La actual Constitución de nuestro país no da cuenta de la realidad de la sociedad chilena, no expresa los valores vivos que constituyen nuestro acervo cultural actual. Chile ha cambiado dramáticamente en estos últimos años, avances modernizadores nos han hecho diferentes; valores culturales como la tolerancia a la diversidad; aspiraciones a mayor integración social y a ser parte del bienestar que implica el desarrollo económico, constituyen tal vez algunos de los más relevantes.
La Constitución es el texto legal sobre el cual se sostienen todas las demás leyes que regulan nuestras relaciones sociales y estructuran nuestra convivencia. Cuando se toma conciencia que la Constitución no da cuenta de esta realidad social, estamos en un problema como sociedad. El síntoma más característico es el lento y persistente desgaste del sistema político que repercute directamente en la valoración de la democracia por parte de la ciudadanía.
La voluntad popular por contar con una nueva constitución ha sido expresada nítidamente por el contundente resultado electoral presidencial, las encuestas de opinión y las movilizaciones de actores sociales. Si el sistema político hace oídos sordos a esta demanda, estaría cometiendo un gran error. Se puede entender que para la opinión pública no sea éste un tema de preocupación inmediata.
Definitivamente la salud o la seguridad son problemas que las personas sufren de forma directa.Es poco riguroso y serio colocar a la nueva constitución junto al listado de las necesidades inmediatas y acuciantes que las personas tienen. Los requerimientos que tenemos como sociedad de modificar aspectos fundamentales del sistema político no pueden colocarse en contraposición a las necesidades contingentes de las personas.
La nueva Constitución debe ser capaz de contener, en un orden jurídico, los sueños a los que aspiran los chilenos y chilenas, entregar un marco en que se puedan expresar un conjunto de dinámicas sociales propias de nuestra sociedad.
Existen dos dimensiones, social y económica, que son importantes plantear en la discusión de la nueva Constitución. En la dimensión social, nos debemos hacer cargo de los niveles de desigualdad y segregación imperantes en nuestro país. La lógica mercantilista que impera en todos los ámbitos debe ser acotada para dar espacio a la garantía de derechos en aspectos clave del desarrollo de las personas.
En la dimensión económica, el Estado debe poder jugar un papel que vaya más allá del rol subsidiario actual. Pasar de una lógica de producción basada en la extracción de recursos naturales a una que agregue valor en el proceso productivo, es una condición para lograr el desarrollo, y solo el estado puede jugar ese rol.
No creo que la elaboración de una nueva Constitución sea un acto refundacional de la República, al contrario, con ello estamos reforzando sus fundamentos democráticos. Como país tenemos una historia de la cual debemos hacernos cargo, es la base de nuestra identidad, y ese es el punto de partida para iniciar las transformaciones. Creo que las transformaciones se deben hacer en un marco de respeto y certeza jurídica para todos.
Hablar de una nueva Carta Fundamental es abrir el debate sobre la sociedad que queremos y construiremos, es respondernos la pregunta sobre cómo vamos a vivir y convivir juntos. Esta reflexión y preguntas se las hicieron los que crearon la Constitución que nos rige actualmente, y la forma de sociedad que se imaginaron es la que nos han heredado.
El punto es que el Chile actual no se ajusta al orden social que establecieron.Ellos crearon a partir del autoritarismo, ahora nosotros estamos llamados a crear democráticamente a partir de la voluntad popular.
(*) Diputada del Partido Socialista por el 21° Distrito
Fuente: Radio Cooperativa