domingo, noviembre 24, 2024
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Especial Colombia y Tratado de Cese al Fuego: Adios a las Armas y Ultimo Día de la Guerra

La firma de un pacto sobre el cese del fuego definitivo y el desarme de la guerrilla de las FARC en Colombia corona tres años y medio de intensas negociaciones en La Habana y acerca la próxima validación de un acuerdo de paz, que terminará con 52 años de conflicto armado en ese país, la guerra más larga del mundo. En homenaje al tan anhelado acuerdo, ofrecemos este informe especial.

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Este acuerdo y otro firmado sobre el mecanismo de validación del acuerdo final de paz, eran los últimos de los seis puntos incluidos en la agenda de las negociaciones, que comenzaron en noviembre de 2012.

La presencia de seis presidentes latinoamericanos en la ceremonia de firma de este acuerdo y la hoja de ruta de su cumplimiento remarcó la relevancia histórica para la región, el cual, de hecho, representa el fin de la guerra como expresó el líder de las FARC Timoleón Jiménez, aunque aún no supone la llegada de la paz.

La firma del acuerdo definitivo de paz podría darse en agosto, pese a que el presidente colombiano Juan Manuel Santos confiaba en que fuera antes del 20 de julio, y así lo había expresado a los periodistas. Lo que sí es seguro es que el acuerdo final se firmará en Colombia.

Recordamos algunos detalles importantes. Hoy no se firmó la paz sino que 1)se puso fin al fuego bilateral 2) se decidieron las zonas de concentración para las FARC 3)se estableció la fórmula de dejación de armas y 4) las garantías que tendrán los guerrilleros para salir a la vida civil y hacer política sin ser asesinados.

Asuntos que despejan los acuerdos de La Habana:

1) Cese el fuego y dejación de armas

    El cese el fuego bilateral comenzará el día en que se firme el acuerdo definitivo, aunque en caso de darse las condiciones necesarias de verificación, existe la posibilidad de que ocurra antes.
    El mecanismo de monitoreo y verificación será tripartito, con representantes del gobierno (fuerza pública), las FARC y una misión política, no armada, de Naciones Unidas (ONU), integrada principalmente por observadores de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
    Como parte del acuerdo de cese el fuego, se acordó que las FARC se concentrarán en 23 zonas (que tendrán campamentos a su interior) y ocho campamentos de menor tamaño, en diferentes áreas del país.
    El objetivo de esas zonas es garantizar el cese el fuego e iniciar el proceso de reintegración de los guerrilleros.
    Un día después de que se firme el acuerdo definitivo, las fuerzas del Estado se desplegarán de forma tal que los guerrilleros puedan trasladarse a esas zonas, lo que harán cuatro días más tarde.
    Una vez allí los guerrilleros podrán salir, pero sin armas y de civil; los civiles no podrán ingresar a los campamentos ubicados en las zonas.
    En las zonas, que tendrán el tamaño de las veredas (división territorial rural) en las que se ubiquen, se prohibirá el porte y tenencia de armas para civiles.
    Dentro de las zonas, los miembros de las FARC recibirán capacitación de cara a su posterior reintegración.
    Alrededor de las zonas habrá un área de seguridad, de un kilómetro de distancia respecto a la frontera de la zona, donde no podrá haber fuerza pública, excepto aquellos que formen parte de los equipos de monitoreo y verificación.
    Un elemento clave anunciado este jueves fue el de la dejación de armas. Las FARC se las entregarán a la ONU. El proceso, que se iniciará con la firma del acuerdo final, consistirá en el transporte del armamento a las zonas de concentración, la destrucción de armamento inestable, el almacenamiento de armas en contenedores, que estarán en un único punto de almacenamiento en cada zona o campamento.
    A los 90 días de firmado el acuerdo se colocarán en los contenedores un 30% de las armas, a los 120 otro 30% y a los 150 la cantidad restante.
    Al borde de la paz: así es la vida en un campamento de las FARC en Colombia
    Las llaves de los contenedores estarán exclusivamente en manos de la ONU.
    A los 180 días de la firma se certificará el desarme por parte de la ONU y dejarán de existir las zonas y los campamentos.
    Entonces, los guerrilleros pasarán a vivir con el resto de la población de Colombia y con aquellas armas se construirán tres monumentos que serán ubicados en Nueva York, sede de la ONU; Cuba, el país que desde noviembre de 2012 ha acogido el proceso de paz y Colombia, en un lugar acordado entre el Gobierno y las FARC.
    A su vez, por ya ser innecesario, dejará de tener vigencia el cese el fuego bilateral.

2) Garantías para la seguridad

    Un elemento sensible de toda la negociación ha sido cómo se garantizará la seguridad de los guerrilleros ya desarmados, sobre todo teniendo en cuenta que en pasadas desmovilizaciones se llevaron a cabo matanzas masivas de ex combatientes que habían ingresado a la vida civil.
    El acuerdo incluye varios puntos en los que se mencionan compromisos del Estado para combatir a aquellos grupos considerados sucesores de los paramilitares desmovilizados hace unos diez años y señalados como responsables de agresiones contra sectores de izquierda, líderes sociales y activistas de los derechos humanos.
    Un punto interesante es la creación de un cuerpo mixto de protección para los integrantes de las FARC en proceso de reincorporación a la vida civil, en el que habrá guerrilleros armados trabajando codo a codo con miembros de fuerzas de seguridad.
    Según dijo en conferencia de prensa el general Óscar Naranjo, del equipo negociador del gobierno: “Habrá hombres de confianza de las FARC que harán parte de los equipos de seguridad personal”.

3. Refrendación del acuerdo final de Paz

    La forma en que será refrendado el acuerdo final no había sido acordada por las partes y este anuncio deja en claro que ahora sí, que será lo que decida la Corte Constitucional, cuando emita su decisión respecto a si avalar o no un plebiscito para que los colombianos voten si están o no a favor de lo acordado.
    El gobierno pedía un plebiscito, mientras que las FARC preferían una convención constituyente. Si la Corte falla a favor de llevar a cabo un plebiscito, eso es lo que se hará.
    Aunque en el anuncio no se indicaron plazos para una posible firma de un acuerdo final, esto podría ocurrir dentro de los próximos 60 días y que el plebiscito, de obtener el respaldo de la Corte, ocurriría aproximadamente un mes después.
    En todo caso, todavía falta alcanzar ciertos acuerdos vinculados a la implementación de lo pactado hasta ahora, así como detalles de la incorporación de las FARC a la política, en qué casos específicos se aplicará la amnistía a los guerrilleros y detalles de la Jurisdicción Especial para la Paz, como la selección de los magistrados que estarán a cargo de sus tribunales.

Otros asuntos acordados previamente

En la negociación ya hay acuerdos parciales sobre participación política, narcotráfico, desarrollo rural, verdad y reparación para víctimas, aunque en algunos de esos temas hay aspectos puntuales que no se han definido por completo.

Estos son algunos acuerdos previos:

1) Reforma agraria

En mayo de 2013, las partes anunciaron un acuerdo que prevé la concesión de tierras, acceso al crédito y la instalación de servicios básicos en zonas de conflicto.

Además prevé la implementación de planes nacionales rurales, con acciones para proveer bienes y servicios públicos en materia de infraestructura y adecuación de tierras, desarrollo social, estímulos a la productividad y programas de desarrollo con enfoque territorial.

2) Participación Política

Incluye garantías para la ruptura del vínculo entre política y armas que permitirá que las FARC se conviertan en un movimiento político.

3)Narcotráfico

A partir de la década de 1980, el narcotráfico alimenta y agrava el conflicto. En mayo de 2014, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) llegaron a un acuerdo con el gobierno para la sustitución de cultivos ilegales en sus áreas de influencia. Las autoridades seguirán combatiendo el narcotráfico, pero darán alternativas de sustento a los campesinos que plantan hoja de coca y tratarán el consumo como un problema de salud pública.

4) Reparación de las víctimas

El conflicto colombiano deja 260.000 muertos, 45.000 desaparecidos y 6,9 millones de desplazados, según cifras oficiales. En diciembre de 2015, las partes anunciaron uno de los acuerdos más complejos de la negociación que busca reparar a las víctimas y sancionar a los responsables de delitos graves.

Como parte de ese acuerdo, se conformarán tribunales especiales que juzgarán a los guerrilleros y agentes del Estado involucrados en crímenes relacionados con el conflicto, pero las modalidades de nominación de los jueces de estos tribunales, sin embargo, aún no se han concretado.

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Raúl Castro: La paz no es una utopía

Discurso pronunciado por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba, en la Ceremonia de Firma de Acuerdos sobre Cese al Fuego y de Hostilidades Bilateral y Definitivo, Dejación de las Armas y Garantías de Seguridad entre el Gobierno de Colombia y las FARC-EP, La Habana, 23 de junio de 2016, “Año 58 de la Revolución”. (Versiones Taquigráficas – Consejo de Estado)

Distinguidos participantes e invitados a este acto:

El 19 de noviembre de 2012, comenzó sus trabajos en La Habana la Mesa de Conversaciones entre el Gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo.

No fueron pocos los que en aquellos días vaticinaban el fracaso, como ya había ocurrido en Colombia con anteriores procesos de paz. Sin embargo, los trascendentales acuerdos que hoy se han anunciado por la Mesa nos acercan, como nunca antes, al fin del conflicto armado que por más de cinco décadas ha sufrido el hermano pueblo colombiano.

La decisión de las partes de firmar hoy compromisos sobre cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo, dejación de las armas y garantías de seguridad, representa un paso de avance decisivo. El proceso de paz no tiene vuelta atrás (Aplausos).

La paz será la victoria de toda Colombia; pero también la de toda Nuestra América. La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) tiene, en su joven historia, el gran hito de la proclamación de esta región como Zona de Paz. El fin del conflicto armado en Colombia será una nueva demostración del firme compromiso de nuestros pueblos contra el uso y la amenaza del uso de la fuerza y a favor de la solución pacífica de controversias. Ante las diferencias, diálogo. Ante los retos, concertación.

El logro de la paz en Colombia será también esperanza para millones de personas en el planeta, cuya principal preocupación sigue siendo la supervivencia en un mundo convulsionado por la violencia y las guerras.

La paz no es una utopía. Es un derecho legítimo de cada ser humano y de todos los pueblos. Es una condición fundamental para el disfrute de todos los derechos humanos, en particular, el derecho supremo a la vida.

Estimados participantes e invitados:

El compromiso del pueblo y gobierno cubanos con la paz de Colombia ha sido y será permanente, fieles al legado martiano de que “Patria es Humanidad”.

Cuba, en su condición de garante y sede de estas conversaciones, seguirá brindando las facilidades necesarias y contribuyendo en todo lo posible al fin del conflicto, con modestia, discreción y profundo respeto a las posiciones de las dos partes.

Quisiera concluir felicitando al gobierno de Colombia y a las FARC-EP. Ambas partes han trabajado sin descanso, con seriedad y compromiso, para lograr los cruciales avances anunciados hoy.

Quedan aún importantes y difíciles cuestiones pendientes en la Mesa de Conversaciones, pero somos optimistas. Estamos más convencidos que nunca de que el futuro de Colombia será la paz.

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Palabras del Presidente Juan Manuel Santos en la firma del Acuerdo de La Habana

Intervención de Juan Manuel Santos Calderón, presidente de la República de Colombia, en la Ceremonia de Firma de Acuerdos sobre Cese al Fuego y de Hostilidades Bilateral y Definitivo, Dejación de las Armas y Garantías de Seguridad entre el Gobierno de Colombia y las FARC-EP. Foto: Ladyrene Pérez/ Cubadebate

Intervención de Juan Manuel Santos Calderón, presidente de la República de Colombia, en la Ceremonia de Firma de Acuerdos sobre Cese al Fuego y de Hostilidades Bilateral y Definitivo, Dejación de las Armas y Garantías de Seguridad entre el Gobierno de Colombia y las FARC-EP. Foto: Ladyrene Pérez/ Cubadebate

Discurso de Juan Manuel Santos Calderón, presidente de la República de Colombia, en la Ceremonia de Firma de Acuerdos sobre Cese al Fuego y de Hostilidades Bilateral y Definitivo, Dejación de las Armas y Garantías de Seguridad entre el Gobierno de Colombia y las FARC-EP, La Habana, 23 de junio de 2016, “Año 58 de la Revolución”. (Versiones Taquigráficas – Consejo de Estado)

Muy buenas tardes a todos.

Los presidentes tenemos tres jefes: el pueblo, nuestros cónyuges o nuestras cónyuges y el protocolo.

Me acaban de dar seis páginas de protocolo, entonces voy a rebelarme contra el protocolo, saludar a todos con mucho afecto (Aplausos), y decirles, amigos y amigas, compatriotas:

Hoy es un día histórico para nuestro país. Después de más de 50 años de enfrentamientos, muertes, atentados y dolor, hemos puesto un punto final al conflicto armado con las FARC. Lograr este Acuerdo nos llena de fe y esperanza.

Desde comienzos de los años ochenta, con la iniciativa de paz del presidente Betancourt, todos, todos los gobiernos han adelantado valientes iniciativas para cumplir el gran anhelo de paz de los colombianos.

Han sido más de 30 años de intentos para poner un punto final al conflicto con las FARC, y hoy hemos dado el paso más definitivo en esta dirección. No solamente se acordó el fin de las confrontaciones con un cese al fuego y hostilidades bilateral y definitivo, sino que también se definió un cronograma preciso para que las FARC dejen las armas para siempre. Esto significa, ni más ni menos, el fin de las FARC como grupo armado.

Los jóvenes y niños de nuestro país no han conocido un solo día sin la violencia del conflicto armado; tampoco lo hemos conocido los adultos. Los colombianos de todos los rincones del país, de todos los niveles sociales, de todos los sectores políticos y religiosos hemos crecido y convivido con el miedo y la incertidumbre de la guerra.

Colombia se acostumbró a vivir en conflicto y ya no tenemos recuerdos, ni siquiera referencias de lo que es vivir en paz. ¿Qué veíamos a diario en las noticias? Las imágenes del dolor, de las víctimas, de los daños ecológicos, de familias lamentando el sufrimiento o la muerte de sus seres queridos. Lo cierto es que nos acostumbramos al horror de la guerra, se volvió parte de nuestra vida cotidiana.

Hoy, por fortuna, con lo que se acaba de firmar damos vuelta a esta trágica y larga página de nuestra historia.

Hoy se abre un nuevo capítulo, un capítulo que nos devuelve la esperanza, que nos permite empezar a cicatrizar las heridas y que les da a nuestros hijos la posibilidad de no repetir la historia que tanto daño le ha causado al país. Nos llegó la hora de vivir sin guerra. Nos llegó la hora de ser un país en paz, un país con esperanza.

Ya en los últimos meses el cese al fuego unilateral nos había permitido imaginar cómo sería ese país en paz. El acuerdo de hoy nos garantiza que esa paz temporal será definitiva, sólida.

Este acuerdo sobre el punto del fin del conflicto les debe dar tranquilidad a todos los colombianos. ¿Por qué? Porque el fin de las hostilidades queda asegurado y el camino para que los miembros de las FARC dejen de las armas queda claramente definido. Todo esto será supervisado y verificado por Observadores internacionales designados por el Secretario General de Naciones Unidas, en virtud del mandato que le dio el Consejo de Seguridad de esta organización, la máxima autoridad mundial en materia de seguridad y paz.

Quiero reconocer al secretario general Ban Ki-moon, al Presidente del Consejo de Seguridad y al Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas por su apoyo y por su presencia hoy en La Habana.

Los Observadores, provenientes de países amigos de Colombia, acompañarán el proceso de concentración de los miembros de las FARC en las zonas de ubicación y garantizarán que el cese al fuego y de hostilidades se respete. Vigilarán también que el abandono de las armas sea total y efectivo, todo dentro de los tiempos previstos en el acuerdo.

Ahora que hemos terminado este otro punto crucial en la negociación con la guerrilla y que nos acercamos al acuerdo final, quiero enfatizar la importancia de lo que hasta ahora hemos convenido.

Primero: El fin del conflicto con las FARC. No habrá más colombianos víctimas de esta guerra entre hijos de una misma nación. No habrá más niños en la guerra, podrán dedicarse a ser realmente niños, a aprender, a jugar, a reír, como debe ser. Los jóvenes tampoco tendrán que ir más a la guerra.

Los colombianos en todo el territorio podremos vivir sin miedo a ser víctimas de la confrontación con esta guerrilla.

Es cierto que subsisten otros fenómenos de violencia y delincuencia, como el ELN y las bandas criminales asociadas al narcotráfico. Pero algo que todos debemos comprender es que este acuerdo logrado con las FARC significa terminar la guerra con la organización guerrillera más grande y más antigua y tiene una importancia inmensa, inmensa para el presente y el futuro de Colombia.

Segundo: Habrá justicia para las víctimas de todos estos años de violencia. El sistema de justicia transicional para satisfacer a las víctimas garantiza sus derechos, no solo a la justicia, sino también a la verdad, a la reparación y a la no repetición.

No habrá impunidad. Los máximos responsables de crímenes atroces serán juzgados y sancionados.

Tercero: Los campos de Colombia tendrán un futuro con más oportunidades, donde el desarrollo, los servicios del Estado y la tranquilidad sean la regla y no la excepción. Cientos de miles de familias que fueron expulsadas por la violencia regresarán sin temor, para hacer producir nuestro campo y sembrar el desarrollo en nuestras regiones.

Cuarto: Una democracia fortalecida, donde todos quepamos, donde todos podamos opinar, disentir, construir; donde las ideas se defiendan con la razón y jamás con las armas.

Quinto: Una paz estable y duradera que nos dé la tranquilidad a todos de que los días oscuros de la guerra con las FARC no volverán jamás, nunca más.

Esta es la realidad de lo que se está acordando aquí en La Habana.

Ese es el futuro que está a nuestro alcance, el de un país donde podamos crecer, progresar y envejecer en paz todos los colombianos.

Quiero ser muy claro en que todavía faltan temas importantes por acordar y hemos convenido con las FARC que vamos a evacuarlos lo más pronto posible.

El acuerdo final lo firmaremos en Colombia.

Yo hoy quiero agradecer muy especialmente a Cuba, al presidente Raúl Castro, nuestro generoso anfitrión, y a Noruega, a su Primera Ministra y a su Canciller aquí presentes, por su papel como países garantes; también a Chile, presidenta Bachelet, y a Venezuela, presidente Maduro, por su desempeño como países acompañantes, y a los Jefes de Estado de naciones amigas que hoy nos acompañan. A los presidentes Henrique Peña Nieto, de México; Danilo Medina, de la República Dominicana y presidente de CELAC, y a Salvador Sánchez Cerén, de El Salvador, gracias, gracias por su apoyo.

También agradezco el apoyo de Estados Unidos, del presidente Obama, de su Secretario de Estado, a través de su enviado especial Bernie Aronson aquí presente, y de la Unión Europea, de todos sus miembros sin excepción, a través de su enviado especial también aquí presente, Eamon Gilmore.

Quiero hacer un reconocimiento especial —y sé que expreso el sentir de todos los colombianos— a nuestras fuerzas militares y nuestra policía, su sacrificio, su sentido del deber, su compromiso con la defensa de la democracia; su comprensión de este punto de inflexiones en nuestra historia han sido esenciales para llegar a este momento. Sin ellos la paz no sería posible.

Quiero valorar expresamente el paso que hoy dan las FARC con el liderazgo de Timoleón Jiménez, al acordar que la lucha por sus convicciones ya no será armada, sino como debe ser, política, con ideas y argumentos.

No estamos de acuerdo y seguramente jamás lo estaremos con su visión política y económica para el país, pero lo que se reconoce hoy es la posibilidad de disentir y de tener posiciones opuestas, sin necesidad de enfrentarse a medios violentos.

Toda mi vida, desde cuando mi madre me entregó hace casi 50 años un fusil que representaba las armas de la república, como sigue siendo la costumbre al ingresar a la Armada Nacional, he sido un implacable adversario de las FARC. Tal vez no haya colombiano alguno que los haya combatido con más contundencia y determinación; pero de la misma forma, ahora que pactamos la paz, como jefe de Estado y como colombiano, defenderé con igual determinación su derecho a expresarse y a que sigan su lucha política por las vías legales, así nunca estemos de acuerdo (Aplausos).

Esa es la esencia de la democracia a la que les damos la bienvenida.

Este es un paso fundamental, un paso histórico.  Ahora bien, el fin del conflicto no es el punto de llegada; el fin del conflicto es el punto de partida para que construyamos juntos, unidos en la diversidad, un país donde haya espacio para todos.

Hago un llamado a que todos los colombianos se contagien de este espíritu de fraternidad y se unan en este gran proyecto nacional por nuestro presente y nuestro futuro.

Esta es la paz de los colombianos, de todos sin excepción; la paz que soñamos y esperamos por tantos años. Y, gracias a Dios, ya no es un sueño, la sentimos en nuestras manos, al tiempo que vemos alejarse para siempre la pesadilla de la guerra.

La paz se hizo posible, la paz es posible. Ahora vamos a construirla.

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Discurso del Comandante Timoleón Jiménez, jefe del Estado Mayor Central de las FARC-EP, en la firma del acuerdo de La Habana 

La Habana, 23 de junio de 2016, “Año 58 de la Revolución”. (Versiones Taquigráficas – Consejo de Estado)

Que este sea el último día de la guerra.

Quisiera pedirles, con el mayor respeto, disculpas, para aprovechar este instante con el propósito de rememorar a un gran ausente, el Comandante eterno Hugo Rafael Chávez Frías (Aplausos), un guerrero por la paz de la América Latina y el Caribe, sin cuya valiosa iniciativa y gestión hubiera sido imposible arribar a este histórico acto.

Señoras y señores: alguien sentenció alguna vez que los únicos sueños que logran alcanzarse son aquellos que se intentan. Hoy más que nunca sentimos que esa sentencia contiene una verdad indiscutible.

En el año 1964, en medio del fragor de la desigual lucha armada, la Asamblea de los Guerrilleros de Marquetalia produjo su programa agrario, en cuya parte introductoria dejó sentada la siguiente declaración que ahora recordamos: “Nosotros somos revolucionarios que luchamos por un cambio de régimen, pero queríamos y luchábamos por ese cambio usando la vía menos dolorosa para nuestro pueblo, la vía pacífica, la vía democrática de masas; esa vía nos fue cerrada violentamente con el pretexto fascista oficial de combatir supuestas repúblicas independientes, y como somos revolucionarios que de una u otra manera jugaremos el papel histórico que nos corresponde, nos tocó buscar la otra vía, la vía revolucionaria armada para la lucha por el poder.”

Hoy, 52 años después, los guerrilleros de las FARC estamos sellando con el gobierno de Juan Manuel Santos un cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo, un acuerdo sobre garantías de seguridad y combate al paramilitarismo, y otro sobre dejación de armas, que nos dejan a las puertas de concretar, en un plazo relativamente breve, el acuerdo final que nos permitirá por fin retornar al ejercicio político legal mediante la vía pacífica y democrática.

Plantearlo antes de la Operación Marquetalia resultó absurdo para los poderes y partidos dominantes en la época, que decidieron apelar a la fuerza y el exterminio, animados por la convicción de que mediante las bombas y los fusiles podían acallar los clamores populares; eran también los tiempos del apogeo de la Guerra Fría y la filosofía del enemigo interno que convertían a la fuerza pública en ejército de ocupación de su propio país y contra su propio pueblo.

Los muertos, la sangre, la devastación y el horror que se le hubieran ahorrado a Colombia si en lugar de atender las voces fanáticas que llamaban irresponsablemente a la guerra, con apelación a los más absurdos argumentos, se hubiera escuchado a aquellos que llamaban al diálogo, a la solución que proponía acuerdo de presencia económica y social del Estado, al tiempo que democratizar el escenario político en un ambiente de tolerancia y respeto por la diferencia.

Los 48 campesinos marquetalianos se convirtieron con las décadas en miles de mujeres y hombres alzados en armas que llegaron a poner en serios aprietos al Estado colombiano, pero que simultáneamente nunca dejaron de hablar de un acuerdo de paz por la vía de las conversaciones civilizadas. Fueron varios y dolorosamente frustrados los intentos por conseguirlo. Pero siguieron intentándolo una y otra vez, y hoy vemos los frutos de su persistencia.

Porque si de algo dan fe los Presidentes de los países acompañantes y garantes hoy aquí presentes, así como el conjunto de las altas personalidades internacionales, inmersas en el proceso de paz en curso y que nos acompañan aquí, lo que está a punto de sellarse no es una capitulación de la insurgencia, como querían algunos obtusos, sino el producto de un diálogo serio entre dos fuerzas que se enfrentaron por más de medio siglo sin que ninguna pudiera derrotar a la otra.

Ni las FARC ni el Estado son fuerzas vencidas y por ende lo pactado no puede interpretarse por nadie como el producto de alguna imposición de una parte a la otra. Hemos discutido largamente, llegando incluso a callejones que parecían sin salida, que solo pudieron superarse gracias a la desinteresada y eficaz intervención de los países garantes, Cuba y Noruega, y las oportunas y sabias fórmulas sugeridas por la creatividad de los voceros de ambas partes o sus acuciosos asesores.

Más allá de un pobre favor, hacen un daño inmenso a Colombia, a la vida y a la esperanza de su pueblo, quienes insisten en negar la trascendental importancia de lo acordado, que solo por su contenido identifica a las partes sentadas a la Mesa, sin haberlas fundido o entregada una a la otra.

Estamos seguros de que la nación colombiana, que ha sufrido la guerra y sus consecuencias, dará la espalda a quienes la siguen convidando al holocausto quizás con qué oscuro propósito.

Estamos muy cerca de la firma del acuerdo final que pondrá el fin al conflicto e iniciará la construcción de una paz estable y duradera.

Desde el principio sostuvimos que la firma de este acuerdo es la mejor oportunidad que tendrá nuestro país para enrumbarse hacia la justicia social y el progreso, sobre la base de que serán abiertas las compuertas de la democracia verdadera para que los movimientos sociales y políticos de oposición gocen de plenas garantías, y para que la voz de las comunidades en los escalones local, regional y nacional adquiera toda su importancia y pueda jugar un papel determinante en las decisiones públicas relacionadas con su futuro.

Estamos ciertos de que esa será una realidad que se abrirá paso, poniendo fin a la tradición de imponer desde arriba, haciendo abstracción de los intereses populares, las políticas que gobernantes elegidos con sufragios dudosos consideran más convenientes para ellos. Hay acuerdos sellados sobre esa materia, y están próximos a definirse en algunos puntos pendientes, como también en cuestión de reforma rural, integral y cultivos de uso ilícito. Sobre este último recién se puso en práctica un proyecto piloto de sustitución en Briceño, Antoquia, que necesariamente habrá que replicar en otras áreas que padecen el problema. No será todo color de rosa y seguramente habrá que luchar porque se cumpla integralmente lo firmado, porque como lo decía en el título de una de sus novelas el escritor colombiano Álvaro Salom Becerra: “Al pueblo nunca le toca.”

El acuerdo final será la llave para dar vuelta a esa cerradura, pero requerirá de la organización y movilización constante de la gente por su cumplimiento. Lo ponen de presente la insistencia oficial en las cíderes, pese a lo pactado en La Habana y al reciente Código de Policía, que choca con el acuerdo sobre participación política suscrito en la Mesa.

El Acuerdo sobre garantías de seguridad y combate al paramilitarismo tiene que ser una realidad en los hechos, so pena de conducir el resultado final del proceso al fracaso histórico.

Duele profundamente y resulta ya intolerable que a estas alturas tales estructuras sigan asesinando con plena libertad, como ocurrió entre el 11 y el 13 de este mes en Barrancabermeja con cuatro jóvenes. Que el SMAD siga triturando colombianos que salen a protestar con justicia y que el aparato judicial continúe ordenando privaciones abusivas de la libertad como la del compañero Carlos Arturo Velandia.

También se ha llegado al Acuerdo sobre dejación de armas, que pone en evidencia la suma de invenciones con las que se pretende engañar a la gente de nuestro país, cuando se asevera que tras los acuerdos, las FARC pretendemos seguir armadas y haciendo política.

El país podrá conocerlo a partir de hoy. Claro que las FARC haremos política, si esa es nuestra razón de ser, pero por medios legales y pacíficos con los mismos derechos y garantías de los demás partidos (Aplausos).

El Estado colombiano tendrá que hacer efectivo que a ningún colombiano se le perseguirá por razones de sus ideas o prácticas políticas. Que la perversa costumbre de incluir en los órdenes de batalla de las Fuerzas Armadas los nombres de los dirigentes de movimientos sociales y políticos de oposición tendrá que desaparecer definitivamente del suelo patrio. Que una vez firmado el acuerdo final desaparecerán el dispositivo militar de guerra y su anticuada doctrina de seguridad.

Las Fuerzas Armadas Colombianas, agigantadas en el transcurso de la guerra, diestras en contrainsurgencia y acciones especiales están llamadas en adelante a jugar un importante papel en aras de la paz, la reconciliación y el desarrollo del país. Fueron nuestras adversarias, pero en lo adelante tenemos que ser fuerzas aliadas por el bien de Colombia. Su infraestructura y recursos pueden ponerse al servicio de las comunidades y sus necesidades sin desmedro de sus capacidades para cumplir la función constitucional de guarnecer las fronteras.

Por otra parte, el protagonismo de las comunidades ha de representar también la oportunidad para comenzar a solucionar el grave conflicto que se vive en las ciudades: desocupación, inseguridad, falta de servicios públicos. Esclavitudes como el pagadiario y la explotación sexual, microtráfico, crímenes y bandas asociadas a la mafia y el paramilitarismo requieren atención inmediata. La paz rural debe significar una transformación participativa de las urbes.

Necesitamos que en nuestro país se produzca efectivamente una definitiva reconciliación. Basta ya de la violencia y los delirios por ella. Ella requiere una paciente e intensa labor de difusión, educación y concientización de lo pactado en La Habana, para que la gente de Colombia quede clara de su valioso y positivo contenido, y para que sepa qué puede y debe reclamar del Estado, para que se una y organice por conseguirlo y solo así haremos una nueva Colombia.

Las FARC EP completamos el pasado 27 de mayo 52 años de resistencia guerrillera, y hoy vemos el sueño de la paz mucho más cerca que nunca. Pensamos trabajar por la unidad del movimiento democrático y popular en nuestro país, sin sectarismos ni posiciones hegemónicas, en procura de la confluencia de toda la inconformidad con el modelo actual de las cosas a objeto de generar profundos cambios en la vida colombiana, pensando siempre en el interés de las mayorías.

La guerra ha costado cientos de miles de millones de dólares a nuestro país. De hecho la exagerada partida del presupuesto militar ha tenido como justificación permanente la existencia del conflicto armado. Un país en paz ya no requerirá de tales argumentos y podrá destinar una buena parte de esos recursos a menesteres más sanos y productivos. No es cierto que no exista dinero para la paz ni que todo tenga que ser ayuda internacional, basta con cambiar prioridades.

Sabemos que nada se conseguirá fácilmente o rápidamente. Entendemos que los principales beneficiarios de nuestro esfuerzo serán las generaciones futuras, por eso extendemos nuestra mano a la juventud, es la llamada a construir el nuevo país y por tanto la más llamada a defender a la defensa de la paz y la reconciliación, a la promoción de un nuevo tipo de actividad política, a la consolidación de la civilidad y la más amplia democracia.

Las FARC siempre hemos sido optimistas, aun en los momentos más difíciles siempre creíamos que la paz era posible y decidimos intentarlo cuantas veces fuera necesario, y tuvimos la razón.

El Acuerdo de cese al fuego y de hostilidades, bilateral y definitivo, es leído por todo el mundo como el fin de la confrontación armada en Colombia. Así sea.

Confiamos en celebrar en un plazo prudencial otro acto solemne: la firma del acuerdo final. ¡Que este sea el último día de la guerra!

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Descargue el Acuerdo sobre Cese al fuego y hostilidades bilateral y definitivo y dejación de las armas entre el Gobierno Nacional y las FARC-EP

Descargue el Acuerdo sobre Garantías de seguridad y lucha contra las organizaciones criminales

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