sábado, diciembre 21, 2024
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El Chile del Ministro Larroulet

El Ministro Cristian Larroulet no se ha caracterizado por aparecer mucho en la prensa. Habla poco, pero cuando lo hace, aspira a ser un referente intelectual de esa ‘nueva derecha’ que todo el país sigue esperando. Nunca pierde la oportunidad de destacar los valores de su sector, haciendo eco de una publicación de jóvenes auto-proclamados como los nuevos referentes de la derecha (“Gobernar con Principios”, Libertad y Desarrollo 2012) en que se destacaba la falta de respaldo intelectual para los principios y valores que dice defender la derecha.

Quizás motivado por la lectura de best-sellers económicos en un kindle, o por una visión fanática de su tratado de economía (que tuve que tragar en mi primer año de universidad y que casi me provoca indigestión), Larroulet arremete nuevamente contra Bachelet, defendiendo no solo el legado del actual gobierno, sino mostrando, casi sin tapujos, los valores e ideales que lo mueven. En general, los ministros de la Secretaria General de la Presidencia son quienes deben articular los acuerdos para cumplir las promesas electorales del programa del gobierno, y por eso suelen ser muy cautos con sus declaraciones. Como ya quedan solo los descuentos, se da licencia, con boca ancha, para decir unas cuantas cosas.

En una entrevista publicada en el Diario La Tercera, el actual ministro no solo admite expresamente la futura victoria de Bachelet, sino que llama a la unidad de la derecha para defender lo que ya Patricio Melero había señalado hace un tiempo: ‘vamos a defender los 3/7 + 1’ (en referencia al quórum requerido para impedir que se logren cambios en áreas sustanciales como educación o el sistema electoral).

Vamos al grano. El ministro parte reconociendo la derrota de la candidata de su coalición, preparando el terreno para lo que la derecha mejor supo hacer desde 1990: gobernar siendo oposición. En efecto, en el Chile de la transición, uno podría perfectamente decir que la oposición política siempre tiene el poder de veto y que por tanto “gobierna”, en el pleno sentido de la palabra.

Ante las criticas de la candidata socialista acerca de la discusión de la Ley de Presupuesto, el actual ministro señaló, haciendo referencia a un futuro cuyo destino parece estar escrito, que “se le dejó la flexibilidad presupuestaria que es 33% mayor que la que tuvo este gobierno”. De este modo, prepara el camino para el rol de la derecha de ahora en adelante, que consistirá en defender el legado de Guzmán a ojos cerrados, sin escuchar los argumentos de la gente ni de sus opositores políticos. Aquí, llama al orden a las huestes derechistas:

“Hay que hacer un llamado a la unidad, eso es lo más importante en el sector, considerando que en la elección parlamentaria hay una votación para la Nueva Mayoría que le da acceso a quórum que son muy relevantes”.

No contento con aquello, el Ministro se encargo de reiterar algunos argumentos que había ofrecido acerca del voto voluntario en una columna de opinión publicada en el mismo periódico durante el fin de semana. En estos argumentos, el Ministro exhibe la hegemonía neoliberal en su mas pura expresión, cuando extiende el fantasma del neoliberalismo ya no solamente sobre los valores y conductas de los individuos y la sociedad, sino sobre el sistema político.

La colonización de los mundos de la vida, o el fantasma de la hegemonía neoliberal, parecen tomarse hasta el único ejercicio en que todos podríamos aspirar a una igualdad en sentido estricto. No contento con haber repudiado el significado político de la iniciativa ciudadana “Marca tu voto”, se refiere al voto de la ciudadanía en términos puramente instrumentales, denostando cualquier referencia al bienestar colectivo, a la idea de comunidad, a la calidad de vida en las ciudades, o a bienes públicos en el sentido mas tradicional de la palabra. Intentando hacer un llamado desesperado a los chilenos, y contradiciendo su anterior frase fúnebre (“[a Bachelet] se le dejo la flexibilidad presupuestaria adecuada”), el ministro aventura la pregunta clave para este Domingo: “los chilenos en la cámara secreta van a tomar una decisión: ¿estoy yo y mi familia mejor que en 2009, cuando terminó el gobierno de Michelle Bachelet?”

Lo clave de estas palabras es que traducen nuevamente el sentido del neoliberalismo, en que lo correcto (lo bueno, lo justo, lo necesario) es actuar en base a criterios puramente individuales, sin considerar el interés publico o colectivo. Si se fijan bien, reducir el voto a una pregunta puramente individual impide considerar el sentido en que el bienestar individual depende, en parte importante, del bienestar colectivo. Para el ministro, al parecer, las cosas son de otro modo.

Al final, viene el broche de oro, pues asumiendo la derrota segura de la alianza en las urnas, apela  al terror, desoyendo no solo los análisis actuales sobre la economía mundial y el precio del cobre, sino violando los principios mas básicos de las democracias contemporáneas. He aquí el broche:

“La debilidad que está mostrando la inversión y que explica ese bajo crecimiento se debe fundamentalmente a las propuestas de Bachelet”.

Para algunos podría ser un verdadero acto de intervención electoral, pero más grave resulta el profundo desprecio sobre la posibilidad de imaginar un país distinto en que los “hechos naturales” no dominen todas y cada una de las discusiones.

En efecto, la economía muchas veces se utiliza como una amenaza ante cualquier arreglo institucional que aspire a cambiar el actual estado de cosas: “si suben los impuestos habrá menos inversión”, “si suben el sueldo mínimo disminuirá el empleo”, “si suben las regulaciones ambientales se acaba la industria”.

Esto supone que la economía tendría no solo un poder explicativo de los complejos fenómenos de la interacción social sino también propiedades normativas que parecen colonizar todos nuestros actos.

El Ministro parece suponer que la economía es un poder incontrolable y que los estados de cosas que se producen no dependen de un sinnúmero de actos voluntarios.

El Ministro parece llevar el principio de la diferencia de Rawls a sus extremos: las desigualdades se justifican porque los que están peor estarían peor de lo que están de no mediar estas desigualdades en torno a los sueldos, a los beneficios, al acceso a salud, educación, etc. (en buen chileno, que el ingeniero civil no se levantara a construir puentes de no mediar una 4×4 ultimo modelo, una casa en La Dehesa, un sueldo millonario y, bueno, varias cosas más).

El Ministro parece construir un país en que la gente sencillamente no realiza nada por el bienestar colectivo de no mediar una profunda desigualdad que no disminuye en un país que dice estar ad portas del desarrollo.

El Ministro imagina un país sin otro valor que la libertad de individuos que constantemente se preguntan única y exclusivamente por su propio bienestar (y bueno, el de su familia, si sobra algo).

En el país del Ministro, sencillamente no tenemos necesidad de justificar nuestros actos ante personas que sobreviven con el mínimo, de colaborar con el resto, ni de convivir con el otro. He aquí el país de Larroulet.

(*) Abogado, Profesor de Derecho Constitucional UDP

Fuente: Sentidos Comunes

http://www.sentidoscomunes.cl/el-chile-del-ministro-larroulet/

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