Laurence Golborne, una de las figuras con mayor proyección del gobierno de Sebastián Piñera, fue arrastrado de regreso a la arena pública esta semana, al ser formalizado por delitos tributarios. Distanciado del gobierno en que trabajó y desencantado de la política, el ex ministro ha asumido sus errores frente a sus más cercanos, partiendo por el que considera fue el peor de todos: haber creído que estaba a la altura del juego.
<script async src=»//pagead2.googlesyndication.com/pagead/js/adsbygoogle.js»></script>
<!– Banner Articulos –>
<ins class=»adsbygoogle»
style=»display:block»
data-ad-client=»ca-pub-2257646852564604″
data-ad-slot=»2173848770″
data-ad-format=»auto»></ins>
<script>
(adsbygoogle = window.adsbygoogle || []).push({});
</script>
En medio de árboles y cerros, bajo unas torres de alta tensión, un par de niños parece estar jugando. Arriba de este dibujo se lee “Contraco”, el nombre de un poblado al interior de Lonquimay, en la Región de La Araucanía. En 2013, unos niños de esa localidad eminentemente pehuenche realizaron la ilustración para celebrar la llegada de la luz eléctrica, una demanda de casi dos décadas. El destinatario de la obra era Laurence Golborne, entonces ministro de Obras Públicas, pero que como titular de Energía había atendido la petición de esa comunidad tiempo antes.
Algunas personas que han estado en la sede de Teamfex, su oficina ubicada en El Golf con Apoquindo, han visto el dibujo. Dicen que lo guardó para recordar la parte positiva de sus años de gestión pública, junto con una serie de elementos alusivos al rescate de “los 33”, como una versión a escala de la cápsula Fénix 2 que tiene sobre un estante, o el libro The Geological Factor (El Factor Geológico), de Felipe Matthews y Walter Véliz, que narra la Operación San Lorenzo desde un punto de vista técnico.
Golborne necesita estos recordatorios para convencerse de que su incursión en política no fue un completo error. Especialmente, luego de esta semana, cuando fue formalizado en el Octavo Juzgado de Garantía de Santiago por presuntos delitos del artículo 97, N° 4, inciso primero del Código Tributario. Estos delitos se habrían configurado entre 2012 y 2014, en función del financiamiento de las fallidas campañas presidencial y senatorial de Golborne.
Según algunos cercanos, el ex secretario de Estado acepta en privado que no está orgulloso de lo que pasó, que todo fue una equivocación, tanto haber aceptado las candidaturas como el método para financiarlas. Repite que él nunca estuvo hecho del mismo material que los políticos avezados.
“Tiene decepción y siente que los resultados electorales fueron fruto de su inexperiencia. Ya no quiere tener ningún vínculo con la política”, dice el diputado UDI Gustavo Hasbún, uno de los pocos políticos con los que mantiene contacto hasta el día de hoy.
Los hechos reconocidos por el propio ex ministro y otros imputados en la causa indican que recibió donaciones del Grupo Penta y otras 10 empresas -entre ellas Ripley y BCI- por un total de $ 378.770.000, usando facturas falsas facilitadas por tres sociedades: Vox Comunicaciones, VSA y Siglo Outsourcing.
“Respecto de Laurence Golborne, lo conozco desde hace mucho tiempo por Icare (…). También me pidió aportes económicos y me parece que lo apoyamos con $ 100 millones”, reconoció Carlos Alberto Délano, uno de los controladores de Empresas Penta. en enero de 2015.
Un par de meses antes, Golborne había reconocido parte de su responsabilidad delante de los fiscales Carlos Gajardo y Pablo Norambuena, cuando confesó que el holding había pagado por las asesorías comunicacionales de Vox Comunicaciones: “Le pedí una segunda reunión a Carlos Délano y le dije que ya necesitaba los recursos para pagar. Le hablé específicamente de $ 20 millones por seis meses”.
Después de casi dos años de investigación de la Unidad de Alta Complejidad de la Fiscalía Metropolitana Oriente, y luego de dos querellas del Servicio de Impuestos Internos (SII), se acumularon otros testimonios incriminatorios para Golborne, como los de Luis Enrique Yarur, presidente del BCI, con frases como “puedo vincular las facturas de estas empresas a aportes políticos” o “me parecía una buena carta para defender el libre mercado”, o el de Rodolfo Véliz, gerente general de Watt’s, quien ordenó una fiscalización interna al no encontrar respaldo para las facturas de VSA.
Con estas declaraciones, la Fiscalía Oriente, hoy dirigida por Manuel Guerra, podía acreditar la agravante de reiteración y argumentar una supuesta falta de colaboración de Golborne, dado que en su único testimonio a la fecha, del 3 de noviembre de 2014, sólo había reconocido los aportes de Penta, omitiendo los de las otras 10 sociedades, correspondientes a dos tercios del total recaudado.
En los días previos a la audiencia, Golborne recibió llamados de gente como Hasbún, José Antonio Kast, Jaime Bellolio, Patricio Melero o Iván Moreira, varios de quienes tuvieron que conseguirse su celular. Algunos le preguntaron si estaba durmiendo bien. El respondió que sí, que estaba tranquilo, que todavía puede mantener la calma en momentos de crisis, un tema sobre el cual todavía lo llaman para dar charlas asociadas al rescate de los 33 mineros de San José.
El ex ministro llegó de un viaje de negocios en Paraguay días antes de la formalización para reunirse con el fiscal Norambuena. Golborne se negó a dar una segunda declaración en que se reconocieran todos los delitos, diera detalles de las empresas financistas y que allanara el camino para optar a un juicio abreviado. La tesis que espera defender en un eventual juicio oral es que no hubo intención de defraudar al Fisco y que sólo se cometieron infracciones electorales.
Menos de 24 horas después, Golborne llegó al Centro de Justicia para verse las caras nuevamente con la fiscalía, esta vez delante del juez Juan Carlos Valdés. Llegó una hora y media antes de la cita, en un auto conducido por su cuñado, y se mantuvo absorto en su iPad durante la espera. Por largos minutos estuvo sentado al lado de la sala en la que la justicia le informaría los delitos que se le imputan. En las fotos de esa espera aparece solo.
Despegue y aterrizaje
<script async src=»//pagead2.googlesyndication.com/pagead/js/adsbygoogle.js»></script>
<!– Banner Articulos –>
<ins class=»adsbygoogle»
style=»display:block»
data-ad-client=»ca-pub-2257646852564604″
data-ad-slot=»2173848770″
data-ad-format=»auto»></ins>
<script>
(adsbygoogle = window.adsbygoogle || []).push({});
</script>
Laurence Golborne ha dicho que su segunda esposa, Karin Oppermann, fue quien lo convenció de entrar a la arena política, pese a que él no estaba seguro. Era un exitoso gerente e inversionista, con 25 años de trayectoria en empresas como Exxon, Aes Gener y Cencosud, sin experiencia en el aparato público, pero su nombre llegó a fines de 2009 hasta el Presidente electo Sebastián Piñera a través de una especie de head-hunting realizado por un grupo de asesores conformado por Rodrigo Hinzpeter, María Luisa Brahm, Miguel Flores y Cristián Larroulet. Buscaban buenos administradores del mundo privado para replicar su gestión en el Estado. “Tenía una muy buena intuición comunicacional”, asegura uno de esos reclutadores sobre Golborne.
El ex ejecutivo de Horst Paulmann lo vio como una suerte de “servicio militar”. Aceptó. Se vio obligado a vender su participación en Vox Comunicaciones, la agencia que recién había armado con Esteban Calvo, ex ejecutivo de Havas Media, y Gabriele Lothholz, antigua gerenta de comunicaciones de Cencosud.
La historia de su rapidísimo ascenso es conocida. En su primer año como ministro de Minería enfrentó la crisis de la mina San José que terminó con el cinematográfico rescate de Copiapó. Su popularidad se disparó en las encuestas -91% de aprobación en noviembre de 2010- y lo transformó en figura del gabinete y carta presidenciable.
Pero la relación con su jefe, el Presidente Piñera, según confidencian cercanos a ambos, nunca fue fluida. No era del núcleo duro del Mandatario, ese que hoy integran Andrés Chadwick o Cecilia Pérez. Si bien había respeto y cordialidad entre ambos, siempre hubo miradas de reojo. Golborne lo sintió cuando se le sumó la cartera de Energía para enfrentar la crisis por el impuesto a los combustibles en la Región de Magallanes, a inicios de 2011. De acuerdo a su círculo, lo percibió como una maniobra incomprensible, en la que se arriesgaba el capital político del ministro mejor evaluado.
Su liderazgo en las encuestas como posible contendor de Michelle Bachelet sobrevivió al conflicto de la zona austral y las presiones de la UDI para que aceptara la “responsabilidad” de precandidato se fueron multiplicando, pese a que no era militante gremialista. Posteriormente, en julio de 2011, Golborne fue trasladado a una cartera donde podría lucirse aún más, pensando en una candidatura presidencial: Obras Públicas.
Durante el año y cuatro meses que estuvo en ese cargo, su relación con Piñera no cambió, pero se manifestó una rivalidad cada vez más evidente con otro miembro del gabinete, el ministro de Defensa y también precandidato presidencial, Andrés Allamand. En ese período también bajó su popularidad, que llegó a un 51% de aprobación en noviembre de 2012.
La postulación de Golborne a la Presidencia fue breve. Pasaron apenas 107 días entre su proclamación y el retiro de la candidatura. Dos hitos marcaron la caída. Primero, el 24 de abril de 2013, un fallo de la Corte Suprema condenó a Cencosud por alzas unilaterales en la tarjeta Jumbo Más, que ocurrieron cuando él era gerente de la empresa. Allamand formuló ácidas críticas contra su oponente.
Segundo, la revelación de la existencia de Sunford Management Corp, una sociedad que Golborne inscribió en el paraíso fiscal de Islas Vírgenes y que omitió de su declaración de intereses. Entonces, la distancia del gobierno que había integrado y la falta de redes sólidas dentro de la UDI le pasaron la cuenta. Ante este escenario adverso, el gobierno y la cúpula del gremialismo habrían acordado sacrificar la candidatura de quien fuera la estrella del gabinete, para levantar la opción de otro ministro, Pablo Longueira.
“Su alejamiento de la política no es extraño. Es el producto de un mal resultado en las dos veces que incursionó en elecciones (…). La diferencia está en que los que hemos abrazado la política estamos más dispuestos a perder una elección y a reintentarlo nuevamente. Para quien viene del mundo privado esto es más un paréntesis y lo más probable es que se aleje. Ese es su caso. Hacia él hay mucha gratitud y admiración, porque supo poner a beneficio de una causa política sus condiciones de liderazgo y humanas, en un momento en que había que estar presente y hacerlo”, señala el diputado Patricio Melero, presidente de la UDI, cuando se le pidió a Golborne bajar la postulación.
El ex ministro no estuvo solo en ese período. Hubo quienes desde el partido defendieron su campaña: algunos jóvenes como los diputados Jaime Bellolio, Javier Macaya o María José Hoffmann; otros históricos, como Jovino Novoa o Juan Antonio Coloma. Sin embargo, se impuso la tesis de que era mayor el riesgo de llevar a un candidato comprometido.
“Lamentablemente, la política pierde muchos talentos y aportes de personas cuando el enfoque es el conflicto y no la cooperación. Y ese es el caso de Golborne. Le era molesto a la elite política, porque era una figura extraña para muchos: no había hecho el camino tradicional de la política, siendo que su gran valor era precisamente el de tener una historia de mérito y que venía de fuera de la política”, asegura Bellolio.
En el seno de aquella precampaña frustrada existe la convicción de que con mayor voluntad de la UDI y más firmeza del propio Golborne se podría haber salvado la candidatura, ganado la primaria y competido con Bachelet dignamente, lo que habría dejado al ex ministro en la delantera para asumir la siguiente candidatura, en 2019. La percepción es que el gobierno le bajó el dedo cuando Piñera se convenció de que Golborne no podía vencer a la ex Mandataria y lo consideró una amenaza para una futura repostulación.
“Le pasó la cuenta no haber sido del mundo político, ser un externo que llegó a tener una popularidad impresionante sin haber tenido una carrera política. Eso generó que no pocos le pegaran codazos. Generó mucha envidia”, dice una fuente que trabajó en su campaña.
Después de un par de meses de reacomodo, Golborne aceptó llevar adelante una campaña senatorial en la circunscripción Metropolitana Oriente, donde finalmente vencieron Manuel José Ossandón (RN) y Carlos Montes (PS). Aquel fracaso marcó su desencanto total con la actividad pública. El “servicio militar” al que aludía Golborne había terminado con el descubrimiento de que no tenía pasta de “uniformado”.
En 2014, Golborne volvió a sus actividades como privado y dio por terminada su etapa política. Sin embargo, sus malas decisiones como candidato lo arrastraron de regreso a la arena pública.
La paradoja
Las circunstancias del Laurence Golborne que esperaba conocer sus cargos afuera de la sala son diametralmente distintas a las del hombre que buscó llegar a la presidencia. En este tiempo perdió algunas amistades, no sólo las políticas. A pesar de enfrentar unidos los primeros meses de la investigación del caso Penta, hoy ya no tiene mayor contacto con su antigua socia y amiga de origen alemán Gabriele Lothholz, de Vox Comunicaciones, la empresa que le facilitó boletas por $ 218.770.000.
A pesar de que hubo disculpas de por medio, el distanciamiento se dio de forma natural. Hoy, ambos tienen defensas separadas.
“Estoy arrepentida de lo que pasó, pero lo hice sin dimensionar los efectos que esto podía generar y es un aprendizaje para el futuro”, declaró Lothholz a fiscalía.
Su vida personal también es distinta. Hoy está separado por segunda vez, vive solo, está en una nueva relación de pareja, es abuelo, volvió al retail como director de Ripley y, además, tiene su oficina, Teamfex, que comparte con su ex jefa de gabinete, Luz Granier.
A través de ella realiza asesorías internacionales y negocios inmobiliarios dentro del país, además de sus charlas de manejo de crisis ligadas a los 33. Este año ha hecho tres en Chile y dos fuera del país. La última fue en Madrid, a principios de junio.
Las sociedades creadas por Golborne después de las campañas también lucen robustas en el papel. Según datos oficiales, las tres sociedades de la family office con que Golborne administra su patrimonio, Inversiones Río San Pedro, Inversiones e Inmobiliaria KOS e Inversiones Santa Gabriela -que es propiedad de las dos primeras- suman un capital declarado de más de $ 14 mil millones. Golborne es el controlador de todas ellas, con un 51% y 50%, respectivamente, mientras que el resto está distribuido entre sus seis hijos.
Asimismo, su sociedad en Islas Vírgenes, Sunford Management Corp, sigue activa, luego de haber sido investigada durante algún tiempo por el SII.
Pero no fueron los nuevos negocios de Golborne aquellos puestos en tela de juicio en la audiencia del miércoles 29 pasado, sino sus viejos errores, que podrían constituir eventuales ilícitos. “Estos delitos tienen una gravedad adicional dada por la vulneración al orden democrático. Es evidente que a Laurence Golborne, por la importancia de los cargos que ostentó y a los que aspiró, se le debe exigir más. La gravedad de sus actos es mayor”, señaló el fiscal Gajardo ese día.
El Ministerio Público pidió la medida cautelar de arresto domiciliario total, argumentando que Golborne arriesga una pena de entre tres y 10 años y que no colaboró sustancialmente con la investigación, ya que mintió en su testimonio al no mencionar 10 empresas que financiaron irregularmente sus campañas. La discusión fue áspera.
La defensa de Juan Pablo Kinast apuntó a la disparidad de criterios del SII a la hora de presentar querellas y aseguró que su cliente sí prestó una colaboración importante con su testimonio, que fue citado en la formalización de los controladores de Penta.
También aludió indirectamente a Pablo Longueira, pues manifestó que no era posible que a “otros imputados” le hubieran pedido arresto nocturno estando formalizados por cohecho y que a Golborne se le aplicara una medida más gravosa sólo por delitos tributarios.
Al final de la jornada, el juez reconoció la colaboración del ex candidato presidencial y lo dejó con firma quincenal y arraigo nacional, un triunfo momentáneo a la espera de un juicio oral o de un acuerdo por abreviado que se ve lejano. “No he cometido delito alguno”, dijo Golborne a la salida de la audiencia.
De acuerdo a quienes han conversado con él en el último tiempo, Golborne ha recibido ofertas para volver a la escena pública, en particular una posibilidad de disputar un nuevo cupo senatorial en la Región de Atacama, donde comenzó su fenómeno político tras el rescate a los mineros.
El no quiere saber nada al respecto. Ha comentado que en este momento está tranquilo, porque logró algo que siempre quiso: no depender de nadie. Cuando hace esta reflexión, cuentan, se le hace evidente la paradoja de haber intentado una carrera en la política, quizás uno de los pocos ámbitos donde nadie se manda solo.
Fuente: La Tercera