Un óvulo fecundado o una mórula son representantes de vida. Para ser humanos necesitan por lo menos un grado de desarrollo del sistema nervioso central de acuerdo con la definición de humano. Recuerden que la ontogenia reproduce la filogenia: antes que humanos pasamos por la etapa de reptiles o anfibios. El Dr. Carlos Rojas, presidente del Consejo Regional del Colegio Médico de Chillán, alude a mi reciente carta sobre la penalización del aborto con el remoquete de “furibunda”.
Tal vez sea vehemente, pero quien es más que furibundo es nada menos que el propio Rector de la Universidad Católica, Ignacio Sánchez, que en una entrevista a un canal televisivo, aparecida el 1° de febrero, señala que un aborto practicado a una mujer embarazada producto de un violación es “un asesinato despreciable”, de lo cual se infiere que tanto el médico que interrumpió dicho embarazo como la propia víctima de la violación son ambos asesinos despreciables de acuerdo a su opinión.
Yo no le voy a pedir al Rector que sea solidario con la mujer o niña violada por cualquier criminal, incluyendo hasta su propio padre, no, eso sería pedirle demasiado, pero sí como católico está obligado a cumplir con el precepto de la compasión, virtud cristiana por excelencia.
¡Cuánto fanatismo y odio hay en su declaración, que me recuerda a quienes durante 17 años asesinaron a miles de chilenos por el abominable pecado de ser marxistas!
Quisiera saber si el Rector ha condenado y exigido públicamente prisión para tantos sacerdotes violadores de niños en la trastienda del altar.
Dr. Rojas, respecto a su opinión de que 120 médicos de Rancagua han respondido a mis opiniones, es bueno que sepa que dicha declaración apareció en la prensa hace 6 o 7 meses y que varios de los firmantes fueron sorprendidos en su buena fe al firmar.
En todo caso me gustaría saber quién o quienes han financiado esa costosísima inserción de más de media página en el diario El Mercurio.
Sería bueno que muchos de los defensores del castigo a la mujer en caso de aborto no fueran tan burdos en sus intentos por enlodar a quienes pensamos distinto. Concretamente me refiero a su majadería en repetir que al interrumpir la gestación se mata a un niño.
Quisiera saber desde cuando le cambiaron el nombre al feto y al embrión.
Son fetos y embriones, no niños.
Sería también conveniente que precisaran un poco más sus conceptos. Un óvulo fecundado o una mórula son representantes de vida, para ser humanos necesitan por lo menos un grado de desarrollo del sistema nervioso central de acuerdo con la definición de humano, recuerden que la ontogenia reproduce la filogenia, antes que humanos pasamos por la etapa de reptiles o anfibios.
La ética no tiene un solo dueño, por lo tanto no es aceptable que alguna religión le imponga a todos los seres humanos sus puntos de vista. La tolerancia sería una virtud más universal y que lleva implícita el reconocimiento del derecho del otro a conducir su vida.
En este caso nos corresponde por lo menos reconocer la propiedad de la mujer respecto a su cuerpo. A ninguna mujer le gusta abortar, si lo hace es porque en su fuero íntimo lo considera su única solución. No culpabilicemos, resulta mejor comprender, no pretendamos ser dueños de la verdad.
Tanto los creyentes como los no creyentes tienen derecho a actuar en conciencia. No conozco ningún abortista, sí muchísimos partidarios de la no penalización del aborto.
De hecho tan sólo cuatro países, Nicaragua, El Salvador, Malta y Chile, penalizan totalmente el aborto y que muchas naciones admiradas por quienes se consideran jueces y acusadores de la mujer aceptan el aborto sin la menor objeción.
Hay que recordar que la penalización total del aborto data de 1989, después del plebiscito del No. Tiene un origen espurio y antidemocrático, tal vez el último atropello de una dictadura que sembró de cárceles, exilio y genocidio a la ciudadanía chilena.
(*) Psiquiatra y escritor. Consejero Colegio Médico Regional Rancagua