jueves, noviembre 21, 2024
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Capablanca vs Alekhine: los Mozart y Salieri del Ajedrez (I)

“El doctor Alekhine siempre juega bien. El título de campeón está en buenas manos” (Capablanca, tras perder el título)

Si alguien hojease un libro de historia y leyese lo que Capablanca y Alekhine solían decir uno acerca del otro, pensaría quizá que se respetaron y admiraron hasta la muerte. Los elogios mutuos nunca faltaron en las declaraciones públicas de ambos, ensalzando sobre todo las virtudes ajedrecísticas del rival.

Eran dos hombres elegantes: el cubano nació en una familia criolla de tradición militar y el ruso procedía de la aristocracia moscovita. Individuos refinados con los que no iba lo de menospreciarse públicamente delante de la prensa.

Pero lo cierto es que tras el campeonato de 1927 la relación entre ambos se fue deteriorando progresivamente hasta llegar a extremos de verdadero encono. Con los años se llegó a un punto en que no se dirigían la palabra ni siquiera para solicitar tablas en mitad de una partida, para lo cual recurrían a la intermediación del árbitro. Dos jugadores que habían sido cordiales colegas durante épocas pasadas.

¿Qué sucedió entre ellos?

Habría que empezar explicando cómo se organizaban los encuentros por el título mundial, porque en ello radica la clave de lo acontecido tras la inesperada derrota de Capablanca. Por entonces no existía un campeonato mundial reglamentado, y los “matches” por la corona se negociaban de forma parecida al boxeo.

El aspirante presentaba unas condiciones económicas al campeón, y si al campeón le convenían dichas condiciones y también se llegaba a un acuerdo sobre el formato del “match” (nº de puntos, sede, etc.), entonces aceptaba poner su corona en juego.

Esta forma arbitraria de negociar los mundiales podía conducir a que el campeón vigente terminase no enfrentándose a sus principales rivales, y aunque los ajedrecistas se consideraban gente honorable, no dejaban de ser humanos. Por ejemplo, ya narramos llo que sucedió cuando el alemán Emmanuel Lasker era todavía campeón pero ya estaba claro que Capablanca era el aspirante que lo podía destronar:

Lasker había tardado más de la cuenta en aceptar enfrentarse al cubano, lo cual retrasó unos años la llegada de Capablanca a la cumbre. El alemán sólo accedió en el momento en que el clamor de que el caribeño era el mejor jugador del mundo resultaba prácticamente unánime.

Para evitar que se repitiese este tipo de situación, cuando Capablanca ganó el título llegó a un acuerdo con los jugadores más importantes del momento. Convinieron algunas cláusulas para organizar los enfrentamientos. El campeón pondría el título en juego una vez al año, pero únicamente si el aspirante le ofrecía una bolsa de 10.000 dólares de la época.

De esa cantidad, el campeón recibiría un anticipo de 2.000 dólares, y el resto se repartiría después del match: un 60% para el vencedor, un 40% para quien hubiese perdido. Esas condiciones le aseguraban a Capablanca un mínimo de 5.200 dólares cuando aceptase jugar, aunque perdiese su título. Era una más que considerable cantidad para la época.

Como decimos, los demás maestros aceptaron estas nuevas reglas, pero en el ajedrez pre-profesional de los años 20 aquella cifra de 10.000 dólares era muy difícil de reunir. Durante mucho tiempo, ninguno de los principales rivales de Capablanca fue capaz de recaudar ese dinero.

Jugadores como Rubinstein, Nimzowitsch y el propio Alekhine desafiaron al cubano con las manos vacías en varias ocasiones, pero Capablanca se negó a jugar porque no tenían los 10.000 pactados.

De hecho, en siete años de reinado y siempre siguiendo las reglas acordadas, Capablanca no puso su corona en juego, hasta que finalmente Alekhine consiguió los 10.000 dólares que le permitieron derrotarlo en 1927.

Nada más obtener el título, Alexander Alekhine se mostró públicamente dispuesto a ofrecer una inmediata revancha a Capablanca, en idénticas condiciones, tal y como todo el mundo esperaba. Periodistas y aficionados contaban ansiosamente los meses para el nuevo encuentro y Capablanca estaba más que desesperado por jugar, por intentar recuperar la corona perdida.
Comenzaron las negociaciones sobre las condiciones de competición mientras “la máquina del ajedrez” trataba de encontrar patrocinadores para cubrir aquella bolsa de 10.000 dólares.

Fuente: Jot Down

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