viernes, noviembre 22, 2024
InicioArchivoReportajesEl verano Negro de Ena von Baer

El verano Negro de Ena von Baer

Antes de ser vocera del gobierno y senadora de la UDI, Von Baer era una académica discreta que parecía tener mucho más talento para la docencia que para la política. Pero por una serie de casualidades se transformó en la favorita de los caciques del gremialismo que antes de cumplir 40 años la ungieron como la principal defensora de la doctrina de una nueva generación de la derecha chilena. Esta es la historia menos pública de esta parlamentaria implicada en la trama de Penta y que, pese a la complejidad de su caso, ha optado por guardar total silencio.

 

Si no fuera por una serie de casualidades, probablemente Ena von Baer, a sus 40 años cumplidos en noviembre, no estaría en el Senado, sino que dictando clases en alguna universidad. La periodista de la PUC y doctora en Ciencia Política de la Universidad de Aquisgrán era una buena docente, prolija y de extremo bajo perfil, señalan en la Adolfo Ibáñez, donde renunció en 2006 argumentando su necesidad de tener mayor tiempo para su marido y sus dos hijos pequeños. Pero la vida torció el destino de la alemana, como llaman a la senadora, que decidió abandonar el sosegado ambiente de la academia para ingresar a un mundo desconocido y complejo para el que no tenía grandes habilidades naturales: la política.

Rechazó un cargo importante en la universidad para entrar como investigadora al centro de estudios ligado a la UDI, Libertad y Desarrollo (LyD), donde conoció de cerca a los principales dirigentes de la derecha, con los que tenía que interactuar a diario por las asesorías parlamentarias.

Poco después, sin grandes pretensiones, se desempeñó en paralelo como panelista de Estado Nacional de TVN, donde se transformó en una figura atractiva para los dirigentes de la Alianza, ávidos de nuevos nombres que defendieran la doctrina.

Comenzaba el fichaje de candidatos con miras a las parlamentarias de 2009 cuando, en uno de los programas, Von Baer habló largamente sobre la necesidad de que los jóvenes y las mujeres participaran de la política. La escuchaba atento el entonces presidente de la UDI, Juan Antonio Coloma, uno de los invitados de ese domingo. Cuando terminó el espacio, se le acercó y le preguntó: “¿Quieres ser candidata?”.

Educada en una familia de latifundistas luteranos de Temuco que le inculcó un fuerte sentido del deber, Ena a sus 34 años sentía tener cierta responsabilidad con los principios que defendía, pero no estaba segura de aceptar la oferta. Su padre, Erik von Baer, no era partidario de que la tercera de sus cuatro hijas asumiera una candidatura. A su marido, el ingeniero Eduardo Frohlich, la invitación también le producía cierto tipo de conflicto. Pero hubo una conversación que fue clave para decantar su decisión: la que tuvo con Hernán Büchi, uno de los principales referentes de la Alianza.

En medio del proceso de reflexión, el ex ministro de Hacienda de Pinochet y uno de los fundadores de LyD, con quien Von Baer había establecido una relación de cariño y confianza en el think tank, la llamó a su oficina. En el despacho que el ingeniero tiene en el centro de estudios, y donde actualmente es consejero, Büchi le habló largamente sobre las razones por las que debía aceptar ser candidata a senadora por la UDI y la responsabilidad de las nuevas generaciones en la defensa de las convicciones de derecha.

“Yo tenía prácticamente la misma edad que tú cuando en 1985 me nombraron ministro de Hacienda”, le contó a Von Baer.

Después de una charla intensa con su querida abuela paterna a la que llamaban Mutti —que le reiteró el discurso sobre el sentido de la responsabilidad y la animó a postularse—, Ena aceptó ser la carta de la UDI para competir por Temuco, donde el RN José García Ruminot postulaba a su segundo período.

Cuando tomó la decisión de jugar un papel protagónico en política, Von Baer recibió varias llamadas del gremialismo para felicitarla. Una de ellas fue la de Jovino Novoa, con quien ya desde esos años tenía una relación de cercanía, parecida a la de un maestro y su aprendiz. Este lazo que se remonta a la época de Ena en LyD es clave para comprender algunos de los pasajes que los involucran a ambos en el Caso Penta, la trama de financiamiento irregular de la política que investiga la Fiscalía de Alta Complejidad.

El fiscal que lidera la indagación, Carlos Gajardo, tiene en su poder cuatro facturas y tres boletas de honorarios que se presumen falsas y que están vinculadas a Novoa, la figura de mayor ascendente en el gremialismo después de Jaime Guzmán y reconocido recolector de fondos para la UDI.

Las facturas pertenecen a la sociedad Inversiones & Mandatos, que controla el ex senador. Las boletas pertenecen a terceros y todos estos documentos habrían sido extendidos —según las declaraciones judiciales de varios involucrados, incluyendo la de los propios dueños de Penta, Carlos Alberto Délano y Carlos Eugenio Lavín— por trabajos que nunca fueron realizados para la empresa.

De acuerdo a las hipótesis de los investigadores, sería un ardid utilizado por Penta para justificar egresos.

En este punto los caminos de Novoa y Von Baer confluyen en una de las aristas de este caso que ha remecido a la UDI: se presume que los 22 millones y medio de pesos que Penta pagó a Novoa a través de los documentos irregulares tenían el objetivo de financiar la campaña que la periodista llevó adelante en 2013 por Valdivia, y que ganó con el 22.79 por ciento de los votos.

El 27 de octubre pasado, entrevistada en vivo por CNN Chile, fue consultada directamente si para su campaña pidió apoyo a Délano, Lavín o algún ejecutivo del grupo Penta. “¡No, no!”, fue su afirmación tajante. El 4 de enero, sin embargo, se conoció un correo electrónico enviado por Von Baer a Délano el 18 de diciembre de 2013, en que le contaba que quedó con una deuda de campaña de 100 millones de pesos y que necesitaba ayuda para cubrirla. “… Como te podrás imaginar de la experiencia que tienes, después de haber pasado por dos campañas en un año: los inicios de la primaria en Santiago y la campaña en Valdivia, he quedado con una importante deuda. Esto se debe a la deuda de campaña en Santiago y, además, a que la UDI recortó en 50 millones el aporte que había comprometido. Bueno, y ahora tengo que tratar de cubrir una deuda de alrededor de 100 millones de pesos. Espero que me puedas ayudar, espero con ansias la respuesta. Muchos saludos, Ena”.

La filtración del correo puso a Von Baer en el ojo del huracán y llevó a la senadora a vivir probablemente su semana más crítica desde que decidió entrar en política. Miembro de la comisión de Educación del Senado, donde el proyecto de reforma vivió por esos días una etapa clave en su tramitación, optó por recluirse en el sur junto a su familia y guardar un inquebrantable silencio. La expectación por conocer su reacción ante la evidente falta a la verdad se hizo mayor desde que otro de los dirigentes UDI involucrados en la trama, Iván Moreira, reconociera públicamente el financiamiento irregular de parte de su campaña.

La reclusión de Von Baer en el sur respondió a la decisión personal de tomar distancia, relatan sus cercanos. Estaba realmente golpeada por darse cuenta de la profunda herida auto-infligida y las fuertes críticas que se levantaron en su contra al quedar el descubierto su falta a la verdad. Pero el viaje, su desaparición y silencio respondieron sobre todo a que su reacción pública dependía en buena medida de una conversación previa con Novoa, que a comienzos de enero se encontraba en Nueva York. Porque mientras Moreira intentó zafar entregando una versión sobre los hechos —las boletas falsas en su caso pertenecían a su chofer, a su secretaria y a su pareja—, el destino de Von Baer está ligado indisolublemente al del ex senador de la UDI, uno de sus padrinos.

El lunes 12 de enero se reincorporó a su trabajo en el Senado y desde el ex Congreso de Santiago citó a la prensa para leer un comunicado, impidiendo que los periodistas pudiesen hacerle preguntas. Habló de “error involuntario” por haber negado que pidió ayuda a Penta e intentó separar aguas con Moreira, señalando que ella sólo solicitó dinero una vez terminada la elección. También indicó que nunca le contestaron el e-mail y que no obtuvo la ayuda solicitada. Su actuación, sin embargo, no fue bien evaluada en la UDI, donde se observa con atención la puesta en escena de la senadora: cualquier paso en falso podría arrastrar a un ícono gremialista como Novoa.

El cuadro se terminó de complicar el sábado 24 de enero, cuando se conocieron las declaraciones de los dueños de Penta ante el fiscal. De acuerdo al ‘Choclo’ Délano, “los dineros que Jovino pedía no eran para él, sino que para candidatos afines”. (…)“Un día del año 2013 llegó Ena von Baer con Jovino Novoa para pedirnos si podíamos colaborar con su campaña, acordamos un monto y seguimos el procedimiento habitual”.

La senadora, nuevamente, prefirió callar y no aclarar los sucesos: si ante CNN Chile había negado haber pedido ayuda a Penta —lo que era falso dado el correo que se conoció después—, ahora los dueños de la compañía revelaban ante la Fiscalía que la senadora no solamente solicitó recursos, sino que efectivamente se le otorgaron.

En su círculo informan que Von Baer no ha pensado ni por un minuto dar un paso al costado y renunciar, como piden algunos dirigentes como Gabriel Boric, que en su cuenta de Twitter escribió: “Hoy fui un rato al Senado. Confieso que me dio vergüenza ver a @enavonbaer y a @ivanmoreirab sentados votando como si nada hubiera pasado”.

El Caso Penta le estalló a Von Baer justamente en lo que estaba siendo un buen período. Desde que asumió en la Cámara Alta en marzo de 2014 —por primera vez después de triunfar en una elección— sentía que finalmente había encontrado un espacio donde proyectar su liderazgo dentro de la Alianza. Desde la comisión de Educación del Senado estaba defendiendo la doctrina de la derecha al oponerse a aspectos sustantivos de la reforma como la prohibición de lucrar en los colegios particulares subvencionados. La parlamentaria tenía la sensación de estar en un buen momento porque, justamente, venía de un lustro bastante duro.

Luego de aceptar en 2009 ser candidata a senadora por Temuco —después de la conversación con Coloma, Büchi y Novoa, entre otros— desarrolló una campaña potente en la IX Región. La UDI parecía dispuesta a desplegar todos sus recursos para arrebatarle el cupo a sus socios de RN. La alemana conocía perfectamente la zona —era su región desde que nació— y su equipo contrató a un circo para que hiciera giras por las ciudades y pueblos. La propia Von Baer hizo campaña arriba de un tractor: lo manejaba ella misma porque desde pequeña aprendió a conducirlos en sus campos. Finalmente, la noche del 13 de diciembre de 2013, todo parecía indicar que había resultado electa. Algunos entusiastas incluso compraron champaña en su comando para celebrar, aunque el marido de Ena, el ingeniero, se quedó hasta tarde sacando cálculos sobre algunas mesas que faltaban por contabilizar y le aconsejó prudencia. El diario El Mercurio incluso llegó a publicar una nota al día siguiente donde se le daba por ganadora. La candidata, sin embargo, había perdido por 570 votos.

Fue un golpe complicado para Von Baer, a centímetros de haber llegado al hemiciclo con 35 años recién cumplidos. Como lo había hecho antes cuando dejó la Adolfo Ibáñez para dedicarse a su familia, por segunda vez pensó seriamente en volver a lo suyo, la academia, y privilegiar su vida personal.

Pero los planes, nuevamente, se trastocaron. El generalísimo de campaña de segunda vuelta de Sebastián Piñera, Rodrigo Hinzpeter, la reclutó para incorporarse junto a otras mujeres de la Alianza para reforzar el equipo y Ena aceptó. Para mucha gente este paso representó el ingreso real de Von Baer a la cancha de la política —algunos por primera vez la situaron en el mapa de la derecha como una dirigente relevante— y su incorporación a la órbita del piñerismo.

Con el triunfo de Piñera en el balotaje frente a Eduardo Frei el 17 de enero de 2010, pronto comenzó el fichaje para conformar el primer gabinete de la Alianza después de 20 años fuera de La Moneda. El Presidente electo conformó un equipo de head hunter para reclutar a sus colaboradores, compuesto por Hinzpeter, María Luisa Brahm, Miguel Flores y Cristián Larroulet. En una de las ternas para ocupar la vocería en el ministerio de la secretaría general de Gobierno se instaló a sugerencia de la UDI el nombre de Ena von Baer. Cuando a Larroulet le preguntaron su opinión, dio las mejores referencias de la periodista, a quien conocía mucho también desde los tiempos de LyD.

Pero… ¿por qué Ena?, ¿por qué integrarla a la primera línea de fuego del gobierno si no tenía conocimiento público y apenas una campaña en el cuerpo, finalmente fracasada? El comité político de Piñera iba a estar conformado por Hinzpeter en Interior y Larroulet en Presidencia, por lo que era necesaria la incorporación de una mujer. El fantasma de la figura carismática de Michelle Bachelet también pesó para Piñera a la hora de optar por Von Baer. El objetivo era que hubiese sido el rostro amable de La Moneda.

Los problemas, sin embargo, no tardaron en llegar. Porque en los dieciséis meses que se desempeñó como portavoz del Ejecutivo —entre marzo de 2010 y julio de 2011— la dirigente de la UDI no logró empoderarse en el cargo y lo pasó bastante mal.

Ena llegó a La Moneda con el propósito de hacer una vocería diferente que intentara replicar, de alguna forma, las puestas en escena de los speakers estadounidenses: menos operación política y más mensajes directos. Las vocerías dentro del palacio iban a ser excepcionales y tenía el firme propósito de salir bastante a terreno. Pero no llevaba ni un mes en su cargo cuando sucedió un hecho que condicionó su tensa relación con una parte importante del círculo de Piñera en el gobierno.

El martes 30 de marzo de 2010, la ministra realizaba una de sus tradicionales vocerías en La Moneda cuando fue sorprendida por un periodista que le corrigió la cifra de víctimas mortales del 27-F, en ese entonces en plena actualización a cargo del subsecretario del Interior, Rodrigo Ubilla (RN). Sin sopesar los costos políticos de sus palabras —tiene poca capacidad para reaccionar con rapidez—, la ministra se justificó lanzando dardos contra su compañero: “Le vamos a pedir al subsecretario Ubilla que cuando se cambie la información nos informe”, indicó Von Baer ante la prensa.

Esta situación es clave para comprender el inicio de sus relaciones complejas y tirantes con el ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, y la jefa de asesores del Segundo Piso, María Luisa Brahm, que marcaron el paso de Von Baer por La Moneda. Junto a otros miembros relevantes del gobierno, hubo un grupo de personas cercanas al presidente que nunca llegaron a entender el estilo de trabajo de la ministra y la poca destreza que lucía a la hora de entrar a la cancha y poder improvisar salidas astutas —hacer política, al fin y al cabo— con el objetivo de blindar a la primera administración de la Alianza en democracia.

Cercanos al ministro del Interior recuerdan que, finalmente, Hinzpeter no la valoraba políticamente y hasta la despreciaba. Prueba de ello fue que en los dieciséis meses que Von Baer estuvo en La Moneda, el abogado apenas se apareció un par de veces en la Segegob, cosa que cambió rotundamente cuando Andrés Chadwick la reemplazó y se instaló como el ministro más influyente del Ejecutivo. Pocos entendían que la ministra organizara actividades fuera de palacio que no necesariamente tenían relación con su papel de informar sobre el gobierno. En algún momento sus críticos sospecharon que Von Baer sabía que era una ministra yogur —con fecha de vencimiento— por lo que estaba intentando usar su cargo para proyectar una nueva candidatura senatorial y hasta presidencial. La presencia del experto electoral de la UDI Gonzalo Müller como su jefe de asesores hizo aumentar la desconfianza.

En mayo de 2010, por ejemplo, en medio de un frente de mal tiempo, Von Baer hizo una actividad en Cerro Navia para realizar un llamado a los damnificados por el 27-F a que se trasladaran a los albergues habilitados. La puesta en escena indignó a algún sector del gobierno, entre ellos a Hinzpeter, que le ordenaron no hacer este tipo de despliegues y concentrarse exclusivamente en su labor de ministra vocera desde La Moneda.

En el segundo piso no había buena evaluación de su trabajo y, en muchas ocasiones, se dudaba de que tuviera reales condiciones para el cargo. El ritmo impuesto por Piñera a sus ministros era sumamente intenso y, aunque el primer año fue difícil para todos, a Von Baer se le veía especialmente complicada con liderar un buque grande como la Segegob. Sus detractores rememoran que en la tramitación de la televisión digital, los equipos del Consejo Nacional de Televisión de Chile liderados por Herman Chadwick estaban aproblemados: no tenían contraparte.

Fue un período complicado para la alemana, que tenía pocos aliados en el Ejecutivo. Uno de ellos era el ministro de Minería, Laurence Golborne, quien siempre agradeció que durante su primera etapa, cuando nadie lo conocía antes del rescate de los 33 mineros, la vocera lo considerara para hacer en conjunto algunas actividades públicas. Pero aunque tenía padrinos importantes en la UDI —el propio Coloma y Novoa, entre ellos— se encontraba bastante sola en palacio y parecía estar siempre en un campo minado con disidentes bastante poderosos. Cuando fue portada de CARAS, con una imagen moderna, juvenil y sensual, por ejemplo, le llovieron las críticas internas. Algunos de los miembros de ese gobierno recuerdan ahora que era evidente que Von Baer no lo estaba pasando bien: dicen que en varias ocasiones la ministra pensó en renunciar y que incluso se le vio llorar en La Moneda. En el círculo de la actual senadora indican que no es de extrañarse, porque es de lágrima fácil.

Su imagen se fue desgastando de a poco. Cuando algunos ministros estaban en problemas coyunturales, como la entonces titular del Trabajo, Camila Merino, le manifestaban directamente que preferían que su defensa pública la asumiera Hinzpeter y no ella. La prensa informaba constantemente sobre los rumores de su salida en el primer cambio de gabinete y, justamente por esa razón, cuando en enero de 2011 el Presidente anunció su primer ajuste, sorprendió que Von Baer se quedara. En su permanencia habría sido clave la defensa que hizo a su favor el ministro Larroulet y la propia decisión de Piñera de no querer tocar a su equipo político, donde Ena era para muchos la mayor debilidad.

La falta de liderazgo y destreza política, sin embargo, terminaron por sellar su salida algunos meses después, en junio de 2011. En medio de las protestas estudiantiles y del estallido social, el Jefe de Estado optó por reforzar su equipo con figuras con mayor trayectoria que le dieran peso al gobierno. Fue la llamada “salida de los técnicos” y la entrada de figuras como Chadwick y Pablo Longueira, quien dejó el Senado para asumir Economía. También la caída de Hinzpeter como el ministro más fuerte del comité político.

Von Baer tomó entonces una decisión clave que determinó su futuro: después de salir debilitada del gobierno, donde fue reemplazada por un panzer como Chadwick, aceptó ocupar el puesto de Longueira en la Cámara Alta, un espacio todavía menos protegido que La Moneda a la hora de poner en práctica la destreza política. No solamente le costó un conflicto complejo con el entonces diputado de la UDI Iván Moreira, quien también aspiraba a llenar ese cupo en el Congreso, sino que no pasó mucho tiempo para que su representatividad fuera cuestionada. En un programa Tolerancia Cero de noviembre de 2011, la entonces dirigente estudiantil comunista Camila Vallejo, se refirió en su cara a Von Baer como “la designada” y ese mote la persiguió por mucho tiempo.

En su primera etapa en el Senado la periodista se transformó en una defensora de la doctrina, como había sido el mandato de los próceres de la UDI que le dieron sus primeras oportunidades en política. En ese papel, nuevamente, tuvo que enfrentar episodios que le valieron una fuerte arremetida de sus adversarios y de parte de la ciudadanía, como cuando en marzo de 2012 defendió su postura antiaborto señalando que las mujeres “prestan el cuerpo” para albergar la vida del que está por nacer.

Dicen que no tiene tacto en el lenguaje y que es de líneas bastante gruesas, quizá porque su disco duro está formateado en alemán. En su casa familiar se hablaba ese idioma —ella también lo habla con sus hijos— y a la senadora Von Baer en muchas ocasiones le cuesta entender las sutilezas y el doble sentido local: tiene otro humor. En parte por eso algunos explican que, luego de reaparecer a mediados de enero después de su semana de retiro en el sur de Chile, haya señalado en la comisión de Educación del Senado que el plazo para las indicaciones “vale callampa”. Probablemente, señalan en su círculo, no entiende del todo el significado que vulgarmente en Chile se le atribuye a la palabra callampa.

Pero como fuere, en 2013 logró ser elegida por primera vez senadora por la UDI, con el 22.7 por ciento de los votos y con un compañero de lista bastante débil. Con ese triunfo el fantasma de la designación pareció difuminarse y Ena, que poco a poco intentaba aprender en los pasillos del Congreso y de la UDI el arte de la política que le era tan ajeno, parecía dispuesta a emprender una etapa con mayor legitimidad desde trincheras como la educación. Pero el Caso Penta, sin embargo, le arruinó los planes.

El pasado jueves 22 de enero, cuando la Cámara Alta despachó el emblemático proyecto de ley que elimina el lucro, la selección y el copago, Von Baer comentó estar bastante cansada. Hacía casi dos semanas que no veía a sus hijos de 10 y 8 años, instalados en Valdivia, su circunscripción. Al observarla parecía inevitable preguntarse si, en el fuero interno, alguna vez se habrá arrepentido de haber dejado la academia por un ambiente de pistoleros bravos donde ella juega con poca habilidad. Su futuro político, en cualquier caso, dependerá en buena medida de la investigación de la Fiscalía.

Fuente: Caras

RELATED ARTICLES

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- Advertisment -

Most Popular