La cumbre de Singapur, histórica en tanto la primera de un presidente de EE UU y un líder norcoreano, cumplió las expectativas que se le pedían.
Ambos líderes se estrecharon la mano, conversaron durante cuatro horas y firmaron una declaración conjunta, altisonante en sus aspiraciones y mínima en detalles. Pero los dos se iban satisfechos y con sus objetivos personales cumplidos.
Donald Trump logra interpretar el papel de líder mundial en el que fracasó estrepitosamente durante la cumbre del G7 en Canadá. Kim Jong-un da un gran paso adelante para ser aceptado como un dirigente legítimo en la comunidad internacional.
Y se inicia un proceso de negociación que queda ahora en manos de técnicos y diplomáticos para llegar, quizá, algún día, a la desnuclearización de Corea del Norte.
Al mostrar una actitud amistosa hacia el presidente estadounidense delante de las cámaras, Kim ya puede anotarse una victoria, especialmente si Trump cumple su promesa y realmente invita al líder norcoreano a la Casa Blanca, señaló el canal estadounidense CNN.
El presentador de la cadena, Chris Cuomo, citó a Donald Trump quien afirmó haber descubierto que «Kim es un hombre muy talentoso que ama mucho a su país».
«Parece que el presidente de EEUU ha mostrado aquí un sentimentalismo raro», comentó el periodista.
La corresponsal del canal, Christiane Amanpour, por su parte, observó que lo que ha mostrado el mandatario estadounidense es su flexibilidad.
«El presidente de Estados Unidos puede ser tanto ‘bully’ como un lindo gatito. Independientemente de sus intenciones políticas o relaciones personales, puede actuar en ambas calidades».
Para la periodista, «es obvio que Trump está halagando a Kim Jong-un, al igual que lo hacen otros».
Al mismo tiempo, Amanpour subrayó que es su primera reunión y la tarea ha sido evaluarse el uno al otro.
«Es un intento de establecer una especie de relación personal, puesto que las relaciones entre los dos países se han empantanado en una desconfianza mutua y distintas sospechas durante los últimos 70 años», señaló.
Amanpour agregó que el mandatario de EEUU tiene mucha más experiencia en este ámbito a diferencia de Kim que, según la periodista, «seguía el ejemplo de Trump: muchas sonrisas e inclinaciones de cabeza, caminaba al lado y se detenía delante de las cámaras».
Acuerdo difuso
El comunicado, de cuatro puntos, expresa el compromiso de Corea del Norte a la “completa desnuclearización de la península coreana”. Estados Unidos aportará garantías de seguridad al régimen de Kim. Pyongyang entregará restos de antiguos prisioneros de guerra y desaparecidos en combate. Los dos colaborarán para establecer un “régimen de paz duradero y estable”, esto es, para la firma en el futuro de un acuerdo que ponga fin formal a la guerra de Corea (1950-1953) que Trump espera “pronto”.
No hay —ni lo esperaban la mayoría de los analistas— ninguna medida concreta para ello. Ningún calendario. Ninguna hoja de ruta. Esos detalles (“nimios”, le faltó decir) les corresponderá irlos negociando, en conversaciones que se anticipan largas, al secretario de Estado, Mike Pompeo, y a los altos funcionarios norcoreanos.
El jefe de la diplomacia estadounidense viajará a Seúl este miércoles para reunirse con el presidente surcoreano, Moon Jae-in, y «en cuanto sea posible» mantendrá la primera ronda de diálogo postcumbre con representantes de Pyongyang.
Trump ha insistido en que se mantiene el objetivo final de una desnuclearización completa, verificable e irreversible. Las sanciones, dijo, se mantendrán mientras Corea del Norte mantenga sus armas.
Puede ser. Pero el cumplimiento de esas sanciones es otra cosa, y no está en manos de Trump. Recae, sobre todo, en China, cuya sombra ha estado muy presente en esta cumbre: ha sido todo un símbolo que Kim llegara, y se fuera, en un avión de ese país. Y China, en el punto de mira de un Trump encaminado a una guerra comercial, no tiene ya interés en aplicarlas de modo estricto.