En su editorial del domingo 14 de junio pasado, el diario santiaguino La Tercera desarrolla un argumento para sustentar la efectividad de la propiedad privada por encima del bien común. Y hace especial mención del derecho de acceso al agua como derecho a la vida. Entonces declara que el derecho a la vida, en tanto derecho al agua como elemento vital, solamente tiene sentido y puede operar después que haber sido cancelado el precio que esa agua tiene para sus propietarios –“si el costo debe sufrirlo el titular del derecho de agua o toda la comunidad… Lo correcto es que sea esta última”-.
El derecho a la vida en tanto derecho al agua, queda subordinado al derecho de la propiedad privada. Los chilenos tenemos derecho a la vida si podemos pagar por ello. Me parece un extremo inaceptable donde puede llegar la ideología de la propiedad privada. Pero eso es lo que experimentamos en el Chile del siglo XXI.
El 28 de julio de 2010, la Asamblea General de la ONU emitió la resolución 64-292 reconociendo “el derecho humano al agua”, instando a los Estados para “su aplicación efectiva”.
El derecho a la vida en tanto derecho de acceso al agua, viene después y por debajo de la seguridad jurídica de la propiedad privada. Lo contrario “es implantar una incertidumbre que puede tener enormes costos económicos y sociales, y se preste para medidas arbitrarias”, dice La Tercera.
En Latinoamérica, esta resolución fue recibida como un respaldo internacional a los procesos sociales victoriosos de la llamada “guerra del agua” de Cochabamba, Bolivia, año 2000. Y del plebiscito de 2004 en Uruguay, que permitió incluir en su Constitución el agua como un derecho humano básico. El artículo 47 de la Constitución dice hasta hoy: “el agua es un recurso natural esencial para la vida. El acceso al agua potable y el acceso al saneamiento constituyen derechos humanos fundamentales”. Establece además que la gestión pública de las aguas deberá basarse en criterios de participación ciudadana y sustentabilidad.
Por otro lado, desde el Foro Mundial del Agua en Marsella, marzo de 2012, se ha debatido acaso la concepción: “el agua como derecho humano”, tiene cierta resonancia antropocéntrica. Tal enunciado podría aparecer como una manera indirecta de exclusión del derecho o necesidad vital del agua para todos los demás seres de la naturaleza. Y no se trataría de eso. No solamente las modernas ciencias de la vida nos enseñan la interdependencia de los seres vivos en su relación con las aguas, también las enseñanzas tradicionales de pueblos no occidentales -así los precolombinos- lo destacan permanentemente.
Por eso al enunciado anterior se ha preferido este otro: “derecho humano fundamental de acceso al agua”. El agua es condición de la vida humana –pero también de gran parte de la biósfera, de cuya pervivencia depende, además, la sobrevivencia de los seres humanos-. Accedemos a ella como seres vivos en una compleja comunidad con todas las otras formas de vida.
¿Les resultan desconcertantes o estrafalarias estas comparaciones? Es decir, estas situaciones en nuestros vecinos latinoamericanos y este debate planetario acerca del “derecho humano de acceso al agua”, comparado con el debate que intenta plantear el diario La Tercera de Chile acerca de la preeminencia de la propiedad privada del agua sobre el derecho a la vida.
¿En qué otro país del mundo podríamos encontrar un editorial en la edición más importante de la semana afirmando estos conceptos? Pues solamente en un país donde existe un monopolio de los medios de comunicación por parte de los más grandes propietarios de ese país.
Chile visto por las “13 familias”: el derecho efectivo al agua pasa por la propiedad privada. Los demás, el bien común, ¡que tenga agua si puede pagárnosla!
El derecho a la vida en tanto derecho de acceso al agua, viene después y por debajo de la seguridad jurídica de la propiedad privada. Lo contrario “es implantar una incertidumbre que puede tener enormes costos económicos y sociales, y se preste para medidas arbitrarias”, dice La Tercera. Es decir, no importa si no existe agua para la gente, lo importante es que exista desarrollo económico. ¿Qué “desarrollo” pretende este diario? ¿Un “desarrollo” sin personas?
La ideología de la propiedad privada nubla el cerebro. La codicia de la propiedad privada así entendida está destruyendo la Tierra. Vean a su alrededor.
(*) Filósofo, Universidad de Chile, Universidad Católica de Chile. Miembro fundador del ObservatorioAguas (Chile). Miembro del Movimiento por la Recuperación de las Aguas.
Fuente: El Quinto Poder