La FIFPro, la federación sindical de jugadores profesionales, repudió la votación que ungió a Gianni Infantino al frente de la máxima entidad del fútbol mundial. Dice que los derechos de sus 65 mil afiliados en el mundo fueron ignorados.
Julio Grondona no tenía un pelo de ingenuo. Días antes del Mundial 2002 confesó: “El fútbol lo soluciona todo”. Sabía por qué lo decía. El suizo que desde el viernes tomó la posta en la FIFA, Giovanni Infantino, es pelado aunque tampoco tiene un pelo de tonto. Tal vez, en estas horas que desparrama entusiasmo, piense en aquella frase.
Que el fútbol proveerá, como Dios manda. Porque necesitará apoyarse en el magnetismo que provoca el juego para gobernar. Además de hacer buena letra.
Los protagonistas centrales del deporte más masivo del mundo repudiaron la elección que lo depositó en el cargo de presidente. En rigor, sus representantes nucleados en la FIFPro, la Federación Internacional de Futbolistas Profesionales que integran 65 mil jugadores en todo el planeta.
Su titular, Philippe Piat, comentó:
“Las reformas atrincheran y recompensan a las 209 federaciones miembro y a seis confederaciones, a pesar de su complicidad en la corrupción y en los escándalos que continúan afligiendo al fútbol”.
Fue un golpe al plexo con nada de bienvenida.
En un comunicado que difundió en su página web el mismo día de la votación, el sindicato amplió la idea: “FIFPro ve con desaprobación la elección que ha tenido lugar hoy en la FIFA y que deja al nuevo presidente, Gianni Infantino, con independencia de cuáles sean sus méritos o fracasos, afianzado en una cultura y estructura de gobernanza abierta a prácticas corruptas”.
Se sabe cuáles fueron esas destrezas para recibir coimas.
Su realización sólo fue posible con la presunta complicidad de grandes bancos de Estados Unidos y Europa que lavaron el dinero y de varios empresarios mediáticos como los acusados Alejandro Burzaco, Hugo Jinkis y su hijo Mariano, todos argentinos.
En esta saga sobre las cloacas de la FIFA que todavía se continúa filmando, la FIFPro sugirió que “una verdadera reforma garantizaría que los futbolistas, los clubes y las ligas participaran de manera justa y proporcionada en la gestión de este deporte, para crear decisiones vinculantes en todas las cuestiones que les incumben”. Se desprende del comunicado que se sienten ignorados.
La Federación Internacional de Futbolistas parece estar varios pasos adelante del sindicato argentino, Futbolistas Agremiados (FAA), que no se ha pronunciado en su sitio oficial sobre el escándalo desde que se produjo, el 27 de mayo de 2015.
Es el mismo gremio que se fundó en 1944 –21 años antes que la FIFPro– y forjó su crecimiento en luchas por el Estatuto y el Convenio Colectivo de Trabajo a principios de la década del 70.
Hoy continúa Sergio Marchi como su secretario general y el arquero de Boca, Agustín Orion, es su secretario gremial. La única referencia indirecta al escándalo en la patronal del fútbol mundial es la adhesión a un comunicado de Scholas Ocurrentes, una fundación pontificia de la que FAA es colaborador voluntario.
En junio del año pasado, el Vaticano suspendió un acuerdo económico que había firmado con la AFA, la Conmebol, Agremiados y TRISA, una compañía donde son socios el grupo Clarín y Torneos y Competencias. Scholas iba a recibir por ese convenio una donación de 10 mil dólares por gol o penal atajado durante la última Copa América que entregaría a las escuelas para la educación de los niños mediante el deporte.
Cuando estalló el escándalo de la FIFA, aquella obra impulsada por el papa Francisco no aceptó recibir el dinero en esas condiciones. En el comunicado al que adhirió Agremiados, se leía que Scholas “se abstendrá de recibir fondo alguno hasta que se esclarezca la investigación judicial en curso…”
FIFPro fue muy dura con la FIFA porque considera que la elección de Infantino no modifica su matriz corrupta. Difundió su “especial preocupación por los 65.000 futbolistas profesionales de ambos sexos a quienes representa, pues como resultado de la estructura de monopolio de la FIFA sus derechos suelen ser abiertamente ignorados e incluso quebrantados”.
En la misma línea que FIFPro, cuya sede está en Hoofddorp, Holanda, Luis García, secretario general de la Asociación Colombiana de Futbolistas Profesionales y ex integrante del seleccionado de su país, dijo sobre el escándalo: “Se ha tomado el dinero del fútbol, el dinero de los jugadores”.
En sentido parecido se pronunció Carlos Soto, el presidente del sindicato chileno:
“Tenemos que estar seguros de que el dinero está en buenas manos”.
Las invocaciones a la transparencia y a una manera más austera de gobernar que expresó Infantino en su discurso apenas lo eligieron, no se compadecen con ciertas prácticas que todavía perduran en la FIFA.
Por ejemplo, la manipulación de licencias, la ausencia de planes para revisar contratos sospechados, el pago de viáticos anuales por 300 mil dólares, los pasajes de avión en primera clase, las entradas de protocolo y hasta la confección de trajes a medida para el staff.
La FIFPro reclama para eso poder acceder a los balances.
Infantino ahora tiene la palabra. Dirigente de origen suizoitaliano, con una carrera de quince años en el fútbol en constante ascenso y un mandato manifiesto que parece venirle de la historia, hizo su autorretrato:
“Mis padres son italianos y me enseñaron a distinguir el bien del mal. Luego crecí en la Suiza alemana: el orden, la disciplina y la fiabilidad. Posteriormente, fui a la Suiza francófona: libertad, igualdad y fraternidad, con unos toques revolucionarios”.
Con ese cóctel de varios ingredientes, la FIFA espera resolver su pasado, presente y futuro. La historia parece que no la absolverá tan fácilmente.
Fuente: Página 12