La política y el Congreso no están llenos de mujeres. Sólo hay seis senadoras de un total de 38 y 19 diputadas entre 120 miembros de la Cámara Baja. Entre ellos está Camila Vallejo (26), que llegó ahí como representante del Partido Comunista hace un año, después de convertirse en una figura pública tan querida como rechazada desde su puesto de presidenta de la Fech y líder de las movilizaciones estudiantiles que comenzaron en 2011. A raíz de la celebración del Día de la Mujer, explica desde esa perspectiva su rol en política y el Congreso.
En plena campaña para llegar al Parlamento tuvo a su hija Adela y pese a que varias veces ha llegado a comisiones e incluso a la sala con ella en brazos, y que la participación de la niña en una marcha dio pie a un comentado incidente sobre la existencia o no de una nana, en general habla poco de ser madre.
Como mujer, ¿cómo se ha sentido trabajando ahí?
He sentido machismo, esa sensación molesta de percibir que los ojos se ponen sobre las mujeres para ver cómo están vestidas de pies a cabeza.
¿Pero le ayudó ser atractiva para llegar donde está?
No lo veo así porque en realidad tenía costos importantes. No hablaban de los ojos de los dirigentes estudiantiles hombres o de si tenían polola o no. De mí sí porque era mujer. También es como un lastre en ese sentido.
¿Le molesta el machismo que dice que hay en el Congreso?
No, pero se siente un tratamiento distinto hacia las mujeres. Lo que sí me molesta en términos políticos es el machismo en las opiniones. Por ejemplo, cómo se discutió el proyecto de ley de equidad de género para las campañas. Hubo parlamentarios hombres, de derecha y de la Nueva Mayoría, que se sintieron amenazados por incorporar a más mujeres. Pero también se ve machismo en las mujeres cuando hablamos de garantizarles mayores derechos para su inserción laboral o cuando ven el aborto terapéutico como un atentado a la familia, por esta cultura patriarcal que persiste en la sociedad.
¿Qué piensa del proyecto de ley de cuotas que establece que cada parlamentaria recibirá un monto adicional por ser mujer?
Hay que entender que no basta con dejar a la voluntad de los partidos o de la sociedad en general ciertos cambios, sino que hay que empujarlos. Piensa en lo difícil que es para una mujer ser candidata y financiar una campaña. No es llegar y postularse, también hay que ver cómo se garantizan las condiciones para ser candidato. Muchas veces los partidos dicen que te quieren como candidata y no te ponen un peso, que es lo mismo que decir “no queremos que tengas posibilidades”. Así que encontramos razonable un apoyo económico.
¿En temas de mujer se avanza por convencimiento o por cumplir acuerdos internacionales?
En general se suscriben acuerdos internacionales y no se cumplen porque falta la voluntad política o esfuerzo. Pero eso se está revirtiendo. El hecho de que hayamos sacado un Ministerio de la Mujer, que avancemos una ley de cuotas, que tengamos una agenda de la mujer con más contenido da cuenta de que nos estamos tomando más en serio. Las mujeres tenemos décadas de lucha por instalar estos temas y los resultados tenían que verse en algún momento.
No se ha avanzado tanto en brecha salarial: las diferencias de sueldo entre hombres y mujeres. Según el Foro Económico Mundial, Chile figura 128 entre 142 países.
No sé por qué siempre aparecemos como el mal ejemplo en muchos aspectos. Nos creemos un país desarrollado porque tenemos un alto PIB per cápita, pero no se ve que mejore la calidad de vida de la mayoría de la gente. Si bien las mujeres han ingresado un poco más al mundo laboral, lo hacen en condiciones de mayor precariedad que los hombres, reciben menor remuneración y siguen manteniendo el peso de los roles domésticos. La ministra del Sernam, Claudia Pascual, lo dijo: los horarios de las reuniones son desgastantes para las mujeres. A mí me pasa. A veces tengo una reunión, pero tengo que ir a buscar a la Adela donde mi mamá o mi suegra porque tienen que hacer.
¿Cree que eso se puede cambiar?
Tiene mucho de cultural porque cuando participas en política, en una gerencia o en un directorio, sabes que si no estás en la reunión, alguien va a tomar una decisión por ti. Entonces, las mujeres dicen: “o voy a ver a mi hijo o me pierdo esta posibilidad, no me toman en cuenta y me pasan por encima”. En general, el hombre no tiene ese problema. Por qué el hombre no dice: “¿Sabes qué? De tal a tal horario no más reuniones porque tengo que ir a ver a mi hijo”.
¿Va a cambiar cuando los hombres decidan?
También tiene que ver con un empoderamiento de los hombres. Las mujeres podemos avanzar solas, y lo hemos demostrado, pero ellos también tienen que tomar conciencia. Esto no es contra ellos. Y tienen que entender que no es sólo beneficiar a las mujeres, sino a la sociedad en su conjunto.
La culpa
¿Tiene conflictos por su trabajo y ser mamá?
En términos racionales no, pero las mujeres somos más culposas por la carga social. En campaña, en una feria de mi comuna me topé con una lola que debe haber tenido 18 años. Como estaba vestida punky, uno podría haber pensado que no era conservadora. Me dijo: “¿Cómo se te ocurre ser candidata esperando un bebé?”. Yo pensé: “¡esto no puede ser!”. Pero no es culpa de ella. Es una cultura, una educación mal enfocada que, cuando uno vive el agobio de estar criando y trabajando y sientes que no te queda tiempo, te hace preguntarte: “¿Estaré haciéndolo mal?, ¿me habré equivocado?”. Eso tiene una carga sicológica muy fuerte y violenta. Las mujeres tendemos a ser culposas y no, hay que liberarse de eso. Obviamente es difícil. Nosotros tenemos un acuerdo familiar de no trabajar el domingo, pero de repente te piden estar en cosas importantes. Una asume el costo, pero cuando estás me pregunto: “¿Estaré haciéndolo mal por no estar con mi hija?”.
¿Y qué se responde?
No creo que sea culpable, pero hay una sensación, como un estado sicológico que se produce naturalmente porque no están dadas las condiciones. Y no sólo para las mujeres, los padres también deberían tener espacio para estar más con sus hijos y criarlos. Eso no se va a lograr si no superamos esta sociedad capitalista, neoliberal y patriarcal. Hay que aspirar a que el trabajo garantice calidad de vida, donde los papás y mamás tengan espacio para la vida familiar y el ocio.
¿Cómo se las arregla usted?
Estoy muy agradecida del apoyo de mi suegra y mi mamá, pero sé que no voy a poder abusar de ellas todo el tiempo y pronto voy a meter a la Adela en un jardín. El problema es que en La Florida las salas cuna Junji están con sobredemanda y la preferencia es para la gente que lo necesita. Si la semana es muy pesada no la traigo a Valparaíso. Cuando estaba dándole pecho sí la traía siempre. Arrendé un departamento para que se quedara mi suegra y poder darle pecho cada tres horas.
¿Por qué la llevaba al Congreso?
No podía hacer otra cosa. Tenía que darle pecho y no quería irme a la casa porque sentía que de esa manera podía compatibilizarlo. Había gente que decía “qué bueno que lleva a su hija a su trabajo”. Otra decía que sólo lo podía hacer porque era parlamentaria y me preguntaba cómo no me daba vergüenza. Pero el tema no es por qué unas pueden y otras no, sino cómo garantizamos que haya mayor compatibilidad con el trabajo y ser madre y padre. Y si a alguien le molesta que un hijo chico venga al Congreso es su problema. Ojalá hubiera un espacio para que todas y todos tuvieran lo más cerca posible a sus hijos, en el Congreso, en las municipalidades, en las universidades o donde sea. ¿Qué mamá o papá no quiere eso?
¿Qué le pasa ahora al dejarla en Santiago?
La echo de menos. Pero entiendo que viajar todos los días a Santiago es agotador y esta pega es mucho de estar pensando, planificando, elaborando, viendo temas, anticipándose a escenarios. Ahora, si puedo viajar a Santiago por la noche a verla, obviamente lo hago. Estoy tratando de generar un equilibrio.
¿Por qué decidió que fueran las abuelas las que la cuidaran?
Porque ellas querían y tenían disponibilidad de tiempo. Y qué mejor que un familiar la cuide. No tengo nada en contra de las nanas ni de las niñeras. Mi mamá contrató una nana cuando era chica porque mis papás trabajaban.
El capítulo nana
Pudo ser una marcha más en favor de la Asamblea Constituyente, pero no fue así. El domingo 23 de noviembre del año pasado, la fotografía de una mujer llevando el coche donde iba Adela con Camila Vallejo caminando a su lado en plena marcha reventó Twitter porque, decía el primer tuit, la diputada había llevado a su nana a trabajar un domingo. La aludida, Daniela Contador, integrante del equipo distrital de Vallejo, aclaró por la red social que no era ni lo uno ni lo otro. Pero la polémica duró varios días.
¿Incidió ese incidente en su decisión de dejarla con las abuelas o llevarla al Congreso?
No. Eso fue una cuestión ficticia porque a la Adela la hemos cuidado con Julio y la abuelas desde que nació. Eso de la nana fue nada que ver. Estaba en una marcha, una compañera del equipo me llevó el coche mientras estaba en otra cosa, me sacaron una foto e inventaron eso de la nada. Esa es una muestra del rol de los medios con las mujeres que están en política.
¿Cómo afecta el que usted sea comunista?
Se agudizan los ataques cuando eres mujer, estás en política y más si eres comunista. Hay gente a la que le genera urticaria que un comunista sea profesional y tenga una casa, porque debería vivir en una vivienda social y eso es bastante añejo, de la campaña comunicacional de la Guerra Fría que describía a los comunistas como gente resentida, que tenía que andar con ropa sucia y sacar la comida de la basura por apostar por la justicia social. Es ridículo. Dicen “¡cómo un comunista va a ganar una dieta parlamentaria!”, pero no cuestionan al de derecha que tiene conflictos de interés.
Poder elegir
¿Qué cosas hace con Adela?
Me encanta jugar con ella y enseñarle cosas. Ahora está en la edad en que imita mucho y repite las palabras. Dice papá, mamá, tata, mar, mono, pez… Es rico ir descubriendo cosas de ella.
¿Se ha perdido hitos importantes?
No. Quizás hay cosas que descubrí que hacía y si las hizo antes con las abuelas no me dijeron para que no me sintiera mal (ríe). Pero todos sus procesos los viví. Cuando dijo la primera vez “mamá”, “hola”… Dice hola a cada rato.
¿Si tuviera que elegir hoy para ella: colegio particular, particular subvencionado o municipal?
Yo quiero uno municipal y por eso espero que avancemos en los cambios para mejorar la educación. Es indiscutible que uno busca lo mejor para su hijo, pero me parece que los parlamentarios tenemos que dar el ejemplo. En La Florida hay pocos colegios públicos, la mayoría son particulares subvencionados. De hecho, yo estudié en puros particulares subvencionados, pero creo que hay que dar más oferta pública y mejorarla. Eso no significa jugar con los hijos, pero si el colegio municipal que elegiste está mal, tienes un mayor compromiso para que ese colegio mejore.
¿Cambió su mirada desde que es mamá en temas como el aborto, por ejemplo?
No. Te pones más sensible en temas como derechos de los niños. Pero en aborto no. Yo tomé la decisión de tener a la Adela porque queríamos tener un hijo y cuando supimos…
¿Fue planificada?
Siempre lo quisimos y lo planteamos. Y así como yo pude decidir, yo espero que otra mujer pueda decidir si no quiere y que tenga las condiciones para hacerlo a tiempo. Yo estoy a favor del aborto libre, pero el aborto terapéutico es recuperar un derecho que nos arrebató una dictadura compuesta por hombres. Además, es una cuestión de salud pública. Yo me he encontrado con mujeres de edad que las obligaron a tener a sus bebés sabiendo desde el principio que se iban a morir. ¿Por qué alguien se cree con el derecho a obligarte a vivir esa situación?
A comienzos de febrero el diputado DC Pablo Lorenzini dijo: “Hay mujeres que tienen relaciones porque, a lo mejor, tomaron un traguito de más ¿es violación también?”. ¿Qué le pareció a usted?
Es fuerte. Es como cuando dicen que si a una mujer la violaron es su culpa porque andaba con minifalda. Y eso lo escuchas también de mujeres. Es frustrante, pero es nuestra realidad. El país no puede autocensurarse porque el otro piense aberraciones. Hay que dar la discusión, pero también creo que hay cosas que no se pueden tolerar. No se puede culpar a una mujer porque la violaron, ¡de qué estamos hablando!
Cuando veníamos a esta oficina nos encontramos con el diputado Lorenzini. ¿Tiene que hacer como si él no hubiera dicho nada?
No, pero uno trata de delimitar los espacios porque no puedes estar agarrándote en los pasillos todo el tiempo. Tienes que llevar la discusión a la comisión o a los espacios donde corresponde. Tampoco puedes ser hipócrita y tirarle palos por un lado y sonreírle por otro.
Y como madre, ¿cómo sintió lo de la Presidenta Bachelet y su hijo en el caso Caval?
Tienes que conjugar el rol de ser Presidenta y tragarte el dolor de que tu hijo haya cometido un acto indecente en términos políticos y éticos, y claro que debe ser difícil. A pesar de la emoción que te puede provocar, hay que mantener la cabeza fría porque más allá de que sea ilegal o no, que lo tiene que determinar la justicia, en términos políticos y éticos está mal.
Marido, casa, hijos
¿Cambió su proyección política con la maternidad?
Yo no estoy pensando en la proyección de una carrera política. Cuando miro el horizonte, claro, está la familia y pienso en que mi hija sea feliz, pero al menos los comunistas pensamos en qué queremos para la sociedad en general y después, desde dónde se puede contribuir más a eso.
O sea, ¿usted no pensó en el marido, los hijos, la casa y el perro?
¡Pero es obvio que todos queremos eso! Una casa, vivir con tu familia, que tu hijo juegue en la tierra y tenga una mascota. Pero en la medida que haya una sociedad con mayores derechos también tu familia y tus hijos van a ser más felices.
¿Cuál es su trabajo ideal?
En algún momento quiero trabajar en mi profesión. Muchos conflictos medioambientales se dan porque no hay una definición de desarrollo estratégico de las regiones, que tiene que ver con ordenamiento territorial, descentralización, empoderamiento de las comunidades en relación a las tomas de decisión, y la geografía tiene que ver mucho con eso. Pero no separo la política del ejercicio profesional de ninguna profesión. Toda la gente tiene una labor política porque ejerce su profesión con una visión país, o al menos yo espero que así sea y no lo hagan simplemente para ganar plata. Creo que siendo geógrafa tendría más posibilidades que siendo diputada de centrarme en un tema y desarrollarlo con profundidad, desde lo disciplinario hasta lo político.
Fuente: La Tercera