lunes, mayo 6, 2024
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Candidatura de Lagos: El Golpe Blando de la Vieja Concertación contra la Nueva Mayoría

Salvo el tema de la oportunidad, no hay ninguna sorpresa en el anuncio de Ricardo Lagos, en el sentido de manifestar su «disposición» a una segunda candidatura presidencial, disfrazada de una propuesta de «avance y progreso».

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De hecho, este medio viene alertando desde agosto de 2015, de una maniobra de los poderes ocultos del país, es decir el gran empresariado y la elite política binominal, orientada a enfrentar el 17 de noviembre de 2017 a Sebastián Piñera y Ricardo Lagos, una operación política de gran escala, donde ganan a todo evento.

Tras un pueril juego de fingidas vacilaciones, Ricardo Lagos se sacó la careta. Al anticipar la carrera presidencial, sin previa discusión y desarrollo de un programa común. lo que hizo fue encabezar, en los hechos, un golpe blando de la vieja Concertación contra la Nueva Mayoría.

Sea coincidencia o no, su anuncio coincidió con los resultados de una nueva encuesta de la empresa del amigo de Piñera, que de manera coincidente marca simultáneamente lo que denomina «un piso histórico» en la aprobación del Gobierno, con el liderazgo en las preferencias de Sebastián Piñera, como próximo presidente; seguido justamente…por Lagos.

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Y al mejor estilo de la hipocrecía binominal, Lagos formuló el anuncio mediante una ambigua declaración, que coquetea con las reformas, pero para acabar con ellas, seguido de una cuidada puesta en escena comunicacional. omunicacional, que se hace cargo de todos los cabos sueltos. .

Hasta cierto punto de manera ingenua, Roberto Méndez, controlador de Adimark, deja plantadas sus huellas en la maniobra, cuando afirma sobre Lagos:

«La carrera ya está desatada, entonces hay que subirse ahora porque después a lo mejor puede ser muy tarde».  

Este tipo de sandeces, reproducidas en simultáneo por toda la batería de medios de prensa al servicio del sistema, encarnan en el sentido común y en el imaginario colectivo como lo normal y lo que sucede en política.

Cualquiera que tenga dudas sobre la naturaleza de la maniobra de Lagos no tiene más que reparar en las expresiones de júbilo de políticos derecha, «expertos» en opinología, analistas de pacotilla y representantes de los sectores más retardatarios de la sociedad.

Otra de las explicaciones en disputa, propaladas por esos expertos en cotilleos, apunta al «factor Guillier», o la la «falta de liderazgos», como si el de Lagos no hubiese sido cuidadosamente pre constituido.

Como fuere, con fraseología típicamente neoliberal, el ahora disponible candidato no dice que quiere ser Presidente para acabar con el ciclo reformista abierto con la rebelión estudiantil de 2011, sino que si los chilenos se lo piden, no se restará al desafío de «llevar adelante una propuesta de avance y progreso y que entregue a las nuevas generaciones un Chile fortalecido».

En rigor, la declaración de Lagos en un manifiesto neoliberal.

Sostiene que que las «reformas que el país debate y requiere alcancen sostenibilidad en el tiempo, cuenten con los recursos adecuados y la gente las haga suyas».

O sea, conservantismo duro, la antítesis de reformas reales. A mayor abundamiento, agrega:

«Un mayor bienestar social para todos requerirá una fortaleza económica en la cual apoyarse y a la que debe concurrir el esfuerzo de todos los chilenos».

El mismo discurso de los veinte años de la vieja Concertación, que prometía crecimiento con equidad, objetivo que, a semejanza de El Castillo de Kafka, se alejaba a cada nuevo empeño.

Y siempre en tercera persona. Si está «disponible» es porque el pueblo lo pide:

«Si en este camino se hace necesario asumir responsabilidades mayores, las enfrentaré como siempre lo he hecho»; «yo no me restaré a ese desafío»; «no acepto que se ponga en duda que no voy por temor».

Y con la misma irresponsabilidad de una clase política que ha hecho del poder un fin en sí mismo, pretende negar los desastres de su primer Gobierno, o en todo caso, echarle la culpa al empedrado.

Así, sobre una de sus obras más dudosamente célebres, el Crédito con Aval del Estado, en inefable CAE, señaló con cinismo rampante:

«Los jóvenes tienen razón al estar molestos con el CAE. Yo, si fuera joven, estaría contra el CAE».

Sólo que no es joven y que es el autor material del CAE, lo que no obstó para completar su pasmosa hipocrecía:

«Si de algo me arrepiento es de no haber seguido tan de cerca como para decirle al Banco del Estado ‘usted se baja'».  

Luego, se explayó sobre esta peregrina tesis con un galimatías aún más incomprensible:

«Los bancos no fueron capaces de cobrar menos de UF más seis por ciento (…) Estamos hablando de un Crédito con Aval del Estado, o sea, el aval del Estado no es suficiente para un crédito menor y aquí yo creo que hubo entonces una situación anómala, porque le Banco del Estado también cobró UF más seis. Esa sí es una responsabilidad mía de no haber dicho ‘esto yo lo arreglo con el Banco Estado'».

El, poh…el tarro con más duraznos.

Y para que no queden dudas sobre el tipo de «reformas» que encarna la propuesta «progresista» de Lagos, dijo sobre la gratuidad en la educación:

«Esa es una aspiración legítima, pero esa aspiración legítima cada decil que usted va a agregando es más caro».  

O sea, hay pero no queda; es gratis, siempre que paguen:

«No porque el decil superior paga por sus hijos no debe pagar unos impuestos adecuados para que puedan ir los que no están en condiciones de pagar a sus hijos».

¿Usted entendió?. Nosotros tampoco.

Con la misma claridad conceptual, declaró muy suelto de cuerpo que el transantiago no es que haya fracasado, sino que es un tema de largo plazo. O sea, no pierde nunca.

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En definitiva, Lagos tiene todo el derecho a ser candidato a la presidencia de la república, pero no debe simular ocupar la pieza que no le corresponde. No puede hablar en nombre de las reformas, de representar la izquierda, y ni siquiera del progresismo.

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Lagos es el representante de la República neoliberal, el candidato del sistema binominal y la vieja Concertación; el abanderado del cogobierno con la derecha y del Consenso de Washington; el pretendiente de la restauración del pacto de la transición y del partido del orden, y el cancerbero del capital y la hegemonía norteamericana.

Lo demás es un vulgar engaño.

Acaso un anticipo de lo que le espera, en el improbable caso de que vuelva a sentar sus posaderas en La Moneda, es que tuvo que retirarse de la radio que prestó sus micrófonos para la maniobra comunicacional, con protección policial, en medio de airadas manifestaciones de estudiantes víctimas del CAE.

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