viernes, noviembre 22, 2024
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Entre Charlie Hebdo y Kenia: Mares de Falsedad

Dos atentados que ejemplifican a la perfección el descaro de humanidad que somos.  Es que ya ni a doble moral llegamos. Perdimos los escrúpulos. Para cuando fue el atentado a la revista francesa Charlie Hebdo,  miles se pronunciaron en todos los medios habidos y por haber, las redes sociales hervían, medio mundo dijo: ¡yo soy Charlie! Mientras que unos oraban, otros demostraban su apoyo a la mejor manera clasemediera: cambiando sus fotografías de perfil en las redes sociales y colocando una alusiva al atentado.

 

Multitudes del gremio periodístico dijeron: ¡yo soy Charlie!  Miles y miles de artículos se escribieron, artistas denunciaron el atentado. Con lo cual estoy absolutamente de acuerdo. Mi pregunta es, si esas multitudes de periodistas y de artistas y de hijos de vecinas  se pronunciaron tan dolidos por lo acontecido en Charlie Hebdo, ¿por qué guardan silencio y se hacen los desentendidos respecto a la masacre en  Kenia?

¿Qué tiene Charlie Hebdo que no tenga la Universidad de Garissa? ¿Es que acaso unas vidas son más importantes que otras? ¿Qué papel juega el racismo en esto? ¿En dónde está ese periodismo ético y humano que guarda silencio ante semejante atentado? ¿Por qué aquellos que dijeron yo soy Charlie, no se sienten Kenia?

Por qué ese periodismo serio y comprometido que apoyó la marcha de la hipocresía en Francia, no se ha pronunciado ante la Acción Ejecutiva de Obama en donde acusa a Venezuela de ser un peligro para la seguridad estadounidense. ¿No es Venezuela un país digno acaso? ¿Qué tiene Francia que no tenga Venezuela? ¿O aquí  la movida es la de defender intereses capitalistas a costa de nuestra propia ética?

¿Por qué esos miles de periodistas alrededor del mundo que llenaron sus columnas de opinión en idolatrías a “San Obama” por su mofa de Acción Ejecutiva que beneficiaría a una minoría de migrantes en Estados Unidos, no se pronuncia hoy que estratégicamente fue cancelada?  ¿Por qué no dicen ni pío con el Plan Frontera Sur y el Maya-Chortí que criminaliza a los migrantes en tránsito? ¿Es que acaso no vale la vida de un migrante indocumentado?

¿Por qué ese exclusivo gremio periodístico que hace gala de sus títulos y de su intelectualidad aún sigue guardando silencio y solapa  el horror que se vive en Siria? ¿Por qué no  le cuentan al mundo de la loable labor de los médicos cubanos atacando el ébola en África? ¿Cuál es el resquemor que le tienen a Cuba?

¿Por qué ese periodismo respetable no denuncia ante el   mundo lo que acontece con la comunidad afro descendiente en Estados Unidos, la forma en que la autoridad del Ku Klux Klan asesina y tortura a cualquier negro por el delito de ser negro? ¿Por qué en tema de Derechos Humanos no se cuestiona a Obama la forma en que disimula y tolera este tipo de agresiones?

¿En qué momento dejamos de ser humanos para convertirnos en piltrafas, en marionetas del despotismo? ¿Por qué el mundo llora a Charlie Hebdo pero no  las masacres de  migrantes en tránsito,  esa migración forzada de África a Europa y de Centroamérica a Estados Unidos?  

¿Por qué nos duele tanto el Holocausto pero no los feminicidios ni la trata de niñas para explotación sexual, tortura y tráfico de órganos? ¿Acaso seguimos siendo las mujeres invisibles a los Derechos Humanos? ¿Por qué el secuestro de 85 niñas en Nigeria les viene del norte a la mayoría de seres “consecuentes” con la vida?

¿Por qué la sociedad se pone de cabeza para averiguar de qué color es un vestido, pero ni se mosquea con los miles de niños que mueren de hambruna alrededor del mundo?  

¿En dónde está nuestro amor como humanidad? ¿A qué vertedero tiramos la conciencia? ¿Por cuánto vendimos nuestra dignidad? ¿Nuestro derecho a dudar? ¿Qué es lo que estamos esperando, qué nos toque de cerca? ¿Qué nos vuelva a tocar de cerca? ¿O es que acaso somos tan soñadores para jurar que eso nunca nos sucederá a nosotros?

Y si así fuera, el dolor de otro ser humano debe ser también el nuestro.

De Charlie Hebdo hasta Kenia, existen mares de aguas negras.  Decimos, yo soy Charlie, pero no queremos ser los niños que viven buscando comida en los vertederos en nuestros países.  No queremos ser el campesino que defiende la tierra de la amenaza capitalista. No somos el defensor de Derechos Humanos que arriesga su vida todos los días a todas horas. No somos la niña que es abusada constantemente y tampoco somos las adolescentes embarazadas a causa…

Claro, pero sí somos Charlie. Nuestra dignidad está con Charlie. ¿Por qué no está con los adultos mayores que mueren de hambre  y de frío en las calles de nuestros países? ¿Por qué no somos el docente que es reprimido por el gobierno cuando exige sus derechos? ¿Por qué no somos la mujer a la que la iglesia y el estado le niega su derecho legítimo al aborto?

En lo dicho: de Charlie Hebdo hasta Kenia hay mares de aguas negras. Esos desagües somos cada uno de nosotros. Esa es nuestra contribución a la sociedad. ¿Qué tal si en lugar de deforestar o ser espectadores de la deforestación que hacen otros, actuamos y forestamos? Todo es rescatable si es el amor, la conciencia y la justicia los que nos mueven a hacerlo.

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