Max Euwe, el único hombre que derrotó a Alekhine en un campeonato mundial, fue también el primero en detectar el alcoholismo del campeón.
A sus cuarenta y pocos años, Capablanca estaba virtualmente retirado… mientras Alekhine seguía ciñendo la corona que mucha gente pensaba no le pertenecía legítimamente. Las lamentables maniobras de Alekhine para evitar encontrarse con quien aún era considerado mejor ajedrecista del planeta contribuyeron a empeorar su imagen pública.
Aunque, eso sí, a nivel puramente ajedrecístico el ruso siguió demostrando que era un jugador temible y que, salvo Capablanca, tampoco había en el mundo rivales para él. Durante aquellos años Alekhine ganó todos los torneos en donde se presentó, con unas estadísticas espectaculares que no tenían mucho que envidiar a las del propio cubano.
Todo el juego posicional y la teoría que Alekhine había estudiado para superar el casi imbatible juego instintivo de Capablanca se unía a su inagotable fantasía ofensiva, así que el ruso seguía produciendo verdaderas obras maestras del ajedrez de ataque que asombraban a propios y extraños.
Tras 1931, ya sin Capablanca en competición, Alekhine ejerció un dominio aplastante aunque nadie en el mundo pareciese tener demasiadas ganas de apreciar sus logros. Sus obras maestras sólo interesaban a los entendidos. Para el público, Alekhine era sencillamente el villano de la historia. ¿De qué servía tanto alarde ajedrecístico si se escondía cobardemente del único hombre capaz de hacerle frente?
No sabemos cuál hubiese sido el resultado si se hubiese producido un match por el título antes de la retirada de Capablanca en 1931, cuando ambos ajedrecistas estaban todavía en sus mejores años, pero la opinión más generalizada es la de que Alekhine lo hubiese tenido bastante más difícil aquella segunda vez.
Fuente: Jot Down