Escribo esta nota al margen de una negociación crucial con los acreedores de mi país, una negociación cuyos resultados pueden marcar a una generación, e incluso devenir una inflexión para el experimento Europeo de unión monetaria. Los teóricos de los juegos analizan las negociaciones como si se tratase de un juego que consiste en repartir una torta, con participantes egoístas. Porque en mi vida previa pasé muchos años como investigador académico de la teoría de los juegos, algunos comentaristas se apresuraron a presumir que como nuevo ministro de Finanzas de Grecia estaba ocupado inventando blufs, estratagemas y opciones desafiantes, luchando para mejorar una mano débil.
Nada puede estar más lejos de la verdad.
Si de algo sirvió, mi experiencia en la teoría de juegos me convenció que sería pura locura pensar las deliberaciones entre Grecia y nuestros socios como un jueguito de tira y afloja que hay que ganar o perder mediante blufs y subterfugios tácticos.
Como solía decirle a mis estudiantes, el problema con la teoría de los juegos es que toma por ciertas las motivaciones de los jugadores. En el poker o el blackjack esta suposición no trae problemas. Pero en las deliberaciones en curso entre nuestros socios europeos y el nuevo gobierno griego, la cuestión consiste en forjar nuevos motivos.
Para elaborar un pensamiento nuevo que trascienda las divisiones nacionales, que disuelva la distinción acreedor-deudor en favor de una perspectiva Pan-europea, y ubique el bien europeo común por encima de la politiquería, dogmas que han probado ser tóxicos si se universalizan, y un esquema de pensamiento nosotros-versus-ellos.
Como ministro de Finanzas de una nación pequeña, impositivamente tensa, que no tiene su propio Banco Central y vista por muchos de nuestros socios como una deudora a problemas, estoy convencido que tenemos sólo una opción: evitar cualquier tentación de tratar este momento crucial como un experimento de estrategia y, por el contrario, presentar honestamente los hechos relativos a la economía social Griega, presentar nuestras proposiciones para reconstruir Grecia, explicar por qué eso va en el interés de Europa, y revelar las líneas rojas más allá de las cuales la lógica y el deber nos impide ir.
La gran diferencia entre este gobierno y los gobiernos precedentes es doble: estamos determinados a confrontar los poderosos intereses particulares para relanzar a Grecia y ganar la confianza de nuestros socios. También estamos decididos a no ser tratados como una colonia endeudada que debiese sufrir lo que sea. El principio de la austeridad extrema para la economía más deprimida sería pintoresco si no causara tanto sufrimiento innecesario.
A menudo me preguntan: ¿Qué pasaría si el único camino para asegurar recursos fuese cruzar sus líneas rojas y aceptar medidas que Ud. considera ser parte del problema, en vez de la solución? Fiel al principio de que no tengo derecho a blufear, mi respuesta es: las líneas que hemos presentado como rojas no serán cruzadas. De otro modo, serían realmente rojas, sino un puro bluf.
¿Pero si eso le trae más dolor a su pueblo? me preguntan. Seguramente Ud. debe estar blufeando.
El problema con esta línea argumental es que presume, de acuerdo a la teoría de los juegos, que vivimos en una tiranía de consecuencias. Que no hay circunstancias en las que tenemos que hacer lo que es correcto, no como estrategia, sino simplemente porque… es lo correcto.
Contra ese cinismo el nuevo gobierno griego innovará. Debiésemos desistir, cualquiera fuesen las consecuencias, de acuerdos que son malos para Grecia y un error para Europa. El jueguito “extienda y pretenda” que comenzó después que la deuda griega devino impagable en el año 2010 se terminará.
No más créditos, no hasta que tengamos un plan creíble para hacer crecer la economía y poder pagarlos, que seamos capaces de ayudar a la clase media a levantarse y ocuparnos de la abominable crisis humanitaria. No más programas de “reformas” que dañan a los pobres jubilados y a las farmacias familiares mientras dejan intacta la gigantesca corrupción.
Nuestro gobierno no está pidiéndole a nuestros socios evitar pagar nuestras deudas. Estamos pidiendo algunos meses de estabilidad financiera que deben permitirnos iniciar reformas que el pueblo griego puede hacer suyas y apoyar, para que podamos traer de regreso el crecimiento y terminar con nuestra incapacidad de pagar lo que debemos.
Se podría pensar que este alejamiento de la teoría de los juegos está motivado por alguna agenda de izquierda radical. No es así. La mayor influencia en esto es la de Emmanuel Kant, el filósofo alemán que nos enseñó que lo racional y libre escapa al imperio de la conveniencia haciendo lo que es correcto.
¿Cómo sabemos que nuestra modesta agenda política, que constituye nuestra línea roja, es correcta en términos kantianos? Lo sabemos mirando los ojos de los hambrientos en las calles de nuestras ciudades o contemplando nuestra agotada clase media, o considerando los intereses de quienes trabajan duro en cada aldea y cada ciudad europea dentro de nuestra unión monetaria.
Después de todo, Europa sólo recuperará su alma cuando recupere la confianza del pueblo al poner sus intereses en el centro de todo.
(*) Ministro de Finanzas de Grecia
Fuente: New York Times