B.B. King, que ha muerto a los 89 años, fue el músico de blues con más éxito de todos los tiempos. Creció en la pobreza en el Mississippi rural, donde templó su guitarra y su voz en medio de la segregación racial hasta alcanzar fama mundial. Sus continuas giras le hicieron sinónimo de blues, pero su influencia se extendía mucho más allá del género.
Obtuvo 15 Grammys de blues, más que cualquier otro artista de blues, así como un premio a su trayectoria. King, cuyo éxito más conocido fue «The Thrill is Gone», dijo una vez: «No tocamos rock and roll, el blues es nuestra música, directa desde el delta». Sin embargo, en 1987 fue incluido en el Salón de la Fama del Rock and Roll.
En su mejor momento, King fustigó multitudes hasta alcanzar el éxtasis; su música era un alivio para quienes vivían con el sudor de su frente. Esos salones de baile y esos bares ya no existen, pero la energía de King se mantuvo, empapando su blues con angustia y alegría. Hacia el final, le gustaba recordar el pasado en el escenario, como si hablara su propia leyenda. Pero una vez que la banda comenzaba a tocar con el látigo chillón de su metal, los poderes curativos del “rhythm and blues” de King lo llenaban todo.
Nació Riley B. King el 16 de septiembre de 1925 en el seno de una familia de aparceros del delta, cerca de Indianola. El joven King cantó en un coro baptista, absorbió los gritos de los trabajadores del campo y se enamoró de los discos de blues de su tía abuela. Sus primeros instrumentos fueron hechos a mano – un alambre y un palo de escoba eran suficientes. A los 12 años, King consiguió su primera guitarra, aprendió a tocarla solo y trató de imitar a Blind Lemon Jefferson y Lonnie Johnson.
En su adolescencia, King fue tractorista, un trabajo que recordaba con cariño porque le permitía conocer a chicas cuando conducía de un lado a otro. Tocó la guitarra en el Famous St John’s Quartet, un grupo de gospel, y como era muy joven para poder entrar en los bares de Indianola se quedaba en la puerta, tratando de oir la música. Comenzó a tocar en la calle y aprendió que aunque el gospel era respetado, el blues era lo que daba dinero.
Cuando se licenció del ejército después de la Segunda Guerra Mundial, King hizo autostop hasta Memphis, donde vivía su primo Bukka White, también guitarrista de blues: «Mi universidad fue tocar todos los días en la calle Beale», dijo en radio PBS años después. Hacia 1948 hacia de DJ regularmente, como Sepia Swing, en la estación de radio negra WDIA. Fue en Memphis donde conoció a Count Basie, Louis Jordan y su principal influencia en la guitarra, T-Bone Walker.
Una noche King estaba tocando en el circuito de locales segregados a los que tenían acceso los músicos negros, el “Chitlin` Circuit”, cuando se produjo un incendio: dos hombres que se peleaban por una mujer habían volcado de una patada el cubo con queroseno que era la única iluminación de la sala de baile. Escapando a la carrera, King se olvidó su guitarra acústica de 30 dólares y volvió a buscarla. La pelea fue por una mujer llamada Lucille, y desde entonces bautizó así todas las guitarras que toco en su vida; el éxito le asoció para siempre con la marca Gibson.
King firmó contratos con las casas de discos RPM, Modern y Kent y en 1952 consiguió su primer número 1 en las listas de R & B, con una versión de «Three O’Clock Blues». Al que siguieron 25 canciones de éxito, incluyendo clásicos de repertorio que compuso como «Woke Up This Morning». Algunos fueron grabados en los estudios Sun, donde conoció a Elvis Presley. King recordaba en su autobiografía de 1996, Blues All Around Me, (dedicada a sus 15 hijos) que Presley «siempre me llamaba « señor ». Eso me gustaba».
King fue un melodista excepcional y un maestro de la luz y la sombra, que podía cambiar en un santiamén de entonar con dulce lirismo a rasgar con su voz la música. Duro, jacista y arraigado en el delta, King fue la figura dominante del “rhythm and blues” en la década de 1950, tocando más de 300 conciertos al año.
A mediados de la década de 1960, los gustos musicales de los jóvenes afroamericanos fueron cambiando a favor del soul; King fue abucheado cuando compartió cartel con artistas como Sam Cooke y Jackie Wilson. Pero después de que John Lennon dijese que le gustaría poder tocar la guitarra como BB King, su situación mejoró.
Eric Clapton fue su discípulo; los Rolling Stones le alabaron, comenzó a abrir sus conciertos. En 1968 tocó en San Francisco Fillmore West, y King recordaba una audiencia de «gente blanca de pelo largo. . . Me dije a mí mismo: ‘¡Oh, Dios!, ¿qué hago aquí? «
El nuevo manager de King, Sid Seidenberg, continuó elevando su fama y su apretado calendario de giras se hizo mundial. En 1970 «The Thrill is Gone» fue un gran éxito en todos lados. Consiguió nuevos fans y nuevos mercados con colaboraciones con músicos de rock blancos como Clapton y U2. King también prestó su nombre a la cadena de establecimientos BB King Blues Club and Grill.
Durante más de 30 años, King volvió a Indianola para el festival anual “King Homecoming”, dedicado a la memoria del asesinado activista de derechos civiles Medgar Evers. «Me hace sentirme bien poder hacer algo por los chicos, lo que no hicieron con nosotros cuando crecíamos», dijo. En junio de 2014, King tocó en la que anunció que sería su última aparición en Indianola.
(*) Saxofonista, director del Urban Jazz Collective y crítico de jazz.
Fuente: Sin Permiso