Como una epidemia se extiende hoy el último grito entre los artilugios de la tecnología digital para jugar a la captura de dichas criaturas con la nariz pegada a móviles inteligentes, lo que ya le ha reportado crecientes ganancias millonarias a las firmas involucradas, al mismo tiempo que causando trastornos en la vida social e inclusive amenazas a la integridad humana.
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En distintas ciudades de los países, principalmente desarrollados donde gana terreno el juego se reportan incidentes como la invasión en Estados Unidos de propiedades privadas, o zonas cerradas al público, o decenas de personas que corrían al parque central de Nueva York, abandonando sus vehículos en la carretera y sin mirar atrás.
Autoridades pertinentes en algunas urbes se vieron precisados a tomar medidas en hospitales y museos, porque los febriles fanáticos, no solo adolescentes, transgreden obsesionados tales espacios. Y peor aún cruzan las calles sin precauciones, mientras delincuentes se aprovechan para desvalijarlos, o atacan niños que abandonan casas en la madrugada tras los dictados de Pokemon Go.
También se señala colapsos en los servideros y una zafra colateral de hackers, que invaden cuentas, dada la extrema exposición a que se someten los fascinados por escapar del mundo real.
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Virtual droga lúdica, la aplicación se presenta visiblemente como otro suculento negocio que margina a sus víctimas de las preocupaciones de los agudos y lacerantes problemas de la humanidad, y los pone a viajar por la nube en todos sus sentidos y extensión de la palabra.
Los expertos tienen la palabra.