sábado, julio 27, 2024
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¿A Quién Beneficia una Nueva Guerra contra el Terrorismo?

Pasada la estupefacción, intelectuales y universitarios de Francia y otros países se preguntan por la oportunidad de una nueva “guerra contra el terrorismo”, visto que las anteriores intervenciones militares no han dado ningún resultado positivo, sino todo lo contrario.

Siguiendo el vínculo que figura al final del artículo se puede firmar la declaración en change.org. Red.

Ninguna interpretación monolítica y ninguna explicación mecanicista arrojarán luz sobre los atentados. ¿Hay que guardar silencio por ello? Muchos piensan, y lo comprendemos, que ante el horror de los hechos lo único digno es el recogimiento. Pero no podemos callar cuando otros hablan y actúan por nosotros: nos arrastran a su guerra. ¿Hay que dejarles hacer, en nombre de la unidad nacional y de la conminación a pensar igual que el gobierno?

Porque parece que ahora habrá guerra. ¿Y antes no? Y la guerra ¿para qué? ¿En nombre de los derechos humanos y de la civilización? En realidad, la espiral en la que nos mete el Estado bombero-pirómano es infernal. Francia está en guerra continuamente. Sale de una guerra en Afganistán, con montones de civiles asesinados. Los derechos de las mujeres siguen siendo pisoteados allí, mientras que los talibanes recuperan terreno todos los días.

Sale de una guerra en Libia que deja un país arruinado y devastado, con miles de muertos y armas de venta libre que abastecen a todas las yihads. Sale de una intervención en Malí, donde los grupos yihadistas asociados a Al Qaeda no dejan de avanzar y de perpetrar masacres.

En Bamako, Francia protege un régimen corrompido hasta los huesos, al igual que en Níger y Gabón. ¿Acaso los oleoductos de Oriente Medio, el uranio explotado en condiciones monstruosas por Areva o los intereses de Total y de Bolloré/1 no tienen nada que ver con estas intervenciones sumamente selectivas, que devastan países enteros? En Libia, en Centroáfrica, en Malí, Francia no ha lanzado ningún plan para ayudar a las poblaciones a salir del caos. No basta con impartir lecciones de pretendida moral (occidental). ¿Qué esperanza de futuro pueden abrigar las poblaciones condenadas a vegetar en campos de refugiados o a sobrevivir entre ruinas?

¿Dicen que Francia pretende destruir al Estado Islámico? Al bombardear, multiplica yihadistas. Los aviones Rafale matan civiles igual de inocentes que los de la sala Bataclan. Igual que en Irak, algunos de los civiles supervivientes acabarán solidarizándose con los yihadistas: esos bombardeos son bombas de relojería, tienen efecto retardado.

El Estado Islámico es uno de nuestros peores enemigos: masacra, decapita, viola, oprime a las mujeres y militariza a los niños, destruye el patrimonio mundial. Al mismo tiempo, Francia vende al régimen saudí–del que se sabe que financia redes yihadistas– helicópteros de combate, buques patrulleros, centrales nucleares; Arabia Saudita acaba de cursar un pedido de armamento por valor de 3 000 millones de dólares; ha pagado la factura de dos navíos Mistral, vendidos al Egipto del mariscal Al Sissi, que reprime a los demócratas de la primavera árabe.

¿Acaso no decapitan también en Arabia Saudita? ¿Acaso no amputan las manos a algunos condenados? ¿Acaso las mujeres no viven allí en régimen de semiesclavitud?

Inmiscuida en Yemen del lado del régimen, la aviación saudí ha bombardeado poblaciones civiles, destruyendo de paso tesoros arquitectónicos. ¿Bombardearemos Arabia Saudita? ¿O es que la indignación varía en función de las alianzas económicas del momento?

La guerra contra la yihad –se proclama marcialmente– también se libra en Francia. Pero ¿cómo evitar que se vean seducidos jóvenes, sobre todo de sectores populares, si continuamente están discriminados, en la escuela, en el empleo, en el acceso a la vivienda o en sus creencias? Y si acaban en la cárcel. ¿Estigmatizándolos todavía más? ¿No asegurándoles otras condiciones de existencia? ¿Negándoles la dignidad que reclaman?

Estamos aquí: la única manera de combatir concretamente, aquí, a nuestros enemigos, en este país que ha pasado a ser el segundo vendedor de armas a escala mundial, pasa por rechazar un sistema que, en nombre del beneficio a corto plazo, produce por doquier más injusticia. Porque la violencia de un mundo que Bush junior nos prometió, hace 14 años, reconciliado, apaciguado, ordenado, no ha nacido del cerebro de un Bin Laden o del Estado Islámico.

Brota y prolifera en el caldo de cultivo de la miseria y de las desigualdades que según los informes de la ONU crecen año tras año, entre los países del Norte y del Sur, como también en el interior de los países llamados ricos. La opulencia de unos tiene la contrapartida de la explotación y la opresión de otros. No se hará retroceder la violencia sin ir a sus raíces. No existen atajos mágicos: las bombas no lo son.

Cuando se desencadenaron las guerras de Afganistán y de Irak, nos movilizamos masivamente. Afirmamos entonces que esas intervenciones sembrarían, ciegamente, el caos y la muerte. ¿Nos equivocamos? La guerra de F. Hollande tendrá las mismas consecuencias. Urge unirnos contra los bombardeos franceses que incrementan las amenazas y contra las derivas liberticidas que no resuelven nada, sino que pasan por alto y niegan las causas de los desastres. Esta guerra no se librará en nuestro nombre.

Primeros firmantes

Ludivine Bantigny, historiadora, Emmanuel Barot, filósofo, Jacques Bidet, filósofo, Déborah Cohen, historiadora, François Cusset, historiador, Laurence De Cock, historiadora, Christine Delphy, socióloga, Cédric Durand, economista, Fanny Gallot, historiadora, Eric Hazan, Sabina Issehnane, economista, Razmig Keucheyan, sociólogo, Marius Loris, historiador, poeta, Marwan Mohammed, sociólogo, Olivier Neveux, historiador del arte, Willy Pelletier, sociólogo, Irène Pereira, socióloga, Julien Théry-Astruc, historiador, Rémy Toulouse, editor, Enzo Traverso, historiador.

Fuente: Liberation

Nota:

1/ Arevaes un conglomerado francés, líder mundial en energía nuclear. Total es una de las seis compañías petrolerasmás grandes del mundo, con sede en Francia. Bolloré es una sociedad de inversión francesa con ramificaciones en todo el mundo.

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