por Jorge Lavandero I. (*)
El Presidente ha promulgado una pretendida reforma tributaria, con el pretexto del crecimiento, mediante el cual, en su discurso, todos los chilenos saldrán beneficiados.
¿Quién produce el crecimiento?
No hay dudas que el crecimiento en Chile, que importa el 70% de lo que consumimos a diario, lo produce el poder comprador de la masa de consumidores, es decir el pueblo de Chile.
Ahora bien, tenemos estadísticas internacionales, que nos indican, que Chile tiene uno de las peores distribuciones de los ingresos del mundo.
En cifras esto significa, que el 90% del crecimiento va a parar al 10% más rico del país y al de las empresas extranjeras avecindadas en Chile de esta manera, el resto del crecimiento, el 10%, es el que se reparte entre los 17 millones de chilenos.
Lo anterior significa dos cosas.
1°. Que la tajada del crecimiento, para los 17 millones de chilenos es tan pequeña, que no alcanza al menos, para educación, salud y previsión, entre otras inequidades.
2°. Es que si se reparte cada año un 90% del crecimiento para el 10% más rico y solo el 10% para los 17 millones de chilenos, cada año que pasa la desigualdad aumentará.
La mala distribución de los ingresos en todos los países del mundo se corrige con una tributación adecuada.
La injusticia tributaria proviene de un regresivo e injusto régimen impositivo en el país; donde el mayor costo tributario recae en los que ganan menos; y no como en la enorme mayoría de los sistemas tributarios del mundo, en los contribuyentes de mayores ingresos, el sector de la gran empresas y los grandes capitales, nacionales y extranjeros.
¿Cómo es así?
Se los voy a señalar con cifras a toda prueba de desmentido. En chile el 64% de los recursos que recibe el Estado, lo aporta el sector de más bajos y medianos ingresos, con impuestos indirectos como son el IVA, 19%; los impuestos a las bencinas, 51%, y los impuestos a los cigarrillos, 41%.
Los más ricos, pocos, contribuyen muy poco en impuestos indirectos y menos aún si comparamos lo que destinan de sus ingresos a consumo.
La gente modesta, clase media y obreros o por cuenta propia, son los que gastan casi el 100% de sus sueldos en artículos que pagan estos impuestos.
Me he referido solo a los más importantes, que le dejan el 64% de los ingresos al Estado.
Además están los tags, los arriendos para cobrar los tags, los medidores inteligentes, las patentes de automóvil y de todo tipo, el negociado de los exámenes técnicos automotrices, gases, el agua potable, la energía, la movilización, etc.
Al final de cuentas, el miserable sueldo o jubilación se percibe, queda reducido a la nada; no alcanza siquiera para cubrir el resto de las necesidades básicas de las familias más modestas.
Por tanto, lo que intenta el señor Piñera es seguir repitiendo la práctica tributaria del chorreo, que en nuestro país no da ni para goteo.
El presidente y la casta política parecen no entender que es precisamente esto lo que tiene al pueblo en la calle, en la mayoría de las ciudades del país.
Solo hay dos formas de financiar los cambios: colocarle un royalty a todos nuestros recursos naturales, renovables y no renovables, incluido el agua, o mejor todavía, proseguir el camino de Frei Montalva con la chilenización del cobre y del gran presidente Salvador Allende con la nacionalización de nuestras principales riquezas.
El pueblo unido triunfará.
Ahora en el festival de Viña, pero también en cualquier espectáculo público, artístico o deportivo, los chilenos vocean su opinión sobre Piñera, el sistema neoliberal y el actual estado de cosas.
Recuperar nuestras riquezas básicas supone coraje y voluntad política, que este gobierno no tiene ni tendrá. Pero otro gobierno, respaldado por el pueblo unido, sí podrá.
(*) Ex Senador de la República