Luego del resultado del primer tanteo, el Gobierno comprendió que, por ahora, el horno no está para bollos, de modo que retiró de su «reforma laboral» el proyecto que apuntaba a crear un sistema alternativo a la indemnización por años de servicio; que en rigor, reducía su monto a la mitad, con cargo a vagos y mal explicados «beneficios».
El ministro del Trabajo, Nicolás Monckeberg, explicó las supuestas razones por las cuales la iniciativa no fue incluida en el proyecto de «modernización» laboral:
«Nosotros creemos que la primera prioridad son todos aquellos aspectos de jornada de trabajo, de adaptabilidad entre trabajo y vida personal, aquellos temas de negociaciones colectivas, el tema de capacitación, y eso es lo que incluye básicamente el proyecto de reforma laboral, y que son la prioridad».
Una elíptica manera de reconocer que no hay correlación para el gol de mediacancha.
Sin embargo, el hecho de que hoy no parezca al alcance, no es un motivo suficiente como para que el neoliberalismo renuncie a un objetivo estratégico de semejante envergadura, de suerte que Monckeberg prosiguió:
«La propuesta de cambios en el sistema de indemnizaciones la estamos evaluando seriamente, pero queremos ampliar esta evaluación con el mundo laboral y también con el Parlamento ahora en funcionamiento».
El botín consiste en un sistema de indemnización a todo evento que considere el pago de medio sueldo por año trabajado, a cambio del hipotético incremento de oportunidades en el «mercado del trabajo», dado el menor costo del mismo para la empresa.
Indemnización a todo evento significa que esta se paga tanto si el trabajador renuncia, como si es despedido
Así, la reducción en el «costo» del marcado del trabajo es un incentivo que, ciertamente, no abandonarán.
«Es muy importante abordar este tema y no hay que esconder la cabeza como las avestruces», agregó impertérrito el ministro, quién acto seguido se enfrascó la casuística neoliberal, cuya lógica subyacente consiste en que mientras más derechos colectivos resigne el trabajador, mejor le va en términos individuales; lo cual, por cierto, no ha sucedido nunca, ni sucederá.
Por el contrario, las reformas laborales que apuntan a la desregulación del mercado del trabajo y la flexibilidad laboral, están entre las razones que explican el aumento de la informalidad, la precarización y el deterioro de la calidad del trabajo, como revela el reciente informe de la OIT, Perspectivas sociales del Trabajo en el Mundo, analizado en la nota Tendencia Global del Trabajo: Desempleo, Informalidad y Precarización.
«Hoy día, menos del 8% recibe indemnización: del universo de trabajadores que tienen contratos indefinidos, menos del 8% la recibe, porque para recibirla tiene que tener ese contrato, durar más de un año y ser despedido. Muchos trabajadores tienen el incentivo a rechazar un cambio de pega positivo para no perder la antigüedad o muchos empleadores tienen un desincentivo a subirle el sueldo al trabajador porque saben que la indemnización se paga en función de los últimos sueldos», añadió el bueno de Monckeberg.
Pero como esto es apenas una fake new, sabe que para hacer tragar el tósigo, se requiere el decorado de la libertad de elección; «free to chose», como decía Friedman:
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«Esto no cambia un sistema por otro, sino que establece la posibilidad de optar por un sistema nuevo e incluso, si me arrepiento de haber optado por el nuevo, volver al antiguo».
El ministro no dejó de apelar al argumento de neoliberalismo estratégico de que la productividad está correlacionada con la movilidad laboral:
«Lo beneficioso de este sistema es que mejora mucho la productividad, porque no hay personas esperando que la despidas y hace que las personas puedan estar buscando mejores opciones para trabajar. Esa movilidad laboral le hace bien a la economía y, de repente, este sistema -de indemnización por años de servicio- la tranca un poco, de tal manera que hay que ver varios aspectos más que el monto en sí que se paga».
En suma, el hecho de que, en esta pasada, no alcanzaron la correlación que les permita arrasar con ese derechos laboral, uno de los pocos que subsisten a cuatro décadas de neoliberalismo desbocado, no significa, en modo alguno, que no seguirán intentándolo.