Eliodoro Matte Larraín, el último de los patriarcas vivos de una línea oligárquica que se remonta a los orígenes del capital en Chile sale defenestrado del think tank neoliberal CEP, financiado por él mismo. Matte, no sólo ha sido conspirador y golpista, sino que su empresa, la CMPC, ha estado en el centro de la colusión y el lucro.
Desde el CEP Eliodoro venía predicando la filantropía y la responsabilidad social empresarial, pura retórica y marketing para un linaje famoso por el lucro y conspiración.
De todos los grandes consorcios económicos nacionales el grupo Matte es el fiel depositario de todos aquellas gallardías propias de la oligarquía chilena atesoradas durante los últimos dos siglos. Matte, a diferencia del pragmatismo comercial, financiero y político de los grupos económicos creados y amasados por inmigrantes tardíos, mantiene trazos propios del siglo XIX, claro que muy bien encubiertos bajo las políticas neoliberales y globalizadoras del XXI.
Es la más vieja raigambre, enclavada desde los orígenes de la historia nacional en un espacio difuso y corrupto que se ha extendido desde los negocios al mismo corazón del Estado chileno. Un espacio nuclear y compacto, compuesto por unas pocas familias endogámicas, por la cual ha transitado de forma más o menos intacta un tipo de pensamiento que ha caracterizado a la clase dominante chilena durante estas centurias.
Familias ultracatólicas y conservadoras en lo cultural y en lo político, no han escatimado ni gastos ni conspiraciones para mantener a punta de pistola y tanques el país que sus antepasados conquistaron y el orden que tanto les ha beneficiado. El rol que la familia de Eliodoro Matte, el renunciado presidente del centro de Estudios Públicos (CEP) jugó durante la desestabilización del gobierno de Salvador Allende y el golpe de Estado a través de la campaña de la Papelera y El Mercurio, ha quedado como una evidencia del modo de acomodo y existencia en la sociedad e historia chilena de esta familia, así como su participación en el gobierno de la posterior dictadura militar. Como muestra viviente, Patricia Matte, una de las figuras de este linaje, fue una destacada funcionaria del gobierno de Augusto Pinochet.
Ya en los albores del siglo XIX aparecen la familia Matte como unas de las dueñas del país. Uno de los primeros y conspicuos miembros fue Domingo Matte Mesías, terrateniente, banquero y político vinculado al partido monttvarista de mediados del XIX, junto a figuras como Cornelio Saavedra, Agustín Edwards McClure y Rafael Sotomayor. Fue diputado en dos ocasiones, por Valdivia y por Santiago.
Unos de sus hijos, el abogado Eduardo Matte Pérez, defensor de las grandes corporaciones de la época y destacado político, pasó a la historia por una de sus locuciones, la que resume muy bien el espíritu oligárquico presente hasta nuestros días. Eduardo Matte, que fue diputado, senador y ministro en los gobiernos de Balmaceda y Jorge Montt, dijo, con meridiana claridad, que “los dueños de Chile somos nosotros, los dueños del capital y del suelo; lo demás es masa influenciable y vendible; ella no pesa ni como opinión ni como prestigio”. Cuando en pleno siglo XXI oímos a las futuras generaciones Matte repetir más o menos lo mismo, vemos que la historia no parece evolucionar por ciertas elites en estas tierras.
Pero los orígenes del clan como tal datan de las primeras décadas del siglo pasado, cuando Luis Matte Larraín fundó la Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones, hoy la CMPC, empresa que durante el siglo pasado fue uno de los mayores y más poderosos conglomerados económicos nacionales. Un sobrino del fundador, Eliodoro Matte Ossa, entró en 1961 al directorio de la CMPC invitado por Arturo Matte Larraín y por el presidente empresario de entonces, Jorge Alessandri Rodríguez. Eliodoro Matte Ossa no sólo fue director de la Papelera, sino que ya ampliaba sus negocios hacia otros rubros: corredor de la bolsa, presidente de Cemento Melón y del entonces Banco Sudamericano.
Eliodoro y el golpe de 1973
Hacia 1976, ya tras el golde de Estado, asume el directorio de la CMPC su hijo, Eliodoro Matte Larraín, ingeniero comercial de la Universidad Católica con un MBA en la Universidad de Chicago. A partir de entonces, y bajo el alero de la dictadura, todo es expansión. En 1981 Eliodoro asumió la gerencia general de la CMPC y controlaba sus inversiones en las áreas financiera (Banco Bice) y forestal (Mininco).
Un tiempo más tarde y tras el proceso de privatizaciones ingresaría en los sectores energético (Colbún) –que conduce su hermano Bernardo- portuario y telecomunicaciones (Entel). Patricia, socióloga de la Universidad Católica, formaba parte del staff de la dictadura en lo que entonces se llamó Odeplán. La vieja trenza oligárquica que combinaba negocios, política y Estado, marchaba otra vez a la perfección.
Un perfil del heredero lo traza el economista Hugo Fazio en “El Mapa Actual de la Extrema Riqueza”:
“Eliodoro Matte tiene una activa presencia pública, expresando los intereses del gran empresariado, como presidente del Centro de Estudios Públicos (CEP). También ha ocupado cargos directivos en la Corporación de la Madera y en la Sofofa. Su hermano Bernardo Matte por mucho tiempo se constituyó en uno de los pilares de la carrera política de Andrés Allamand. Su relación se inició en el colegio Saint George donde militaban en la Juventud Nacional; también fue líder de la Secretaría Nacional de la Juventud durante el régimen de Pinochet y militó en Renovación Nacional hasta 1992”.
La familia es activa mecenas de organismos conservadores católicos y neoliberales. Eliodoro ha formado parte del directorio de la Universidad Finis Terrae, ligada a Legionarios de Cristo, Patricia participa del ultraconservador Instituto Libertad y Desarrollo, cuyo consejo comparte con los ex ministros de Pinochet, Carlos Cáceres, Hernán Felipe Errázuriz y Hernán Büchi, de la Sociedad de Instrucción Primaria, en tanto Bernardo es vicepresidente de la Fundación Paz Ciudadana que preside Agustín Edwards.
Desde esta trenza de poder, Eliodoro Matte, y como lo han hecho históricamente sus antepasados, intentó presionar, esta vez sin éxito, a uno de los poderes de Estado para que agilizara la investigación del caso Karadima, sacerdote con el que él y su familia tenían una larga relación.
Como escribió Carlos Peña entonces en El Mercurio, Matte “visitó al fiscal para interceder por Karadima y al esgrimir su amistad como un antecedente que legitimaba su acto, cedió además a esa pulsión que caracteriza a la élite tradicional: la creencia de que, bajo ciertas condiciones, les corresponde a sus miembros certificar quién vale la pena y es digno de confianza, y quién, en cambio, es merecedor de sospecha”.
Ante el escándalo público, Eliodoro Matte tuvo que retroceder y actuar de forma inédita para su alcurnia. En una carta enviada al mismo diario, ofreció sus disculpas públicas “en perfecta conciencia de que todos los que ostentamos de una u otra forma alguna autoridad o poder debemos ser extremadamente cuidadosos al ejercerlo”.
Tal vez algo ha cambiado en Chile desde los tiempos de Eduardo Matte Pérez, algo que la familia Matte tardó en percibir. Como más tarde dijo a El Mostrador el abogado querellante del caso Karadima, Juan Pablo Hermosilla, “el que yo tenga dinero y sea un empresario exitoso y que sea una de las personas más ricas de Chile, no significa que tenga una categoría distinta al más pobre de los pobres”.
Magnates mundiales en un país de pobres
Porque si concentran poder, también mucho dinero. El patrimonio de esta familia lo ha llevado en diversas ocasiones a integrar los primeros lugares del grupo de los multimillonarios del mundo del ranking Forbes. Tanto, que hacia finales del 2009, en medio de la crisis financiera mundial, la prensa económica levantó al grupo como el principal consorcio chileno en cuanto al volumen de su fortuna.
Tras la crisis, Forbes ubicó a principios del 2011 año al clan Matte en el puesto 77 entre los magnates mundiales, con una fortuna de 10.400 millones de dólares. Otro informe, también de inicios del año y realizado por Compass Group, le otorgó a los Matte un patrimonio superior a los 25 mil millones de dólares, menor que el clan Luksic (49 mil millones) y Angelini (36 mil millones), pero mayor que Paulmann (17 mil millones) y muy similar a Falabella (26 mil millones).
Y van por más. Los resultados de las grandes sociedades anónimas insuflan el proceso de concentración de la riqueza, aumentando de manera impúdica éstas y otras fortunas. Una clara muestra de este proceso de concentración lo exhibieron las ganancias de las grandes corporaciones, las que aumentaron un 45 por ciento promedio el año pasado. Entre estas empresas, ENTEL aumentó sus utilidades en un 22 por ciento y la Papelera ganó un 144 por ciento más que el 2009.
La presión oligárquica
Con esta portentosa posición económica y política, la influencia que ejerce este grupo sobre los poderes el Estado, los medios de comunicación y los actores privados queda expresada en diversos procesos y eventos que hoy salen a la luz pública. Desde sus posiciones en el sector forestal y la industria de pulpa de celulosa, emplazados en territorio mapuche, los Matte, a través de sus enclaves ideológicos y su cercanía con los hoy partidos en el poder, tienen y han tenido una importante responsabilidad en la dirección que han tomado las políticas del Estado chileno en esa zona.
En el catastro forestal del Instituto Nacional de Estadísticas se hallan plantaciones de árboles por 6,5 millones de hectáreas a lo largo del país. De este total, más de la mitad están explotadas en el territorio mapuche: la región del Bío Bío, con 1,3 millones; Araucanía, con 650 mil y Los Lagos con 1,37 millones.
El negocio forestal está firmemente anclado en esta zona y posee, como vemos, unos 3,6 millones de hectáreas, muchas de ellas reivindicadas por comunidades mapuches como terrenos ancestrales. La CMPC del grupo Matte, que es la cabeza de serie de las forestales de este consorcio, tuvo ingresos por 637 millones de dólares el 2010, y Celulosa Arauco, de Angelini, ingresos por más de 700 millones de dólares.
Los negocios del sector forestal, bien vale recordar, tienen sus orígenes en la dictadura bajo el subsidio forestal o Decreto Ley 701, afortunadamente congelado gracias al escándalo de colusión de papel higiénico.. Una idea que se enmarcó como una forma de neocolonización de la zona mapuche al estimular la instalación de estos nuevos modos productivos empresariales.
La defensa de estos negocios, generada desde los think tank neoliberales financiados por el grupo Matte, como el CEP y el Instituto Libertad y Desarrollo (L&D), tienen cobertura amplificada en El Mercurio y llegada privilegiada en los centros de decisiones del Estado.
Hacia mediados del año pasado, L&D escribió:
“Actualmente, la región está viviendo un aumento sostenido de ataques indígenas, de modo que es importante que el Gobierno, aún cuando esfuerzos por terminar con la huelga de hambre, no ceda a presiones ilegítimas porque ello importaría entregar una señal de debilidad a las comunidades y a la sociedad civil en general que, a la larga, agravaría el conflicto. Las políticas de fondo deben apuntar a la integración de las comunidades indígenas y en entregarles igualdad de oportunidades, capacitación y libertad para emprender, superando de este modo la pobreza que les aflige, con pleno respeto a la institucionalidad vigente y sus tradiciones”.
Ninguna referencia a las reivindicaciones territoriales, como podemos ver. Porque, dice L&D, “el verdadero problema de las comunidades tiene relación con la pobreza, el desempleo, la falta de educación y las erráticas políticas que han generado frustración y desconfianza en las comunidades.
Y si es así en la defensa del negocio forestal, es igual en el área energética en la justificación de Hidroaysén y las termoeléctricas. “Chile inevitablemente requerirá de fuertes inversiones en centrales termoeléctricas y en plantas hidroeléctricas para poder responder a los crecientes requerimientos de energía eléctrica, demanda que no es posible satisfacer más que en un porcentaje menor con ERNC (Energías Renovables No Convencionales). Las decisiones para el desarrollo a futuro deben tener presente esta realidad”.
¿Quién lo dice? Los institutos financiados por los Matte. Las políticas levantadas por el Estado chileno en los territorios mapuche, en energía y medio ambiente han sido diseñadas a la medida de éste y otros grupos económicos por estos centros ideológicos. Una defensa orquestada de sus intereses y de su versión de la historia chilena.
Fuente: El Ciudadano