Finalmente, Piñera cumplió su promesa e hizo efectiva la presentación ante una de las instituciones más ilegítimas, cuestionadas y hasta detestadas por la población, el inefable TC.
Ello, para detener la devolución de un miserable 10% de los ahorros de los trabajadores secuestrados por las AFP’s, gracias al lanzazo más grande de nuestra historia cometido por la dictadura de Pinochet y planificado, implementado y posteriormente justificado por José Piñera.
El hecho ya ha sido objeto de innumerables polémicas políticas y teóricas, especialmente acerca de la propiedad de los fondos, las que aparentemente no tienen solución a no ser que se naturalice el sistema de administración por parte de empresas privadas de los ahorros de los trabajadores expresado en el Decreto 3500.
En efecto, si no fuera por la legitimación legal de este despojo, no sería posible sostener con tanta soltura la improcedencia de devolver aunque sea un parte de estos, sin que ello pareciera una desfachatez y una bofetada al sentido común.
Pero bueno, estamos en el oasis de la ideología neoliberal, donde los galimatías más absurdos han sido elevados a la categoría de axiomas de la ciencia económica.
El asunto se reduce, pues, a una cuestión política.
Nadie ha cuestionado el problema de la propiedad sino su carácter de clase. Y en este caso, el que sea el capital financiero quien defiende con uñas y dientes su derecho de propiedad sobre una riqueza producida por millones de trabajadores y empleados, esquilmados mensualmente, no es más que una expresión de este fenómeno.
El recurso ante el TC es precisamente una expresión de aquello y aun cuando parezca una torpeza, se trata de una demostración de quiénes son realmente los que gobiernan.
Piñera mismo, es un conspicuo representante de esa clase de magnates que se han enriquecido a través de la especulación y la acumulación de un fondo billonario siempre dispuesto para ser prestado y después cobrado con intereses.
El cinismo de esta clase que vive del préstamo y la especulación, llega a niveles casi intolerables y aun cuando tenga consecuencias políticas y sociales indeseables para ciertos sectores, sectores incluso privilegiados de la sociedad, se expresan en la prepotencia del prestamista al que le importa un bledo la suerte de sus clientes -como el señor Lheureux de Madame Bovary- con tal de recuperar su inversión.
De ahí las lágrimas de cocodrilo del presidente de RN, de los parlamentarios de derecha que votaron a favor del retiro y las súplicas al gobierno para que presente su propio proyecto de retiro o extienda los beneficios para los afectados por la pandemia.
Aparentemente nada de esto conmueve a Piñera ni a su círculo de hierro. No tiene nada de raro que durante su primera administración y también en ésta, haya recurrido permanentemente a la UDI y a lo más granado de la reacción, pese a sus ínfulas de haber sido parte de la derecha liberal -como Allamand- en los inicios de la transición.
Difícilmente habrá alguna posibilidad de que la oposición llegue a algún acuerdo con este esperpento de avaricia. Es probablemente mucho lo que está en juego, negocios y créditos multimillonarios y especialmente, la posición de privilegio que ocupa este sector de las clases dominantes en la dirección del sistema político y la sociedad.
Ni siquiera las bravatas de los militares, a través de declaraciones públicas amenazantes para referirse a un anodino programa humorístico de televisión, han logrado lo que dicen los protagonistas del acuerdo del 25 de noviembre del 2019, precipitó el acuerdo por la paz.
El gobierno de los avaros tiende a radicalizar cada vez más las diferencias y el estado de crispación que cruza a nuestra sociedad. Parecen no estar dispuestos a ceder un milímetro de sus posiciones de poder ni a compartir un pedacito de las estrambóticas tasas de ganancia que les garantiza su papel de prestamistas.
Por esa razón, se puede avizorar un panorama turbulento en los años que vienen aunque ya en las próximas semanas, definición del TC de por medio, es posible que las noticias sean muchas e inesperadas.