David Harvey me ha concedido el gran honor de reseñar mi libro Marx’s Inferno: The Political Theory of Capital. Su amplia respuesta destaca una serie de discrepancias bastante importantes no sólo para el estudio académico de Marx, sino también para la izquierda política.
Afirma que mi libro será “un primer llamado de atención en lo que promete ser una gran batalla por redefinir el legado intelectual y político de Marx”. Espero que no se equivoque.
Hasta el momento la izquierda está cargada de energía pero aún débil. La juventud está muy desencantada con el capitalismo y el orden establecido posterior a la Guerra Fría, y están abiertos al socialismo.
Al mismo tiempo, las organizaciones políticas y económicas de izquierda están en caos, y no tienen un centro de gravedad teórico o táctico. Por lo que creo es el momento preciso para releer la historia del socialismo teórico y así volver y rehacer, sus principios básicos.
Nadie es más importante, en este aspecto, que el propio Marx. La pregunta es, ¿cuál Marx?
Mi libro defiende la dignidad del primer volumen de El Capital y sostiene que éste contiene a un Marx que necesitamos recuperar hoy. Harvey no está de acuerdo y sostiene que “considerar al Volumen 1 como un tratado independiente, es tremendamente problemático”.
Esta desavenencia, su “objeción más seria” a mi libro, se refleja a través de tres diferencias sustantivas entre nuestros acercamientos a Marx. La primera concierne al tipo de teoría que plantea El Capital. La segunda concierne al contenido de la argumentación de Marx en el Volumen 1. Y la tercera concierne a la relación de Marx con el socialismo de su época y el actual.
Quiero traer cada una de estas discrepancias a la palestra, ya que el amplio debate de estas materias es de suma importancia.
¿Qué tipo de libro es El Capital?
La interrogante que mi libro plantea e intenta responder, es la vieja pregunta por el “método de presentación” de Marx en El Capital. ¿Por qué el Volumen 1 toma dicha forma?
Debido a que el propio Marx plantea esta pregunta –de manera elíptica– en el curso por refutar la afirmación que sostiene que está aplicando un método hegeliano al estudio de la economía política, las investigaciones académicas sobre la pregunta está dominada por el esfuerzo de encontrar un método de presentación hegeliano o cuasi hegeliano en el Volumen 1. Este esfuerzo ha tenido varios resultados.
Todos advierten que hay partes del texto que parecen más bien hegelianos. Por otro lado, una buena parte del libro no parece serlo: mucho de las Partes 3, 4 y 8 que juntas suman cerca de 40% del libro. Estas son las partes “históricas”.
Los marxistas hegelianos tienden a estar desconcertados por estas partes, ya que no aportan mucho al desarrollo de los conceptos. Historiadores sociales como Gareth Stedman Jones piensan que éstas son las únicas partes valiosas de El Capital. Sin embargo, las dos mitades nunca se entrelazan.
Mi respuesta a este problema es que Marx estructuró el Volumen 1 siguiendo el modelo de El infierno de Dante. Esto no es tan descabellado como suena.
El descenso metafórico hacia el infierno era bastante difundido en la literatura socialista del siglo diecinueve. Pierre-Joseph Proudhon, la bête noir de Marx, fue el que más recurrió al tema. Más aún, las categorías morales que estructuran el Infierno de Dante –incontinencia, fuerza, fraude y traición– fueron dominantes en la economía moral del socialismo incipiente por la sencilla razón de que la herencia cristiana-aristotélica permeó la moralidad popular.
Yo sostengo que Marx escribió El Capital como un descenso hacia el infierno social del capitalismo moderno. Él quiso informar a sus lectores del funcionamiento interno del modo de producción capitalista, al tiempo en que desplazaba las categorías de juicio moral socialista sobre “el conjunto de relaciones sociales”.
Mi libro muestra que leyendo el Volumen 1 de esta manera, nos permite darle sentido a sus argumentos de una manera conectada y holística, y como una intervención cuidadosamente construida dentro del movimiento socialista de aquellos días, sin eliminar grandes partes del libro, ya sean como “digresiones” o “ilustraciones”, o como desatinados estorbos metafísicos.
David Harvey objeta, sin embargo, que esto “construye una única y exclusiva versión que deja a un lado otras lecturas”, y que ésta se apoya en “el fundamento superficial pero conveniente” de que sólo el Volumen 1 fue publicado estando vivo Marx.
Lo que plantea Harvey es que “si sólo leemos el Volumen 1 de El Capital… malinterpretaremos el punto de dicho volumen.” Y lo haremos porque “la hipótesis que atraviesa al Volumen 1 es que todas las mercancías cambian su valor”.
Esto le permite a Marx construir “un modelo de actividad capitalista que refleja ‘el infierno’ de los obreros”, pero no le permite considerar la “alienación” de “el ‘trabajador acomodado’ que está protegido por un sindicato, vive en una casa de los suburbios, tiene un automóvil en la entrada de su casa, un televisor en la sala y un laptop en la cocina, y vacaciona en España o el Caribe”.
Tampoco le permite a Marx explicar cómo es que “la acumulación de capital…se sostiene en [el] ‘consumo racional’” de la clase trabajadora, el que debe ser permitido por la clase capitalista. Harvey sostiene que estos problemas pueden plantearse y explicarse adecuadamente sólo cuando Marx abandona la premisa de que los precios y los valores son lo mismo: esto lo hace en los Volúmenes 2 y 3.
Por lo tanto, el Volumen 1, por sí sólo, nos da una imagen parcial y falsa del capitalismo. Y mi libro, al sostener que el Volumen 1 puede leerse independiente de los otros volúmenes, le hace un daño a Marx y a mis lectores.
La presuposición básica de la interpretación de Harvey es que, cuando Marx escribió y publicó el Volumen 1, estaba “presentando sus hallazgos” y que para hacerlo de manera “persuasiva” y “agradable” para lectores “artesanos y obreros educados por cuenta propia”, “simplificó dichos hallazgos hasta el punto de falsificarlos”. Por tanto, solamente los trabajos no publicados por Marx –Grundrisse, Volúmenes 2 y 3, y varios borradores preparatorios– pueden darnos una imagen real de sus “hallazgos”.
En resumen, el Marx de Harvey es un explicador. El posee una gran teoría unificada, pero a su vez sabe que es muy difícil comunicársela a “artesanos y obreros educados por cuenta propia”, por lo que la simplifica y la viste con “referencias literarias y culturales”, y así “se asegura de que la audiencia entienda de qué está hablando.”
El Marx que yo planteo, por el contrario, es un argumentador que no tiene una teoría completamente desarrollada bajo la manga. En su lugar, está orientado por una serie de desacuerdos con los economistas políticos clásicos y compañeros socialistas, y está desarrollando, en El Capital, una respuesta enérgica a aquellos desacuerdos.
La forma literaria de su intervención no es un adorno con el que reviste su teoría; es la forma de la propia teoría. Su audiencia sabe perfectamente de qué está hablando, porque no se presenta ante ellos como un mesías, sino que responde a discusiones y controversias que existen dentro de los movimientos de obreros y socialistas.
Pienso que mi imagen de Marx y de El Capital es más exacta que la de Harvey. Después de todo es extraño decir que se pierde el punto del Volumen 1 si se lee por sí solo. Mal que mal, Marx publicó el Volumen 1 por sí solo.
De hecho lo hizo tres veces – dos en Alemania y una en Francia –, y se estaba preparando para publicarlo una vez más – por sí solo – cuando falleció. Además aprobó una traducción en ruso – por sí sola – en 1872. Sea cual fuese la aspiración que tenía para los Volúmenes 2 y 3, claramente pensó que el Volumen 1 podría ser leído y entendido por sí solo.
Desafortunadamente, pareciera que estamos más cómodos con Marx si lo imaginamos como un erudito capaz de comunicar la complejidad de su verdad en apenas novecientas páginas, en vez de un pensador político comprometido que está desarrollando sus ideas en la avalancha del debate.
Esta propensión hacia un Marx explicador por sobre un Marx argumentador, es sintomático de una tendencia anti política que existe en la izquierda. Confiada en que sabe que sus ideas son correctas, y lamentándose de la necesidad por simplificar las cosas por el bien de la persuasión, la izquierda anti política se ahorra el problema de reconstruir su teoría sobre la base del acuerdo político.
¿Cuál es la teoría de Marx en El Capital?
Sin embargo, se podría decir que estoy malinterpretando la verdadera preocupación de Harvey. Mientras yo argumento que el Volumen 1 de El Capital puede leerse y entenderse por sí solo, ¿no está Harvey sosteniendo que el capitalismo no puede entenderse sobre la base del Volumen 1?
Sospecho que esto es correcto, y estoy de acuerdo con Harvey respecto a este punto. Los Volúmenes 2 y 3 perfectamente pueden profundizar nuestro entendimiento de cómo, según Marx, opera el capitalismo.
Sin embargo, la reseña de Harvey no hace distinción entre entender El Capital y entender el capitalismo. Simplemente procede como si la incapacidad de comprender el fordismo o la sociedad de consumo sobre la base del Volumen 1 invalidara mi afirmación acerca de que el Volumen 1 puede leerse y entenderse por sí solo.
Estoy convencido de que leemos bastante acerca de que Marx nunca escribió con la finalidad de entender las extravagancias y variedades del capitalismo del siglo veinte y contemporáneo. Sin embargo, también comparto la idea de que, en el Volumen 1, Marx hace un mejor trabajo en comparación a quienes intentaron, antes y después de él, detectar qué está mal con el capitalismo.
Primero, tenía un mejor conocimiento de las dinámicas fundamentales del mercado, del lugar de trabajo, del patrón del desarrollo capitalista y del rol del Estado capitalista, que sus competidores. Pero además, evidenció cómo todas estas agravian el deseo de todo ser humano de liberarse del poder dominador.
La innovación de Marx es lograr unir esta preocupación por la libertad a una disección sistemática del capital. El Capital muestra cómo y por qué el mercado domina a los productores, el capitalista y la fábrica dominan al trabajador asalariado, y el capital llega a dominar al Estado.
Por consiguiente, El Capital no sólo nos muestra cómo opera la producción capitalista; nos muestra por qué debemos, por amor a la libertad, desear liberarnos del régimen de la producción capitalista.
Esto da pie para que Harvey afirme que si bien estoy en lo correcto al interesarme por el “aspecto político que hay en Marx”, he dejado de lado el “aspecto económico”. No lo comparto.
Lo que he intentado hacer, por el contrario, es demostrar que Marx tenía un mejor entendimiento de lo económico que Proudhon, los Owenistas o los Saint-simonianos, precisamente porque él vio el aspecto político que hay en la economía y en las discusiones sobre ésta.
Tomemos, por ejemplo, la afirmación que hace Harvey respecto a que en el Volumen 1 Marx asumió, contrario a su posición, que las mercancías cambian su valor, o que el precio es igual al valor. Según Harvey, Marx lo hizo “para que la teoría del valor fuese más agradable para su audiencia”.
Esto tergiversa de mala manera la intención política y la apuesta que hay en el argumento de Marx. La postura aceptada entre los socialistas coetáneos a Marx, era que el sufrimiento y explotación de los trabajadores era atribuible al hecho de que su trabajo y sus bienes eran incapaces de imponer el justo valor que ellos merecen en el mercado.
La insistencia de Marx por tratar los precios como si estos reflejaran el valor, habría hecho a su teoría de los valores más controversial, no más agradable. Marx estaba yendo contra la corriente, estaba buscando pelea. ¿Por qué?
El diagnóstico predominante, insistiendo con la divergencia entre precio y valor, deja de lado la dinámica del mercado (según la cual los precios convergen con el valor) y la particularidad del capital, el cual puede acumular sin extracción de rentas, como forma de poder económico.
Lejos de minimizar las complejidades de su teoría, Marx está interesado en confrontar directamente los puntos débiles de la teoría socialista existente.
Otro ejemplo: Harvey afirma que al asumir de que todas las mercancías cambian sus valores, Marx está dispuesto a “evadir” el problema de la demanda efectiva y, por tanto – “sobre la base de estas suposiciones” – construir “un modelo de actividad capitalista que refleje el ‘infierno’ que viven los trabajadores”.
Pero, tal como sostengo en Marx’s Inferno, Marx no “evade” por completo este problema en el Volumen 1. Al contrario, asume el problema y lo incorpora a sus reflexiones sobre la mercancía, el intercambio y el dinero.
El dicho “nunca el curso del verdadero amor se ha desarrollado sin problemas” es crucial para la afirmación de Marx de que usar al mercado para mediar la división social del trabajo produce ansiedad, incertidumbre y vigilancia servil entre aquellos que dependen del mercado para poder subsistir. Si fuese de otra manera, cada mercancía se podría convertir en dinero efectivo, y el programa de Proudhon por “republicanizar” el dinero se llevaría a cabo.
Como un último ejemplo, está el asunto de la acumulación primitiva que Harvey enlaza dentro de la misma afirmación que hace sobre las hipótesis simplificadas de Marx. De acuerdo con Harvey, existe un “dramático cambio de hipótesis” al inicio de la Parte 8, y “las figuras del usurero, del banquero, del comerciante, del terrateniente, del Estado (y su deuda) reaparecen en la narración, tal como lo hace el poder de la demanda efectiva en el mercado”.
Estoy de acuerdo con que el terrateniente y el Estado tienen una importancia central para las reflexiones que Marx hace respecto a la acumulación primitiva, y lo digo en el capítulo 6 de mi libro. Nuestra verdadera desavenencia toma en cuenta la importancia del capital de los usureros y comerciantes.
Según Harvey, es la expansión autónoma de estas formas “antediluvianas” del capital – la “expansión de la mercantilización y monetarización” – la que impulsa la acumulación primitiva.
En esto hay al menos dos problemas. Primero, Harvey no puede señalar ningún lugar de la Parte 8 en donde Marx realmente tensione el rol de los comerciantes o usureros. Él cita el Manifiesto, el Volumen 3, los Grundrisse, y se queja de que yo “ignoro todo esto”, pero no logra demostrar cómo es que el argumento de Marx en el Volumen 1 depende de, o reproduce, las afirmaciones que hace Marx en estos otros lugares.
De hecho, existen sólo dos lugares en la Parte 8 en donde las formas primitivas del capital juegan un rol en la presentación de Marx. El primero es el Capítulo 26 en donde Marx dice que la demanda por lana en Flanders motivó a los nobles a limpiar sus fincas y transformarlas en pastizales para ovejas. Este episodio es esencial para mi propia reflexión, por lo que no entiendo cuál es la queja de Harvey respecto a este punto.
El segundo es el Capítulo 31, en donde Marx sostiene que “Se evitó que el capital dinero generado por medio de la usura y del comercio se transformaran en capital industrial: en el país por medio de la constitución federal, y en las ciudades por medio de la organización gremial. Estas trabas desaparecieron con la disolución de la sociedad feudal, con la expropiación y el desalojo parcial de la población rural”.
En otras palabras, la acumulación primitiva empodera al capital dinero para que comience a funcionar como capital industrial. El capital dinero no disuelve, por su propia acción, la constitución feudal de la sociedad. El argumento de Marx aquí es justamente lo opuesto de lo sugerido por Harvey. Si estamos hablando de lo que Marx dice en el Volumen 1, entonces no veo ninguna justicia en las críticas de Harvey.
Más importante aún, creo que la lectura de Harvey de la acumulación primitiva borra uno de los aspectos políticos más importantes del argumento de Marx: El profundo quiebre epocal entre la constitución feudal y el modo capitalista de producción.
La mercantilización y la monetización no son, de acuerdo a Marx, procesos autónomos. No se esparcen vía contagio. Una revolución en las relaciones de producción es necesaria.
Sí, Marx afirma que “la circulación de las mercancías es el punto de arranque del capital”. Pero, como argumento, él también inicia cada gran sección del Volumen 1 con una nueva historia sobre el origen del capital: en la circulación de mercancías, en la explotación del trabajo, en la producción de gran escala, y en la acumulación primitiva de los factores de producción.
Por enfatizar sólo el primer origen, la lectura de Harvey corre el riesgo de transformar al mercado en la raíz de todos los males, y a Marx en otro socialista moralizante, arremetiendo contra el dinero y las mercancías, los comerciantes y los usureros, el engaño y la especulación.
Yo admito, sin problema alguno, que mi lectura de los argumentos económicos de Marx en el Volumen 1 no es la lectura estándar. Tampoco es, sin embargo, sui generis: está de acuerdo con algunas de las tesis presentados por los teóricos de la forma-valor, como Michael Heinrich, por ejemplo. Los préstamos que tomo de este enfoque de Marx lo sitúan como un proto-Austríaco en vez de un post-Ricardiano (sí, ¡sé que esto será una idea controversial!), y transforma la lectura tanto de la teoría del valor de Marx como de su análisis de la explotación.
Estas son cuestiones económicas fundamentales. Lo que mi libro trae de novedoso a la mesa es la afirmación que el contexto político y el intento de la argumentación de Marx es crucial para entender el contenido verdadero de su posición.
Cuando uno aprecia la oposición de Marx a todos los esquemas de trabajo-dinero, y se observa lo que motivaba esos esquemas, uno está en una mejor posición para entender la argumentación de Marx en la Parte 1. Cuando uno reconoce el contraste entre el enfoque de Marx sobre la explotación y la visión de explotación-como-extorsión de todos los enfoques inspirados en el Saint-Simonianismo, uno aprecia la fuerza del argumento de Marx en la Parte 3. Cuando uno entiende el rampante separatismo anti-político en el campo socialista en los 1800s, el argumento de la Parte 8 se hace más claro.
Esa es mi apuesta, al menos: la oposición de Marx hacia otras perspectivas socialistas, tanto teóricas como políticas, animan su argumentación económica en el Volumen 1.
Socialismo, antes y ahora
Este énfasis en clarificar “la relación de Marx con Proudhon, Fourier, Saint-Simon y Robert Owen” es lo que Harvey más aprecia de mi libro.
En particular, él está convencido de mi argumento contra G.A. Cohen quien (junto con muchos más) enfatizaba la continuidad de Marx con esta tradición socialista, y su énfasis en la “igualdad y la justicia social”. Yo insisto, por el contrario, que Marx estaba completamente en contra de gran parte de esta tradición, considerándola tanto moralista como equivocada en lo que respecta a las dinámicas sociales de la economía capitalista.
A pesar de que Harvey alaba esta parte de mi argumentación, estoy un poco perplejo por su respuesta en torno a esto, por tres motivos.
Primero, Harvey parece justamente omitir el centro de mi argumentación. En sus palabras, yo argumento que Marx “se remonta hasta una antigua tradición aristocrática de gobierno republicano entendido como no-dominación,” que “transformada por la experiencia del industrialismo capitalista, produjo una visión política únicamente Marxista.” Harvey se pregunta, “si la desigualdad y la justicia social son insuficientes para la tarea de definir la alternativa socialista, entonces ¿qué podría reemplazarlos?”
Luego Harvey continúa escribiendo sobre la gestión industrial de Owen y Saint-Simon, sin siquiera detenerse a considerar la respuesta que mi libro propone (y creo que Marx propuso): libertad.
La “antigua tradición aristocrática de un gobierno republicano” no era únicamente antigua ni solamente aristocrática. La preocupación republicana de la libertad sobre la servidumbre y la dominación corre a lo largo de gran parte de las políticas radicales, populares y plebeyas del siglo XIX.
Va junto a la preocupación Rousseauniana de la soberanía popular y la perspectiva utilitarista de la administración racional, aunque haya chocado con ésta. Reclama la resistencia a la concentración del poder y por la asociación cooperativa y deliberativa. Mi libro sostiene que todo el argumento de Marx en El Capital está orientado por este deseo republicano de la libertad con respecto a la dominación.
De esta forma, encuentro desconcertante que Harvey sólo mencione la libertad una vez en su análisis, y sólo para preguntarse por qué no hablé más sobre la tradición Jacobina del republicanismo.
Volveré a los Jacobinos. Por ahora, déjenme señalar que mi reconstrucción de republicanismo de Marx resuena con algunos de los análisis de la izquierda contemporánea. Alex Gourevitch ha argumentado tanto por las credenciales históricas y la prominencia contemporánea de “una visión de sociedad con igual libertad”.
Keeanga-Yamahtta Taylor ha realizado una poderosa argumentación para revivir el movimiento de la liberación negra. Corey Robin desde hace ya muchos años que viene demandando a la izquierda norteamericana reapropiar la política en torno a la Libertad de las manos de la derecha. En mi lectura, Marx concordaría con estos llamados.
Dado que esta es la orientación de mi libro, estoy también perplejo por el llamado que hace Harvey de reivindicar a los Saint-Simonianos.
Harvey correctamente declara que “Marx era reacio desechar las obvias mejoras en productividad laboral logradas por el capitalismo industrial”. También correctamente señaló que aquello era parte del aprecio de Marx por Robert Owen. Sin embargo, Harvey luego utiliza una de las notas al pie de Engels en el Volumen 3 para mostrar a Saint-Simon como un heraldo de las compañías por acciones, que tendrían el potencial – “cuando hayan sido democratizadas para incluir también a los ouvriers” – para proporcionar “modos colectivos de gobierno y administración” para el futuro socialista.
Yo soy extremadamente escéptico de que haya en el pensamiento de Saint-Simon algún valor para la Izquierda. Y, a pesar de la nota al pie de Engels, no hay tampoco evidencia creíble de que Marx reflexionara mucho sobre los esquemas de Saint-Simon. Como señalo en mi libro, Engels siempre tuvo una debilidad por Saint-Simon, pero Marx no nos dejó ninguna evidencia de que él haya compartido dicha estima que tenía su amigo. Que Engels nos asegure, después de la muerte de Marx, que su amigo había llegado a compartir su opinión no es una evidencia muy creíble de que Marx se haya sentido “atraído” por la “forma de pensar” de Saint-Simon.
En primer lugar, Saint-Simon era un racionalista autoritario que soñaba únicamente con una jerarquía benevolente y una mejora social ordenada. De esta forma, él era completamente alérgico a cualquier tipo de acción tan desordenada como los movimientos políticos populares o una democracia mayoritaria o de un gobierno desde abajo.
Cuando Harvey pareciera identificar la pregunta sobre la alternativa socialista con la pregunta sobre cómo “idear una forma de gobierno que sea consistente con el objetivo del principio de asociación [y] con la necesidad de organizar una economía macro en formas productivas y constructivas”, él enfoca la cuestión de una forma que es muy favorable a la perspectiva de Saint-Simon. No veo, sin embargo, cómo esto es compatible con un proyecto por construir un movimiento político por la emancipación universal.
Finalmente, está el tema de los Jacobinos. Harvey señala que mi libro “ignora el elemento Jacobino” en el socialismo de los tiempos de Marx. Esto es básicamente correcto, con la advertencia que el Jacobinismo inglés de Bronterre O’Brien sí aparece en mi historia.
Es ciertamente correcto que Auguste Blanqui y sus discípulos no jugaron ningún rol en mi análisis del argumento de El Capital. Por otro lado, la relación de Marx con el Blanquismo ha sido analizada exhaustiva y fehacientemente en el libro de Richard N. Hunt, The Political Ideas of Marx and Engels (un clásico, por desgracia, poco apreciado y difícil de encontrar); no vi ningún valor en volver sobre ese tema.
Segundo, Blanqui no produjo prácticamente nada en lo relativo a una teoría distintiva, y el Blanquismo no fue una fuerza a tomar en cuenta en la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT). Marx estaba preocupado de desmantelar el Proudhonismo y el Saint-Simonismo porque estas eran dos cuerpos teóricos sustanciales e influyentes. El Jacobinismo conspirativo de Blanqui era relativamente inconsecuente y poco interesante.
Sin embargo, más importante es que la tradición republicana francesa, de la cual Blanqui es un vástago es, como Harvey señala, “muy diferente” de la tradición republicana que habría influenciado a Marx. Rousseau tuvo una inmensa influencia en la tradición francesa, pero casi ninguna en Marx (como David Leopold ha demostrado). Yo simplemente no veo signos de Jacobinismo o Blanquismo en El Capital, y Harvey tampoco. En la ausencia de alguna señal, estoy un poco desconcertado por la sugerencia de que no puedo señalar la evidencia que está en el texto “sin primero abrir la cuestión del republicanismo jacobino”.
Con esto, parece que hemos cerrado el círculo. La gran objeción de Harvey a mi libro es que es una lectura del Volumen 1. El no cree que yo pueda establecer mi interpretación del Volumen 1 sobre la base del Volumen 1. Y argumenta contra mi interpretación, y en gran parte de su crítica, sobre las bases del Volumen 1. Este resultado me sugiere que estoy en buen camino. Como escribí en la introducción de Marx’ Inferno,
“Marx sin duda vio en El Capital su chef d`oeuvre. A lo largo del siglo veinte fue relativamente olvidado, porque se suponía que era el asiento del Marx que ya conocíamos de las proclamaciones de los Partidos Marxistas. De esta forma, la gente que estaba atraída por Marx pero que fueron repelidos por los partidos buscaron un “Marx desconocido” en los nuevos manuscritos disponibles. Este proceso ciertamente enriqueció nuestro conocimiento del pensamiento de Marx, pero también produjo una perversa situación en la cual Marx ha llegado a ser más conocido por sus anotaciones no publicadas que por su principal intervención pública. Irónicamente, nunca realmente conocimos muy bien al Marx de El Capital. Es un libro largo y difícil, sin la claridad programática y la generalidad de los escritos tardíos de Engels… El Volumen 1 de El Capital –el único trabajo teórico publicado y completamente elaborado por Marx- terminó siendo en gran medida olvidado. Y, por aquello, considero que es importante volver hacia él, para leerlo cuidadosamente de principio al fin, y hacerlo sin presumir que sabemos lo que encontraremos”.
Mi esperanza es que mi libro pueda provocar este tipo de lecturas. Si lo hace, entonces estoy seguro que la gente encontrará cosas que irán en contra de mi interpretación, que sugieran otras interpretaciones, que abran paso a otros interlocutores. Hasta entonces, estoy agradecido del Profesor Harvey por tomarse el tiempo de leer y comentar mi libro, pero me mantengo impasible ante sus objeciones.
(*) Profesor de ciencias políticas en McGill University, y es autor de Marx’s Inferno: The Political Theory of Capital (Princeton University Press, 2016). La traducción de este texto, originalmente publicado por Jacobin el 27 de marzo de 2017, ha sido realizada por José Miguel Ahumada y Francisco Larrabe.
Fuente: Red Seca