¿Cómo fue la caída de la mayor constructora de América Latina, admirada como modelo de negocios en el mundo? Su ex CEO, Marcelo Odebrecht, el heredero encarcelado de la multinacional, es la cara visible de una crisis que ha remecido a la política y a los negocios en el continente.
“Mi abuelo decía que para trabajar en el sistema político (brasileño) había que ser corrupto”, dice Moacir Miranda, Profesor de la Escuela de Administración de la Universidad de Sao Paulo.
El investigador intenta responder la pregunta de cómo Odebrecht, la mayor constructora de Latinoamérica y referente de modelo de negocios para las mejores escuelas de administración del mundo, está en el centro del esquema de corrupción de Brasil y del continente.
La compleja trama de sobornos no solamente ha puesto a políticos y ejecutivos brasileños en la cárcel, sino que ya son al menos 11 países de Latinoamérica y África los involucrados.
Odebretch, la empresa de ingeniería fundada por la familia del mismo nombre y descendiente de alemanes, es considerada una figura fundamental en el diseño de corrupción debido a sus vínculos con actuales y ex líderes políticos, como los ex presidentes Dilma Rousseff (2011-2016) y Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011). La investigación a Odebrecht es una arista de la operación Lava Jato.
El arresto de Marcelo Odebrecht (49) en 2015, ex CEO de la compañía y representante de la tercera generación de la dinastía, fue una paliza reputacional. Está encarcelado y cumple una condena de 19 años de prisión.
“Es la primera vez en la historia de este país que la corrupción se está exponiendo y que los poderosos se van a la cárcel”, concluye Miranda.
Ética luterana
La historia de la familia controladora de Odebrecht transcurre junto a la historia política, económica y social de Brasil. Estos inmigrantes luteranos heredaron la ética protestante del amor al trabajo y la rectitud de carácter. Llegaron a Brasil a mediados del siglo XIX, cuando el ingeniero alemán Emil Odebrecht se instaló en el Valle de Itajaí, en Santa Catarina.
Uno de sus nietos, Emilio Odebrecht, padre de Norberto, fundó una empresa de hormigón armado en el noreste brasileño.
Con el inicio de la II Guerra Mundial, los materiales de construcción provenientes de Europa se encarecieron y escasearon. Vino la crisis y Emilio se retiró de los negocios. En 1941 su hijo Norberto lo reemplazó, heredando un cúmulo de deudas. Tres años después, crearía la empresa que da origen a la Organización Odebrecht.
“Es interesante porque se instaló una familia de tradición luterana y alemana en una ciudad muy “brasileña” y de campo”, dice Moair Miranda en referencia a Salvador de Bahía, donde permanece la sede central.
Entre 1946 y 1948, Odebrecht tuvo los primeros contratos con el gobierno y demostró su eficiencia, reduciendo el tiempo de construcción de tres años a menos de uno.
El negocio
Lo que comenzó como una empresa familiar, hace 70 años atrás, hoy opera en 26 países, tiene más de 128 mil empleados, y sus ingresos en 2015 fueron de US$43.337 millones, un 26,9% más que en el año anterior.
En 2014 ya estaba en el ranking de los cinco principales grupos empresariales brasileños, junto a Bradesco, Itaú, Unibanco y J&F Investimentos.
Esta sociedad anónima cerrada, donde la familia Odebrecht tiene casi el 60% de las acciones, gestiona inversiones en 12 negocios, desde el sector petroquímico y agroindustrial, ingeniería y construcción, crudo y gas, ambiental y saneamiento, transporte e infraestructura logística, hasta el inmobiliario, naval y defensa.
Cada rubro tiene gobierno propio y autosuficiencia financiera y operacional. En 2015 actuaban unas 300 pequeñas empresas como parte de estos negocios.
Odebrecht ha sido estudiada como un caso o modelo a seguir en importantes escuelas de negocios. En Harvard se alabó su particular práctica de la buena gestión. Ha liderado rankings de las mayores empresas en Brasil y Latinoamérica y fue premiada en 10 oportunidades consecutivas como la compañía más admirada de Brasil por la revista Carta Capital.
Su éxito se atribuye a su cultura organizacional, basada en los valores luteranos familiares de su fundador. Norberto Odebrecht escribió cinco libros en donde impregnó sus principios, que se convertirían en la esencia de la compañía.
El modelo TEO (Tecnología Empresarial Odebrecht), que comprende los fundamentos éticos en los que se basará la empresa, se centra en el espíritu empresarial, la delegación, el liderazgo, la educación a través del trabajo y la comunicación. Emilio Odebrecht, hijo de Norberto y que fue director general de la compañía por diez años hasta el 2001, declaró que este sistema era “un estilo de vida”.
La descentralización y la búsqueda de jóvenes con vocación empresarial permitieron que cada gerente de un proyecto tuviese independencia para trabajar y se comportase como dueño de empresa. Este sistema de delegación planificada otorgaba autonomía a las subsidiarias y permitió que la multinacional mantuviera presencia en cuatro continentes.
El grupo desarrolló sus primeros proyectos en América Latina —una central hidroeléctrica en Perú y trabajos de desvío del río Maule para la hidroeléctrica Colbún Machicura en Chile— e invirtió en los países de habla portuguesa. Luego exploró países distintos culturalmente, como el Reino Unido, Singapur, Estados Unidos y los Emiratos Árabes.
Cohecho
Desde sus inicios, Odebretch se ha relacionado con el sistema político y ha trabajado en proyectos estatales y obras públicas. Entre ellos, la construcción de carreteras, trenes urbanos, servicios de saneamiento básico, metro, aeropuertos, estadios y perforación de pozos petroleros. En 1953, la compañía concluyó el primer contrato con la empresa estatal Petrobras. Norberto Odebrecht mantuvo fuertes lazos con el general Ernesto Geisel, primero director general de la petrolera y luego presidente de Brasil durante la dictadura.
En 2008, la tercera generación toma la posta. Marcelo Odebrecht, uno de los más poderosos empresarios de Brasil, se convierte en CEO de la compañía a los 41 años.
El ingeniero civil transformó el holding en el mayor empleador privado de Brasil.
“Marcelo tiene un perfil de hombre alemán trabajador, rudo, que obtiene lo que quiere”, dice Moacir Miranda, que ha investigado la compañía.
Son los años del auge de las materias primas y de las altas tasas de crecimiento durante el gobierno de Lula da Silva, de quien Odebrecht fue firme partidario. Brasil va camino a convertirse en la séptima potencia económica en 2011.
Marcelo Odebrecht se adjudica licitaciones como los estadios que se usaron para la Copa del Mundo y los Juegos Olímpicos en 2016.
La investigadora del Centro de Estudios de Competitividad Internacional, Cyntia Calixto, sostiene en una reciente publicación que la firma ha contado con recursos financieros del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), con tasas de interés por debajo del mercado, para la construcción de seis centrales hidroeléctricas (en Ecuador, Perú, Angola y República Dominicana), un gasoducto en Argentina, varias autopistas en Mozambique, los sistemas de tren ligero en Venezuela y un puerto en Cuba. Todo, gracias a sus conexiones políticas.
Aunque la corrupción ha sido un problema histórico, los sobornos de Odebrecht a los políticos y a los gobiernos locales para ganarse los proyectos y licitaciones comenzó a finales de los años 80.
La constructora creó una “oficina de sobornos” con sus propias unidades de contabilidad, finanzas y administración. “Las empresas que decidieron no hacer negocios con el gobierno para no ser corrompidos renunciaron con eso a muchos proyectos interesantes”, sostiene Jorge Carneiro, investigador de la Fundación Getulio Vargas.
Pero Moacir Miranda recalca que los clientes de Odebrecht son los gobiernos, no firmas privadas extranjeras. “Y los políticos son corruptos”.
Odebrecht S.A. pagará una multa por el valor de US$ 1.252 mil millones a las autoridades de Brasil, Estados Unidos y Suiza, a lo largo de 23 años. Ya comenzó la venta de algunos de sus activos para financiarla. La compañía está siendo beneficiada gracias a la delación compensada.
Moacir dice riéndose:
“Tenemos un chiste que dice que nuestro House of Cards del mundo real es mejor que el House of Cards de Netflix.
Fuente: Qué Pasa