El mundo se tambalea. Contra casi todos los pronósticos, Donald Trump, un magnate inmobiliario de 70 años, sin experiencia política alguna, el más controvertido de los candidatos, el que coquetea con la guerra nuclear, dirigirá los destinos de la primera potencia mundial durante los próximos cuatro años. Los ciudadanos estadounidenses le han elegido como su 45.º presidente, a pesar de que Hillary Clinton ganará por un estrechísimo margen en apoyo popular.
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Donald Trump dio anoche el batacazo al hacerse elegir como el próximo presidente de los Estados Unidos, venciendo en una elección sorprendente a su rival, Hillary Clinton. El magnate, derrotaba al cierre de esta edición por un estrecho margen el estado clave de Florida y sumaba además otros distritos en disputa como Carolina del Norte, Ohio y Iowa, que sumado a resultados sólidos en el ‘cinturón del óxido’ en el norte del país le alcanzaban para superar en el Colegio Electoral los 270 votos necesarios para adjudicarse la elección.
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El Partido Republicano, además, obtenía mayorías en en las dos cámaras del Congreso. El resultado volvió a contrariar a la mayoría de los pronósticos, que al igual que lo que sucedió este año en el plebiscito por el Brexit en Gran Bretaña y por la Paz de Colombia, fallaron.
La victoria del magnate abre un nuevo período en la política norteamericana y las consecuencias de este resultado tendrán alcances globales.
Lanzado a la arena política hace apenas un año y medio, cuando anunció que competiría por la nominación republicana, este multimillonario que hizo su fortuna en el negocio inmobiliario y su fama como playboy y anfitrión de un reality show se convirtió anoche en el hombre más viejo en llegar a la presidencia de los Estados Unidos, superando en algunos meses a Ronald Reagan, otro outsider que trazó su camino hacia la Casa Blanca.
Su campaña desprolija y poco profesional, plagada de improperios y boutades, obligará a reescribir los manuales de política electoral. Ninguno de los «errores» cometidos por Trump en sus últimos 18 meses fue suficiente para impedirle dar la sorpresa más grande de la que se tenga memoria en la historia política norteamericana.
En ese sentido, cobrará valor en los análisis posteriores el rol de su rival. Clinton, ex primera dama, ex senadora, ex secretaria de Estado, estaba mucho más preparada que Trump para ocupar la presidencia, pero nunca pudo hacer pie en una campaña en la que tuvo que luchar contra una sociedad norteamericana que ponía en el establishment las culpas de la malaria posterior a la crisis económica del 2008.
Una serie de escándalos que afectaron la confianza de su base electoral en ella limaron los bordes de la coalición que le había dado al Partido Demócrata la victoria en las últimas dos elecciones presidenciales y el apoyo de figuras populares, como el presidente Barack Obama, la primera dama Michelle Obama, el senador Bernie Sanders y su marido el ex presidente Bill Clinton no alcanzaron para compensar su falta de carisma y conexión con el público.
Durante toda la campaña Trump presentó un discurso extremo, prometiendo levantar un muro para terminar con la inmigración mexicana, prohibir la entrada de musulmanes al país y deportar a todos los habitantes del territorio de los Estados Unidos que no hayan ingresado legalmente al país.
También prometió un mayor proteccionismo económico y un importante recorte de impuestos a los sectores concentrados de la economía con la promesa que esas medidas promoverían la creación de empleo.
La bolsa de Japón se desplomó incluso antes de que se confirme la victoria del republicano y hoy los mercados de todo el mundo reflejarán el cimbronazo causado por los resultados electorales de los Estados Unidos.
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Noche sorpresiva
Aunque en la última tanda de encuestas que entraron a última hora del lunes le daban cierto margen a Clinton, en cuanto comenzaron a llegar datos oficiales del recuento de votos anticipados el panorama comenzó a dar señales de que habría una noche larga por delante.
En el bunker demócrata había confianza en los números pero ya hablaban de tomar con pinzas los datos de Carolina del Norte y Florida, los primeros duelos que darían forma a la carrera el resto de la noche.
En el hotel Hilton, dirigentes republicanos que esperaban por novedades mostraban un tímido optimismo. «Los swing states del sudeste se definiran por muy poco. Si los ganamos, el resto está abierto», dijo un asesor a Página/12, acertando con la tónica que tomaría la noche en las horas siguientes.
La llegada de los primeros números, provenientes de los estados de costa oeste, sólo alcanzaron para estirar ese suspenso y hacer aún más dramática la definición de la carrera. En Florida, estado clave para el resultado final, ambos candidatos se turnaban al frente del recuento, siempre con diferencias de pocos miles de votos a favor de uno u otro.
En Carolina del Norte, los errores en el sistema de voto electrónico obligaron a posponer el cierre de urnas en varios centros electorales, postergando las certezas. En Virginia, tierra del vice demócrata, Trump encabezaba el conteo aunque los demócratas finalmente lograron una esforzada victoria gracias a la llegada a última hora de los números de los suburbios de Washington D.C. En Georgia, un estado que se pronosticaba como competitivo, el magnate se imponía por un margen holgado.
Con el correr de las horas, el candidato republicano mostró una fortaleza creciente en los estados del cinturón del óxido al tomar ventaja en Michigan y Winconsin mientras Florida y Carolina del Norte se inclinaban hacia la columna de Trump, superando en todos esos estados los pronósticos de la mayoría de los encuestadores, lo mismo que New Hampshire otro estado azul que se ecolumnó detrás del republicano.
Para las diez de la noche, hora local, ya era una certeza que el conteo se extendería hasta la madrugada y poco después medios como el New York Times, que hasta el lunes daban a Clinton más de un 95 por ciento de chances de vencer, empezaban a confirmar el creciente favoritismo de del magnate, que a la medianoche ya superaba el 90 por ciento. Para esa hora la candidata demócrata había tuiteado un mensaje que sonaba mucho a una concesión: «Este equipo tiene mucho de lo que estar orgulloso. Pase lo que pase esta noche, muchas gracias por todo».
Un nuevo mapa político
La victoria de Trump confirma la reconfiguración del esquema político que rigió en Estados Unidos durante los últimos 35 años, desde Ronald Reagan. El caudal de votos que logró Trump en los estados del norte indican que los votantes blancos de clase media baja, golpeados por las consecuencias de la crisis de 2008, abandonaron la coalición demócrata y se volcaron hacia el Partido Republicano.
La suma del voto de minorías, mujeres y jóvenes no le alcanzó a los demócratas para repetir el logro de las dos elecciones presidenciales anteriores. La cantidad record de latinos que acudieron a las urnas no pudo compensar la caída en el voto de negros y de jóvenes, que habían acompañado a Obama y no se sumaron masivamente a la propuesta de Clinton.
Ahora, los dos grandes partidos que marcaron la vida política en este país durante el último siglo y medio enfrentan desafíos inéditos. Los republicanos, que habían abjurado de su propio candidato durante la campaña, tendrán ahora que rendirse ante un Trump que podrá alegar, y con razón, que ganó esta elección él solo.
La negociación en el Congreso, con dos mayorías oficialistas pero reticentes, marcará los primeros meses de su gestión. Los demócratas deberán solventar las divisiones entre un establishment cercano a las corporaciones y a Wall Street, quizas el gran derrotado de estos comicios, y unas bases progresistas que en las primarias casi tuercen el brazo de la cúpula y en las generales no acompañaron en número suficiente a la candidata que les tocó en suerte.
Esta elección marcó, acaso, el final de una época. El mundo adopta lentamente una nueva configuración, alejándose de los consensos que marcaron el final de la guerra fría y la trancisión entre el siglo XX y el siglo XXI. Los desafíos son inéditos, para los Estados Unidos y para el mundo que deberá lidiar con esta nueva iteración de la superpotencia, en manos de un hombre sin experiencia en política internacional, administración pública ni defensa. Lo que hay en el futuro son muchos más interrogantes que respuestas. Durante un año y medio el planeta se preparó para esta elección pero lo que sucedió anoche no parece un final sino más bien un comienzo, un comienzo de algo peligroso.
Una etapa imprevisible
Las primeros en reaccionar fueron las bolsas de Londres, Tokio y México: se desplomaron. Con un escrutinio de infarto que probablemente requiera algún recuento, el candidato republicano fue superando a Hillary Clinton en cada uno de los estados clave que los sondeos habían señalado a la candidata demócrata como favorita.
A falta de un análisis pormenorizado de los resultados, todo apunta a que una movilización multitudinaria de última hora del electorado conservador, no detectada en los sondeos, brindó la victoria a Trump y cumplió la tradición según la cual los estadounidenses no entregan el mando a un mismo partido para tres mandatos consecutivos. Ronald Reagan y George Bush padre fueron la excepción que confirma la regla.
La victoria de Trump abre una etapa de incertidumbre de consecuencias todavía imprevisibles teniendo en cuenta que el candidato republicano ha defendido durante la campaña un giro de 180 grados tanto en la política doméstica como en la política exterior. El nacionalismo político, el proteccionismo económico y el aislacionismo militar que preconiza el presidente electo marcarán una inflexión en Estados Unidos y en el mundo.
Para comprobarlo, sólo hace falta repasar el plan anunciado por Trump para sus primeros cien días de gobierno: derogar la reforma sanitaria impulsada por el presidente Obama que ha dado cobertura médica a veinte millones de estadounidenses, iniciar la deportación masiva de inmigrantes en situación irregular, renegociar el acuerdo de libre comercio de América del Norte, retirar a Estados Unidos del acuerdo Comercial Transpacífico, y nombrar un juez conservador para cubrir la vacante de Antonin Scalia en el Tribunal Supremo.
Aunque el gran reto que se va a encontrar el nuevo presidente es reconciliar un país profundamente dividido, empezando por su propio partido, con la mayoría de los líderes conservadores que se han enfrentado con él. Con todo, la victoria de Trump viene además reforzada por el triunfo republicano en el Congreso. Mantendrá la mayoría en la Cámara de Representantes y también la del Senado .
En su discurso como vencedor, Trump ha usado un tono suave con el que se ha comprometido a unificar el país y a mantener el diálogo con todos los gobiernos extranjeros.
Crisis del sistema político
Más allá del resultado, las elecciones más insólitas de la historia de Estados Unidos han puesto de manifiesto la profunda crisis que sufre el sistema político bipartito que ha regido los destinos de la primera potencia mundial prácticamente desde su fundación. Republicanos y demócratas se han revelado incapaces de aglutinar todas las sensibilidades de su espectro político-ideológico. El país está dividido y ambos partidos ensimismados en batallas internas que enfrentan posiciones irreconciliables.
Por edad, por perfil y por su nivel de impopularidad, el 45.º presidente no podrá ni tendrá tiempo suficiente para resolver los problemas, pero le corresponde iniciar la transición, instar la reforma del sistema para que nadie se sienta tan excluido como ahora y todos puedan volver a soñar. No parece un desafío factible para la renovada hegemonía conservadora.
Las batallas libradas entre Hillary Clinton y Bernie Sanders en el campo demócrata y la de Donald Trump con la dirección del Partido Republicano no son meros episodios. Son la expresión política de la división del país.
Ahora, los negros que votaron a Obama no han querido entregar el mismo cheque en blanco a Clinton; los jóvenes blancos o negros que auparon a Sanders se han desentendido de la candidata más representativa del establishment.
Buena parte de los hispanos conservadores que en Florida votaban republicano han optado esta vez por la candidata demócrata por la cuenta que les trae. Los blancos de la clase obrera que estaban afiliados a los sindicatos, principal lobby del Partido Demócrata, se han pasado con armas y bagajes a las filas del candidato republicano más beligerante.
Y, al revés, los financieros de Wall Street y los militares que siempre habían apostado por el Grand Old Party (GOP) han huido despavoridos cuando han escuchado las ocurrencias de Donald Trump para refugiarse bajo las faldas de su amiga Hillary Clinton.
A partir del 20 de enero, el nuevo inquilino de la Casa Blanca se va a encontrar no sólo con un país dividido. También con unas instituciones bloqueadas. La audacia de Barack Obama ha permitido aplazar ocho años el default político de Estados Unidos, pero la política de tierra quemada practicada por las mayorías republicanas del Congreso, que han boicoteado sistemáticamente todas las iniciativas del presidente, ilustra mejor que nada el grado de inquina que ha alcanzado la política estadounidense y su secuela, la inoperancia de las instituciones.
La producción legislativa del Congreso ha sido la más baja de la historia moderna. Se ha recuperado el concepto Do-nothing Congress de los tiempos de Truman. La obsesión por el fracaso del adversario ha centrado todas las estrategias y ha relegado el interés común, hasta el punto que el 84% de los estadounidenses no aprueba la labor del Congreso. Los asuntos más trascendentales han continuado empantanados y ahora podrán desbloquearse pero de forma unilateral.
Trump ya anunció que su prioridad sería desmantelar el legado del presidente Obama. El nombramiento de un nuevo juez conservador para el Tribunal Supremo marcará el primer impacto del derribo.
Obama ya ha llamado al presidente electo para felicitarle y invitarle a la Casa Blanca con el objetivo de preparar el traspaso de poderes. La recepción de la noticia ha variado en función de desde donde llegaran las palabras. En Europa la prioridad es mantener la cooperación comercial y en seguridad, han apuntado desde Bruselas.
En el continente han resonado los ecos del Brexit, sobre todo en Reino Unido y entre los líderes de la ultraderecha. En Alemania, Angela Merkel ha ofrecido a Trump cooperación, similar al mensaje de las instituciones europeas.
En el caso de Asia, China ve con buenos ojos la llegada de Trump, ya que en teoría reducirá la influencia americana en la zona, algo que potencia los tentáculos chinos, mientras que los países bajo su influencia pierden un paraguas, en forma de protección americana, muy preciado.
La derrota de Hillary
Confirmada la tendencia que convertía a Donald Trump en el presidente electo de Estados Unidos, Hillary Clinton llamó durante la madrugada a su par republicano para felicitarlo por la victoria. La candidata demócrata prefirió no hablar en público tras su derrota
Fue el propio Trump quien informó del llamado de su contrincante cuando habló ante sus seguidores en el hotel Hilton de Manhattan, en Nueva York:
«Me llamó para felicitarme por nuestra victoria y yo la he felicitado a ella por una campaña muy, muy dura. Ella ha peleado muy fuerte».
Minutos después del llamado, el jefe de campaña de la candidata demócrata, John Podesta, confirmó que Clinton no hablaría ante sus seguidores en el búnker elegido por los demócratas en Javits Center, Manhattan.
«Todo el mundo a casa», afirmó Podesta y la noticia generó escepticismo entre los seguidores.
La última mención de la candidata demócrata en Twitter fue alrededor de las diez de la noche. Hillary Clinton agradeció a todo su equipo, cualquiera fueran los resultados:
“Este equipo tiene mucho de que estar orgulloso. No importa lo que pase esta noche, gracias por todo”.
Fue un anticipo de su derrota.
25 razones para temer un gobierno de Trump
Ha sucedido: Donald Trump ha conseguido los 1.238 delegados con los que se ha convertido en el candidato del Partido Republicano.
Si hay algo por lo que se ha caracterizado su campaña eso ha sido por protagonizar meses de polémicas, no diarias, pero no es exageración decir que prácticamente semanales. Días en los que muchas de las propuestas de Donald Trump han sido tildadas de locuras y que han asustado a muchos.
¿Una prueba?
Aquí van 25:
1- Por su tristemente famoso muro. Nada más anunciar su candidatura lo dejó claro: como presidente quiere construir un muro con México para frenar la inmigración ilegal.
2- Porque encima pretende que el muro lo pague el gobierno de México.
3- Porque hasta que se construya el muro quiere subir las tarifas de los visados y las entradas a los puertos estadounidenses.
4- Porque los tres puntos anteriores están vinculados a lo que piensa de los hispanos. Los ha tachado de «violadores» y ha prometido expulsar a millones que están en EEUU sin papeles.
5- Porque también ha dicho que México está enviando «gente que tiene muchos problemas», que están «trayendo esos problemas con ellos». «Traen drogas. Traen delitos. Son violadores. Y algunos, supongo, son buena gente», es otra de sus perlas.
6- Porque quiere cerrar las fronteras del país por motivos religiosos: ha dicho abiertamente que pretende vetar la entrada a EEUU a inmigrantes musulmanes. «Es algo de sentido común», dice.
7- Porque aspira a crear una base de datos para registrar a aquellos estadounidenses que profesan el Islam, que son todos potencialmente peligrosos para el país.
8- Por cómo usa a las mujeres. Aquí una prueba: «Creo que la única diferencia entre los otros candidatos y yo es que soy más honesto y mis mujeres son más bonitas», dijo en un mitin.
9- Por sus comentarios denigrantes sobre la figura o el peso… como no, de las mujeres. Por ejemplo, de la actriz Rosie O’Donnell dijo que tiene una cara «gorda y fea». También las ha llamado «cerdas gordas o animales desagradables».
10- Porque, en resumen, es un misógino.
11- Porque quiere un «castigo» para aquellas mujeres que aborten.
12- Porque no es claro sobre sus opiniones y no sabe expresarlas bien. Por ejemplo, cuando en 1999 se refirió al aborto… de esta manera: «Estoy totalmente a favor del aborto. Lo odio y odio decirlo. Estoy casi avergonzado de manifestar que estoy a favor del aborto, pero estoy a favor del aborto, porque creo que no tenemos otra opción». Qué habrá querido decir.
13- Porque… ¿te imaginas a un presidente de EEUU que no pierde la oportunidad de alardear de los casinos que tiene, sus edificios de lujo, los campos de golf, sus programas de televisión o fortuna?
14- Porque no lucharía contra el cambio climático, ya que considera que es “una farsa”.
15- Porque usa como arma el insulto, incluso a los votantes. «No sé cómo somos tan estúpidos y tenemos a un presidente como Barack Obama», ha dicho sobre el actual presidente de EEUU, Barack Obama.
16- Porque se ha mostrado abierto a aprobar la construcción del oleoducto Keystone XL -que vincularía la región canadiense de Alberta con el estado estadounidense de Nebraska-, que el Gobierno de Barack Obama rechazó en noviembre por su impacto medioambiental.
17- Porque quiere cancelar los acuerdos sobre medio ambiente de la convención de París, suscritos por más de 170 países, y de paso retirar todos los fondos de EEUU para las Naciones Unidas que tengan que ver con el cambio climático.
18- Porque está a favor de torturas «más severas» a los presos para obtener información.
19- Porque en política exterior sólo le importa China, China, China y… China. «Ha manipulado su moneda para ganar competitividad en los mercados internacionales. Si llego a la Casa Blanca seré duro contra Pekín», suele repetir.
20- Porque el lobby de las armas respalda su candidatura… Y él quiere una «ilimitada posesión de armas de fuego» para los estadounidenses.
21- Porque tiene una demanda por fraude por su Universidad Trump. Las autoridades acusan a esta universidad de operar de forma ilegal, sin contar con una licencia, y de engañar al público con su supuesta oferta educativa, que supuestamente no se correspondía con la realidad y defraudar a más de 5.000 consumidores por millones de dólares.
22- Porque está bajo sospecha de contar con vínculos con la mafia. Según el reportaje realizado por David Cay Johnston, que asegura que ha investigado al respecto durante años, el magnate se ha beneficiado de tratos con empresas de materiales de jefes de la mafia Anthony Fat Tony Salerno y Paul Castellano.
23- Porque hace comentarios que resultan vergonzosos sobre su propia familia: incluso no le importa admitir que si no fuera su hija, tendría una cita con ella. «No creo que Ivanka (su hija) pose para Playboy, aunque tiene un cuerpo muy bonito. Lo que quiero decir es que, si Ivanka no fuera mi hija, es muy probable que tuviera una cita con ella», ha llegado a decir.
24- Porque su postura sobre la crisis migratoria se resume en una sola de sus declaraciones: «Si gano las elecciones mandaré a todos los refugiados sirios de vuelta a casa».
25- Porque cree que el mundo sería «un lugar mejor» con Gadafi y Hussein.
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Fuente: con información de Página 12, La Vanguardia, El País, The Huffington Post en español.