por Ronald Wilson (*)
Pasado el mazazo que significó la derrota electoral de la candidatura de Alejandro Guillier y de los partidos que lo sustentaron, junto con la necesaria autocrítica que se deberá hacer por parte de cada colectividad y del conjunto de fuerzas progresistas, que optaron por una alternativa de reformas y de profundización de los cambios, es necesario volcar la mirada al futuro y vislumbrar los caminos a seguir.
A partir de marzo del 2018, las fuerzas progresistas y de centroizquierda serán la oposición al gobierno de Piñera y de la Derecha.
El rol de la oposición en un régimen democrático es ser el contrapeso del poder del Ejecutivo, ejerciendo un rol movilizador a nivel social, del movimiento popular y sindical, así como un rol fiscalizador y crítico de generación de propuestas contrapuestas en el Parlamento, lo que no significa adoptar una posición nihilista de objetar todo, simplemente porque viene del Gobierno.
Habrá temas de coincidencia transversal y eso no significa ser menos oposición.
La abogada y ex senadora colombiana, Piedad Córdoba, refiriéndose al rol de la oposición, manifestaba:
“La oposición es uno de los grandes signos de madurez política de la democracia. Mientras más garantías tenga la oposición, mayores posibilidades de acertar tiene el sistema, porque en lugar de un criterio solitario se pueden sopesar varias posiciones antes de llegar a una conclusión más elaborada. A las mejores decisiones se llega por la deliberación, no por la imposición. La unanimidad nunca ha sido buen consejero y de ahí al autoritarismo solo hay un paso”.
El ex Presidente del Ecuador Rodrigo Borja, en su reconocida Enciclopedia de la Política, define certeramente el rol de la oposición política:
“Tanto en los regímenes presidenciales, en que el presidente es el jefe de Estado y de gobierno, como en los regímenes parlamentarios, en los cuales el líder de la mayoría es al mismo tiempo el jefe del gobierno, el parlamento es el escenario principal aunque no único de las acciones opositoras, cuyos protagonistas son los partidos políticos. Allí se libran las principales batallas entre el gobierno y la oposición. El juicio político —impeachment—, la interpelación, las comisiones investigadoras, las mociones de censura, las peticiones de información, la obstrucción parlamentaria son métodos al servicio de la oposición parlamentaria para hacer eficaz la rendición de cuentas —accountability— de los gobernantes. Por supuesto que la acción extraparlamentaria es también muy importante y se realiza a través de los medios de comunicación y de las movilizaciones de masas, con los cuales la oposición trata de alcanzar sus objetivos tácticos y estratégicos”.
Como lo ha expresado Guillermo Teillier Presidente del Partido Comunista, en entrevista reciente al Diario La Tercera:
Ssoy un convencido de que siendo oposición podemos fraguar una unidad muy amplia con todos, yo no descarto a nadie”…. “planteamos un proceso de unidad amplio y sin exclusiones desde la DC hasta el Frente Amplio. Yo sé que vamos encontrar resistencia en algunos sectores de la DC y seguramente también en algún sector del Frente Amplio, pero esto se trata de conversar con todos. Si no logramos hacer un esfuerzo y juntarnos para determinar los objetivos que nos unen para seguir avanzando, y no poner tanto el acento en lo que puede desunirnos, creo que no tendríamos mucho futuro en las próximas elecciones”.
Teillier subrayó que este proceso de unidad no implica conformar necesariamente una nueva coalición, aunque insinuó que “si queremos pensar en grande hacia el futuro no nos queda otro camino que la unidad”, enfatizando que, “hay que dejar de lado los intereses personales,… a veces cuestiones de principios, que parecen que son de principios, pero no son de principios”.
Este es un esfuerzo fundamental que todos los partidos y movimientos políticos involucrados debieran hacer. Ser oposición es una responsabilidad tanto o más importante que ser Gobierno, lo fundamental es no abandonar los principios que nos guían, y ser capaces de generar consensos para avanzar y no permitir que los logros alcanzados se destruyan o se retroceda.
La oposición tiene un rol de contención y de avance, pero para ello se requiere de unidad de propósitos. Construir unidad con los que piensan igual en todo, no tiene sentido, se trata de aunar posiciones diversas y convergentes.
Sin duda es una tarea compleja, no es fácil, concertar posiciones diversas, después de una campaña electoral que siempre exacerba las diferencias, más que acercar las semejanzas.
Quizás la tarea más dura es en torno a la Democracia Cristiana, un partido tremendamente herido, con una debacle electoral sin precedentes en su historia, que adoptó en las elecciones una postura de un quimérico camino propio que le fue nefasto. No solo por los resultados, sino porque equivocadamente optó por un discurso derechista, que lo desafectó del resto de los partidos de la Nueva Mayoría y del Gobierno de Bachelet, llevándolo a un tremendo aislamiento. Hoy la DC se debate entre la división, la rendición a la derecha, o la opción de sumarse a posturas más progresistas que le permitan actuar de consuno con una oposición unida.
El resto de los partidos de la NM también se ven enfrentados a clarificaciones internas. Es conocido que desde las filas del Partido Socialista, PPD o Partido Radical, hubo no pocas opiniones críticas frente a la candidatura de Guillier – el llamado “fuego amigo”, lo cual implicó el escaso o nulo compromiso en el proceso electoral, razón por la cual, para todos los Partidos es fundamental sincerar sus posiciones respecto a sus propuestas políticas en un escenario de ser oposición a un gobierno de derecha tremendamente empoderado.
Por su parte el Frente Amplio, es la estrella en este escenario. Una fuerza nueva, surgida al calor de las movilizaciones estudiantiles de 2011, que sumaron a una variopinta cantidad de 14 expresiones sociales, partidos y grupos unos más estructurados que otros, que tuvieron la capacidad de congregarse en torno a una orgánica común, que van desde el Partido Liberal, a la Izquierda Libertaria o Poder Ciudadano.
Sin duda que en la estructura interna del FA hay un desequilibrio manifiesto de esas orgánicas, en la que Revolución Democrática como partido político legal, representa fácilmente el 50% del total del FA, por lo menos en cuanto a representación parlamentaria.
Lo cierto es que el Frente Amplio irrumpió en el escenario político, llenando un vacío, que ostensiblemente la Nueva Mayoría no supo o no pudo abordar.
A partir de sectores mayoritariamente jóvenes, desencantados con una política cada vez más lejana de la gente, palaciega, elitista, con diversos grados de corrupción y manejos turbios, se gestó la posibilidad de levantar una alternativa a lo que ellos llamaron el duopolio.
A pesar de los esfuerzos realizados principalmente por el Partido Comunista de insistir en la vinculación del trabajo político gubernamental y parlamentario con los anhelos y exigencias populares y con la movilización social, la NM abandonó ese espacio que fue ocupado fácilmente por el Frente Amplio.
En la Declaración de Principios del FA se manifiesta que es necesario “Construir convergencia y unidad es probablemente uno de los desafíos más relevantes que tenemos las fuerzas transformadoras para el futuro inmediato. Se trata de conformar un referente que supere el estrecho margen de una coalición electoral, con una identidad propia, en el que conviva la más amplia gama de visiones y organizaciones políticas, sociales e independientes.
Necesitamos ante todo sumar voluntades de los miles de chilenos y chilenas que quieren cambios y que no se sienten representados por las coaliciones de hoy. Somos ciudadanos y organizaciones sociales y populares que queremos tomar el futuro en nuestras manos e invitar a ser de nuevo un pueblo con voluntad colectiva”.
Tal como está expresada esa declaración de principios, si realmente actúan en coherencia, no tendrían por qué no poder acercar posiciones con otros partidos que en otras condiciones fueron contrarios.
El actual escenario político para los próximos cuatro años, es complejo e impredecible, con un gobierno de derecha, que se mueve contradictoriamente entre una visión moderna y democrática, y una expresión, -que en estas elecciones surgió con inusitada claridad y fuerza-, de una derecha dura, integrista, retrograda y ultra conservadora.
Todo esto hace que las fuerzas opositoras progresistas, deban ponerse a tono con esta realidad. La consigna utilizada en las elecciones de que “no da lo mismo quien gobierne”, hoy es una realidad que debemos enfrentar con la máxima responsabilidad, poniendo por encima los intereses comunes del país, de su pueblo, que espera que las grandes reformas estructurales no se diluyan, ni se vuelva atrás.
Hay temas fundamentales que seguirán presentes en la agenda política y que desde la oposición debemos continuar apoyando y tratando de avanzar:
Asamblea Constituyente y Nueva Constitución Política; No más AFP; Fin al CAE; Nuevo Código Laboral y Salarios justos; Reconocimiento Constitucional de los Pueblos Originarios; Nulidad Ley de Pesca; Recuperar Litio para Chile; Reconocimiento pleno de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres; Matrimonio Igualitario; Ley de Identidad de Género; Nueva Ley de Migraciones; Justicia plena en violaciones DDHH, entre otros.
En este sentido no se puede aceptar ni ser tolerante con ninguna actitud sectaria y aislacionista. Se podrá discutir las formas, métodos, tiempos, condiciones, pero no se puede cuestionar la necesidad urgente de hacer converger a toda la oposición democrática en un bloque común (no necesariamente en una estructura formal) pero que sea capaz de efectivamente convertirse en una oposición política que cumpla su rol histórico.
(*) Profesor de Historia; miembro de la Comisión Nacional de Profesionales del Partido Comunista