En la actualidad solo hay siete especies de caballos salvajes en el mundo, pero desde el Mioceno inferior, hace unos 18 millones de años, han existido cientos. Ahora, el análisis de 140 especies, en su mayoría extintas, ofrece datos para establecer una nueva teoría que explique su diversificación en el pasado.
Los resultados de esta investigación se publican en Science, en un artículo firmado por españoles y argentinos, y encabezado por Juan López Cantalapiedra, del Museo de Historia Nacional de Berlín.
El origen de los caballos salvajes hay que buscarlo en Norte América, hace unos 50 millones de años, en el género Eohippus, un pequeño mamífero herbívoro (de unos 25 kilogramos), explica Cantalapiedra, antes científico del CSIC.
En este estudio, los investigadores se centraron en la subfamilia Equinae, de la que hoy sólo quedan siete especies salvajes vivas en todo el mundo (todas del género Equus): el kiang, el caballo de Przewalski, la cebra de Grévy, la cebra de llanura, la cebra de montaña, el asno salvaje asiático y el asno salvaje africano.
En total, analizaron 140 especies de esta subfamilia y sintetizaron décadas de estudios del registro fósil de los caballos, según los cuales hubo al menos tres momentos de eclosión de especies; la primera y más importante hace unos 18 millones de años, las dos siguientes hace unos 11 millones y unos 4 millones de años.
Teoría clásica sobre la diversificación de los caballos
Este estudio, que contradice la teoría clásica que explica la multiplicación de especies, se centra en el evento de hace unos 18 millones de años, durante el Mioceno inferior, aclara Cantalapiedra.
Según la teoría clásica, la diversificación de los caballos estaría relacionada con una serie de rápidas adaptaciones en respuesta a la expansión de un nuevo entorno: las praderas.
Es decir, los caballos que poblaban Norteamérica en ese momento habrían cambiado más rápido al desarrollar una dentadura más resistente a la abrasión, típica de una dieta rica en pasto.
Además, se habrían hecho cada vez más grandes como requisito para aumentar la efectividad de la digestión de esta comida menos nutritiva y como estrategia contra los depredadores en los nuevos espacios abiertos.
La clave de esta teoría está en la rapidez de esos cambios: cuando los linajes se están multiplicando muy rápido éstos también tienen que evolucionar muy rápido, en este caso dientes y tamaño.
Sin embargo, este trabajo de Science, que no niega que se produzcan esos cambios, sí apunta otro ritmo en su evolución y añade además otros motivos para entender la multiplicación: el ambiente.
“Gracias a las técnicas actuales y los restos fósiles concluimos que los cambios morfológicos fueron lentos y que son los factores del entorno, más que la evolución de esos rasgos morfológicos, los que influyeron en la rápida acumulación de especies“, señala Cantalapiedra.
La teoría clásica relaciona cambios rápidos en la morfología con momentos de multiplicación rápida de especies, pero nosotros decimos que no, que es más bien al contrario: en los momentos cuando se multiplican las especies más rápido parece que estas características -cambios en los dientes y en el tamaño- evolucionan más despacio.
José Luis Prado, de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, y otro de los autores, indica en una nota del CSIC que estos cambios ambientales también afectaron a la productividad, generando ecosistemas con suficiente energía para mantener varias especies muy similares.
Manuel Hernández Fernández, investigador de la Universidad Complutense de Madrid en el Instituto de Geociencias afirma que “los cambios ambientales habrían provocado la fragmentación de los ecosistemas a escala global, lo que dio lugar a poblaciones aisladas de caballos, diferentes genéticamente, pero con morfologías similares“.
Dispersión por Eurasia y África
Además, estos cambios ambientales facilitaron las dos grandes dispersiones de caballos desde América a Eurasia: hace unos 11 y 4 millones de años respectivamente a través del estrecho Bering. En ambas los caballos entraron posteriormente a África desde Eurasia.
“En estos momentos volvieron a diferenciarse multitud de nuevas especies de caballos repentinamente, pero no hubo cambios especialmente rápidos en sus rasgos morfológicos“, concluye María Teresa Alberdi, del Museo Nacional de Ciencias Naturales, CSIC.
Si bien no es objeto de este estudio, la razón por la que sólo quedan siete de las 140 especies del grupo se podría explicar con varias teorías; una de ellas es que otros herbívoros se adaptaron mejor al medio -“les comieron la merienda”- y los caballos no fueron capaces de mantener la competencia, según Cantalapiedra.
Fuente: El Comunista