por Andrés Ferrari Haines, André Moreira Cunha, Luiza Peruffo.
China es la economía más grande del mundo en paridad de poder de compra y la segunda en valor de mercado, pero sigue muy atrás de Estados Unidos en las finanzas globales.
La moneda digital podría cambiar para siempre la relación entre dinero, poder económico e influencia geopolítica.
La moneda digital china tensionó más el conflicto con Estados Unidos. El impacto de un yuan totalmente etéreo avivó sensaciones que China se apresta a disputar el liderazgo mundial.
China, como otros países, anunció su moneda digital hace cinco años.
En agosto 2019, Mark Carney del Banco de Inglaterra propuso que una moneda digital global sustituyera al dólar estadounidense como moneda mundial, almacenada por todos los países para protegerse de una recesión estadounidense, y así reducir su dominio global en los mercados de crédito y bienes.
Facebook presentó su criptomoneda Libra como moneda global prometiendo que no sufriría los vaivenes del bitcoin, alentando visiones que la inmaterialidad de la moneda sustituiría el monopolio estatal por ofertas privadas.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, atacó enfáticamente los «activos criptográficos no regulados» basados en «la nada». Afirmó que el dólar es la única moneda real, más fuerte y confiable que nunca, por ser «lejos, la moneda más dominante en cualquier parte del mundo, y siempre se mantendrá así». Elementos no faltan sobre el cual basar la supremacía global del dólar.
Hegemonía
China es la economía más grande del mundo en paridad de poder de compra y la segunda en valor de mercado, pero sigue muy atrás de Estados Unidos en las finanzas globales.
Dos tercios de los activos de reserva de las bancas centrales del mundo están en dólar, que también domina los contratos privados y públicos. Según la plataforma SWIFT (Society for Worldwide Interbank Financial Telecommunication), en abril pasado 44 por ciento de las transacciones internacionales fueron en dólares, siendo el yuan chino quinto con menos de 2 por ciento.
El Banco Internacional de Pagos de Basilea, en diciembre de 2019, informó que había 65,4 billones de dólares en crédito en el mundo, 20 por ciento fuera de Estados Unidos. La mitad de los 6 billones de dólares girados a diario en el mercado de divisas en el mundo son en dólar y su participación en el volumen negociado en contratos de swaps cambiarios es al menos 90 por ciento.
En las últimas siete décadas, el dólar ha tenido una participación en la designación de préstamos bancarios y emisiones de deuda, en contratos de comercio internacional, como reserva de divisas de bancos centrales, entre 50 y 65 por ciento de los totales globales. Asimismo, Estados Unidos es más fuerte militar y diplomáticamente, y su modelo social es la base del soft-power mundial que contribuye a una inercia internacional en su favor.
Cambiar la moneda implicaría un nuevo sistema institucional y cultural que está detrás de la economía mundial, y cuyos costos económicos la propia red desea evitar.
Frente a tamaña superioridad, el desafío geopolítico del yuan digital chino no se debe a cuestiones de poder estructural, como diría la académica Susan Strange, sino con la actual estrategia global de Estados Unidos. Como expresó Hu Xinjin en Global Times al responderle a Trump su acusación de que los chinos querían su derrota electoral: al contrario, sostuvo, desean su reelección porque hace un Estados Unidos odioso para el mundo y ayuda a unir a China.
Poder y dinero
Inquieto por el futuro global de Estados Unidos, en CNBC Frederick Kempe, presidente del influyente think tank Atlantic Council, ve el yuan digital como parte del intento de China de aprovechar el efecto de la Covid-19 para extender su peso global, junto a su nueva doctrina de seguridad para Hong Kong, sus 1,4 billones de dólares de inversiones tecnológicas, el 9 por ciento de aumento de su presupuesto de defensa y mayor presencia institucional global (ilustrada por el aporte de 2 mil millones de dólares a la OMS), piezas que “encajan perfectamente” en la estrategia de Xi de “fortalecer el dominio interno del partido, consolidar el poder regional de China y expandir su influencia internacional”, intensificando la competencia con Estados Unidos.
Kempe concluye que las intenciones chinas no es el principal problema estadounidense, sino no tener una estrategia adecuada.
Una “estrategia adecuada” de Estados Unidos frente a China puede verse limitada por los mismos intereses internos que lo dejan líder en muertes por la Covid-19.
Andy Mukherjee de Bloomerg afirma que la moneda digital “podría cambiar para siempre la relación entre dinero, poder económico e influencia geopolítica” porque eliminaría el anonimato posible con el efectivo -aumentando el control y el rastreo financiero- y viabilizaría a la banca central evitar intermediarios por completo, reduciendo fuertemente el poder social de la elite financiera.
Así, calcula que China podría ahorrar las comisiones enormes que paga a bancos por traspasos internacionales entre empresas. China no ha manifestado que irá tan lejos; sus grandes instituciones distribuirán su moneda digital. Podría ampliar su espacio monetario externo, sobre todo enlazada a su red de inversiones de la Nueva Ruta de la Seda.
Finanzas digitales
Este desenlace sería irónico para la ideología financiera occidental dominante que arguye en favor de criptomonedas privadas para huir de ‘la opresión del poder estatal’: el yuan digital despedaza la mitología neoliberal individualista de un ‘mundo de monedas privadas’.
La sociedad capitalista surgió de las entrañas del Estado-nación que viabilizó la dimensión de acumulación privada. Es evidente que el objeto que define esa acumulación no puede depender de uno de los que desea acumularlo. La lógica circular vacía de las criptomonedas queda manifiesta cuando Facebook promete, para candidatearla como moneda global, mantener el valor de su Libra frente a una cesta de monedas estatales.
En cambio, el dólar, como verdadera moneda global actual, sólo depende de su emisor, el Estado estadounidense, sobre todo desde 1971 cuando dejó toda pretensión de vínculo con el oro. Por este poder, creó y quebró sus propias reglas a conveniencia desde que dictó las normas del mundo capitalista en 1945.
A partir de la presidencia de Ronald Reagan, esas normas benefician a su complejo militar y elite financiera, forjando los ultra-ricos.
Desde la crisis de 2008, el FED (banca central estadounidense) aumentó sus activos de 1 a casi 7 billones de dólares para preservar activos e ingresos de rentistas. El resto de la sociedad quedó desamparada, incluso sin cobertura médica ante la Covid-19.
La pandemia motivó un megasalvataje a grandes corporaciones y bancos y solo cobertura de una semana de gastos a la población, lo que incluso el economista de la Universidad de Chicago Luigi Zingales denuncia como “socialismo corporativista”.
El sistema monetario opera en base al dinero de cuenta, que exige un intermediario, y al de token (símbolo), que no lo precisa.
Los bancos son parte del primero, que venía registrando las innovaciones digitales por empresas de tecnología financiera para competir con ellos. Las monedas estatales se basan en un token físico (billetes y monedas), pero China inaugura una sólo digital.
Esto viabiliza transacciones directas entre agentes, incluso geográficamente distantes, no posibles antes. Vía los dispositivos que utiliza, esta relación directa de información y pagos reduce la relación bancaria convencional.
Los tokens digitales privados, como todo dinero privado por definición, no poseen curso legal obligatorio. Por eso operan sujetos al menos a un Estado, lo que queda en evidencia al no poder pagar impuestos con su propio dinero. Así, tampoco pueden ser unidad de cuenta y, sólo especulativamente, reserva valor.
Es decir, no pueden ser una moneda completa.
Si China con su moneda digital elimina intermediarios financieros y aumenta su poder, sobre todo con beneficios geopolíticos, otro Estados la seguirán. De hecho, ya lo hacen varios países.
Fedcoin sería la propuesta de Estados Unidos, pero parece estar tan atrás, que en junio pasado Mark Zuckerberg, buscó apoyo en el Congreso a su Libra argumentando que si no “Beijing y sus empresas y filiales de propiedad estatal se harían cargo del futuro de las finanzas”.
EE.UU.
La pandemia es propicia a la moneda digital al evitar el contagio vía billetes físicos. Exige alta aceptación social que Ahmed y Gupta, en «Modern Diplomacy», creen en China habrá porque ya usa mucho las aplicaciones exigidas y mejoraría recibir ayudas del gobierno ante la Covid-19.
La trasferencia de fondos a la gente, dicen, expuso los problemas de infraestructura financiera estadounidense. La idea un «dólar digital» se postergó para 2021.
El presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, afirmó que Estados Unidos no tiene la necesidad inmediata de algunos países en desarrollar la moneda digital, lo que para Nikhil Raghuveera en Atlantic Council tiene sentido por su sólido sistema de pagos.
Igualmente, cree que Estados Unidos no debe abandonar como viene haciendo el liderazgo global y el desarrollo de un conjunto común de valores para que otros países y el sector privado operen. Es decir, la actuación mundial de Trump puede acabar favoreciendo la internacionalización del yuan digital.
En forma similar se manifestaron Aditi Kumar y Eric Rosenbach en Foreign Affairs, y Matthieu Favas en The Economist, quien cuestiona en especial el uso creciente del SWIFT de Estados Unidos para fines nacionales y geopolíticos, incluso con sus más cercanos aliados, llevando incluso a que en Europa surjan voces por otro sistema.
Temen que muchos países y empresas emigren al circuito chino, en especial si genera también comercio e inversiones.
La candidata de Trump al comité de gobernadores de la Reserva Federal, Judy Shelton, en abril propuso, con tecnología de criptomonedas, retornar al patrón oro porque es “la disciplina monetaria por sí misma”, retirándole poder a la Reserva Federal.
Esta propuesta que llama ‘volver al futuro’ es geopolíticamente insólita porque Estados Unidos estaría por decisión propia renunciando a un elemento esencial, y muy barato, de su poder mundial, lo que Francia en los ’60 llamaba el ‘privilegio exorbitante’ de la maquinita de imprimir.
La idea de debilitar al dólar como moneda mundial, obviamente, no cayó bien en el Senado que negó su designación, la quinta que Trump propuso.
Este confuso presente de Estados Unidos lleva a Kempe a concluir que, si bien aún con el yuan digital China es más débil, está ‘más determinada geopolíticamente’ que un Estados Unidos que sufre el Problema Pogo, un dibujo animado de la década de 1960 que repetía: «Nos hemos encontrado con el enemigo y él somos nosotros».
Fuente: Página 12