domingo, noviembre 24, 2024
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El Oscuro Asesinato de Aldo Moro y la Operación Gladio

El dramático episodio, que liquidó el denominado «compromiso histórico» en Italia aún antes de firmarse, empezó el 16 de marzo de 1978 en una operación milimetrada. Moro se dirigía a la Cámara de Diputados. Cuando su coche desembocó en la via Mario Fani, fue interceptado por un Fiat 128 con matrícula diplomática, del que salieron varios terroristas. Resulta sorprendente la simetría de este luctuoso suceso, con el asesinato de Edmundo Pérez Zujovic, en Chile, en junio de 1971.

Otros lo hicieron de otro vehículo que seguía al de la escolta, mientras que varios más, disfrazados, aparecieron de entre los setos. En total, nueve hombres armados que en tres minutos mataron a los tres carabineros de la escolta y trasladaron a peso al político en el Fiat 128, que luego abandonaron.

A pesar de los 13.000 policías movilizados, los 40.000 registros domiciliarios y los 72.000 controles de carretera, la cárcel de Moro nunca fue hallada. El 9 de mayo, la indignación moral de los italianos colmó el vaso cuando su cadáver fue encontrado en el maletero de un coche abandonado en el centro de Roma, a pocos metros de la sede de la Democracia Cristiana.

El cautiverio de Moro había durado 55 días. Las detenciones de los brigadistas se produjeron entre 1979 y 1981. Desde entonces, ha habido cinco procesos y 127 condenas –27 a cadena perpetua–, pero el misterio persiste. Ninguno de los nueve miembros del comando sigue preso, ni siquiera Mario Moretti, entonces jefe de la banda terrorista y autor material del asesinato. La mayoría se ha beneficiado de la reducción de condena, algunos sólo van a dormir a prisión y otros están en libertad.

Las Brigadas Rojas pretendían utilizar a Moro como prenda de trueque para liberar a sus correligionarios en prisión, pero el Gobierno se negó a negociar. Nunca se ha sabido exactamente dónde estuvo encerrado (al parecer, en la parte baja del barrio judío), pero un confidente apuntó que la central roma na de las Brigadas Rojas estaba en el número 96 de via Gradoli. La policía registró todos los pisos del edificio, excepto el que ocupaban los terroristas: después de llamar varias veces al timbre, “nadie respondió”.

En 1992, la comisión parlamentaria que investigaba el caso denunció la desaparición de toda la documentación existente en el Ministerio del Interior. Muchos sugieren que Moro, con su talante aperturista, se había ganada la enemistad de la derecha de su propio partido.

Y no faltan acusaciones contra Francesco Cossiga, titular de Interior cuando se produjo el secuestro y asesinato de Moro, como las vertidas por el ex diputado comunista Sergio Flamigni en su libro “Los fantasmas del pasado”, donde señala las implicaciones del ex presidente en la creación en los años 50 de Gladio, una fuerza de asalto contrarrevolucionaria que participó en acciones terroristas de la extrema derecha.

¿Saldrá algún día a la luz todo lo que oculta el caso Aldo Moro? William Colby, ex director de la CIA en Italia y después director general de la agencia, escribe en “Mi vida en la CIA”: “Italia ha sido el mayor laboratorio de manipulación política clandestina. Muchas operaciones han sido inspiradas en la experiencia acumulada en este país”.

Andreas Kramerpodría ser un personaje de John le Carré. Este hombre de 48 años, sensible, historiador interesado en Bizancio y de hablar un tanto atropellado, ha jurado este mes ante un tribunal de Luxemburgo que su padre, Johannes Kramer, un oficial de los servicios secretos alemanes (BND) que trabajaba para los grupos terroristas de la OTAN (Gladio-stay Behind), fue el autor no solo de la mayoría de los 24 atentados con bomba registrados en el Gran Ducado entre 1984 y 1985, sino también del más mortífero atentado terrorista de la Alemania de posguerra: el de la Oktoberfest de Munich, el 26 de septiembre de 1980, con 13 muertos y 213 heridos, una carnicería nunca aclarada con niños entre las víctimas y muchos miembros amputados.

Esta información ha causado revuelo en Luxemburgo, en lo que se conoce como el “juicio del siglo”, pero no en Alemania. Ningún juez alemán se ha interesado por el asunto, ni ha llamado a declarar a Kramer. Nadie le ha acusado de mentir, ni de ser un charlatán. Ningún medio de comunicación importante se ha hecho eco.

Según Kramer, su padre era oficial de coordinación de Gladio-Stay Behind y tenía el encargo de la ACC (Allied Clandestine Commission) de la OTAN de preparar un atentado.

Para eso necesitaba utilizar a otros, gente a la que embarcar como autores. Mi padre los llamaba “tontos útiles”. Mi padre tenía contacto con círculos de extrema derecha e implicó al “Grupo deportivo militar Hoffmann” (la banda neonazi Wehrsportgruppe Hoffmann) en el asunto. Mi padre contactó con Karl-Heinz Hoffmann como camarada, los dos eran de 1937, y se ofreció a ayudarle en su guerra contra la República Federal Alemana.

El grupo de Hoffmann estaba a punto de ser ilegalizado. También conocía a Gundolf Köhler (autor del atentado de Munich y único culpable indentificado, fallecido al estallar la bomba) desde la época del Das Kommando, un periódico que editaba el grupo. En una edición de los setenta se ve a Köhler con un casco nazi. Mi padre decía que Köhler era el tipo ideal y que daba igual si moría. No se identificó como agente de la OTAN porque si Hoffmann lo hubiera sabido le habría mandado a sus matones contra él.

“Mi padre creó un equipo con dos oficiales del BND, cuyos nombres no voy a dar, además de Köhler y Naumann, y confeccionaron la bomba en un garaje de Donaueschingen. Mi padre era el principal porque era especialista en explosivos. La bomba tenía que ser fácilmente manipulable y verosímil, en el sentido de que se creyese que gente como Köhler la hubiese podido fabricar. Construyeron varias, hicieron pruebas. Tardaron año y medio.

El detonador vino de Uelzen, el explosivo de la Naval Weapons Station de Den Helder (Holanda) y fue entregado por el servicio secreto holandés, donde mi padre tenía contactos con oficiales del Gladio-Stay Behind. Ellos trajeron el explosivo junto con el extintor que se usó. El extintor venía de Inglaterra, era material del MI-6 de los años cincuenta. El explosivo fue transportado en coches particulares, incluido el de mi familia, matrícula BN-AE 500, hasta Donauschingen.

Mi padre me informó a lo largo de año y medio de los preparativos. El día del atentado, cuando salió la noticia por la tele, mi padre estaba ante el televisor con nosotros y dijo, “yo no quería eso”. Salimos de la sala, fuimos a otra habitación a hablar, le dije, “¿por qué lo hiciste?”. “Déjame en paz”, me respondió. Estuvo dos días sin hablar.”

Operación Gladio (o más comúnmente Gladio) fue una organización terrorista secreta anticomunista desarrollada en Europa Occidental y apoyada y financiada por la CIA estadounidense y el MI6 inglés con el fin de culpar al comunismo e impedir su expansión en nuestro continente.

De hecho, todos los países capitalistas de Europa tenía poseían contingentes secretos, generalmente sin el conocimiento del gobierno correspondiente, aunque sí de su consentimiento. Muchos nazis derrotados tras la 2º Guerra Mundial fueron miembros de Gladio, que aceptaba solamente a “gente segura”, es decir, militantes nacional-socialistas alejados del conservadurismo moderado y de la izquierda; librándose también de esta manera de juicios de guerra y en muchos casos manteniendo un alto nivel de vida.

El nombre de Gladio se aplica generalmente a una serie de organizaciones paramilitares de diversos países, aunque lo más correcto es su utilización exclusivamente para referirse a los paramilitares italianos y descubierta el 24 de octubre 1990 por el Presidente del Consejo de Ministros italiano Giulio Andreotti. Italia, Suiza y Bélgica desarrollaron investigaciones parlamentarias. La trama fue condenada por el Parlamento Europeo en resolución del 22 de noviembre de 1990. Nadie resultó condenado por estos hechos, no se siguieron las investigaciones y se desconoce su situación actual.


El Terrorismo de la OTAN: Operación Gladio

 El 2 de agosto de 1990 el primer ministro italiano, Giulio Andreotti, reconoció ante el Senado italiano la existencia de una red de ejércitos secretos a lo largo de la Europa Occidental.

Dicha red clandestina operó en Europa bajo la dirección de la OTAN y la CIA durante la guerra Fría en multitud de países, aunque el territorio más perjudicado por este tipo de prácticas paramilitares fue Italia. El ejército secreto de la OTAN  en este territorio estuvo involucrado en atentados y en operativos de golpes de Estado tal y como recoge documentos desclasificados años más tarde.

La operación Gladio comenzó el 12 de diciembre de 1969 con la explosión de 4 bombas en Roma y en Milán en la que murieron 16 personas. Las autoridades rápidamente acusaron a grupos de extrema de izquierda de ser los responsables del atentado. Años más tarde,  a través de un informe del Servicio Secreto Italiano (SID) datada del 16 de diciembre, se descubrió que las investigaciones apuntaban que el atentado había sido perpetrado por grupos de la derecha con el apoyo de la CIA. Esta mención se vio constada cuando en el año 2001 en una entrevista en el diario inglés The Guardian, el General Maletti explicó como la CIA brindaba apoyo a terroristas de la extrema derecha para detener el avance de la izquierda en Italia.

En 1974 se produjeron nuevos incidentes. Por un lado, durante el recorrido de una manifestación anti fascista en la ciudad de Brescia se produjo un atentado en donde fallecieron 8 personas y 102 fueron heridas. Cuando se produjo el juicio a los 8 años de lo acontecido, todos los acusados fueron declarados inocentes.

 Hay dos términos que son fundamentales para entender el contexto que estamos intentando explicar, por un lado el de “años de plomo”, es decir, un contexto de violencia callejera que evolucionó a la lucha armada por parte de grupos extremistas de derechas que recurrieron a la violencia para conseguir sus objetivos aprovechando la debilidad de las instituciones políticas y económicas, del caos político y de la negativa coyuntura económica italiana derivada de la crisis del petróleo de 1973. Por otro lado, el término “estrategia de la tensión” que la podemos definir como una táctica para cometer actos terroristas y atribuirlos a la otra parte. La palabra tensión se refiere a la tensión emocional, a aquella que crea una sensación de miedo y el término estrategia se refiere a quien alimenta el miedo en la sociedad y lo dirige contra un grupo o sector determinado, es decir, a los comunistas del PCI.

Por tanto podemos sentenciar que las estructuras del stay-behind (redes clandestinas de la OTAN) han tenido alguna relación e iniciativa con actos de terrorismo con el objetivo de desacreditar a la izquierda y que ésta no pudiera llegar al poder a pesar de la aceptación de las “reglas del juego” exigidas por los Estados del bloque occidental.

También durante el juicio de Vincenzo Vinciguerra, neofascista condenado a cadena perpetúa por participar en actos terroristas, confirmó la existencia de una “súper organización” controlada por la OTAN y con la colaboración de los servicios secretos italianos y fuerzas militares y paramilitares italianas de extrema derecha.

Y es que el avance del Partido Comunista en Italia (PCI) fue un hecho insólito en relación al paradigma que se había construido en el resto de Europa tras la Segunda Guerra Mundial con el establecimiento de los dos grandes corrientes que se establecerán hasta nuestros días, la democracia cristiana y la socialdemocracia. Pero en Italia el partido liderado por Enrico Berlinguer rompió todas las expectativas y aglutinaron un gran apoyo popular.

Y ante esta situación empezaron las campañas difamatorias contra el PCI dirigida y realizada por la iglesia católica italiana con financiación estadounidense. Tal fue la campaña de acoso que la Democracia Cristiana sacó en las elecciones de 1948 sus mejores resultados. El plan B, como relató Valero Borghese, consistía en una invasión de Italia por fuerzas extranjeras que pudieran restaurar un gobierno de confianza de occidente, denominado “Piano Solo”, como también reconoció Francesco Consiga, presidente de Italia entre 1985 y 1992.

En octubre del año 1973 fue formulado “el compromiso histórico” por Enrico Belinguer en la cual exigía la unidad de todos los partidos políticos nacionales en un gobierno de emergencia para paliar la crisis social. Dicha fórmula también contentaba a la democracia cristiana de Aldo Moro y Andreotti.

Sin embargo, cuando en ese mismo año Aldo Moro viajó a Washington y les comentó a Henry Kissinger y a Gerald Ford su intención de incluir al PCI en el ejecutivo italiano le recordaron que bajo ningún concepto podía haber elementos comunistas en el gobierno. Finalmente, el PCI logró el mejor resultado de su historia en las elecciones de 1976 lo que llevó a Aldo Moro a intentar poner en marcha “el compromiso histórico”.

El 16 de marzo de 1978 cuando se dirigía a la Cámara de los Diputados para presentar el proyecto fue secuestrado y 55 días más tarde fue encontrado muerto en una céntrica calle de Roma.

Es probable que nunca se sepa quiénes fueron los autores del secuestro y asesinato de Moro. Aunque todas las sospechas de los investigadores que investigaban el caso iban a parar a la CIA, los servicios secretos italianos y la estructura Gladio nunca pudo ser aprobado ya que la mayoría de documentos relacionados con el secuestro y asesinato habían desaparecido.

La última acción con notoria importancia que se encuadra dentro de la “estrategia de la tensión” fue el atentado de 1980 en la estación de tren de Bolonia. Un total de 85 personas perecieron y los heridos ascendieron a más de 200.

Según la comisión investigadora elegida por el Senado el atentado de Bolonia fue la acción más mortífera conectada con la Red Gladio.

En conclusión, podemos establecer que durante la Guerra Fría hubo un entramado militar de nivel mundial controlado por los Servicios Secretos de Estados Unidos que se materializó en la OTAN y en multitudes de operaciones Gladios por todo el mundo para luchar contra el otro lado del telón de acero y poderles disputar la hegemonía que estaba en constante confrontación.

Ya no solo por lo ideológico sino por controlar territorios estratégicos que tienen un gran potencial geopolítico y económico por sus recursos naturales, como puede ser Oriente Medio y América Latina. Que evidentemente todavía siguen en disputa.

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