Un sobreviviente de la masacre de Iguala, del 26 de septiembre pasado, que se saldó con seis muertos, 17 heridos y 43 estudiantes desaparecidos, relató su odisea. «era aterrador, sólo quería escapar, esos policías tiraban a matar», narró en una entrevista al portal ‘Global Post’ Eusebio, un estudiante de 19 años de la universidad rural para maestros en Tixtla, situada en el estado mexicano de Guerrero, uno de los dos sobrevivientes de la tragedia.
Eusebio es un apodo. El estudiante pidió no revelar su nombre verdadero ya que teme repercusiones de lo que él mismo llama una red corrupta de policías y narcotraficantes.
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El 26 de septiembre, sobre las seis de la tarde, junto con otros 120 estudiantes Eusebio salió de su universidad para dirigirse a Iguala, que está a una hora en coche.
Una vez allí, se dirigieron a la estación de autobuses y se fugaron con tres vehículos que querían utilizar para el transporte a los colegios y la marcha en la ciudad de México el 2 de octubre para conmemorar la masacre estudiantil de 1968. La práctica de coger autobuses comerciales sin permiso para las marchas con su posterior devolución a los propietarios se suele tolerar en gran parte.
Eusebio iba en uno de estos autobuses cuando, sobre las 9 de la mañana, el camino fue bloqueado por un coche policía. Los estudiantes salieron corriendo del autobús para intentar hacer que la Policía se moviera. Según los testigos, los agentes de seguridad empezaron a disparar a los estudiantes enseguida.
«El tiroteo duró mucho tiempo. Llegaban más policías y nos disparaban. Me tumbé en la parte de atrás del autobús. Algunos respondían tirando piedras. ¿Pero de qué sirven piedras contra pistolas? Ninguno de nosotros estaba armado.»
Finalmente, uno de los estudiantes fue matado a tiros, otros estaban heridos. El tiroteo paró y llegaron ambulancias para llevarse a los heridos. También llegaron unos periodistas locales y los estudiantes empezaron a contarles lo sucedido.
No obstante, al poco tiempo llegaron más policías, acompañados de hombres vestidos de civil, que ahora se han identificado como miembros del grupo ‘Guerreros Unidos’. Dos estudiantes más fueron abatidos y varios otros resultaron heridos.
Durante el tiroteo, los policías agarraban a los estudiantes y los metían en los coches patrulleros. «Estaban pegando a los estudiantes. La gente tenía tanto miedo de que les dispararan que se rendían. Pensaban que solo los iban a arrestar. Pero les esperaba algo diferente», relata Eusebio.
«Los disparos llegaban de todas las direcciones y la Policía u hombres armados bloqueaban las salidas. Pero otro estudiante y yo conseguimos encontrar la salida a través de un callejón. Salimos corriendo a otra calle y allí había un hombre al lado de su casa. Al principio se mostró desconfiado, pero le explicamos que solo éramos estudiantes y nos dejó entrar en su casa. Nos quedamos allí hasta la mañana. Este hombre nos salvó», cuenta Eusebio.
Cuando los estudiantes volvieron a reunirse en Tixtla, descubrieron que 43 de sus compañeros habían desaparecido. El sábado, 28 cadáveres fueron recuperados de seis fosas clandestinas en las afueras de Iguala. Actualmente, se está comparando el ADN de estas víctimas con el de los familiares de los 43 estudiantes desaparecidos.
Eusebio opina que el derramamiento de sangre es el resultado de que las autoridades, represivas ya de por sí, trabajen con narcocárteles, y eso hace que la violencia aumente.
Varios policías locales y presuntos miembros del cártel fueron arrestados. El alcalde de Iguala se dio a la fuga. El lunes, el presidente mexicano Peña Nieto pidió una investigación meticulosa del
Fuente: Rusia Today
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México: Detenidos 22 policías por asesinato de 43 estudiantes
La Fiscalía sospecha que los 28 cuerpos que se han encontrado hasta ahora seguramente son algunos de los 43 estudiantes de magisterio desaparecidos el pasado 26 de septiembre en Iguala.
Las autoridades también creen que la policía local está implicada en el dramático suceso: acusa a los agentes de aliarse con un grupo criminal para eliminar a los estudiantes.
Iñaky Blanco, titular de la Procuraduría (Fiscalía) General de Justicia del Estado de Guerrero, donde se encuentra Iguala, develó la trama pergeñada por los uniformados en connivencia con la organización mafiosa Guerreros Unidos.
La investigación se basó en los sucesos sangrientos del pasado fin de semana, cuando varias acciones represivas de la policía local terminaron con seis muertos a tiros. Entre las víctimas hubo dos personas que viajaban en el autobús de un equipo de fútbol juvenil y una mujer. Ninguno de los tres tenía nada que ver con el conflicto.
Según Blanco, para rehacer el rompecabezas fue decisivo el testimonio de los 22 agentes de seguridad pública de Iguala detenidos tras los incidentes, que declararon “conscientes, orientados en tiempo y lugar y persona”, y “sin lesiones externas recientes”.
De sus armas “todas fueron disparadas recientemente” y “se estableció correspondencia” entre las municiones halladas en el lugar de las muertes y las de los uniformados, que además dieron positivo en las pruebas de radizonato de sodio (que permiten saber si han disparado por los restos que queda en la piel de la mano).
Por ello, el fiscal anunció que se ha dictado formal prisión contra ellos.
Pero esa parece solo la punta del iceberg de una intriga en la que podría estar involucrado el alcalde de Iguala, José Luis Abarca y su secretario de seguridad pública, Felipe Flores, ambos en paradero desconocido desde los sucesos violentos.
El primero tiene que responder a una orden de “presentación” y Blanco ya ha anunciado que la fiscalía presentará ante el Congreso de Guerrero un “juicio de procedencia” a efecto de que “se le retire el fuero constituional que le protege”.
Contra el segundo, señalado por la fiscalía como uno de los mandos que instruyó la detención de los estudiantes desaparecidos, hay una orden de captura.
Junto a Flores, el director de Seguridad Pública municipal, Salgado Valladares, es responsable de buscar a los aspirantes a maestros, que pertenecían a la Escuela Normal de Ayotzinapa, mientras que el líder de Guerreros Unidos, apodado Chucky, fue el que ordenó eliminarlos, afirmó el fiscal.
También integraban esa organización criminal 30 efectivos de la Policía Municipal Preventiva a los que el Ministerio Público busca, denunció Blanco.
Gracias a sus indagaciones, la fiscalía guerrerense dio el sábado con seis fosas en las afueras de Iguala, concretamente en un punto denominado Pueblo Viejo.
Este domingo un portavoz del Gobierno estatal informó del hallazgo de ocho cuerpos. Luego subieron a veinte, según la versión de una fuente de la Secretaría de Salud de Guerrero.
Y por último se situaron en 28, entre los cuales “hay algunos completos y otros fragmentados” y muchos presentan “signos de calcinación” porque sobre los ellos “se colocó una cama de ramas y troncos” a la que se prendió fuego “con gasolina y petróleo”, relató el fiscal.
Blanco anunció que junto con los expertos mexicanos, intervendrán en las labores forenses nueve especialistas de Argentina, encabezados por Mercedes Doretti, perteneciente al Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF).
Se espera que en un plazo de “entre quince días y dos meses” se pueda detallar la identidad de los cuerpos.
Temor en Iguala
Mientras se dilucida, el temor sigue latente en Iguala, como pudo comprobar Efe en las calles de la localidad, donde todos los testimonios que tomó sobre el terreno solicitaron mantener en reserva sus nombres.
Un vecino de Pueblo Viejo comentó que ni vio ni escuchó nada la noche del 26 de septiembre pasado, el día de los disparos y las desapariciones.
“Nosotros solo vamos del trabajo a casa y de casa al trabajo”, apuntó escueto.
“Es una pena que haya tenido que pasar esto para que vengan a ayudarnos”, dijo un taxista, mientras una recepcionista de hotel denunciaba con la boca chica que “uno no puede confiar en la Policía porque se sabe que son corruptos”.
Menos cautos, por razones obvias, se mostraron los familiares de los estudiantes de Ayotzinapa, que en Chilpancingo, la capital de Guerrero, bloquearon durante varias horas este domingo el tráfico en la Autopista del Sol, que comunica esa ciudad con la capital mexicana y con Acapulco.
Fuente: Cubadebate