No es absoluto casual que la revista Qué Pasa, propiedad de COPESA, integrante del duopolio de la prensa chilena, haya sido la que detonó el caso Caval, con las declaraciones de un desacreditado Sergio Bustos, hoy procesado por violaciones a los derechos humanos, y la que ahora publicó las filtraciones sin verificación del no menos oscuro Juan Díaz, tenebroso operador de la UDI. El objetivo es el mismo: desacreditar a la Presidenta para obstruir el proceso de reformas políticas en que está empeñado su Gobierno. Desde el primer día, este medio ha denunciado dicha campaña. Para verdades, el tiempo.
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Adviértase que jamás hemos dicho que no haya irregularidades en el caso Caval. Pero esas han sido, justamente, las que los medios han callado.
Es lamentable tener que reconocer que la campaña ha sido exitosa: a pesar de no tener ninguna relación con el caso, como no sea el parentesco con su nuera, la Presidenta va a pasar a la historia con el estigma de Caval.
También viene alcaso afirmar que tampoco hay nada de sorprendente en la credulidad de la gente ante este tipo de campañas.
Los mismos que las hacen hoy fueron los que las hicieron en el tiempo del Gobierno de la Unidad, y con la misma finalidad: debilitar las reformas estructurales en que estaba empeñado ese gobierno, y de paso incitar la sedición de los militares.
Todavía hoy hay quienes creen que el desabastecimiento fue obra de los desaciertos del Gobierno de Allende, que Estados Unidos no tuvo nada que ver en la conspiración y que había un Ejército de diez mil extremistas extranjeros.