«La economía global se explica mejor a través de las categorías y análisis de Marx que de cualquier otra forma, básicamente por la existencia de la lucha de clases y la desigualdad en la distribución de la renta y la riqueza, mal que les pese a muchos tertulianos liberaloides. Sin embargo, desde la economía mainstream se sigue afirmando que La Tierra es plana…[1].
Que el ser humano es homo economicus, que el comercio es la riqueza de las naciones, que el capital es ético, responsable y sostenible, que la oferta y la demanda se mueven hacia el equilibrio, que el Estado es intrínsecamente malo, corrupto y despilfarrador, que el empresario crea empleo y riqueza, que el desempleo y la pobreza son voluntarios, que…
Decía Anthony Flew (célebre ateo tristemente reconvertido a creyente):
“… cuán fácil es dejar que las teorías preconcebidas conformen el modo en que percibimos los datos, en lugar de dejar a los datos conformar nuestras teorías. Un giro copernicano puede, de esta forma, ser impedido por mil epiciclos ptolemaicos. (Los defensores del modelo geocéntrico que propuso Ptolomeo para explicar el sistema solar intentaron resistir al modelo heliocéntrico de Copérnico añadiendo epiciclos que dieran cuenta de las observaciones de movimientos planetarios que entraban en conflicto con su modelo)”.
Parafraseando a Flew, el liberalismo económico sigue resistiendo el giro marxiano de la realidad a base de recurrentes crisis capitalistas tras las que el sistema dominante sale reforzado y en apariencia negando la lectura revolucionaria de Marx. Sin embargo, pese a estos “miles epiciclos ptolemaicos” que pretenden refutar la teoría marxiana, reduciéndola a un conjunto de hipótesis fructíferas sin validez y de buenas intenciones morales o refutándola mediante una supuesta desacreditación empírica, la evidencia empírica muestra no sólo la vigencia, sino la centralidad de la lucha de clases en la economía.
El proceso histórico de proletarización es dramáticamente descrito por el Comité Invisible cuando señala que “la noción de trabajo ha abarcado siempre dos dimensiones contradictorias. Una dimensión de explotación y una dimensión de participación. (…) El desastre aquí es previo: reside en todo aquello que ha sido necesario destruir, en todos aquellos a los que ha habido que desarraigar para que el trabajo termine por aparecer como la única manera de existir”. [2]
Algunos autores plantean que no vivimos en un mundo marxiano, dado que el componente de la desigualdad entre países (componente de localización) es ahora mayor que el de la desigualdad dentro de cada país (componente de clase), es decir, las diferencias se explicarían más por el lugar de nacimiento que por la pertenencia a una clase social. Sin embargo, otros autores sugieren que efectivamente Marx tenía razón en su análisis de la dinámica capitalista [3]. Un proceso cuyo motor es la creación y extensión de las desigualdades económicas.
En definitiva, en este debate nos preguntamos si se puede reducir el análisis de Marx a simplemente un único criterio: las fuentes de desigualdad en la distribución de la renta per capita. La respuesta corta es no.
Y la respuesta larga contemplaría la siguiente explicación: Es necesario observar al menos otros dos criterios como son a) la concentración del poder y la riqueza asociados a la hegemonía y absolutización del principio de la propiedad privada, y b) la intensificación de la lucha de clases ligada al proceso internacional de proletarización de la población, incluyendo los flujos migratorios, fenómeno que podemos denominar como ‘explotalización’ (explotación + globalización).
A partir del concepto de “clase revolucionaria” del Manifiesto Comunista podemos identificar hoy en día el supuesto perfil migrante o no de la clase revolucionaria. Tal categoría social va más allá de la mera clasificación estadística en quintiles de la población. Por clase revolucionaria se entiende a todos los que asumen la conciencia proletaria, ya pertenezcan a la masa de trabajadores o a la masa de harapientos o a la clase dominante.
No todos los trabajadores, por el hecho de serlo, tienen conciencia proletaria. La proximidad a la burguesía puede muy bien hacer creer a muchos asalariados que ellos algún día disfrutarán de una buena posición burguesa, asimilando así, contra natura, el ideario y conciencia capitalistas.
Más aún, en el momento actual, José Iglesias sostiene que la conciencia de clase revolucionaria ha desaparecido debido a que la “concepción del trabajo asalariado como alienante y explotador del ser humano ha desaparecido” [4] Entonces, dada la distribución mundial de la renta, ¿podemos desplazar el centro del proceso de proletarización de la población hacia los flujos migratorios? Vayamos por pasos.
PRIMERO | La población mundial migrante –según el PNUD– apenas representa un 3% del total, de los cuales aproximadamente una quinta parte son migrantes indocumentados, lo que implica que no se incorporan a la economía formal.
SEGUNDO | Dentro de la población migrante hay una casuística muy variada, no ligada en exclusiva a motivaciones económicas. Los flujos migratorios mundiales son mixtos, incluyen personas migrantes, solicitantes de asilo, refugiadas, apátridas y víctimas de trata. Estas personas se suelen categorizar por su estatus migratorio (regular o irregular) y por las razones para migrar (económicas, políticas o ambientales).
También existe una preocupación jurídica creciente por múltiples grupos en situación de vulnerabilidad que migran: mujeres, afrodescendientes, indígenas, personas en edades infantil y adolescente, y personas discriminadas por su orientación sexual.
TERCERO | En general, la legislación migratoria de los países ricos no favorece estos flujos, debido a la preponderancia del paradigma dominante que subordina la seguridad humana a la seguridad nacional. Y cuando los motivos son económicos, además de trabajadores cualificados –que son minoría–, la inmensa mayoría de los migrantes van a desempeñar trabajos que la población nativa del país receptor no desea realizar, normalmente los puestos peor retribuidos y de menor prestigio social.
CUARTO | Si bien los flujos migratorios tienden a dar más peso a la desigualdad entre países (componente de localización) que a la existente dentro de cada país (componente de clase), de ello no se deriva necesariamente que la explicación marxiana sea menos adecuada.
Más bien al contrario, máxime si tenemos en cuenta que para calcular las medidas de desigualdad habrá que atender no ya a las fronteras políticas nacionales, sino a las fronteras empresariales transnacionales.
Y esta reconceptualización no sólo reaviva la actualidad del enfoque de Marx, sino que lo confirma más aún si cabe. Las migraciones entre países pueden ser entendidas como expresión del deseo de migrar hacia una clase social mayor, es decir, el componente de localización es la otra cara de la misma moneda: la lucha de clases.
(*) Profesor en la Facultad de Empresariales y Turismo de la Universidad de Extremadura
Fuente: El Salmón Contracorriente
Notas:
[1] “Do we live in a Marxian World?” Disponible en www.tandfonline.com/eprint/f8kbSUCtxp2rz4qAnTPD/full
[2] Comité Invisible (2007). La insurrección que viene. Melusina. Barcelona.
[3] Navarro (2012). “Marx llevaba bastante razón”. Revista Sistema, 21/12/2012.
[4] Iglesias (2013). “La conformación del espacio Europa y el capitalismo planetario”. Kaosenlared.net.