lunes, noviembre 25, 2024
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Voto Testimonial o Voto por las Reformas

Si desde alguna dimensión se preocupan aún de lo que sucede en Chile, el ex candidato a la Presidencia, Radomiro Tomic, debiera estar feliz: su ansiada unidad política y social del pueblo se hizo realidad en la Nueva Mayoría que seguramente gobernará el país a partir de marzo. El secretario general del MIR, Miguel Enríquez, en cambio, estará sufriendo: su hijo Marco participa muy cómodo del proceso electoral, reconociendo sin titubeos el valor de lo que su padre denominaba “democracia burguesa”.

Al borde de la hora de la verdad, resulta sorprendente cómo se vinieron abajo los sombríos pronósticos en torno a Michelle Bachelet. Apenas regresara al país, se dijo durante meses, su popularidad se desplomaría frente a una ciudadanía ansiosa de pasarle la cuenta de asuntos diversos. Pero no, ad portas de la elección, nadie duda de que será la próxima Presidenta de la República.

No sirvió el 27-F –incluida la inauguración express de un millonario memorial inconcluso–, tampoco el Transantiago –que poco mejoró durante el gobierno de “excelencia”–, ni el debate en las primarias con las embestidas desde dentro, ni las recientes críticas del propio Presidente Piñera a su programa de gobierno. Como mono porfiado, Bachelet resultó inmune a los ataques y siguió con un liderazgo que pocos comprenden pero que se mantiene como roble en las preferencias ciudadanas.

Tampoco faltaron los que vaticinaron el descalabro de una convivencia insostenible entre liberales, democratacristianos y comunistas. Otra predicción errada. El programa de gobierno fue aplaudido desde moros a cristianos. Es obvio que la Nueva Mayoría no es un partido único capaz de pregonar disciplinadamente una verdad absoluta. ¡Por suerte! Afortunadamente, el siglo XXI parece no querer más de aquella medicina totalitaria e infernal. Esta coalición amplia está para compartir ideas fundamentales para avanzar en el sueño colectivo de un país más justo. ¡La igualdad es la gran herida abierta! Cerrarla es la tarea urgente.

Desde que volvió de ONU-Mujer, Bachelet planteó claramente atacar la desigualdad desde los tres frentes que hacen crujir a nuestra sociedad: el político, con una nueva Constitución; el económico, con una reforma tributaria relevante; el social, con una reforma al sistema educacional que asegure calidad, sin inventar la rueda (sobran los modelos exitosos), y equidad, erradicando el mercantilismo en un área donde resulta obsceno. Por más que se dijo que no tenía programa, que no hablaba, que no se definía, nada logró moverla de las tres reformas estructurales de su futuro gobierno.

Curioso ver tanta unanimidad en una campaña presidencial. Ninguno de los nueve candidatos negó la existencia, la profundidad y la vergüenza de los niveles de desigualdad que se generaron en los últimos 30 años.

La candidata de la derecha, Evelyn Matthei, dio todos los manotazos que pudo –a diestra y siniestra– para no ahogarse en el esfuerzo imposible de una campaña que nació moribunda.

Más allá del populismo desenfrenado de Franco Parisi, cuya popularidad subió como espuma pregonando la solución a todos los problemas en un abrir y cerrar de ojos, Roxana Miranda y Alfredo Sfeir fueron los grandes descubrimientos de esta presidencial.

Sfeir presentó una utopía que para algunos se vendrá tarde o temprano. La depredación y la falta de humanidad ya no dan para más. Salvar el planeta conlleva, dicen, la necesidad de un cambio radical que proteja el medio ambiente e incluya en el desarrollo la dimensión espiritual.

Por primera vez una pobladora pudo inscribirse como candidata presidencial. Pero no fue ese hecho administrativo lo que destacó en Roxana Miranda. Ella logró tocar el corazón de muchos ciudadanos. Fue como si descubrieran por primera vez lo que realmente significa la pobreza, la humillación y la postergación. Difícil olvidar que en los baños de los pobres las rodillas tocan la pared, y que para sonreír hay quienes deben usar la gotita cuando se cae un diente.

En el secreto de la urna, quienes no votan por la derecha, tendrán que decidir si apoyar una candidatura testimonial o pronunciarse por el cambio concreto y real que puede concretarse en los próximos cuatro años.

El ejercicio testimonial fue intenso durante los últimos dos meses. Es probable que a la hora de votar ya no resulte necesario, y que la mayoría opte de inmediato por las reformas que ofrece Michelle Bachelet. De ser así, la ex Presidenta habrá logrado pasar a la historia como la primera mujer Presidenta y la primera candidata de izquierda en ser reelegida para el cargo.

Significaría que muchos hombres y mujeres de todas las clases sociales y de los más diversos credos y valores, están apoyando esa candidatura. Con un triunfo en primera vuelta, como pronostican los expertos de todos los colores, Bachelet tendría la fuerza para exigir que no se le pongan trabas ni se licúen sus reformas. La democracia consiste en que gobierne la mayoría, sin estorbos creativos como el binominal o los quórum inalcanzables.

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