En el año 1921, José Raúl Capablanca alcanzó el punto más alto de su carrera. Este gran maestro cubano, famoso por su precisión casi matemática y su estilo inigualable, estaba a punto de conseguir una hazaña que pocos en la historia del ajedrez se atreverían a soñar.
Entre 1916 y 1924, Capablanca no conoció la derrota en partidas oficiales.
Durante ese período, enfrentó a los mejores jugadores del mundo ¡sin perder un solo encuentro! Fue un logro extraordinario que cambió la historia del ajedrez para siempre.
Este intervalo incluyó su célebre enfrentamiento contra Emanuel Lasker en 1921.
Lasker, campeón mundial por 27 años, era considerado prácticamente invencible. Sin embargo, Capablanca, con su estilo elegante y certero, lo derrotó con impensada facilidad.
En partidas que parecían salidas de un manual perfecto de ajedrez, Capablanca rompió las defensas de Lasker con una precisión implacable.
Finalmente, Lasker, abrumado y exhausto, cedió su título antes de que concluyera el match.
Así, Capablanca se proclamó campeón mundial, reafirmando un dominio absoluto.
Lo que más impresionaba a los expertos y aficionados no era solo el hecho de que Capablanca ganara, sino cómo lo hacía: sin errores, sin titubeos. Cada jugada parecía estar calculada desde el primer movimiento.
Su invicto simbolizaba algo más que victorias, era la manifestación de una mente estratégica que operaba como un reloj suizo, al punto que en ocho años, no perdió una sola partida.
Esa fue la leyenda que dejó Capablanca: un campeón que no solo vencía, sino que mostraba la perfección en cada paso del camino.
Su invicto es una de las hazañas inigualadas en la historia del ajedrez, recordándonos que la verdadera grandeza en el tablero no radica solo en las victorias; sino en la maestría y el arte que Capablanca encarnó como nadie hasta entonces.
