sábado, mayo 4, 2024
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Es Posible Combatir a la Derecha y Decir Adiós al Lulismo

No. Este no es un texto que tenga la intención de arrimar el agua al molino de la derecha brasileña que intenta, con el apoyo de los medios de comunicación burgueses, hacer fracasar totalmente cualquier perspectiva de transformación social de izquierda.

La intención principal de este texto es dialogar con quien, como yo, ha quedado impactado con la presencia de la Policía Federal en la puerta de la casa de uno de los más grandes líderes populares que la izquierda brasileña ha generado en los últimos decenios. El viernes, 4 de marzo, Lula/1 declaró en el marco de una investigación sobre supuestas relaciones de promiscuidad entre el presidente y grandes empresas.

Según todas las opiniones, el arresto de Lula no era necesario. Sería un abuso más contra un ciudadano brasileño como se cometen todos los días por parte de las autoridades y del Estado. Y los grandes medios de comunicación han cargado las tintas con la cobertura, usando y abusando del suceso para desacreditar a Lula. Frente al silencio observado por esos medios de comunicación ante otras sospechas de corrupción de los tucanos (miembros del Partido de la Socialdemocracia Brasileña, PSDB.NT), de los pemedebistas (miembros del Partido del Movimiento Democrático Brasileño.PMDB.NT) y de representantes de la derecha tradicional, hay motivo para tener un sabor amargo hoy. Sería justo recordar el elevado número de aliados de Lula y del PT y de opositores de derecha al gobierno de Dilma que se pasean impunes por Brasilia (la capital gubernamental de Brasil).

Hay muchas preguntas que hacerse en la actual coyuntura. Hay muchos intereses, muchos personajes y muchas sospechas que tenemos que examinar con honestidad frente a tal situación. Por ahora, es prudente reflexionar al menos sobre lo que no debemos hacer o decir no importa dónde. Y, sobre todo, no perder nunca de vista que nuestras opiniones deben estar guiadas por lo que creemos que es lo mejor para lograr construir una consciencia política y un proyecto a favor de los sectores populares más explotados y oprimidos de la sociedad.

¿“Adios, Lula”?

La película alemana “Good bye, Lenin”(que se podría muy bien llamar,“Good bye, Stalin”), lejos de intentar salvar la herencia histórica de lo que fue el “socialismo real” (que de socialismo no tenía nada) nos aporta una reflexión sobre un pasado y un presente enfangados en las contradicciones y la falta de perspectivas. En la película, una tal señora Kerner entra en coma un poco antes de la caída del Muro de Berlín. Se despierta en 1990, después de la caída del Muro. Su hijo Alexander, preocupado por las consecuencias que la noticia del triunfo del capitalismo podrían tener en la salud de su madre, busca la forma de esconderle esta realidad, principalmente a través de vídeos que simulan el Berlín anterior a la caída del Muro.

Lula no tiene nada que ver con Lenin, no más que el “socialismo real” se parece a los proyectos de los gobiernos petistas. El paralelo que pretendo establecer entre esta película y la actual situación brasileña solo se refiere a las personas que parecen vivir en una habitación de hospital y siguen creyendo que viven en una realidad pasada ya. Es chocante ver la cantidad de personas que, en lugar de aceptar las contradicciones de dos realidades, pasado y presente, de salir del coma y moverse, prefieren intentar convencerse de que viven una realidad diferente a la que objetivamente están viviendo.

Como incluso lo sugieren los libros de desarrollo personal, el primer paso hacia cualquier superación es reconocer nuestros propios fracasos. No existe un gran debate en la izquierda sobre el impacto de la caída del Muro de Berlín desde el punto de vista de quienes no defienden ni el “socialismo real” ni el capitalismo. No quiero entrar en esta polémica. Pero lo que es evidente es que el Muro cayó sobre la izquierda socialista anti-Stalin.

En Brasil, es posible que el mundo del lulismo esté derrumbándose. Y existen las reacciones más variadas ante este hecho: hay quien busca creer que el muro no se está cayendo, quien corre para repararlo, quien defiende una tapia incapaz de establecer ninguna división entre los “dos mundos” y quien reconoce que el muro le ha caído encima de la cabeza, quiere reflexionar sobre la forma de salir de los escombros para construir un mundo nuevo y muy diferente de los dos mundos que, en la metáfora utilizada, estaban supuestamente separados.

La agudización de la polarización que ha dividido al país gira alrededor de la disputa entre dos realidades desastrosas. Por un lado, están los defensores del lulismo y del otro, los defensores de las perspectivas aún más conservadoras para Brasil. Las dos son catastróficas. Las dos son el resultado de un muro que nos ha caído encima.

Ni la derecha ni el lulismo

Las razones que permiten afirmar que ni la dirección indicada por la derecha tradicional ni el rescate del lulismo deben movilizarnos son de alguna forma semejantes. Sabemos, considerando toda la historia del país, que tanto la burguesía como sus representantes en los partidos políticos y el capitalismo (considerado como un todo) no promueven nada que vaya más allá de una sociedad de muerte, de explotación, de opresión, de desigualdad y de miseria. No merece la pena perder el tiempo buscando argumentos contra esta hipótesis.

Al contrario, lo que sí vale la pena es debatir por qué no debemos defender el lulismo (aunque se debe denunciar las ilegalidades y el espectáculo mediático montado alrededor del dirigente Lula).

La opción del ala mayoritaria del PT a lo largo de los años, fue la construcción de un proyecto de conciliación de clases con esta burguesía nefasta que tenemos en Brasil, proyecto que triunfó con la elección de Lula en 2002. El líder obrero gobernó entonces a favor de las antiguas y nuevas élites durante ocho años, seguido por su sucesora Dilma que logró formar gobiernos aún más a la derecha y que hoy se ha rendido a una política estrictamente neoliberal.

No es mi papel en este momento “rascar” para saber si Lula se ha beneficiado individualmente de una u otra corrupción. Pero la realidad evidente que vivimos nos indica que la opción de llegar al poder y gobernar con las élites empresariales y las viejas oligarquías ha pasado necesariamente por relaciones de promiscuidad entre el petismo y la burguesía. Y, a pesar de las apariencias, nada nuevo hay en esto. El capitalismo funciona así, y punto.

Defender el rescate del lulismo hoy se convierte en defender una paz con la burguesía corrupta que no tiene, al contrario de lo que han creído muchos petistas, un proyecto nacional de sociedad que pueda realizar cambios de civilización profundos en alianza con la clase obrera. Algunos incluso creyeron que esta burguesía podría defender causas antiimperialistas, antimonopolisticas y antilatifundistas para realizar reformas estructurales que podrían servir para iniciar procesos de transformación más profundos. Se equivocaron.

El lulismo es el símbolo más fuerte de la conciliación de clases. Conciliación, en este caso, significa necesariamente traición de clase. Y es por ese motivo que Lula fue aceptado por el capitalismo global. Aceptó, aplicó y convenció a las masas de que estas reglas de juego solo eran administrativas.

En espera del “golpe” y del giro a la izquierda

Desde la elección de 2002, la forma petista de militar está inspirada· por la lucha contra un “golpe” que estaría siendo fomentado contra sus gobiernos. Se nos decía que incluso no le dejarían asumir la presidencia tras su la elección. Después, con las denuncias ligadas al escándalo del mensalão (dinero repartido entre diputados para obtener mayoría en las dos cámaras), la “militancia” petista se movilizó, de nuevo, contra el “golpe mediático”. Y repitieron esta tesis de forma repetida, varias veces a lo largo de los gobiernos de Lula y Dilma (incluso durante las manifestaciones de junio de 2013). Esperan hasta hoy ese famoso giro a la izquierda de los gobiernos petistas.

El problema es reconocer que es Lula, y principalmente él, quien ha conseguido hacer caer el muro sobre nuestras cabezas. Antes de la victoria de 2002, Lula y el PT estaban ya aliados con una parte de la burguesía, incluso con la familia Marinho, que ayudó a escribir la Carta al pueblo brasileño. Para defenderse en el marco del mensalão, Lula nombró ministros y dio muchos recursos materiales a la cadena de televisión dominante Rede Globo (propiedad de la familia Marinho.NT)

Y las negociaciones tanto con los medios de comunicación burgueses como con otros sectores de las élites (las grandes empresas, el agronegocio y los bancos), fueron los pilares fundamentales del proyecto petista. Estas élites han ganado mucho dinero con las políticas gubernamentales más importantes.

Por esta razón, la Operación Lava Jato (operación desencadenada en 2014 por la Policía Federal y aún en curso contra el lavado de dinero que involucra a numerosos políticos y grandes empresas entre las que se encuentra Petrobras, la petrolera pública. NT) hizo tanto daño a los defensores de este proyecto (petista). Quebranta el pacto entre las fuerzas construidas en el vientre del petismo y las grandes empresas que han sacado beneficio del lulismo.

Este desequilibrio entre el gobierno petista y las grandes empresas también se ha producido como consecuencia de haberse fragilizado la alianza con las viejas oligarquías. La derecha brasileña ocupó las calles y el escenario de la crisis económica, social, política y medioambiental convierte la coyuntura en más preocupante aún.

Los medios de comunicación burgueses y la élite brasileña son “golpistas”. Siempre lo han sido. Pero esto no significa que debamos eximir de su responsabilidad a quienes se han aliado con ellos, a quienes han vendido la ilusión de que podríamos tenerlos como aliados, a quienes han negociado con ellos, con aquellos que han gobernado a su favor.

La reacción más despolitizada y más perjudicial posible para quien se considere socialista es seguir creyendo en un mundo que se ha derrumbado. El proyecto petista está agonizando. Es lamentable ver el nivel de debate al que se limita una parte de su acción militante. Lo que cuenta hoy, y nada más, es exigir una investigación también sobre las corrupciones de la derecha.
Cuando oyen Guarujá (una ciudad del Estado de Sao Paulo), responden Paraty (una ciudad del Estado de Rio de Janeiro) como símbolos de la corrupción de izquierda y de derechas. Me temo mucho que un día, como signo de reedición a las presiones de la derecha tradicional, se haga suyo el eslogan “roba pero actúa” de un Maluf para defender su proyecto (Paulo Maluf fue gobernador del Estado de São Paulo entre 1979 y 1982).

No defiendo para nada los delitos cometidos contra la izquierda por la dirección del PT, por Lula, por Dilma: es un intento de homicidio contra la esperanza, contra un número sin fin de personas pertenecientes a la clase obrera que va al encuentro de la construcción de una sociedad socialista. Para los defensores de gobierno, hace tiempo que el miedo al “golpe” venció la esperanza.

No sabemos si Lula será capaz de levantar su proyecto. Pero sabemos que la construcción de un proceso revolucionrio para Brasil pasa necesariamente por un adiós a Lula, al lulismo y al PT. Quien quiera vivir bajo respiración asistida en una cama de hospital creyendo en la viejas novedades del lulismo puede acabar faltando al nacimiento de un nuevo mundo que ya está en gestación

Fuente: Al Encontre

Notas:

1/ La Policía Federal brasileña registró el domicilio del expresidente Luiz Inacio Lula da Silva, en Sao Paulo. Lula ha sido presidente de Brasil de 2003 a 2010. El Instituto Lula, una estructura dirigida por él mismo, ha declarado que el expresidente había sido interrogado en el marco de una investigación sobre el escándalo de corrupción de Petrobras. Dilma Rousseff, actual presidenta, ha declarado, después de la comparecencia de Lula: « Informo de mi total desacuerdo con que el expresidente de la República, que ha comparecido voluntariamente en varias ocasiones para ser interrogado por las autoridades competentes, sea ahora sometido a una detención inútil para un interrogatorio”.

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