Los Estados Unidos perciben a Venezuela como la frontera real con América del Sur. Los suramericanos y venezolanos nos enteramos con el Comandante Hugo Chávez, que el límite de Venezuela y de América del Sur, es la República Imperial.
Estados Unidos en su nueva geopolítica de cercar el Pacífico Indico a China, tiene que solucionar el problema con Ucrania -perdió en Crimea- en el límite Europa-Rusia, atacar Siria para defender al engendro del Califato Islámico y atacar a pleno Venezuela -como frontera de la doctrina Monroe y país con las mayores reservas de petróleo del mundo-, solo eso lo concentrará en la isla mundial.
No podemos dejar de desconocer que en Venezuela se vive una situación de alta tensión social, que solo el diálogo llevará a buen camino. Pero se torna una necesidad hasta moral, que a diferencia de lo que “informan” o “desinforman” las grandes cadenas de información o desinformación, en Venezuela no es que un sector denominado despectivamente “chavismo”, lleva a la oposición a garrote limpio.
Estas técnicas de desinformación, están elaboradas por el General de la CIA, Gene Sharp en su libro “De la tiranía a la democracia“, donde llevando a cabo prácticas de guerras psicológicas y desinformación debilitan a un Estado. Son técnicas novedosas aplicadas en la revolución de “colores” en Europa y en la “primavera” árabe.
En el papel de trabajo titulado “Operación Venezuela Freedom-2” del Comando Sur, para que Maduro deje el poder, se debe apuntalar a una salida violenta.
Del Documento de febrero de 2016 se desprende:
-Mecanismos de acción violenta entre la MUD concertada con la Asamblea Nacional, donde el llamado al referendo y a elecciones es solo una “cobertura”
-Insistir con un gobierno en transición con la OEA, ONGs, Iglesia, universidades, etc.
-Mantener una fuerte campaña propagandística nacional e internacional en contra del gobierno de Venezuela y de su “violencia”.
-Generar al máximo la tensión con escasez de agua, alimento y electricidad.
-Crear la matriz de una crisis humanitaria por falta de medicamentos, agua y alimentos.
-Aplicación de la Carta Democrática de la OEA, como lo “convenimos con Luis Almagro” (Conozca la agenda del Comando Sur de EÉUU contra Venezuela http://www.voltairenet.org)
En Venezuela, país con un régimen de gobierno presidencialista, hay 5 poderes públicos, los tres clásicos: ejecutivo, legislativo y judicial, y dos otros poderes que son el poder electoral y el poder ciudadano propuesto por Bolívar, que incluye fiscalía, contraloría y defensoría del pueblo.
Desde que la mayoría opositora ganó las elecciones legislativas en 2015 se propuso derrocar al presidente a través de un juicio político acabando con el poder ejecutivo en 6 meses, así como destituir a los magistrados del TSJ, atacaron al poder electoral y exigieron pronunciamientos de los titulares del poder moral, como si se tratara de un régimen parlamentario y el legislativo fuera un suprapoder.
Contrariamente a lo que se piensa en el extranjero, la constitución de 1999 no establece el juicio político, y para que la AN pueda autorizar un antejuicio de mérito a un alto funcionario público, dicha autorización debe ser precedida por una declaración del TSJ en Sala Plena, de que existen elementos suficientes para realizar dicho antejuicio de mérito, y una vez autorizado por la AN, regresaría el caso al TSJ; es decir, debe haber cooperación entre los distintos poderes públicos.
Ahora bien, esa AN fue declarada en desacato por el TSJ y sus decisiones viciadas de toda nulidad, luego de juramentar por segunda vez a dos personas cuya proclamación como diputados había sido impugnada por ilícitos electorales y compra comprobada de votos, y desde la directiva anterior de dicho poder, la AN se rehúsa a ponerse a derecho, lo que implicaría que no tengan mayoría calificada sino simple, lo que les impediría no solo tomar ciertas decisiones, sino aplicar lo contenido en la operación freedom-2 del Comando Sur.
Recientemente y frente a la ausencia u omisión legislativa de la AN, además de la solicitud de su directiva de intervención y aplicación de la Carta Democrática Interamericana ante gobiernos y organismos extranjeros -lo que solo sería competencia del jefe de estado, es decir el presidente de la república siendo excluyente de los demás poderes, y que de acuerdo con el Código Penal implica delitos de traición a la Patria- el TSJ emitió sentencias en las que estableció que el ejecutivo nacional podría constituir empresas mixtas sin la aprobación del legislativo -pues frente a conflictos de poderes la última palabra la tiene la sala constitucional de acuerdo con la constitución-, además de regular la inmunidad parlamentaria de los diputados en desacato fuera del ámbito de sus funciones.
Esto fue presentado ante la comunidad internacional como un golpe de estado desde el poder judicial, un día después de un show mediático en la OEA en el que se habló de aplicar la Carta Democrática Interamericana frente a la supuesta “ruptura del orden constitucional”. Frente a esa situación la Fiscal general dijo que las sentencias eran violatorias del orden constitucional.
El presidente Maduro convocó al Consejo de Defensa de la Nación que incluye a todos los poderes públicos y donde hubo ausencia del legislativo, y exhortó al TSJ revisar dichas sentencias, lo cual al día siguiente el poder judicial hizo.
Desde ese entonces e incluso desde días anteriores, la oposición liderada por diputados en desacato han realizado manifestaciones cargadas de violencia en el Estado Miranda y con el apoyo de su gobernador, Capriles Radonski, así como en otros estados del país, buscando, según algunos de ellos, sangre e ingobernabilidad que les permita justificar ante la comunidad internacional, la necesidad de aplicación de la Carta de la OEA y hasta una intervención extranjera con el apoyo del Comando Sur.
En estas manifestaciones que no han sido pacíficas se han cometido actos terroristas, incendiando la sede de la Dirección Ejecutiva de la Magistratura, al Ministerio del Poder Popular para Servicios Penitenciarios, así como calles, postes de luz, semáforos, ataques a funcionarios y a bienes de la nación, denunciando ante la comunidad internacional represión de parte de la fuerza armada nacional bolivariana que lo que ha hecho es impedir el paso de las manifestaciones no pacíficas hacia el Municipio Libertador, sede de los poderes públicos incluyendo el legislativo.
Para echarle candela a la guerra mediática, han inventado un falso positivo con un manifestante muerto, lo que fue no solo desmentido por las investigaciones primarias, sino por el padre del occiso, quien dijo que su hijo no creía en política, no iría a manifestar y no había fallecido en manos de un integrante de la FANB sino por causa de un fiscal de tránsito que ya había sido puesto a la orden de la justicia, y pedía no politizar el caso.
Mientras tanto, los partidos políticos están relegitimándose para ponerse a derecho ante el Consejo Nacional Electoral como paso previo para unas próximas elecciones, el Presidente Maduro continúa llamando al diálogo Nacional y EEUU bombardea Siria y envía portaviones que apuntan a la República Popular Democrática de Corea.
Fuente: Portal Alba
(*) Doctor en educación y en ciencia política. Autor de reconocidas obras sobre América Latina.
(**) Magister en ciencias políticas y profesora universitaria.
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Salvar a Venezuela
Ricardo Alarcón de Quesada (*)
La hostilidad del imperialismo estadounidense hacia la Revolución Bolivariana ha sido permanente y multiforme desde que Hugo Chávez resultó electo Presidente. Según avanzaba el proceso de transformaciones sociales promovido por Chávez, siempre respetando las normas constitucionales y la legalidad, el Imperio ensayaba nuevas acciones agresivas violatorias del Derecho Internacional.
La obra revolucionaria rescató a millones de venezolanos de la pobreza absoluta y la miseria, puso fin al analfabetismo, garantizó a todos y todas el acceso a la educación y la atención médica gratuita, les devolvió, en fin, la plena soberanía.
Venezuela ha cambiado sustancialmente. Sus grandes riquezas naturales, por primera vez en la historia, no son para el disfrute exclusivo de una minoría, sino que han sido y son redistribuidas para beneficio de las amplias masas. Pero ha sido una marcha cuesta arriba sorteando obstáculos de todo tipo.
Defender lo mucho que ha logrado y seguir conquistando mayores cotas de justicia constituye un perenne desafío para el pueblo del Libertador. Intentos de golpe de estado, “huelga” petrolera, sabotajes, sanciones económicas, diplomáticas y políticas, amenazas militares y una descomunal, multimillonaria, propaganda para aislarla y pretender justificar la intervención foránea, han sido el pan de cada día impuesto a un pueblo que, en contraste, no sólo no ha atacado ni dañado a nadie sino que se convirtió, al mismo tiempo, en ejemplo de fraternidad para con los otros pueblos del Continente.
Porque si Venezuela ha cambiado mucho, el Imperio no ha cambiado nada. Ayer, Obama, sin temor al ridículo, determinó que Venezuela es “una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional de Estados Unidos”. Ahora Trump blande contra ella la llamada Carta Democrática Interamericana, cuyo texto debemos suponer que no ha leído pues, como se ufana en proclamarlo, el actual mandatario detesta la lectura.
La muerte de Hugo Chávez fue un golpe doloroso que estremeció a su país y al mundo. Desde Bolívar nadie hizo tanto como él por la emancipación de su pueblo, nadie supo hacer de Venezuela paradigma de solidaridad humana y auténtica democracia. Dedicado a su causa hasta el último aliento, antes de despedirse, Chávez propuso como a su sustituto y continuador a Nicolás Maduro, su mejor discípulo, un joven obrero y cercano colaborador, quien, en aquellas dramáticas circunstancias y enfrentando a una poderosa maquinaria de difamación y odio en su contra, resultó vencedor en las elecciones generales.
El gobierno de Maduro no ha conocido un instante de respiro. A la drástica caída en los precios del petróleo en el mercado internacional se ha unido la guerra económica desatada por Washington y en la que participa abiertamente la oligarquía local que especula con las limitaciones materiales y provoca escaseces y malestar. Estos fueron los factores principales que permitieron a la oposición obtener una mayoría de escaños en la Asamblea Nacional.
Hay que recordar que desde la primera elección de Chávez como Presidente en Venezuela se han realizado más elecciones, plebiscitos y otras consultas populares que las que hayan podido efectuarse en los países del Hemisferio que cínicamente quieren erigirse en jueces de la situación venezolana. En la mayoría de esos ejercicios democráticos vencieron las fuerzas del chavismo y cuando no fue así los resultados fueron aceptados por Chávez y por Maduro.
Conviene recordar asimismo que ganar o perder transitoriamente la mayoría de los miembros del órgano legislativo no significa ganar o perder el gobierno en los países de América Latina. Tampoco lo es en Estados Unidos: si tal cosa rigiera en el vecino del Norte la lista de Presidentes despojados de sus cargos sería interminable: por ejemplo Clinton, Bush y Obama, para sólo mencionar los más recientes en una bicentenaria tradición en la que resulta normal ejercer la jefatura del Estado contando con una minoría parlamentaria. Para no hablar de Trump cuya presidencia no es cuestionada -aunque Hillary Clinton lo superó por más de tres millones de votos- y ostenta el mayor índice de desaprobación del que haya memoria en aquel país.
No debe olvidarse, sobre todo, el carácter subversivo, anticonstitucional, proclamado sin ambages por Henry Ramos Allup cuando, al asumir la dirección de la Asamblea, anunció un plan para expulsar de la jefatura del Estado a Nicolás Maduro en seis meses. No formuló un programa legislativo, anunció un golpe de estado. Desde entonces no ha hecho otra cosa que alentar el caos y la inestabilidad institucional.
La OEA en cueros
La conducta ilegítima e irresponsable de la oposición lejos de sumarle apoyo interno ha generado la creciente resistencia de un pueblo que, más allá de las ideologías, necesita y desea la paz y la convivencia frente a la agresión externa. Para derrocar al Gobierno legítimo había que recurrir al exterior y buscar en Washington lo que no pueden encontrar en Caracas.
Entonces aparece, nada más y nada menos, que la llamada Organización de Estados Americanos (OEA) y su insólito Secretario General, Luis Almagro.
La historia del “ministerio de colonias yanquis” es sobradamente conocida. Hace más de un siglo, ante los primeros pasos para crear el “panamericanismo”, José Martí advirtió el peligro y llamó a pelear por la independencia verdadera de Nuestra América.
Para Almagro –o sea para el Imperio— el único problema en el Hemisferio es Venezuela. Su enfermiza obsesión antibolivariana los ha arrastrado al punto increíble de dar una suerte de golpe de estado dentro de la propia institución, desconociendo a sus propias autoridades –al representante de Bolivia, Presidente del Consejo Permanente y Decano de sus embajadores y al Vicepresidente que es el representante de Haití— para imponer su estrategia antivenezolana.
Si la OEA tuviese un mínimo de seriedad no le alcanzaría el tiempo para ocuparse de los problemas reales del Continente.
La represión masiva contra los latinoamericanos en Estados Unidos; el infame muro de Trump y sus medidas de proteccionismo comercial; la vergonzosa destitución de Dilma Roussef; la constante aparición de cementerios clandestinos en México y otros lugares; los asesinatos cotidianos de periodistas; los muchachos desaparecidos de Ayotzinapa, las niñas muertas en Guatemala, el incendio del Parlamento paraguayo; las huelgas y protestas populares en Argentina, Brasil y otros países, son parte del largo temario que interesa a los pueblos pero que no existen para Almagro ni para el dócil rebaño que lo sigue.
Porque la OEA no fue creada para bregar con la realidad. Nunca ha sido otra cosa que instrumento para la dominación imperial. Que a estas alturas echen mano a la vieja y desprestigiada herramienta, pisoteando incluso sus reglas y procedimientos, es un llamado de alerta. La agresión imperialista está en marcha y debemos detenerla.
El crimen se está cometiendo a la luz del día, a la vista de todos y contemplarlo en calma sería una complicidad imperdonable.
Urge multiplicar la solidaridad. Hay que salvar a Venezuela.
(*) Doctor en Filosofía y Letras, escritor y político cubano. Fue Embajador ante la ONU y Canciller de Cuba. Presidió durante 20 años la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba