidad para trabar amistad con las tribus indias. Los Lakota le prestaron una barca para que pudiera bajar el río más rápido. Al llegar al Fuerte Kiowa, el grupo quedó asombrado de que siguiera con vida. Fitzgerald y Bridger habían contado que Glass había recibido cristiana sepultura tras fallecer inevitablemente.

El otrora pirata, en el papel del rey Hamlet renacido, perdonó a Bridger por su juventud pero se lanzó en persecución de Fitzgerald, que se alistó en el ejército tal vez previniéndose de un disparo a bocajarro.

La pena por matar a un soldado era lo bastante severa como para que Glass evitara apretar el gatillo. No renunció, sin embargo, a recuperar su rifle y a que le diera una compensación económica por el daño causado.

Al final resultó que sí que era mortal. Glass murió solo diez años después de aquella experiencia durante una emboscada de los Arikara, junto a otros dos cazadores con los que buscaba castores. No pudo esta vez resucitar, aunque sí obtuvo otra nueva venganza póstuma. Un trampero reconoció el rifle del explorador fallecido en manos de un grupo de indios y consiguió que el ejército los capturara y diera muerte como castigo.

Fuente: ABC

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