por Mike Orcutt.
SpaceX, la empresa que prometió llevar pasajeros a la Luna el próximo año, se ha reinventado para estar en condiciones de cumplir con su promesa. La compañía ha tenido que darle la vuelta completamente a su forma de asegurarse de que los cohetes no se salgan de la pista y pongan en peligro las vidas de los pasajeros.
Trabajando con la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, Spacex ha desarrollado una tecnología autónoma de seguimiento de cohetes que permite hacer volar su lanzador de nueva generación. También reduce drásticamente el coste del lanzamiento de las aeronaves y permite hacerlo en mucho menos tiempo, lo cual podría ser una bendición no sólo para SpaceX sino para toda la industria espacial estadounidense.
Los llamativos planes a corto plazo de SpaceX se sitúan sobre su cohete Falcon Heavy, cuyo lanzamiento inaugural está programado para este mes de noviembre en Cabo Cañaveral (EEUU).
La compañía también necesitará que tres cohetes independientes regresen a la superficie después de cada lanzamiento de Falcon Heavy.
SpaceX, de Elon Munk, y Blue Origin de Jeff Bezos, que también tiene grandes ambiciones para el turismo espacial, han sido pioneros en el concepto de hacer volver a los cohetes de refuerzo para que puedan ser reutilizados, lo que tiene un potencial para hacer que los vuelos espaciales sean hasta 100 veces más baratos.
Pero el regreso de tres cohetes no sería posible con el sistema tradicional que los miembros de la tripulación de seguridad utilizan para rastrear un cohete después de su lanzamiento (y para hacerlo estallar si se desvía de su camino de una manera que plantee un riesgo para el público).
Los oficiales del 45º Mando Espacial de la Fuerza Aérea están equipados para perseguir y destruir solamente dos objetos que vuelan simultáneamente. La nueva tecnología, que la Fuerza Aérea llama el sistema de seguridad de vuelo autónomo (AFSS, por sus siglas en inglés), no tiene esta limitación.
Y sus beneficios potenciales van incluso más allá. Los lanzamientos de cohetes tradicionalmente requieren una amplia infraestructura de comunicaciones terrestres, y los humanos que vigilan estos datos desde el suelo deben enviar un comando al cohete para destruirlo si es necesario.
En cambio, el AFSS depende del GPS a bordo del cohete para determinar si se ha desviado de una trayectoria de vuelo segura programada; en caso de que el cohete deba ser detonado, el sistema lo hará por sí solo.
El nuevo sistema requiere sólo 82 trabajadores en el terreno, en comparación con los 245 del antiguo, y gran parte de la infraestructura ya no es necesaria. Esto reduce significativamente el coste de un lanzamiento, y además la Fuerza Aérea necesita mucho menos tiempo para prepararse.
El AFSS ayudará a aumentar la capacidad de lanzamiento y a satisfacer la creciente demanda de lanzamientos espaciales comerciales en Estados Unidos, según el general de brigada Wayne Monteith, comandante del 45º Mando Espacial y director de la Eastern Range, una cadena de lanzamiento de cohetes y misiles operada por Patrick Air Force Base en Florida.
Además de la inminente crecida del turismo espacial, varias empresas apuntan a lanzar grandes «constelaciones» de pequeños satélites para imágenes, telecomunicaciones y otras aplicaciones.
El sistema también puede rastrear un cohete situado más lejos que la distancia que puede medir el sistema convencional, que pierde el control cuando este se aleja de su la línea de visión. También puede destruir un vehículo errante varios segundos antes que un humano. Funcionaría de la misma manera que si el cohete llevara gente, pero habría tiempo de rescatar a los pasajeros antes de que el sistema explotara.
La AFSS ya ha pilotado ocho operaciones exitosas, todas ellas en cohetes SpaceX, según Monteith. SpaceX ha desarrollado una versión propia, pero la tecnología principal está disponible para que otras compañías puedan adaptarla a sus propios cohetes. SpaceX se ha negado a hacer comentarios.
Aunque esta tecnología es la culminación de décadas de trabajo entre los militares y la NASA, probablemente hoy en día no sería una realidad comercial si SpaceX no se hubiera involucrado, sostiene Monteith.
La compañía, sencillamente, no quiere tener que programar el lanzamiento con meses de antelación. «Si están listos para hacer un lanzamiento la próxima semana, quieren que se pueda lanzar la próxima semana», dice.
Eso no es posible todavía, pero el general cree que 30 días es una cifra factible. Su objetivo es hacer lanzamientos 48 veces al año para 2020 (una cantidad más de dos veces superior a la que el 45º Mando Espacial lanzó el año pasado).
Si todo va según lo planeado para SpaceX, Blue Origin, y los demás, la demanda será suficiente para que los cohetes puedan lanzarse con esa frecuencia casi todas las semanas.
Fuente: MIT Technology Review
Cohetes reutilizables
por Brian Bergstein
Cientos de miles de cohetes han explorado el espacio, pero hasta 2015 ninguno había vuelto «de pie» sobre una plataforma de aterrizaje, ralentizando su descenso de forma gradual, casi como si una película de su lanzamiento se reprodujera al revés.
Si este hito es capaz de replicarse y hacerse común, los cohetes podrían repostar una y otra vez, lo que abarataría en cientos de veces los vuelos espaciales.
Dos multimillonarios tecnológicos lo han logrado. Blue Origin, de Jeff Bezos, realizó primero un aterrizaje exitoso en noviembre; SpaceX, de Elon Musk, lo consiguió en diciembre.
Las empresas son bastante diferentes. Blue Origin espera propulsar a turistas en cápsulas para realizar viajes espaciales de cuatro minutos de duración. Por su parte, SpaceX ya lanza cohetes reutilizables para mejorar la economía de los vuelos espaciales.
Lanzar cosas al espacio siempre ha sido caro porque los cohetes cuestan decenas de millones de dólares y sólo vuelan una única vez antes de consumirse en llamas en caída libre de vuelta a la atmósfera. En lugar de eso, SpaceX y Blue Origin los hacen descender de forma controlada y posarse sobre unas patas plegables.
Este truco depende de un software de a bordo que manipula los propulsores y las solapas que ralentizan o impulsan el cohete en momentos determinados.
La tarea más complicada le corresponde a SpaceX. Las naves de Blue Origin sólo viajan a la mitad de velocidad y altitud, y conservan sobre todo una posición vertical. Pero los cohetes de SpaceX han de recuperar la verticalidad desde una posición horizontal.
Como recuerdo de todas las cosas que pueden salir mal, en enero, cuando SpaceX fracasó por los pelos en su segundo intento de aterrizaje porque una de las patas del cohete no se desplegó correctamente. Aun así, ahora está claro que el futuro de la exploración espacial resultará mucho más interesante que la resaca de la era Apollo de los últimos 40 años.