Hiperinflación: Arma imperial (+ Libro en PDF)

La inflación es siempre un fenómeno monetario. Es lo que afirman los discípulos de Milton Friedman, férreo promotor del libre mercado y autor del programa de Gobierno durante la dictadura de Augusto Pinochet.

Ellos siempre atribuyen al dinero la causa de los aumentos de los precios, y si este es “inorgánico”, pues con mayor razón.

En un discurso hegemónico desde la década de los 70, han planteado que cuando los gobiernos quieren gastar más de lo que les ingresa y deciden imprimir dinero “sin respaldo” generan una escalada en los precios que pudiese, incluso, terminar en hiperinflación. Ubican la causa originaria de la variación de la inflación en el déficit fiscal, el cual indisciplinadamente es cubierto con la expansión de la liquidez monetaria.

Según los monetaristas, al haber mayor cantidad de dinero “inorgánico” circulando en la economía, nosotros, los consumidores, aumentamos la demanda de bienes, y como la oferta es fija, los mercados se ajustan y se equilibran incrementando los precios, claro está, siempre ayudados con una mano, aunque esta sea “invisible”.

Teóricamente, según esta escuela del pensamiento económico, la mayor cantidad de liquidez monetaria deriva, por una parte, en aumentos de los precios, pero también en incrementos de la producción. A lo sumo, y en situaciones de “pleno empleo”, esta se mantiene constante. Jamás disminuye.

Es el caso de las hiperinflaciones que se han registrado a lo largo de la historia, al contrario de lo que plantean los creyentes de la teoría cuantitativa del dinero, presentan una característica particular: han sido estanflaciones, es decir, mientras aumentan los precios disminuye la producción nacional.

Una contradicción teórica embarga a los discípulos de la escuela austríaca del pensamiento económico cuando intentan atribuir al dinero la causa de las hiperinflaciones. En este trabajo la dejamos en evidencia. No es casual ni tampoco un discurso ingenuo, mucho menos improvisado.

Para nosotros, la hiperinflación es un fenómeno político. Es el efecto del arma no convencional más poderosa, masiva y letal con la que cuenta el imperialismo: el ataque a la moneda. Arma que históricamente ha sido empleada con dos objetivos, derrocar gobiernos socialistas o dolarizar las economías, o ambos. Arma que las últimas décadas ha sido encubierta con el velo de la teoría cuantitativa del dinero y con el discurso académico hegemónico basado en que toda inflación es un fenómeno monetario. Es lo que mostramos y demostramos en este libro.

Algunos la definen como el acelerado incremento de los precios en niveles que superan el 50 % mensual. Para nosotros, la hiperinflación, es la muestra más representativa, exagerada y palpable de cómo, a través de los precios, los dueños del capital se apropian del excedente del valor de la fuerza de trabajo del obrero, lo que Marx llamaba el trabajo no retribuido. La inflación y en especial la hiperinflación es la manifestación extrema de la lucha de clases materializada en la más grotesca desigualdad entre salario, precio y ganancia.

Es así como un panadero que hasta ayer devengaba en Venezuela un salario mínimo de 50 Bs.S mensuales solo podía comprar al mes tres panes de los que él mismo producía durante la jornada de trabajo (cada pan tiene un precio de 15 Bs.S), sin cubrir siquiera las necesidades básicas para reproducir y mantener su fuerza de trabajo.

No han sido, en términos relativos y comparándolos con episodios inflacionarios, muy frecuentes los casos de hiperinflación en la historia. Menos de 25 se han registrado desde inicios de 1900.

El primer episodio de hiperinflación ocurrió en Francia el año 1796. Los precios variaron 304 % mensual. Luego de un siglo, en 1923 se observó este fenómeno en la República de Weimar. Los precios aumentaron 1.000.000.000.000 % anual, lo que equivale a decir 29.500 % mensualmente.

La hiperinflación más alta la padeció Hungría en 1946, con 41.900.000.000.000.000 % mensual, el equivalente a 207 % diario. Zimbabwe sigue en la lista con registro de hiperinflación de 79.600.000.000 % durante 2008, equivalentes a 98 % diario.

En América Latina, la hiperinflación más alta se registró en Perú en el año 1990, los precios variaron 397 % mensualmente; le siguen en la lista, por orden de intensidad, Nicaragua en 1988, Argentina, 1989, Bolivia 1984, nuevamente Perú en 1988, Chile en 1973 y Brasil en 1989.

De los 26 casos de hiperinflación, 16 ocurrieron después de 1980, principalmente la década de los 90. Tampoco fue casualidad, coincidió con la gran amenaza que para el dólar estadounidense representó el euro.

En Venezuela, desde el año 2012, de golpe y en el marco de una guerra económica contra el pueblo, comenzaron a aumentar los precios. Hoy, seis años después, estamos en hiperinflación.

Desde ese momento nos dedicamos a analizar el fenómeno. No había teoría económica, ni siquiera la monetarista con el discurso hegemónico de la emisión del dinero “inorgánico”, que permitiese entender lo que ocurría con los precios.

Hallamos una relación estadística perfecta con el valor de la moneda, lo que nos llevó a profundizar en el análisis hasta identificar mediante cálculos econométricos, que la inflación en Venezuela está siendo determinada por el tipo de cambio, no por el oficial, sino por el ilegal, cuya cotización es diariamente publicada en páginas web y en redes sociales.

Un tipo de cambio cuyo valor ha estado siendo política y criminalmente manipulado para inducir la inflación, deteriorar el salario real de la clase obrera y de esa manera, en el marco de un discurso mediático que responsabiliza al modelo socialista, socavar el apoyo popular a la Revolución Bolivariana.

Más allá de los cálculos econométricos y de sus resultados, es un hecho real que ya forma parte del día a día de los venezolanos el que los precios de los bienes y servicios se ajustan periódicamente en función de la cotización del bolívar que marcan los portales web.

Basta solicitar un presupuesto para reparar, por ejemplo, un vehículo para obtener como respuesta “déjeme calcular el precio actual de los repuestos porque el tipo de cambio en el mercado paralelo hoy amaneció con otro valor, y a ese total debo calcularle el 10% de la mano de obra”. Seguidamente nos dicen “el presupuesto solo tiene vigencia si comenzamos la reparación mañana mismo” y por si fuera poco “además el pago total de la reparación es por adelantado porque cuando quiera reponer los repuestos para otro vehículo los precios ya habrán aumentado porque las páginas web todos los días marca un nuevo valor”.

Steve Hanke, miembro del Instituto Cato y asesor de Dolar Today, uno de los portales web encargado de publicar la cotización manipulada del tipo de cambio, ha escrito que para estimar la inflación en Venezuela solo es necesario conocer las variaciones de la moneda que diariamente muestra dicho portal. En otras palabras, reconoce que los precios están determinados por el tipo de cambio publicado en los mencionados portales.

Esta percepción de la realidad, ese día a día que vivimos todos los venezolanos, independientemente de los cálculos econométricos, se escucha en el discurso de varios economistas que por una parte dicen que nuestra economía está dolarizada, que los precios internos se están marcando usando como referencia la cotización del dólar paralelo, pero por otra parte, ni siquiera mencionan dichos portales web. En cuestión de segundos, estos colegas caen en una contradicción cuando afirman que la causa de la hiperinflación es la excesiva cantidad de dinero “inorgánico” que emite el gobierno para cubrir su déficit fiscal.

Ninguno de ellos ha logrado explicar, mucho menos demostrar matemáticamente que el tipo de cambio publicado por los portales web se corresponde con el verdadero valor del bolívar. No hemos escuchado al primero, que de manera científica y rigurosa identifique las causas de una supuesta depreciación del bolívar de 105.820.105 % entre enero de 2012 y el 27 de agosto de 2018. O la depreciación de 8876 % en estos primeros meses del año 2018.

Sería importante que identificasen las causas por las cuales, en menos de dos semanas, desde el 17 de agosto de 2018 hasta el 28 de agosto, el tipo de cambio del “mercado” paralelo se ha casi duplicado, pasando de 60 Bs.S/US$ a 110 Bs.S/US$, y con este, los precios.

En estas páginas demostramos, matemática y econométricamente que la causa originaria y determinante de las hiperinflaciones es la manipulación política del tipo de cambio. Se trata de una poderosa arma que tiene la potencia de afectar a todo un pueblo mediante el deterioro del poder adquisitivo y por lo tanto la generación de pobreza, hambre y miseria.

Al manipular el tipo de cambio y “depreciar” la moneda, los costos de importación se elevan provocando un shock de oferta en la economía, caracterizado por la disminución de la oferta agregada que se refleja en dos efectos, por una parte el aumento de los precios generales, y por la otra, la disminución de la producción nacional, es decir, se genera una estanflación.

El aumento de la cantidad de dinero, contrario a lo que plantean los seguidores de Friedman, es la consecuencia y no la causa de las hiperinflaciones. La secuencia es la siguiente: accionan el arma de guerra, es decir, atacan y manipulan el valor de la moneda, aumentan los precios de todos los bienes importados y con ellos los de toda la economía, se genera un déficit fiscal, los gobiernos para contrarrestar el efecto criminal de dicha arma y evitar mayores caídas de la producción nacional y del empleo, expanden la liquidez monetaria, incrementos del dinero que también inciden sobre los precios aunque en menor medida, pero que de no haber sido manipulado el valor de la moneda, no hubiesen sido necesarios.

Hemos seleccionado y compilado cinco casos de hiperinflación. En detalle mostramos el caso de Alemania después de la Primera Guerra Mundial, cuando la entonces República de Weimar, en 1923, se vio obligada a cumplir con el Tratado de Versalles. También analizamos la hiperinflación en Nicaragua durante los años 80 luego de que la Revolución sandinista asumió el poder. Hacemos lo propio con Argentina a finales de los 80, paso previo a la convertibilidad de su economía y con Zimbabwe en 2008, proceso que derivó en la dolarización.

Dedicamos muchas páginas al caso de Venezuela porque no solo la analizamos corriendo paquetes estadísticos y elaborando series cronológicas, lo vivimos día a día, en las calles, al conversar con la gente de a pie, sintiendo y compartiendo la rabia y la tristeza ante tanta indolencia por parte del imperialismo. Somos testigos de la resistencia heroica y consciente del pueblo venezolano ante tamañas agresiones.

Quedaron en el tintero las hiperinflaciones de Bolivia en 1985 y Perú en 1988, también quedó el caso de Ecuador en 1999, antes de la dolarización de su economía.

No solo mi país, Venezuela, está siendo víctima de la peor de las armas económicas. Ante la amenaza que el yuan representa para el dólar estadounidense y la necesidad de mantener su hegemonía como moneda internacional, otras naciones, no por casualidad están registrando extraños comportamientos en sus precios, pero sobre todo en sus monedas. Argentina, Turquía e Irán, son, en este momento, casos obligados de estudio. Los estamos analizando.

Hemos hecho un esfuerzo por escribir el libro en términos sencillos, para que sea de fácil lectura y comprensión por parte de quienes no necesariamente manejan los conceptos y teorías económicas, así como las herramientas estadísticas. El análisis teórico y el de los resultados estadísticos los hemos escrito, intencionalmente, a pie de página para no interrumpir la lectura.

Es nuestro principal objetivo con este trabajo dejar en evidencia la más poderosa de las armas no convencionales que ha empleado durante décadas el imperialismo: el ataque a las monedas.

Esperamos que sirva de alerta a todos los gobiernos y pueblos del mundo para que no nos sigan tomando por sorpresa.

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