Quiero comenzar indicando que lo que viene a continuación está dentro de un contexto y tiene relación sólo con ese grupo de gente que hoy se siente muy nacionalista y que disfraza su egoísmo de “patriotismo” y que le gusta reflejar sus frustraciones en el otro. El chileno chauvinista, clasista, racista. Aquellos que hablan de patriotismo.
De qué patriotismo me hablan aquellos que prefieren vacacionar fuera del país porque es más “cool” que hacerlo en Chile. Los que prefieren sushi a una cazuela, los que prefieren bailar reggaetón y no cueca para el 18 de septiembre porque les da vergüenza, o peor aún, no saben bailarla. Aquellos que sienten vergüenza de su apellido mapuche y que cuando tienen hijos les ponen nombres como Brallan, Bairon o Leidi. Los que confían más en un doctor de apellido extranjero a uno de apellido Muñoz.
Ahora levantan la voz haciéndose los valientes y los patriotas, pero cuando se vendieron tierras con gente incluida en el sur de nuestro país a un gringo de apellido Tompkins, nadie dijo nada. Cuando continúan llegando extranjeros con fines de seguir colonizando lo que queda del sur de nuestro país, cuando los extranjeros se llevan más del 50% de nuestro cobre, son dueños de la electricidad, el agua y las compañías telefónicas ¿Por qué no alzaron la voz?
No dijeron nada cuando se aprobó la ley de pesca que sólo beneficia a los empresarios ¿por qué ahora? Y todo el espectro político que de seguro deben sentirse muy orgullosos por su labor. Porque claro, para defendernos de nuestros vecinos son capaces de dejar las diferencias de lado, no así para hacer leyes en beneficio del pueblo. Precisamente, esta clase política es la que se encarga de hacer programas especiales para que todos puedan aprender inglés, pero ni hablar de poner en la malla curricular clases de mapudungún o de algo para hacer que amemos nuestras raíces, eso ni pensarlo.
Me gustaría ver la misma preocupación por parte del Estado en regiones como Magallanes, Aysén o incluso en la Isla de Pascua. Estos últimos hace rato que ya no se sienten chilenos porque están simplemente olvidados por las autoridades. Pero en Chile importa la pinta y la plata. Acá se le tiene mala al peruano, pero nunca hay motivos, siempre es “porque sí, porque me caen mal” o “porque nos vienen a quitar la pega”. Y si voy más lejos, comentarios como “porque son feos, porque son negros y hediondos” esos son los “argumentos” a la hora de hablar del peruano o boliviano.
Estoy seguro que si nuestros vecinos fueran rubios de ojos claros no existiría la actitud que hoy y siempre se ha tenido con los hermanos del norte: Perú y Bolivia. El chileno discrimina y es racista. No ocurre lo mismo con el argentino, a cuántos he escuchado decir “yo odio a los argentinos, me caen mal”, pero es una mentira, porque en Chile al argentino se le trata bien, se le idolatra y se le imita en lo que más se puede ¿Por qué darles un trato diferente a ellos?
Y después del fallo uno de los más patéticos espectáculos que la televisión nos ha brindado: un par de neonazis chilenos golpeando a otro chileno por pensar diferente y otros en Arica lanzando piedras ¿De qué estamos hablando? Simplemente absurdo. Mención aparte aquellos que dicen “y todos los soldados que murieron lo hicieron en vano”. Otros que suben el escudo nacional e incluso la imagen del dictador indicando “en mis tiempos esto no habría pasado”. Sin comentarios.
Los medios también han hecho su labor porque más que informar, ayudan a incrementar esta falsa sensación de patriotismo, exacerbando titulares y dando una cobertura que ya la quisiera ver en temas realmente importantes y que afectan la vida de todos los chilenos. Finalmente, lejos estamos de ser un país desarrollado mientras sigamos pensando como hace siglos atrás. Si no reformulamos nuestra forma de vivir y pensar. Si no dejamos de ver al otro como un enemigo y reconozcamos en él a un ser humano con derechos igual que nosotros, como a un hermano.
Me quedo con todos aquellos chilenos y peruanos que buscan hermandad y que no tienen fronteras mentales, menos territoriales. Mientras, seguiremos viendo como espectadores que desde Europa nos vengan a solucionar los problemas que tenemos en América, como dos niños que no saben comportarse. Porque quienes lideran nuestros países no tienen la inteligencia suficiente para solucionar los problemas con altura de mira. Simplemente, lo peor de lo nuestro.