por Pablo Flamm.
Cada 5 de junio, es motivo de recuerdo. Por primera vez y después de los intentos de Colo Colo 73, Unión Española 75 y Cobreloa 81 y 82, la Copa Libertadores logró quedarse en las vitrinas del fútbol chileno.
Una noche de emociones y liberaciones, de la que ya se cumplieron 29 años, un logro que después pudo ser nuevamente conquistado por otro equipo nacional, cuando en 1993 Universidad Católica se vio doblegada ante el todopoderoso Sao Paulo de Telé Santana.
De ahí en adelante, hubo intentos por llegar a la máxima final del certamen continental con «La U» en 1996 y esa “historiada” llave ante River Plate que a la postre sería el monarca, Colo Colo 97 cayendo ante su bestia negra como era Cruzeiro en semifinales, otra vez la U. de Chile conducida por Jorge Sampaoli en el 2012, que quedó en semifinales cediendo la mano ante Boca Juniors o el cuadro albo, que en el 2018 pudo llegar hasta cuartos de final.
Pero volviendo a esa noche del 5 de junio en el Monumental, era la gran oportunidad para que los albos pudieran inscribir su nombre en esa tan esquiva Copa Libertadores. La historia del partido como tal y los incidentes se saben de memoria, pero tal vez uno de los detalles más sabrosos los aportó Marcelo Oyarzún, quien era el preparador físico, con tan solo 29 años dirigiendo a un plantel de estrellas y jugadores de calibre. Lo habitual en los momentos previos a una final de tamaña trascendencia y magnitud, es arengar, provocar y lograr que los deportistas suban sus grados de adrenalina para entrar a la batalla final.
Oyarzún hizo todo lo contrario. Les pidió a los futbolistas que se acostaran en el suelo, apagó las luces del camarín y los invitó a un viaje de visualización, restando tan solo una hora para el inicio del juego. Parecería que esa técnica podría aplacar y bajar ese fuego interno que los jugadores llevan previo a un desenlace con la historia. Hoy 29 años después, ese quiebre marcó un viaje sin retorno…El viaje a la gloria de los hombres de Mirko.
Sin embargo, ese momento entrega también una radiografía gris y pesimista de lo que significa para los equipos chilenos el soñar con volver a ser protagonistas en una Copa Libertadores. En base a los datos objetivos, ya está dicho; Colo Colo de Tito Tapia no tuvo la categoría y capacidad de superar a un Palmeiras normal, siendo la última escuadra nacional en encumbrarse lo más arriba posible de la Libertadores.
Miremos las estadísticas que son lapidarias, muy diferentes a las de la década de los 90 donde los equipos chilenos lograron un título continental, un subcampeonato y dos semifinales. Claro, eran planteles estelares donde habían además de seleccionados chilenos, jugadores extranjeros de renombre y que marcaban diferencias. Eran verdaderos refuerzos: Acosta, Gorosito, Vásquez, Rodríguez, Espina, Emerson, etc.
La siguiente década trajo consigo una realidad dura y fuerte. Quebraron dos de los equipos más grandes de Chile y los planteles se despotenciaron. Se abandonó de manera fuerte la inversión en cadetes y, además, comenzaron a llegar jugadores extranjeros de dudosa capacidad.
El “negocio” se hacía por todos lados menos en la cancha. Y por ello, creo que pasará mucho tiempo antes que un equipo chileno vuelva a tomar vuelo y pelear palmo a palmo con los monstruos de Brasil y Argentina.
Partiendo por los recursos y planteles que tienen hoy los grandes del lado Atlántico del continente. Por el lado barsileños, nada que hacer con Flamengo, Corinthians, Palmeiras, Inter y Gremio.
En Argentina, River Plate y Boca Juniors tienen presupuestos cuatro o cinco veces superiores a los “grandes” de Chile y, también siempre están presentes Racing, Independiente, San Lorenzo y alguno más.
Y hay que sumar a los colombianos Atlético Nacional, América de Cali, Millonarios y Junior de Barranquilla,
En Paraguay Cerro Porteño, Olimpia y Libertad.
Por Ecuador están LDU, Emelec, Barcelona e Independiente del Valle.
Si nos vamos a Perú, los tradicionales Alianza Lima, Sporting Cristal y Universitario.
Por colocar un ejemplo, un equipo chileno se “potencia” para Libertadores con algo cercano a los 2,5 millones de dólares.
Flamengo -último campeón- invirtió más de 60 millones de dólares. Pero claro, el dinero no garantiza el éxito en el fútbol, pero sí lo acerca, por que puedes llegar a tener a los mejores jugadores.
Siempre habrá una excepción o un plantel “modesto” que pueda dar la gran sorpresa, pero eso pasa muy de vez en cuando.
Desde el 2000 hasta ahora, así se reparten los títulos: siete para Brasil y Argentina, dos para Colombia, uno para Ecuador y para Paraguay.
Números lapidarios.
Por eso la noche del 5 de junio es valiosa: nos lleva a un oasis de sensaciones que se podía, pero también nos recuerda lo lejos que estamos de volver a vivirla.
Fuente: El Mostrador