viernes, noviembre 22, 2024
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Sin Movilización No Habrá Nueva Constitución

Con tono lastimero de viuda pechoña, políticos de la concertación inventaron un debate inconducente, al criticar las conclusiones del 26° Congreso del PC, en cuanto a «rodear con la movilización de masas» el desarrollo de la Convención Constitucional. Como si hubiera llegado por bolitas de dulce.

Los argumentos tirados a la pelea son cada cual más melifluo y peregrino

El presidente de la DC, Fuad Chahín, acusó al PC de recurrir a «grupos de presión»:

«Una vez más, lo que el Partido Comunista hace es optar por usar grupos de presión en lugar de fortalecer los espacios de participación. A mí me parece que es completamente poco democrático».

¿La movilización social para respaldar una constitución íntegramente democrática es poco democrática?; ¿qué fumó el presidente de la DC?

A su turno, el senador del PPD, Guido Girardi, sacó a pasear la tesis del «prejuzgamiento»:

«El PC debería hacer un voto de confianza en los chilenos luego de no participar en el acuerdo para elaborar un plebiscito el 15 de noviembre y no generar un manto de dudas sobre los integrantes de la Convención».

Omite con descaro que si hay alguna desconfianza en el pueblo chileno, es en el espurio acuerdo del 15 de noviembre, que mantiene intacto el cerrojo constitucional de los dos tercios.

El insumergible senador «socialista», José Miguel Insulza, a quién Fidel llamaba «bobito», descubrió la pólvora:

«Lo que plantean los comunistas es fijar la línea del PC en la asamblea constituyente, donde ellos quieren caracterizarse con movimientos de masas, y con presión a la Constituyente».

Lo que en realidad echa de menos bobito es la cocina con la derecha, entre cuatro paredes.

No le fue en zaga Carlos Maldonado, presidente del Partido Radical:

«El PC teme, fundadamente, ser minoría en el órgano constituyente, y ello les lleva a elucubrar sobre posibles maneras de incidir en el debate, más allá de los delegados que logre elegir».

Que se sepa, el objetivo de la asamblea es redactar una nueva constitución democrática. Todo lo demás, incluyendo la representación indirecta de los partidos, los cuales fueron ampliamente repudiados en el plebiscito, es secundario.

A su su, el presidente del PPD, Heraldo Muñoz, condenó la intolerancia:

«Lo que hay que rodear es la intolerancia, el sectarismo y la ausencia de diálogo razonado, pues la nueva Constitución debe representar a todas y todos los chilenos, y no solo a un sector del país».

¿Y qué tiene que ver con la movilización social para promover una constitución democrática?

En suma, un debate propio de tinterillos y cocineros, que creen que la política se hace en los pasillos y en los medios de comunicación.

En cambio, el debate del PC en en marco de su 26° Congreso, se hace de cara al país. Esto es lo que, en verdad, dijo Teillier:

«La lucha social sostenida y la desobediencia expresada en la protesta social ha generado condiciones para una ruptura democrática y constitucional que imprime a la disputa política un carácter emancipador del pueblo chileno, por lo tanto, espera que tras las manifestaciones se abandone el sistema de la transición y la política de los consensos como eje de gobernabilidad para sostener y administrar el neoliberalismo.

Los defensores de la Constitución del 80 se van a atrincherar en los dos tercios, el mismo macanismo de la constitución de la dictadura vigente hasta hoy. Por tanbto, hay la necesidad rodear con la movilización de masas el desarrollo de la Convención Constitucional, impidiendo que las cocinas y el tecnicismo legal oscurezcan el sentido final de dicho organismo. Amplias mayorías nacionales están legítimamente indignadas con las negociaciones de espaldas al pueblo. Y estarán muy atentas a esos procesos».

Los que critican al PC por su llamado a la vigilancia movilizada, son los que vienen negociando con la derecha desde la mustia «primavera» de Jarpa, en 1983, y siguen haciéndolo hasta hoy.

Lo que quiere la gente es Asamblea Constituyente libre y soberana.

Esa es la verdad de la milanesa.

Lo demás, es la fraseología hueca que caracteriza a los políticos de profesión.

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