por María Crespo.
La inteligencia artificial está cambiando el mundo a gran velocidad. En un horizonte no tan lejano, la premisa de que las máquinas inteligentes realizarán tareas de forma más eficiente y más barata que los seres humanos no suena descabellada. Los retos para los trabajadores del futuro se multiplican ante sus ojos…
Algunos de los puestos más vulnerables en la transición a la automatización, la robotización y la inteligencia artificial están relacionados con el transporte, el trabajo mecánico en fábricas o la atención al cliente. No obstante, ningún campo de actividad queda excluido, desde la salud a las finanzas, pasando por el militar.
En el estudio (When Will AI Exceed Human Performance? (¿Cuándo superará la inteligencia artificial (IA) el rendimiento humano?) expertos en IA muestran las pruebas Elaborado por la investigadora Katja Grace, del Instituto para el Futuro de la Humanidad de la Universidad de Oxford, 350 expertos en inteligencia artificial predicen que la IA superará a los seres humanos en los próximos diez años en trabajos tales como traducir idiomas (en el año 2024), la redacción de ensayos al nivel de escuela secundaria (en 2026), y la conducción de camiones (en 2027).
Escribir un éxito literario o sustituir a un cirujano tardará algo más, pero llegará igualmente: en 2049 y 2053, respectivamente.
Retos globales, riesgos desiguales
Los conflictos potenciales varían considerablemente según el grado de desarrollo económico de los países.
“En los países desarrollados, dada su mayor ventaja comparativa, existe la preocupación de que las nuevas formas de inteligencia artificial competirán con los seres humanos para empleos en áreas de capacidad cognitiva. Mientras que en los países emergentes y en vías de desarrollo, las preocupaciones sobre la automatización se asocian principalmente con el riesgo de reemplazar los empleos en la industria manufacturera, que han sido centrales en sus estrategias pasadas de crecimiento.
El tema central, por supuesto, en ambos casos, es el riesgo de que los empleos sean reemplazados por la tecnología”, explica el economista principal de la OIT, Steven Tobin.
Tobin recalca que en el pasado las innovaciones tecnológicas no han llevado al “desempleo tecnológico” que más se temía.
“En este sentido, el futuro del trabajo no está predeterminado. Depende de nosotros, en particular de los gobiernos y los interlocutores sociales, forjar el tipo de futuro que queremos. Nuestra tarea es gestionar la innovación tecnológica en un esfuerzo por buscar los mejores resultados laborales y sociales”, añade.
“En cierta medida la automatización significa progreso casi intrínsecamente, puesto que permite que el ser humano se libere en mayor medida del sacrificio que significa el trabajo. Lo que sucede es que puede ocurrir que los beneficios o ganancias que conlleva el incremento de productividad que supone la automatización no repercutan por igual en todos los grupos sociales. Eso depende de la capacidad de negociación, del poder de cada grupo social”, alerta Juan Torres López, catedrático de Economía aplicada en la Universidad de Sevilla.
Además, el aumento global de las formas de empleo no normalizadas, como el trabajo temporal, el trabajo a tiempo parcial, el trabajo por cuenta ajena y la subcontratación, el empleo autónomo dependiente o las relaciones de trabajo encubiertas, puede generar desprotección frente a los cambios tecnológicos.
“En este sentido, se necesita una mejor regulación que garantice la igualdad de trato para los trabajadores, independientemente de su acuerdo contractual”, señalan desde la OIT.
Otro de los factores clave para los trabajadores, además de una protección social eficaz, será un mayor y mejor acceso a la formación para mejorar sus habilidades.
“Debemos garantizar que las personas tengan acceso a la educación y las aptitudes adecuadas para asumir los nuevos puestos de trabajo y que las medidas de protección social eficaces estén previstas para proporcionar garantías mínimas”, explica Tobin.
“Al igual que la automatización, muchas personas se apresuran a hacer juicios de valor con respecto a los robots y el riesgo de que se llevará puestos de trabajo” –añade Tobin– “la realidad es que no tenemos una respuesta clara y se requiere un mayor debate e investigación”.
Para el economista, ejemplos como los de Alemania y Japón, que han logrado introducir los robots en compañías sin comprometer puestos de trabajo, son casos de éxito. “Los robots tienen la capacidad de realizar tareas que hoy son de alto riesgo y peligrosas para los seres humanos”, destaca.
El reto pasa por estimular la innovación y la reducción de costes sin comprometer la redistribución justa de ingresos, independientemente del acuerdo contractual del trabajador.
Políticas sociales piloto, una respuesta a los nuevos retos
Desde septiembre y durante los próximos 24 meses, Barcelona ensayará cuatro fórmulas de renta mínima en 1.000 hogares de los barrios del Eje Besòs. Se trata de una prueba piloto que contará con un presupuesto de 13 millones de euros.
“El objetivo es estudiar cómo se puede garantizar que todas las personas residentes en la ciudad de Barcelona dispongan de unos ingresos mínimos para tener una vida digna, y parte de la certeza de que el actual sistema de ayudas es insuficiente y muy complejo para lograr este objetivo”, aclaran desde el área de Derechos Sociales del Ayuntamiento de Barcelona.
“Las 1.000 familias beneficiarias se dividirán en cuatro subgrupos que verán como la renta se reduce o no a partir de la obtención de otros ingresos suplementarios y sobrevenidos, y también cómo influye el hecho de que están obligados o no a participar en determinados proyectos sociolaborales”.
Desde el consistorio destacan que “a pesar de que existe mucha literatura sobre el tema, hasta la fecha no se dispone de muchos estudios prácticos que analicen con detalles cuál es el mejor diseño de este tipo de rentas para cumplir con su objetivo último, que es la reducción de las desigualdades y asegurar una igualdad de oportunidades real. Actualmente se están llevando a cabo estudios parecidos en la región de Ontario (Canadá), la ciudad de Utrecht (Países Bajos) y Finlandia”.
Al término de los dos años se evaluará el impacto de estas políticas sociales para proteger al ciudadano y reducir la desigualdad. “Partimos de la realidad de que las políticas actuales, a menudo demasiado asistencialistas o paternalistas, no han servido para frenar el aumento de la pobreza y la desigualdad, y por ello sí que se considera que sería bueno explorar la renta básica con más profundidad.
Ello también podría servir para una compactación de las ayudas ya existentes y una reducción de la burocracia”, comentan.
Fuente: Laberinto Laboral