El periodista Javier Rebolledo, autor de libros sobre los servicios de inteligencia de Pinochet, vuelve con A la sombra de los cuervos, investigación que apunta a la participación de civiles en dictadura. La mitad del libro está dedicada a la familia Kast, desde que el ex oficial nazi, Michael Kast, se arraigara en Chile terminada la Segunda Guerra. La participación de sus hijos Christian, en interrogatorios, y Miguel, en asesorías a la DINA y en una cooperativa mientras era ministro de Odeplan, son parte de la historia no contada de una de las familias más visibles de la política chilena.
Los orígenes de la familia Kast se pueden conocer por el libro Misión de amor, volumen que se encuentra en las tiendas Mahringer, vinculadas al movimiento católico Shoenstatt. Nadie podría decir que se trata de infamias, pues lo que allí se lee es el testimonio de Olga Rist, viuda de Michael Kast y a quien no pareció incomodarle documentar el pasado nazi del patriarca de la familia.
Olga Rist se refiere al rápido ascenso a la oficialidad que su marido -con quien tendría 10 hijos- logró a fines de 1942. Su experiencia en el ejército de Hitler incluyó, según el libro, la invasión a Rusia, su escape de Crimea por el repunte de la milicia soviética, su ascensión a cabo en Austria y luego a subteniente, antes de partir al norte de Italia, donde fue detenido por el ejército estadounidense. El propio Kast contó en un artículo en la revista Hacer Familia, que “mi salvación fue haber sido destinado a Italia”.
Cuando la guerra aún no concluía, Kast obtuvo documentos de la Cruz Roja. “Un amigo lo convenció de que destruyera su carné de oficial del ejército y se quedara con uno nuevo como oficial de la Cruz Roja. Presionado por la incertidumbre y el temor de ese momento, Michael quemó sus papeles y aceptó los nuevos”, continúa su viuda. Luego lo contactó con Erik Wünsch, un ex oficial del ejército nazi que había emigrado a Chile tras la guerra, quien le ayudó a conseguir las visas. En noviembre de 1950, comenzó el éxodo definitivo.
A partir de ese momento el libro de Javier Rebolledo A la sombra de los cuervos: Los cómplices civiles de la dictadura (Ceibo Editores), sigue la línea histórica de los Kast en Chile. Michael compró una parcela en Linderos (Buin) e inició negocios de hortalizas, pollos, y finalmente una fábrica de cecinas, que coronó con la fuente de soda Bavaria. Allí los colonos comenzaron a preparar lomitos con la ayuda de los Vargas Barrientos, humilde familia del sector que el Golpe de 1973 pondría en la vereda opuesta.
EL CONSULTOR DE LA DINA
El libro de Rebolledo salta luego a la figura del economista gremialista Miguel Kast, “una especie de santo para la UDI”, dice. Fallecido tempranamente en 1983, el hijo mayor de Michael y Olga, llegó a Chile a los 2 años de edad. Luego de estudiar en el colegio Hispano Americano y Administración de Empresas en la Universidad Católica, sus excelentes calificaciones le valieron, en 1971, una beca de la Fundación Ford para seguir un postgrado en el Departamento de Economía de la Universidad de Chicago.
Cercano a Jaime Guzmán, desde que fue presidente del Centro de Alumnos y luego secretario general de la FEUC, volvió a Chile en noviembre de 1973 para integrarse al Departamento de Estudios de la Oficina de Planificación Nacional (Odeplan), cuyo ministro era el capitán de navío en retiro Roberto Kelly Vásquez. Ese fue el ministerio donde se pensaron gran parte de las que serían las reformas económicas de la dictadura.
Pero según Rebolledo, aparte del cargo en Odeplan, Kast asumió tareas en algunos de los aparatos secretos del mundo militar. En 2011, a través de una declaración judicial, Luis Humberto Olavarría Aranguren -oficial de marina y jefe de las unidades psicológica y económica de la DINA-, declaró al ministro Alejandro Solís que en la unidad “‘no contábamos con tantos economistas’. Consultado respecto a quiénes trabajaban con él, recordó a dos: ‘Miguel Kast y Carlos Cáceres’”.
“Contacté a Olavarría. Con 90 años y una memoria privilegiada, me contó que efectivamente había trabajado en la DINA a cargo del área económica. Consultado sobre la forma en que Kast llegó a colaborar en los trabajos de información para la DINA, Olavarría afirmó que lo hizo a través de Roberto Kelly y que, en cuanto a la labor que cumplía en ese organismo, no era la de un funcionario regular, sino que hacía consultorías”, dice el autor.
Otro testimonio, desconocido hasta ahora, que vincula directamente a Miguel Kast con la DINA lo revela en exclusiva el libro. Lo entregó en 2004 el fallecido director general de la institución entre 1975 y 1976, contraalmirante Rolando García Le-Blanc. Según él, parte de sus labores consistió en elaborar información dirigida a Pinochet: “En cuanto a la asesoría económica que yo presté al general Pinochet, consistía en recabar informaciones de la marcha de la economía en el ámbito mundial y nacional, que yo obtenía de la prensa. En esta función económica yo trabajaba directamente con un señor de Odeplan de nombre Miguel Kast”, declaró.
Javier Rebolledo en conversación con The Clinic es claro en afirmar que las reformas económicas de la época no habrían podido realizarse sin la dictadura. “El supuesto milagro económico y la violación de los derechos humanos no se pueden separar. Para mí, quienes dijeron que tienen anteojeras ideológicas están mintiendo, como muestra el caso de Guillermo Beausire, militante del MIR secuestrado y desaparecido, y por quien Inglaterra solicitó información en dos oportunidades a Miguel Kast”.
A LOS DOS LADOS DEL MOSTRADOR
La investigación de Javier Rebolledo también revisita una antigua causa judicial. Se trata de la Cooperativa de Ahorro y Crédito La Familia, -“la Cutufa de los gremialistas”, dice- y que tuvo un rol central en el financiamiento del Frente Juvenil de Unidad Nacional, organización que contaba con un Consejo Nacional compuesto por 18 personas, entre ellos Miguel Kast. Muchos de los socios fundadores y miembros del directorio eran importantes dirigentes del Frente Juvenil, de la FEUC y del Movimiento Gremial.
Dos meses después de la creación del Frente Juvenil, el 24 de septiembre de 1975, se inscribió la cooperativa en el Diario Oficial. En esta, personas de escasos recursos entregaron sus ahorros y pidieron créditos confiados en la cercanía que la cooperativa tenía con la Universidad Católica y el respaldo de Canal 13 que sacó al aire el programa Fa-Mi-Lia en Familia -conducido por Benjamín Mackenna- y los spots con el periodista Claudio Sánchez y el tenista Patricio Cornejo que promovían la Cooperativa.
“A fines de 1976, una corrida financiera llevó a que la entidad no tuviera caja suficiente para devolver los dineros invertidos por más de 500 personas, quienes se estima, perdieron cerca de $ 5.500 millones actuales”, explica Rebolledo en el libro. Intervenida por la Superintendencia de Bancos, se declaró su quiebra y se nombró como ministro en visita a Sergio Dunlop.
Los abogados Pablo Rodríguez y Hernán Bosselín patrocinaron a cerca de 400 víctimas en querellas contra los ejecutivos de La Familia. La tesis del fundador de Patria y Libertad, contrario a la línea liberal y privatizadora del gremialismo, apuntó a que La Familia vivía una situación delicada que no fue comunicada a los afectados: “Se fingió crédito, seriedad y estabilidad, para incentivar a los ahorrantes, que concurrieron hasta el día 21 de diciembre a dejar sus recursos”.
En medio de la polémica, Miguel Kast, entonces subdirector de Odeplan, fue citado a declarar. Según la investigación del periodista, éste reconoció que cuando la cooperativa privada pasaba por sus peores momentos, intentó tenderle una mano desde el sector público, haciendo una solicitud de encaje al Banco Central. El 24 de diciembre de 1976, Kast había asistido a un almuerzo donde participaron los ejecutivos de la cooperativa y el presidente del Banco Central, en ese momento Pablo Baraona Urzúa, uno de sus mentores en la UC.
Rodrigo Mujica, gerente general de La Familia, fundador del Movimiento Gremialista y ex director de la Oficina de Planificación Agrícola, declaró el 17 de enero de 1977 y habló de la existencia de dos libros de contabilidad paralelos. Explicó que Cristián López, su predecesor, había actuado a espaldas del directorio y que dio con el otro cuaderno, el Libro Rojo, en diciembre de 1976. Ahí se había encontrado con préstamos al Frente Juvenil de Unidad Nacional, a Jaime Guzmán, Hernán Larraín y Sergio Tuteleers (director de asuntos estudiantiles de la UC), entre otros.
En el libro Rebolledo hace varios incisos sobre el rol actual de los civiles involucrados en este caso. “Intento hacer un continuo histórico de la gente que trabajó con Kast u ocupó cargos en momentos que se violaban los derechos humanos. Muchos de ellos participaron en La Familia y homenajearon a Pinochet en el Cerro Chacarillas. Algunos han seguido cometiendo delitos financieros”, dice Rebolledo.
Miguel Kast no se vio afectado por el escándalo y pronto pasaría a ser director de Odeplan. Más tarde, en 1980, fue designado ministro del Trabajo y Previsión Social y en 1982, fue nombrado presidente del Banco Central. Padre de cinco hijos, entre ellos el ex ministro de Sebastián Piñera, Felipe Kast, falleció aquejado por un fulminante cáncer óseo en 1983.
EL INTERROGADOR
La historia de los Kast que cuenta Rebolledo, autor de los libros La danza de los cuervos (sobre el centro de exterminio Simón Bolívar) y El despertar de los cuervos (acerca del origen de la DINA), vuelve a los pasajes más oscuros de la dictadura. Específicamente a Paine, la comuna con mayor cantidad de víctimas a nivel nacional en proporción a la densidad de su población, y donde al menos uno de los integrantes del clan no habría sido un cómplice pasivo.
En 1963, la familia Vargas Barrientos encontró trabajo en el Bavaria. En 1973, uno de los hijos del matrimonio, Pedro Vargas, militaba en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Según testimonio de su hermana, Pedro “descubrió que los Kast no estaban pagando a sus trabajadores un porcentaje de las ventas, su obligación legal. Organizó un sindicato y don Miguel lo castigó, bajándolo a rondín de vigilancia en la fábrica de cecinas, pero renunció. Alcanzó a trabajar durante tres años en el Bavaria”.
Cuando llegó el Golpe de Estado, sigue el libro, Pedro Vargas se presentó en la subcomisaría de Carabineros de Paine para preguntar si existía algún cargo en su contra. El capitán Nelson Bravo le dijo que todo estaba en orden. Pero el 13 de septiembre, Pedro fue detenido en la calle por el carabinero Jorge Enrique González y los civiles Claudio Oregón Tudela, Hugo y Fernando Aguilera y Carlos Escobedo, quien lo identificó.
Sylvia y su padre, comprobaron que Pedro estaba detenido en la subcomisaría. Embarazada, Sylvia decidió caminar de vuelta a Buin para pedir ayuda a su patrón Michael Kast. “Estaba molesto. Me dijo: ‘Cómo se ve, Sylvia, que usted no sabe lo que es una guerra’. Le respondí: ‘Pero ¿qué guerra, don Miguel? Cuando detuvieron a Pedro andaba con una malla para el pan y la plata, nada más’. Él insistió: ‘No, Sylvia, esto es grave, usted no tiene idea. Esto es de vida o muerte’”, relata en el libro.
Como consta en la declaración judicial de 2002, del carabinero Osvaldo Domínguez Muller en la causa Paine, durante el 11 de septiembre de 1973 “en el exterior del cuartel se estacionaban vehículos con civiles, los que entraban a hablar con el capitán Bravo o el suboficial Reyes. No sé qué tema tratarían, nosotros habíamos recibido la orden que cuando llegaran ‘civiles amigos’, los dejáramos entrar y estacionar en el cuartel. De esos amigos puedo recordar a uno de los hermanos Tagle, que era gordo, a don Ramón Huidobro, al “Perico” Jara, a Francisco Luzoro, a Oregón y a Michael Kast, pero no sé si ellos participaron en detenciones y patrullajes”.
Según Rebolledo, Michael nunca reconoció que ayudaba a la subcomisaría. Sin embargo, Alejandro del Carmen Bustos reconoció a su hijo Christian, actual gerente general de empresas Bavaria. “Kast andaba más encachadito. Joven, bien arregladito, medio rubio. Una persona más educada. Él hablaba más finito”, testimonia Alejandro. Lo sentaron en una silla, rodeado de civiles y de carabineros armados con metralletas. Le preguntaron por armas, por nombres. “Kast también hacía preguntas”, agrega.
En 2003, Kast fue citado a declarar. Rebolledo explica en el libro que la noche del 11 de septiembre, el hijo de Michael y Olga condujo hasta ahí el Datsun 1500 color verde de su familia, cargado con alimentos del Bavaria para los carabineros, según su propia declaración judicial, “porque los funcionarios tenían una olla común. Fui invitado a quedarme en el lugar hasta el día siguiente”.
Pedro Vargas Barrientos nunca volvió a ser visto por sus familiares. En su declaración, Christian Kast recordó que al mediodía del 12 de septiembre, cuando Pedro ya estaba detenido en el calabozo del recinto, “se hizo un asado en el sitio indicado (patio de la subcomisaría) y retorné a mi casa, momento en que mi madre me prohibió seguir yendo a la subcomisaría. A pesar de ello, en los días posteriores volví a la subcomisaría a dejar cecinas en dos o tres ocasiones y en horas de la tarde”.
Según consigna el libro, actualmente Christian Kast es investigado por los crímenes de Paine, vive junto a su familia en la parcela de Buin donde se ubica la fábrica de cecinas y antes estuvo la población creada para sus trabajadores. Entre ellos la familia Vargas Barrientos que hasta el día de hoy clama por el paradero de su hijo.
Fuente: The Clinic