lunes, diciembre 23, 2024
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Espectros de Lenin

La eterna cuestión del entierro del líder de la URSS y la posibilidad de un ‘biopic’ protagonizado por el actor estadounidense potencian en Rusia el debate en torno al fundador de la III Internacional a un año del centenario de la Revolución de Octubre.

A nadie, o casi nadie, que fuese educado en la Unión Soviética se le han olvidado estas palabras: “¡Lenin vivió, Lenin vive, Lenin vivirá!”. El lema era, en realidad, un fragmento de Komsomólskaya (1927), un poema de Vladímir Mayakovski. “Llevado al mausoleo / una partícula de Lenin, su cuerpo / pero no lo acepta / tampoco la tierra, ni las cenizas”.

Vladímir Ílich Uliánov, mundialmente conocido como Lenin, murió el 21 de enero de 1924, pero su memoria se resiste a ser sepultada, y recientemente ha retornado, de manera inesperada, al debate público.

Durante una reunión en el Kremlin del Consejo Presidencial para la Ciencia y la Educación, el presidente del Instituto Kurchátov para el estudio de la energía nuclear, Mijaíl Kovalchuk, sacó a colación una cita de Borís Pasternak sobre Lenin (“dominó el pensamiento, y con él, el país”).

A su turno, el presidente ruso, Vladímir Putin, contestó que ese dominio del pensamiento condujo en última instancia al desplome de la Unión Soviética. “Puso una bomba atómica bajo el edificio que llamamos Rusia, y luego explotó”, dijo Putin, “no nos hacía falta una revolución mundial”.

¿A qué se refería Putin? Unos lo interpretaron como una suerte de declaración preventiva ante la posibilidad de una nueva ola de protestas sociales causadas por la crisis económica y la caída de los precios del petróleo. Otros, como parte del relato nacional simplificado por el que Lenin “traicionó” a Rusia, Stalin la “recuperó”, Gorbachov la volvió a “perder” y Putin a “recuperar”.

Para atajar las especulaciones sobre el significado de sus declaraciones, Putin aclaró lo dicho en el foro del Frente Popular -movimiento político-social próximo al Kremlin- celebrado en Stávropol el pasado 25 de enero. Según el presidente ruso, en el debate sobre la cuestión nacional que tuvo lugar en el primer tercio del siglo XX, Lenin se equivocó al querer conceder a las repúblicas integrantes del Estado el derecho a la secesión “y eso fue una bomba atómica bajo el edificio de nuestro Estado”.

En un reciente artículo para RBK, Aleksandr Ráznik sostiene que Putin probablemente busque mantener vivo el recuerdo de la desintegración de la URSS -a la que se refirió como “la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX” en 2005- como una amenaza velada de lo que le podría pasar a la Rusia moderna, y utilizarlo como argumento moral contra potenciales adversarios.

“Me gustaban y gustan mucho todavía las ideas comunistas y socialistas”, añadió Putin, quizá como concesión retórica. «Las ideas son buenas, entre ellas la igualdad, la fraternidad, la felicidad, pero la realización de estas ideas admirables en nuestro país distaba mucho de lo que predicaban los socialistas utópicos».

El primero en responder a las declaraciones de Putin fue, obviamente, el presidente del Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR), Guennadi Ziugánov.

«Sólo el genio de Lenin y la voluntad política de los bolcheviques permitieron reunir el país en un nuevo formato, el formato soviético de un Estado de repúblicas», afirmó Ziugánov.

El entierro de Lenin no está en la agenda

No fue la única vez que Putin se refirió a Lenin en menos de una semana. En Stávropol Putin fue preguntado, una vez más, por la cuestión del entierro del autor de El Estado y la revolución. “Creo que deberíamos aproximarnos a esta cuestión con cuidado para no tomar pasos que no comparta nuestra sociedad”, respondió. El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, añadió que esta cuestión “no está en la agenda”.

Las autoridades rusas saben que la sepultura de Lenin podría tener lecturas simbólicas, que irían más allá del hecho en sí. Irónicamente, el propio Lenin dejó dispuesto ser enterrado junto a su madre en el cementerio Volkov de Petrogrado (actual San Petersburgo).

La versión oficial soviética mantenía que la afluencia de visitantes a la capilla ardiente, instalada en la Plaza Roja de Moscú frente a las murallas del Kremlin, obligó al embalsamamiento de Lenin y a la construcción de una instalación permanente para alojar su cuerpo, depositado en un sarcófago diseñado por el arquitecto Konstantín Melnikov.

Otros autores, como el teórico marxista Maximilien Rubel, sostienen que fue Stalin quien tomó personalmente la decisión, en contra tanto de la voluntad de Lenin como de su esposa, Nadezhda Krupskapya, como parte de una estrategia que legitimase su ascenso en el partido y el nuevo sistema político-social que estaba gestándose.

El embalsamiento y el mausoleo estuvieron, en cualquier caso, rodeados de polémica desde el comienzo. El edificio fue originalmente diseñado por el arquitecto Alekséi Shchusev y construido en madera. A partir de este primer diseño se construyó el mausoleo actual, utilizando como materiales mármol, granito, pórfido y labradorita.

El diseño de Shchusev, que mezclaba elementos constructivistas con los de mausoleos de la Antigüedad como la pirámide escalonada de Zoser, en Egipto, y la tumba del rey Ciro, en Irán, fue criticado por sus colegas del grupo LEF (Frente de Izquierdas de las Artes) como una «muestra de barbarismo asiático», «indigna de un marxista».

Boris Groys ha ofrecido en Obra de arte total Stalin la que quizá sea la interpretación más interesante de lo que simbolizó el mausoleo de Lenin durante la etapa soviética.

Según Groys, los críticos de LEF fueron “ciegos a la originalidad de la nueva cultura estalinista que estaba tomando cuerpo ante sus ojos”. “Las momias de los faraones y otros gobernantes de la Antigüedad”, escribe Groys, “estaban enmuralladas en pirámides y escondidas a los mortales. […] Lenin estuvo, desde el comienzo, simultáneamente enterrado y expuesto al público. […] Mientras las momías tradicionalmente se vestían en ropajes que marcaban la transición del mundo terrenal al otro mundo, la apariencia externa de Lenin ha sido reconstruida ‘de modo realista’, hasta el último detalle, a como era ‘en vida’. […] Podría decirse que, antes, el cuerpo de los fallecidos era honrado por su absoluta otredad, porque pertenecía a un mundo que era alternativo al nuestro terrenal y -como en el judaísmo y el cristianismo- porque ofrecía la esperanza de resurrección. El cuerpo de Lenin es reverenciado porque el fallecido lo ha abandonado irremediablemente”.

En otras palabras, continúa Groys, “ya no corresponde a una realidad espiritual. En este sentido, el cuerpo de Lenin era venerado y dispuesto como una prueba del hecho de que se había marchado para siempre del mundo, como un testimonio de que ha abandonado su encarnación en éste sin dejar ninguna huella y que, en consecuencia, su espíritu o su ‘causa’ estaba disponible para la ‘encarnación’ en los subsiguientes líderes soviéticos” los cuales, recuerda, dos veces al año, se subían a lo alto del mausoleo para presidir los desfiles del Día Internacional de los Trabajadores y el aniversario de la Revolución de Octubre.

Lenin y DiCaprio

“De todas las artes, el cine es para nosotros la más importante”, le señaló Lenin al primer comisario de Educación de la URSS, Anatoli Lunacharski. Poco podía imaginar que algún día se convertiría en objeto de interés del star system de Hollywood. En una entrevista a comienzos de enero con el diario Die Welt, Leonardo DiCaprio expresó su interés en interpretar, entre otros, a Putin y a Lenin. “Creo que debería de haber más películas sobre la historia rusa. Tiene muchas historias dignas de Shakespeare”, dijo el actor.

El estudio Lenfilm en San Petersburgo no tardó más de un día en ofrecerle al actor estadounidense la posibilidad de protagonizar una película sobre el dirigente bolchevique. «Leo se parece al joven Lenin y es a menudo comparado a él. Tenemos suficientes decorados y accesorios para recrear la época prerrevolucionaria», indicó el portavoz de Lenfilm, Valeri Karpov, citado por la agencia Sputnik.

El director Vladímir Bortko, miembro del PCFR, se ofreció a dirigirla. «DiCaprio es un buen actor. Puede desempeñar cualquier rol. Me gustaría rodar una película con él, si Leo me invita como director. ¿Cuál de los mencionados proyectos tendrá más éxito?, eso depende del guión», comentó.

Pero no todo el mundo está tan entusiasmado con la idea.

«Enviamos hoy una carta a Lenfilm expresando que si ellos le dan la posibilidad (a DiCaprio de interpretar el papel de Lenin), se realizarán protestas y acciones de desobediencia junto a la entrada de Lenfilm, y no les dejaremos entrar», afirmó a la agencia RIA Novosti Serguéi Malinkovich, miembro del Comité Central del PCFR. Según Malinkovich, cuyo sentimiento dijo que muchos militantes del partido compartían, el actor estadounidense «no tiene ninguna base moral para interpretar a Lenin después de que fuese interpretado por actores como Uliánov, Schukin, como Kiril Lavrov».

La indignación del PCFR -convertido en (y acaso limitado a) guardián de las esencias de la extinta Unión Soviética- tiene raíces históricas. Como han observado diferentes autores, el comunismo soviético se desarrolló en unas condiciones históricas particulares que acabaron creando una identidad político-cultural diferenciada de la del socialismo europeo, y esa identidad en no pocas ocasiones entroncó con el milenarismo cultural ruso. Ya la vanguardia soviética invitó a convertir el rincón del hogar reservado a los iconos ortodoxos (krasny ugol) en el espacio donde instalar la nueva propaganda roja (krasny ugolok).

Más adelante, durante el estalinismo, como notaron André Gide y otros, los iconos ortodoxos fueron sustituidos por los retratos de los dirigentes soviéticos, y hay incluso quien atribuye la idea de este desplazamiento al propio Stalin, quien se educó en un seminario ortodoxo.

El trato reverencial que se llegó a dispensar a estos retratos hizo que muchos zek (prisioneros e internos en campos de trabajo) se los tatuasen en el pecho creyendo que así evitarían su ejecución ante un pelotón de fusilamiento. Sólo con la desintegración de la URSS la imagen de Lenin pudo ser tratada por los artistas y cineastas con mayor libertad, y aunque la primera reacción a las directrices estéticas anteriores fue sobre todo la parodia o la ironía, años después permitió obras como Taurus (2011) de Aleksandr Sokurov, en la que Leonid Mozgovoi da vida al Lenin gravemente enfermo y en silla de ruedas de sus últimos días.

De llegar a filmarse la película con DiCaprio, no será la única cinta sobre Lenin llamada a la controversia. El novelista Vladímir Sorokin anunció el pasado mes de mayo que había terminado de redactar un guión sobre la vida del fundador de la IIIª Internacional. Según RIA Novosti, el director estadodunidense Steven Soderbergh mostró inicialmente interés en dirigirla, pero finalmente renunció para concentrarse en su trabajo para televisión.

También se le ofreció el guión al director de La vida de los otros (2006), Florian Henckel von Donnersmarck, que declinó igualmente la oferta. Sorokin ya tuvo que enfrentarse en 2002 a un pleito judicial de la organización juvenil pro-Kremlin ‘Caminando juntos’ por “difusión de pornogafía” por su novela Salo azul, por lo que la película, cuyo estreno está previsto para marzo de 2017, no dejará previsiblemente a nadie indiferente.

Cuenta atrás para el centenario

En 2017 se conmemora el centenario de la Revolución de Octubre, uno de los hechos que indiscutiblemente cambió la historia de la humanidad. A diferencia de lo que ocurre con la Gran Guerra Patria (1941-1945), la Rusia post-soviética sigue teniendo problemas para encajar este episodio en su relato histórico, como demuestra el reciente debate en torno al legado de Lenin.

En mayo de 2015, el ministro de Cultura, Vladímir Medinski, planteó la posibilidad de celebrar el aniversario en clave de reconciliación. “Esta revolución, el intento del pueblo de construir una sociedad justa, cambió el mundo. El resultado fue un Estado con orientación social. Pero dividió a la sociedad y siguió dividiéndola”, dijo Medinsky.

“Es necesario condenar el terror, pero hemos de mostrar respeto a los héroes de todos los bandos: los rojos, los blancos y, quizá, los verdes”, explicó al referirse a las milicias campesinas que lucharon por igual contra el Ejército Rojo y el Ejército Blanco durante la guerra civil (1917-1922).

La idea de Medinski pasa por construir un monumento en Sebastopol que represente al barón Piotr Nikolayevich Wrangel, comandante del Ejército Blanco, al comandante del Ejército Negro, Nestor Majnó, y a Mijaíl Frunze, quien, al mando del Ejército Rojo, expulsó a los dos anteriores de Ucrania, así como a los nacionalistas de Simón Petliura.

Aunque hay quien ha querido comparar la propuesta de Medinski con la rehabilitación parcial del almirante Aleksandr Kolchak -el último representante del gobierno blanco-, es evidente que los tres protagonistas, que se combatieron ferozmente entre sí, hubieran considerado la mera idea poco menos que una afrenta.

Lo cierto es que, a un año del centenario, nadie sabe todavía cómo será la conmemoración de la Revolución de Octubre. El 7 de noviembre de 1917, a las 09.45, el crucero Aurora, atracado en el río Neva, anunció con la señal convenida, el disparo de un cañón, el asalto al Palacio de Invierno. Cien años después ese disparo aún reverbera. Por lo menos, y por ahora, en el debate intelectual.

(*) Miembro del Comité de Redacción de SinPermiso

Fuente: Sin Permiso

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