viernes, marzo 29, 2024
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A Qué Viene a Chile Rosa María Payá

Espoleada por la diplomacia norteamericana hacia América Latina, Rosa María Paya Acevedo, hija del fallecido contrarrevolucionario cubano, Oswaldo Paya Sardiñas, ha pisado las costas de este lejano país esquina, con una misión ni noble ni inocente, como se demostrará a continuación. En los hechos, no bien llegada al país, fue recibida por el Presidente de la Democracia Cristiana, Ignacio Walker, en la casa del ex Presidente Patricio Aylwin, quienes se sumaron a la orquestada campaña internacional que pide una «investigación internacional» por la muerte de Oswaldo Payá, sin que nadie se tome la molestia de aclarar en qué consistiría algo como eso, ni de analizar la profusa evidencia establecida en el juicio.

Oswaldo Payá murió en un accidente automovilístico junto a otro cubano, Harold Cepero, el 22 de julio de 2012, debido al manejo temerario del español Ángel Carromero, dirigente de las juventudes del Partido Popular, quién perdió el control del vehículo en que viajaban, por exceso de velocidad, en una curva de la carretera Las Tunas-Bayamo, en la provincia de Granma.

Carromero fue condenado, y luego extraditado a España en virtud de tratados vigentes y la buena voluntad de las autoridades cubanas, tras un juicio público e inobjetable, que en su oportunidad no mereció el menor reproche de ninguna de las partes.

Sin embargo, la hija de Payá llega al país con la misión de contribuir a la creación de una matriz de opinión internacional, que busca atribuir a las autoridades cubanas la responsabilidad de esas muerte, campaña que con toda seguridad encontrará no sólo oídos bien dispuestos, sino disciplinadas voces que se sumarán a la campaña que por estos mismos días se despliega en todos los medios e instancias donde tiene influencia el Departamento de Estado norteamericano.

El juicio contó con las debidas garantías procesales, así como con la presencia del Embajador de España, el Cónsul General y la prensa extranjera acreditada, ninguno de los cuales formuló el menor reclamo o reproche, durante su desarrollo.

Carromero reconoció su responsabilidad, y las pericias técnicas confirmaron ese testimonio. Se estableció más allá de toda duda razonable, que conducía a exceso de velocidad, y que por esa causa basal, perdió el control del vehículo al entrar en una curva de una carretera con pista resbaladiza, el cual terminó estrellándose contra un árbol. Si el accidente obedeció a una acción intencional, no tiene explicación lógica que hayan muerto sólo los dos ocupantes del asiento trasero, como si la tiene el hecho de que esa fue la parte del vehículo que absorbió el impacto. Además, existe el antecedente de que Carromero  fue sancionado en su país con la suspensión de licencia de conducir, por la misma conducta, esto es, manejo a exceso de velocidad, pocos días antes de viajar a Cuba. 

Carromero fue condenado a cuatro años de prisión, pero por convenios vigentes entre Cuba y España, las autoridades cubanas accedieron a repatriarlo, bajo el compromiso de que cumpliera la sentencia en prisión.

Sin embargo, la esperanza de que el gobierno de Rajoy cumpliera su palabra, resultó tan vana e ilusoria como creer en la palabra de Piñera, y de hecho la buena fe de los cubanos sería doblemente burlada. El Gobierno español lo puso en libertad a los pocos días, a pesar de su responsabilidad confesa y comprobada en la muerte de dos personas, al tiempo que Carromero no trepidó en cambiar sus declaraciones, en sintonía con la campaña internacional que busca atribuirle esas muertes a unos ubicuos y omnipotentes servicios secretos cubanos.

Naturalmente, los medios que se prestan para esa campaña omiten que la presencia de Carromero en Cuba obedecía a tareas partidarias, consistentes en distribuir financiamiento a elementos disidentes, con el fin de generar acciones subversivas contra el gobierno cubano. Si de verdad el gobierno cubano hubiera estado detrás de la muerte de Payá y Cepero, carece de explicación lógica que haya liberado al principal testigo, para que alegremente alimentara la campaña desde Madrid. 

A contrapelo de la evidencia irrefutable del juicio, o tal vez por lo mismo, la hija y la viuda de Oswaldo Paya consideraron oportuno y en todo caso más rentable, solicitar una visa norteamericana como refugiadas políticas, pretextando que su vida corría peligro en Cuba.
La manera más expedita de lograrlo consiste en simular ser víctimas del “comunismo”, argucia que no por gastada, deja de ser reciclada por el Gobierno norteamericano y la mafia anticubana, para engrasar su propaganda.

La impostura de Rosa María Payá ha sido tan evidente, que el propio Canciller español, José Manuel García Margallo, debió enrrostrarle que tanto ella como Carromero tuvieron la oportunidad de probar su versión de los hechos, cuestión que no hicieron. Antes bien, Carromero reconoció su responsabilidad no sólo en el juicio oral, sino también dentro de la embajada de España, donde no tenía nada que temer, e incluso en sus primeras declaraciones, a su llegada a Madrid.

Es más, la respuesta del Canciller fue enfática: si quieren reclamar que acudan a los tribunales, y no a la prensa, que no es la vía apropiada para tratar estos casos.

No obstante, al cabo de seis meses, sea por presiones, dada su condición de funcionario público, o por dinero, o ambas razones, y en coincidencia con el despliegue de una nueva campaña contra Cuba, Carromero cambió de posición, y sin que se le moviese un músculo de un rostro de suyo pétreo, afirmó impertérrito que Payá fue asesinado por los servicios secretos cubanos, lo que fue amplificado hasta la náusea por el disciplinado sistema mediático internacional.

La maniobra mediática de Rosa María Paya se inscribe en una operación mayor. De inmediato el Departamento de Estado de EEUU respondió que apoyaría su propuesta de solicitar una investigación internacional, incluso en contra de la posición de España, que reconoce la validez del juicio en Cuba y la prueba aportada por la instancia pericial.

Hace un par de días, la nueva Embajadora de EEUU en Naciones Unidas, Samantha Power, solicitó al Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba una investigación “creíble” sobre la muerte de Payá, fundándose en las declaraciones de Carromero, “ahora libre para hablar sin restricciones sobre sus experiencias en Cuba”, según dice el comunicado leído por la portavoz para Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado, Angela Cervetti. No importa que no haya ni una sola prueba como para solicitar algo semejante por la vía oficial. El efecto buscado se consigue por la sola reiteración ad infititum del dócil y disciplinado sistema mediático, cuyo concurso forma parte del diseño de las campañas contra Cuba.

Sin embargo, en esta oportunidad el complot es tan burdo y primario, que tanto el Canciller de España, como Michael Mann, portavoz de la jefa de la diplomacia europea Catherine Ashton, han declarado que si de verdad Carromero tiene nuevas pruebas, debe presentarlas en la justicia, en lugar de ventilarlas por la prensa.

Aparte de la falta de evidencia, la hipótesis de la conspiración de los servicios secretos cubanos no resiste el menor análisis. De entrada, ni el más chapucero de los servicios secretos habría elegido como método de eliminación, un accidente de tránsito, que además dejó con vida al principal de los testigos. Pero, en lo principal, no se divisa el móvil para emprender una operación tan riesgosa. Oswaldo Payá llevaba más de 10 años haciendo lo mismo, con el mismo discurso, sin que representara la menor amenaza para el régimen cubano. Antes bien, estaba totalmente solo, al punto que el Partido Popular de España le envió un emisario con el fin de reanimar a sus exangües mesnadas. No hacía falta matarlo: él mismo se había lapidado. En Cuba hay disidentes mucho más activos y notorios, sin que por ello tengan el menor riesgo a su seguridad.

Como hace unos días Capriles Radonsky, el viaje a Chile de Rosa María Payá no es casual ni inocente. Aquí la esperan con los brazos abiertos el sector derechista de la democracia cristiana, el mismo que se vinculó con la conspiración que terminó con la democracia en Chile, y desde luego, la derecha chilena en pleno, tal vez la más cavernaria de Sudamérica, dudoso privilegio que sólo le puede disputar la de Colombia.

Durante su estadía, se reiterarán las acusaciones sin prueba por el “asesinato” de Payá, sobre la feble base de las declaraciones de su hija y de Carromero, y se desempolvarán todos y cada uno de los viejos argumentos para desacreditar a la Revolución Cubana. De esa manera, entre otras, los medios ocultan la propia realidad chilena, donde las manifestaciones y protestas contra el gobierno de derecha y el modelo neoliberal, se incrementan cada día.

Pero la mayoría de los chilenos, en especial los jóvenes que están enarbolando las banderas del cambio, no se dejarán engatusar por las payasadas y trapisondas de estos bien remunerados Don Nadie.

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