domingo, mayo 5, 2024
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Un Aborto Divino

Los cristianos tienen una creencia muy curiosa que consiste en pensar en que Cristo nació de María sin pecado concebido. Esta es una creencia muy extraña, pero ese no es el problema, yo no tengo esa creencia pero tengo otras creencias que seguramente son tan extrañas como esa.

Pero sigamos la lógica de esa creencia cristiana para ver hasta donde llegamos.

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Por lo que recuerdo, un buen día se le apareció a María un ángel que le informó que había concebido un niño y que ese niño era hijo de Dios. Hasta aquí está todo muy bien y esa creencia tiene el mismo grado de verosimilitud que muchas otras creencias de distintas religiones. No obstante hay un detalle.

En ninguna parte se relata que ese Dios le haya pedido autorización a María para una cosa como esa.

¿Qué significa eso? Ni más ni menos, que Cristo nace producto de una violación.

Algunos podrán considerar que esa no fue una violación, porque no hubo penetración, sin embargo ese argumento es muy débil. En primer lugar porque se violó el derecho mínimo de tener el consentimiento previo de la madre y en segundo lugar, si bien no hubo penetración, hubo una intervención mayor en el cuerpo de María, al alojar un ser humano o divino, en todo caso de carne y huesos, en sus entrañas.

Pues bien. Con lo anterior colegimos que hubo una violación y que ese nacimiento fue con pecado concebido: el pecado de la violación. Pecado que con todo derecho debiera ser el verdadero pecado original y no culpar a los pobres ignorantes Adán y Eva de ocurrírseles comer las frutas del árbol de la sabiduría.

Aquí poco importa que al parecer (según el mito) María aceptó de buen grado el resultado de esa intervención divina, pues eso no exime de culpa al acto original. En cualquier legislación que se preste de tal, un crimen es un crimen aunque los afectados no hagan la denuncia a la justicia.

Podría argüirse que en esa época la violación a las mujeres no era un crimen, sin embargo creo que de los Diez Mandamientos se colige que no sería bueno desear la mujer del prójimo (en este caso la mujer de José), y yendo un poco más allá, del espíritu que emana de los otros mandamientos se podría desprender que no se vería con buenos ojos violar a una mujer.

Llama la atención además, que todas las representaciones de María en la época en que Jesús era un niño, que han realizado los más excelsos artistas, no la presentan como una mujer radiante de alegría, jubilosa de tener ese niño, sino que la presentan como una mujer triste, a lo más pensativa y muy ocasionalmente con una leve sonrisa.

Es difícil pensar que temía algo en su futuro, pues su hijo era nada menos que el hijo de Dios; más bien esa actitud era producto de un pasado traumático, que los artistas sin tener conciencia de ello, lo expresaron de la manera más aguda.

Volvamos a nuestra línea de razonamiento original. Hace algún tiempo (quizás unas centenas de años), la iglesia católica y muchos católicos y cristianos en general, aborrecen del aborto (no hablaré aquí de la doble moral, porque eso es un hecho bastante transversal y no es el tema que estamos tratando) y en particular como lo hemos constatado en estos días, aborrecen del aborto en el caso de una violación.
¿De donde podrá provenir esa idea o sentimiento?

Podría responderse, como las conciencias de esos cristianos responden, que proviene de un principio más general que es el deber sagrado de respetar la vida humana en toda circunstancia (dejemos a un lado por el momento el que si un embrión con unos cuantos días o semanas de gestación, es o no una vida humana).

Sin embargo ese argumento es poco sustentable si lo contrastamos con las miles de matanzas de seres humanos que ha promovido el cristianismo y la iglesia católica en particular a lo largo de su historia (he hablado de manera general y hay que reconocer que las iglesias no son entes monolíticos y que de sus filas también han salido muchos de los mejores defensores de los DDHH).

Entonces no podemos buscar allí, en ese principio general, la razón profunda de esa aversión.

Desde luego que aceptar la forma de la concepción de Cristo, en tanto que violación, es traumático y ante este hecho se opta por lo contrario: se celebra como el acontecimiento más importante de la historia de la humanidad (o por lo menos del mundo cristiano), dejando en la más grandes de las represiones la forma que tuvo ese pecado original, forma que incluso se valoriza como un milagro.

Según una conocida creencia de Freud (en todo caso creencia profusamente comprobada en la clínica), el destino de un trauma no elaborado es la repetición. Lo reprimido en el trauma retorna siempre.

Por ello el cristiano (y cristiana) que acepta de buen grado la forma que tuvo la concepción de Cristo, está condenado de por vida a revivir ese trauma y lo revive repitiéndolo, vale decir, repudiando en toda mujer, el potencial aborto que hubiese realizado María al no aceptar en su vientre un hijo no deseado.

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En estas circunstancias un cristiano no está preparado para hacerse ni responderse la pregunta: ¿Qué hubiese pasado si María se hubiese realizado un aborto?

Yo sé que suena políticamente incorrecto, pero ¿qué hacer?

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